miércoles, 24 de septiembre de 2014

La recompensa de Dobby


Yahallo!

Muchos reviews vinieron en el anterior cap, y como me pasé la tarde fuera cuando volví a casa me los leí todos del tirón, ¿Sois capaces de imaginar la sonrisa de idiota que se me quedó cuando lo hice? Supongo que no, porque fue mas exagerada que las de los dibujos animados.

Bueno, hoy no tengo demasiado que decir, ni aquí ni en el cap. Creo que es el más corto de esta parte, apenas 5.000 palabras contando con las propias de Rowling.

Mañana el ultimo cap de esta parte. Supongo que me tomaré un día o dos antes de empezar con la tercera parte. Pero descuidad, que no conseguiréis deshaceros de mi tan pronto.

Y ahora os dejo con este corto y soso cap. No me echéis toda la culpa a mí, no había demasiado que poner.


Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling.

LA RECOMPENSA DE DOBBY

A pesar de que nadie quería realmente comer dejando para luego el último capítulo de la historia una vez empezaron a hablar se dieron cuenta de que tenían muchas cosas que contarse así que la comida duró bastante más de lo planeado pero a nadie le importó, al fin y al cabo el basilisco y el heredero habían sido derrotados.

Cuando por fin terminaron Dumbledore cogió el libro y se dispuso a leer el ultimo capitulo, sin volver a colocar los asientos, nadie dijo nada pues todos sabían que ya era el último capítulo.

La recompensa de Dobby —leyó Dumbledore en voz alta.

Harry sonrió inconscientemente, el haber conseguido liberar a Dobby era uno de los actos de los que más enorgullecía.

Hubo un momento de silencio cuando Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry, sangre. Luego alguien gritó:

¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija.

Ginny y sus padres se sonrieron.

Harry, sin embargo, miraba detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas darse cuenta, Harry y Ron se encontraron atrapados en el abrazo de la señora Weasley.

Ambos le sonrieron a Molly.

¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicisteis?

Esta historia se la voy a contar a mis nietos por las noches —aseguró Molly con una sonrisa.

Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

La señora Weasley soltó a Harry, que dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio; que Hermione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que él y Ron siguieron a las arañas por el bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que había adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos…

—Espera, espera, espera —dijo Sirius extrañado girándose hacia la señora Weasley—. Tú ya sabias las cosas que habían ocurrido, entonces ¿Por qué has sido de las que peor lo han pasado?

—Bueno —se dispuso a explicar Molly—. Conocía los hechos en general, nunca supe de todas esas arañas gigantes, del coche salvaje, de la verdadera batalla de Harry contra el basilisco... Y aun habiéndolos sabido habría sido parecido.

Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?

Muchos sonrieron a la profesora McGonagall, eso, sin duda, era la pregunta que todos se habrían hecho.

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny.

Varios le sonrieron mientras Dobby murmura cosas sobre la grandeza de Harry Potter.

Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. ¿Y si la expulsaban?, pensó Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible… ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

Ginny no pudo evitar sonreír. Acababa de comprobar que realmente Harry no pensaba que ella tuviera la culpa, que no le había mentido al decírselo. Él no la creía culpable.

Instintivamente, Harry miró a Dumbledore, y éste esbozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía brillar sus lentes de media luna.

Lo que más me intriga —dijo Dumbledore amablemente—, es cómo se las arregló lord Voldemort para embrujar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de Albania.

Muchos le sonrieron a Dumbledore. Todos sabían que tenía el don de saber que decir y en el momento en el que debía decirlo.

Harry se sintió maravillosamente aliviado.

¿Qué… qué? —preguntó el señor Weasley con voz atónita—. ¿Sabe qui-quién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha… Ginny no ha sido… ¿verdad?

Fue el diario —dijo inmediatamente Harry, cogiéndolo y enseñándoselo a Dumbledore—. Ryddle lo escribió cuando tenía dieciséis años.

Dumbledore cogió el diario que sostenía Harry y examinó minuciosamente sus páginas quemadas y mojadas.

Soberbio —dijo con suavidad—. Por supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha tenido nunca Hogwarts. —Se volvió hacia los Weasley, que lo miraban perplejos—. Muy pocos saben que lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase, hace cincuenta años, en Hogwarts. Desapareció tras abandonar el colegio… Recorrió el mundo…, profundizó en las Artes Oscuras, tuvo trato con los peores de entre los nuestros, acometió peligros, transformaciones mágicas, hasta tal punto que cuando resurgió como lord Voldemort resultaba irreconocible. Prácticamente nadie relacionó a lord Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que fue delegado.

Pero Ginny —dijo la señora Weasley—. ¿Qué tiene que ver nuestra Ginny con él?

¡Su… su diario! —dijo Ginny entre sollozos—. He estado escribiendo en él, y me ha estado contestando durante todo el curso…

Muchos miraron a Ginny con tristeza pero esta rechazo todas las miradas. Aun que todos le dijeran que no tenía la culpa ella sabía que sí que tenía parte de la responsabilidad por haber sido débil y estúpida.

¡Ginny! —exclamó su padre, atónito—. ¿No te he enseñado una cosa? ¿Qué te he dicho siempre? No confíes en nada que piense si no sabes dónde tiene el cerebro. ¿Por qué no me enseñaste el diario a mí o a tu madre? Un objeto tan sospechoso como ése, ¡tenía que ser cosa de magia oscura!

Varios asintieron levemente.

No…, no lo sabía —sollozó Ginny—. Lo encontré dentro de uno de los libros que me había comprado mamá. Pensé que alguien lo había dejado allí y se le había olvidado…

Muchos fruncieron el ceño, eso era extraño, ¿Por qué estaba el diario en su caldero? ¿Quién lo habría dejado allí? El corazón de Malfoy comenzó a latir con fuerza, teniendo un doloroso presentimiento.

La señorita Weasley debería ir directamente a la enfermería —terció Dumbledore con voz firme—. Para ella ha sido una experiencia terrible. No habrá castigo. Lord Voldemort ha engañado a magos más viejos y más sabios. —Fue a abrir la puerta—. Reposo en cama y tal vez un tazón de chocolate caliente. A mí siempre me anima —añadió, guiñándole un ojo bondadosamente—. La señora Pomfrey estará todavía despierta. Debe de estar dando zumo de mandrágora a las víctimas del basilisco. Seguramente despertarán de un momento a otro.

Varios sonrieron.

¡Así que Hermione está bien! —dijo Ron con alegría.

Hermione sonrió a Ron, alegre de que este se alegrara.

No les han causado un daño irreversible —dijo Dumbledore.

La señora Weasley salió con Ginny, y el padre iba detrás, todavía muy impresionado.

¿Sabes, Minerva? —dijo pensativamente el profesor Dumbledore a la profesora McGonagall—, creo que esto se merece un buen banquete. ¿Te puedo pedir que vayas a avisar a los de la cocina?

Bien —dijo resueltamente la profesora McGonagall, encaminándose también hacia la puerta—, te dejaré para que ajustes cuentas con Potter y Weasley.

Varios tragaron saliva.

Eso es —dijo Dumbledore.

Salió, y Harry y Ron miraron a Dumbledore dubitativos. ¿Qué había querido decir exactamente la profesora McGonagall con aquello de «ajustar cuentas»? ¿Acaso los iban a castigar?

Creo recordar que os dije que tendría que expulsaros si volvíais a quebrantar alguna norma del colegio —dijo Dumbledore.

Algunos sonrieron de manera maliciosa, sabiendo que Dumbledore no iba a expulsarles.

Ron abrió la boca horrorizado.

Lo cual demuestra que todos tenemos que tragarnos nuestras palabras alguna vez —prosiguió Dumbledore, sonriendo—. Recibiréis ambos el Premio por Servicios Especiales al Colegio y… veamos…, sí, creo que doscientos puntos para Gryffindor por cada uno.

Los Gryffindor rompieron a aplaudir y, poco a poco, el resto de las casas también. Habían salvado el colegio. Se merecían un buen aplauso.

Ron se puso tan sonrosado como las flores de San Valentín de Lockhart, y volvió a cerrar la boca.

Pero hay alguien que parece que no dice nada sobre su participación en la peligrosa aventura —añadió Dumbledore—. ¿Por qué esa modestia, Gilderoy?

Algunos no pudieron evitar sonreír, sabían que era algo cruel pensar en alguien desmemorizado como algo gracioso pero, tratándose de Lockhart que había desmemorizado a tantas personas, no les importaba que fuese algo cruel reírse de ello.

Harry dio un respingo. Se había olvidado por completo de Lockhart. Se volvió y vio que estaba en un rincón del despacho, con una vaga sonrisa en el rostro. Cuando Dumbledore se dirigió a él, Lockhart miró con indiferencia para ver quién le hablaba.

Profesor Dumbledore —dijo Ron enseguida—, hubo un accidente en la Cámara de los Secretos. El profesor Lockhart…

¿Soy profesor? —preguntó sorprendido—. ¡Dios mío! Supongo que seré un inútil, ¿no?

Todos asintieron convencidos.

—… intentó hacer un embrujo desmemorizante y el tiro le salió por la culata —explicó Ron a Dumbledore tranquilamente.

Hay que ver —dijo Dumbledore, moviendo la cabeza de forma que le temblaba el largo bigote plateado—, ¡herido con su propia espada, Gilderoy!

Muchos miraron a Dumbledore impresionados.

—¿Tu lo sabias? —pregunto Tonks extrañada.

—Me gusta saber sobre mis profesores antes de contratarlos —explicó el director simplemente.
—¿Y aun así lo contrataste?

—De un profesor inútil también hay cosas que aprender —aseguró el sabio director, luego miró a Lupin—. Aunque, por supuesto, de haber tenido una propuesta mejor posiblemente hubiese cambiado de idea.

Remus no pudo evitar sonreír. Él había disfrutado su puesto de profesor. Estar en Hogwarts de nuevo, conocer a Harry y a sus amigos... Pero él nunca se había presentados, Dumbledore le había ofrecido el puesto y él no había podido rechazarlo.

¿Espada? —dijo Lockhart con voz tenue—. No, no tengo espada. Pero este chico sí tiene una. —Señaló a Harry—. Él se la podrá prestar.

Algunos rieron imaginándoselo.

¿Te importaría llevar también al profesor Lockhart a la enfermería? —dijo Dumbledore a Ron—. Quisiera tener unas palabras con Harry.

Y dejaron de reír, ¿Qué iba a decirle Dumbledore?

Lockhart salió. Ron miró con curiosidad a Harry y Dumbledore mientras cerraba la puerta.
Dumbledore fue hacia una de las sillas que había junto al fuego.

Siéntate, Harry —dijo, y Harry tomó asiento, incomprensiblemente azorado—. Antes que nada, Harry, quiero darte las gracias —dijo Dumbledore, parpadeando de nuevo—. Debes de haber demostrado verdadera lealtad hacia mí en la cámara. Sólo eso puede hacer que acuda Fawkes.

Entonces todos comprendieron porque había aparecido el fénix.

Acarició al fénix, que agitaba las alas posado sobre una de sus rodillas. Harry sonrió con apuro cuando Dumbledore lo miró directamente a los ojos.

Así que has conocido a Tom Ryddle —dijo Dumbledore pensativo—. Imagino que tendría mucho interés en verte.

De pronto, Harry mencionó algo que le reconcomía:

Profesor Dumbledore… Ryddle dijo que yo soy como él. Una extraña afinidad, dijo…

Muchos miraron a Harry sin decir nada. James bufó.

—¿Cómo puede el niño de doce años que ha matado un basilisco con una espada compararse con un idiota como él? —preguntó molesto—. Si quieres compararte con alguien, comparate con alguien genial como yo.

Algunos sonrieron y Lily rodó los ojos divertida.

¿De verdad? —preguntó Dumbledore, mirando a un Harry pensativo, por debajo de sus espesas cejas plateadas—. ¿Y a ti qué te parece, Harry?

¡Me parece que no soy como él! —contestó Harry, más alto de lo que pretendía—. Quiero decir que yo…, yo soy de Gryffindor, yo soy…

Pero calló. Resurgía una duda que le acechaba.

Profesor —añadió después de un instante—, el Sombrero Seleccionador me dijo que yo… haría un buen papel en Slytherin. Todos creyeron un tiempo que yo era el heredero de Slytherin, porque sé hablar pársel…

Tú sabes hablar pársel, Harry —dijo tranquilamente Dumbledore—, porque lord Voldemort, que es el último descendiente de Salazar Slytherin, habla pársel. Si no estoy muy equivocado, él te transfirió algunos de sus poderes la noche en que te hizo esa cicatriz. No era su intención, seguro…

Muchos abrieron los ojos de manera exagerada, ¿Voldemort le dio parte de sus poderes a Harry?

¿Voldemort puso algo de él en mí? —preguntó Harry, atónito.

Eso parece.

Así que yo debería estar en Slytherin —dijo Harry, mirando con desesperación a Dumbledore—. El Sombrero Seleccionador distinguió en mí poderes de Slytherin y…

Te puso en Gryffindor —dijo Dumbledore reposadamente—. Escúchame, Harry. Resulta que tú tienes muchas de las cualidades que Slytherin apreciaba en sus alumnos, que eran cuidadosamente escogidos: su propio y rarísimo don, la lengua pársel…, inventiva…, determinación…, un cierto desdén por las normas —añadió, mientras le volvía a temblar el bigote—.

Muchos asintieron, ciertamente tenía esas cualidades.

Pero aun así, el sombrero te colocó en Gryffindor. Y tú sabes por qué. Piensa.

Me colocó en Gryffindor —dijo Harry con voz de derrota— solamente porque yo le pedí no ir a Slytherin…

Muchos sonrieron y Sirius soltó un "¡Ahí lo tienes!", él ya sabía lo que Dumbledore le iba a decir a Harry. Dumbledore se lo había dicho a él también varios años atrás.

Exacto —dijo Dumbledore, volviendo a sonreír—. Eso es lo que te diferencia de Tom Ryddle. Son nuestras elecciones, Harry, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.

Nadie podía hacer nada excepto admirar las sabias y bien elegidas palabras de Dumbledore.

Harry estaba en su silla, atónito e inmóvil—. Si quieres una prueba de que perteneces a Gryffindor, te sugiero que mires esto con más detenimiento.

Dumbledore se acercó al escritorio de la profesora McGonagall, cogió la espada ensangrentada y se la pasó a Harry. Sin mucho ánimo, Harry le dio la vuelta y vio brillar los rubíes a la luz del fuego. Y luego vio el nombre grabado debajo de la empuñadura: Godric Gryffindor.

—¡Increíble! —exclamaron todos emocionados.

—¡Harry! —exclamó Lily emocionada—. Muy pocos han llegado alguna vez a sacarla del sombrero, ¡Eso significa que eres un muy digno miembro de Gryffindor!

Harry no pudo evitar contener una pequeña sonrisa de satisfacción.

Sólo un verdadero miembro de Gryffindor podría haber sacado esto del sombrero, Harry —dijo simplemente Dumbledore.

Durante un minuto, ninguno de los dos dijo nada. Luego Dumbledore abrió uno de los cajones del escritorio de la profesora McGonagall y sacó de él una pluma y un tintero.

Lo que necesitas, Harry, es comer algo y dormir. Te sugiero que bajes al banquete, mientras escribo a Azkaban: necesitamos que vuelva nuestro guarda. Y tengo que redactar un anuncio para El Profeta, además —añadió pensativo—. Necesitamos un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Vaya, parece que no nos duran nada, ¿verdad?

Algunos soltaron una risita.

Harry se levantó y se dispuso a salir. Pero apenas tocó el pomo de la puerta, ésta se abrió tan bruscamente que pegó contra la pared y rebotó.

—¿Qué? —preguntaron varios extrañados.

Lucius Malfoy estaba allí, con el semblante furioso; y también Dobby, encogido de miedo y cubierto de vendas.

Algunos abrieron la boca sorprendidos, ¿Qué hacía ahí Lucius?

Buenas noches, Lucius —dijo Dumbledore amablemente.

El señor Malfoy casi derriba a Harry al entrar en el despacho. Dobby lo seguía detrás, pegado a su capa, con una expresión de terror.

¡Vaya! —dijo Lucius Malfoy, fijos en Dumbledore sus fríos ojos—. Ha vuelto. El consejo escolar lo ha suspendido de sus funciones, pero aun así, usted ha considerado conveniente volver.

Bueno, Lucius, verá —dijo Dumbledore, sonriendo serenamente—, he recibido una petición de los otros once representantes. Aquello parecía un criadero de lechuzas, para serle sincero. Cuando recibieron la noticia de que la hija de Arthur Weasley había sido asesinada, me pidieron que volviera inmediatamente. Pensaron que, a pesar de todo, yo era el hombre más adecuado para el cargo.

Todos asintieron varias veces.

Además, me contaron cosas muy curiosas. Algunos incluso decían que usted les había amenazado con echar una maldición sobre sus familias si no accedían a destituirme.

Muchos gruñeron con rabia y enfado. Lucius era despreciable.

El señor Malfoy se puso aún más pálido de lo habitual, pero seguía con los ojos cargados de furia.

¿Así que… ha puesto fin a los ataques? —dijo con aire despectivo—. ¿Ha encontrado al culpable?

Lo hemos encontrado —contestó Dumbledore, con una sonrisa.

¿Y bien? —preguntó bruscamente Malfoy—. ¿Quién es?

El mismo que la última vez, Lucius —dijo Dumbledore—. Pero esta vez lord Voldemort actuaba a través de otra persona, por medio de este diario.

Levantó el cuaderno negro agujereado en el centro, y miró a Malfoy atentamente. Harry, por el contrario, no apartaba los ojos de Dobby.

El elfo hacía cosas muy raras. Miraba fijamente a Harry, señalando el diario, y luego al señor Malfoy. A continuación se daba puñetazos en la cabeza.

Varios fruncieron el ceño, ¿Qué le pasaba al elfo?

Ya veo… —dijo despacio Malfoy a Dumbledore.

Un plan inteligente —dijo Dumbledore con voz desapasionada, sin dejar de mirar a Malfoy directamente a los ojos—. Porque si Harry, aquí presente —el señor Malfoy dirigió a Harry una incisiva mirada de soslayo—, y su amigo Ron no hubieran descubierto este cuaderno…, Ginny Weasley habría aparecido como culpable. Nadie habría podido demostrar que ella no había actuado libremente…

El señor Malfoy no dijo nada. Su cara se había vuelto de repente como de piedra.

E imagine —prosiguió Dumbledore— lo que podría haber ocurrido entonces… Los Weasley son una de las familias de sangre limpia más distinguidas. Imagine el efecto que habría tenido sobre Arthur Weasley y su Ley de defensa de los muggles, si se descubriera que su propia hija había atacado y asesinado a personas de origen muggle. Afortunadamente apareció el diario, con los recuerdos de Ryddle borrados de él. Quién sabe lo que podría haber pasado si no hubiera sido así.

Arthur suspiró, su hija estaba viva y eso era lo que le había preocupado. Que pensaran mal de él y su familia no era nada en comparación.

El señor Malfoy hizo un esfuerzo por hablar.

Ha sido una suerte —dijo fríamente.

Pero Dobby seguía, a su espalda, señalando primero al diario, después a Lucius Malfoy, y luego pegándose en la cabeza.

Nadie entendía a qué se refería Dobby.

Y Harry comprendió de pronto.

—¿Qué? —preguntaron ansiosos.

Hizo un gesto a Dobby con la cabeza, y éste se retiró a un rincón, retorciéndose las orejas para castigarse.

¿Sabe cómo llegó ese diario a Ginny, señor Malfoy? —le preguntó Harry.

Muchos abrieron mucho los ojos.

Lucius Malfoy se volvió hacia él.

¿Por qué iba a saber yo de dónde lo cogió esa tonta? —preguntó.

Porque usted se lo dio —respondió Harry—. En Flourish y Blotts. Usted le cogió su libro de Transformaciones y metió el diario dentro, ¿a que sí?

La sala se llenó de gritos e insultos. Malfoy no dijo nada. Era su padre y, por una parte, le quería, pero tampoco iba impedir que la gente no se desahogara al saber que él había sido el culpable de todos los problemas de ese año. Poco a poco y sin darse cuenta Malfoy estaba comenzando a pensar mal de su padre.

Vio que el señor Malfoy abría y cerraba las manos.

Demuéstralo —dijo, furioso.

Nadie puede demostrarlo —dijo Dumbledore, y sonrió a Harry—, puesto que ha desaparecido del libro todo rastro de Ryddle. Por otro lado, le aconsejo, Lucius, que deje de repartir viejos recuerdos escolares de lord Voldemort. Si algún otro cayera en manos inocentes, Arthur Weasley se asegurará de que le sea devuelto a usted…

Arthur no pudo evitar sonreír.

Lucius Malfoy se quedó un momento quieto, y Harry vio claramente que su mano derecha se agitaba como si quisiera empuñar la varita. Pero en vez de hacerlo, se volvió a su elfo doméstico.

¡Nos vamos, Dobby!

Tiró de la puerta, y cuando el elfo se acercó corriendo, le dio una patada que lo envió fuera.

Varios gruñeron furiosos. Incluso tratándose de elfos domésticos muy pocos consideraban eso como algo apropiado, obviamente.

Oyeron a Dobby gritar de dolor por todo el pasillo. Harry reflexionó un momento, y entonces tuvo una idea.

Muchos miraron a Harry extrañados, ¿Qué se le habría ocurrido? (N.A. No es tan difícil de imaginar... Solo mirar el elfo que tiene entre sus piernas y no las de Malfoy)

Profesor Dumbledore —dijo deprisa—, ¿me permite que le devuelva el diario al señor Malfoy?

Todos estaban cada vez más ansiosos de saber lo que hacia Harry.

Claro, Harry —dijo Dumbledore con calma—. Pero date prisa. Recuerda el banquete.
Harry cogió el diario y salió del despacho corriendo. Aún se oían alejándose los gritos de dolor de Dobby, que ya había doblado la esquina del corredor. Rápidamente, preguntándose si sería posible que su plan tuviera éxito, Harry se quitó un zapato, se sacó el calcetín sucio y embarrado, y metió el diario dentro. Luego se puso a correr por el oscuro corredor.

¿Metió el diario dentro del calcetín? Nadie entendía nada.

Los alcanzó al pie de las escaleras.

Señor Malfoy —dijo jadeando y patinando al detenerse—, tengo algo para usted.
Y le puso a Lucius Malfoy en la mano el calcetín maloliente.

Malfoy soltó una risita intentando imaginarse la cara de su padre al encontrarse un calcetín sucio en su mano.

¿Qué diablos…?

El señor Malfoy extrajo el diario del calcetín, tiró éste al suelo y luego pasó la vista, furioso, del diario a Harry.

Harry Potter, vas a terminar como tus padres uno de estos días —dijo bajando la voz—. También ellos eran unos idiotas entrometidos. —Y se volvió para irse—. Ven, Dobby. ¡He dicho que vengas!

Pero Dobby no se movió. Sostenía el calcetín sucio y embarrado de Harry, contemplándolo como si fuera un tesoro de valor incalculable.

Entonces, poco a poco, todos asimilaron la situación.

—¡Genial! —gritaron muchos y estallaron en aplausos, estos camuflaban los sollozos de gratitud de Dobby y sus comentarios sobre la grandeza de Harry Potter.

Harry no podía estar más orgulloso de su yo pasado.

Mi amo le ha dado a Dobby un calcetín —dijo el elfo asombrado—. Mi amo se lo ha dado a Dobby.

¿Qué? —escupió el señor Malfoy—. ¿Qué has dicho?

Dobby tiene un calcetín —dijo Dobby aún sin poder creérselo—. Mi amo lo tiró, y Dobby lo cogió, y ahora Dobby… Dobby es libre.

Muchos sonrieron al pequeño elfo que seguía sollozando en brazos de Harry.

Lucius Malfoy se quedó de piedra, mirando al elfo. Luego embistió a Harry.

¡Por tu culpa he perdido a mi criado, mocoso!

—¡No toques a mi hijo! —se levantaron de golpe Lily y James.

Pero Dobby gritó:

¡Usted no hará daño a Harry Potter!

Se oyó un fuerte golpe, y el señor Malfoy cayó de espaldas. Bajó las escaleras de tres en tres y aterrizó hecho una masa de arrugas.

—¡Genial, Dobby! —le felicitaron muchos.

Se levantó, lívido, y sacó la varita, pero Dobby le levantó un dedo amenazador.

Usted se va a ir ahora —dijo con fiereza, señalando al señor Malfoy—. Usted no tocará a Harry Potter. Váyase ahora mismo.

Las sonrisas hacia Dobby aumentaron.

Lucius Malfoy no tuvo elección. Dirigiéndoles una última mirada de odio, se cubrió por completo con la capa y salió apresuradamente.

¡Harry Potter ha liberado a Dobby! —chilló el elfo, mirando a Harry. La luz de la luna se reflejaba, a través de una ventana cercana, en sus ojos esféricos—. ¡Harry Potter ha liberado a Dobby!

Es lo menos que podía hacer, Dobby —dijo Harry, sonriendo—. Pero prométame que no volverá a intentar salvarme la vida.

Una sonrisa amplia, con todos los dientes a la vista, cruzó la fea cara cetrina del elfo.

Entonces apareció un pequeño papelito arrugado en las piernas de Dobby. Este lo abrió. Harry desde detrás del elfo, pudo leer una pequeña nota con su propia caligrafia en la que ponía:

"Gracias, Dobby, por no haberme hecho caso en ese momento. Gracias por haber vuelto a salvarme. Te debo la vida.
Te echa de menos,
H.P."

Ni Harry ni Dobby habían necesitado ver las iniciales para saber que la carta la había escrito el Harry del futuro. Ambos cruzaron una mirada. Dobby sonriendo al saber que volvería a salvarle la vida y Harry preocupado por lo que podía querer decir el "Te echa de menos". No iba a permitir que nada le pasase a Dobby. Nada.

Sólo tengo una pregunta, Dobby —dijo Harry, mientras Dobby se ponía el calcetín de Harry con manos temblorosas—. Usted me dijo que esto no tenía nada que ver con El-que-no-debe-ser-nombrado, ¿recuerda? Bueno…

Era una pista, señor —dijo Dobby, con los ojos muy abiertos, como si resultara obvio—. Dobby le daba una pista. Antes de que cambiara de nombre, el Señor Tenebroso podía ser nombrado tranquilamente, ¿se da cuenta?

—Es algo rebuscado —comentó Luna—. Yo no me había dado cuenta.

—Nadie lo había hecho —aseguró Hermione.

Bien —dijo Harry con voz débil—. Será mejor que me vaya. Hay un banquete, y mi amiga Hermione ya estará recobrada…

Dobby le echó los brazos a Harry en la cintura y lo abrazó con fuerza.

¡Harry Potter es mucho más grande de lo que Dobby suponía! —sollozó—. ¡Adiós, Harry Potter!

Y dando un sonoro chasquido, Dobby desapareció.

Muchos le sonrieron por última vez al elfo.

Harry había estado presente en varios banquetes de Hogwarts, pero en ninguno como aquél. Todos iban en pijama, y la celebración duró toda la noche. Harry no sabía si lo mejor había sido cuando Hermione corrió hacia él gritando: «¡Lo has conseguido! ¡Lo has conseguido!»; o cuando Justin se levantó de la mesa de Hufflepuff y se le acercó veloz para estrecharle la mano y disculparse infinitamente por haber sospechado de él; o cuando Hagrid llegó, a las tres y media, y dio a Harry y a Ron unas palmadas tan fuertes en los hombros que los tiró contra el postre; o cuando dieron a Gryffindor los cuatrocientos puntos ganados por él y Ron, con lo que se aseguraron la Copa de las Casas por segundo año consecutivo; o cuando la profesora McGonagall se levantó para anunciar que el colegio, como obsequio a los alumnos, había decidido prescindir de los exámenes («¡Oh, no!», exclamó Hermione); o cuando Dumbledore anunció que, por desgracia, el profesor Lockhart no podría volver el curso siguiente, debido a que tenía que ingresar en un sanatorio para recuperar la memoria. Algunos de los profesores se unieron al grito de júbilo con el que los alumnos recibieron estas noticias.

Todos sonrieron ante todas esas cosas.

¡Qué pena! —dijo Ron, cogiendo una rosquilla rellena de mermelada—. Estaba empezando a caerme bien.

Algunos rieron, incluida su propia madre, que, por supuesto, no iba a volver a tocar un libro de Lockhart en su vida.

El resto del último trimestre transcurrió bajo un sol radiante y abrasador. Hogwarts había vuelto a la normalidad, con sólo unas pequeñas diferencias: las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras se habían suspendido («pero hemos hecho muchas prácticas», dijo Ron a una contrariada Hermione) y Lucius Malfoy había sido expulsado del consejo escolar. Draco ya no se pavoneaba por el colegio como si fuera el dueño. Por el contrario, parecía resentido y enfurruñado. Y Ginny Weasley volvía a ser completamente feliz.

Muchos sonrieron a Ginny.

Muy pronto llegó el momento de volver a casa en el expreso de Hogwarts. Harry, Ron, Hermione, Fred, George y Ginny tuvieron todo un compartimento para ellos. Aprovecharon al máximo las últimas horas en que les estaba permitido hacer magia antes de que comenzaran las vacaciones. Jugaron a los naipes explosivos, encendieron las últimas bengalas del doctor Filibuster de George y Fred, y jugaron a desarmarse unos a otros mediante la magia. Harry estaba adquiriendo en esto gran habilidad.

—Cierto —corroboró Fred—. En ese momento ya estabas a nuestra altura, y eso es decir mucho.

—Y yo apenas conseguí desarmar a alguien una vez —refunfuño Hermione.

—Y fue porque estaba mirando por la ventana —intento excusarse George, al que no le gustaba que dos niños de doce le hubiesen desarmado.

—Ya, George, lo que tú digas —se mofó Fred.

—Tú no te rías —se quejó George—. Que a ti consiguió desarmarte Ron, ¡Y con la varita de Harry!

—Bueno, pero es que la varita de Harry es la varita de Harry, Ron no tuvo nada que ver —razonó Fred.

—¡Hey! —se quejó Ron.

Dumbledore carraspeó y todos guardaron silencio.

Estaban llegando a King's Cross cuando Harry recordó algo.

Ginny…, ¿qué es lo que le viste hacer a Percy, que no quería que se lo dijeras a nadie?

Percy miró a Ginny, entonces si había sido ella la que se lo había dicho a Fred y George.

¡Ah, eso! —dijo Ginny con una risita—. Bueno, es que Percy tiene novia.

A Fred se le cayeron los libros que llevaba en el brazo.

¿Qué?

Percy bufó molesto.

Es esa prefecta de Ravenclaw, Penelope Clearwater —dijo Ginny—. Es a ella a quien estuvo escribiendo todo el verano pasado. Se han estado viendo en secreto por todo el colegio. Un día los descubrí besándose en un aula vacía. Le afectó mucho cuando ella fue…, ya sabéis…, atacada. No os reiréis de él, ¿verdad? —añadió.

Ginny les fulminó con la mirada.

—Si hubiese llegado a saber que erais tan idiotas no os habría dicho nada —aseguró.

Ni se me pasaría por la cabeza —dijo Fred, que ponía una cara como si faltase muy poco para su cumpleaños.

Por supuesto que no —corroboró George con una risita.

Ginny volvió a mirarles de mala manera.

El expreso de Hogwarts aminoró la marcha y al final se detuvo.

Harry sacó la pluma y un trozo de pergamino y se volvió a Ron y Hermione.

Esto es lo que se llama un número de teléfono —dijo Harry, escribiéndolo dos veces y partiendo el pergamino en dos para darles un número a cada uno—. Tu padre ya sabe cómo se usa el teléfono, porque el verano pasado se lo expliqué. Llamadme a casa de los Dursley, ¿vale? No podría aguantar otros dos meses sin hablar con nadie más que con Dudley…

Muchos asintieron y Ron bufó, molesto por haber fallado tan estrepitosamente al usar ese... ese... felétono.

Pero tus tíos estarán muy orgullosos de ti, ¿no? —dijo Hermione cuando salían del tren y se metían entre la multitud que iba en tropel hacia la barrera encantada—. ¿Y cuando se enteren de lo que has hecho este curso?

¿Orgullosos? —dijo Harry—. ¿Estás loca? ¿Con todas las oportunidades que tuve de morir, y no lo logré? Estarán furiosos…

Muchos gruñeron con ganas.

Y juntos atravesaron la verja hacia el mundo muggle.

—Y fin —dijo Dumbledore levantando la vista del libro para observar a todos en el comedor a través de sus gafas de media luna—. Mañana comenzaremos el tercero.




Bueno, y fin. Mañana el ultimo capitulo que tendrá algunas de las cosas que supongo que estabais esperando (y no, no voy a juntar a Ginny y a Harry ahora, os jo*eis).

¿Me queda algo que decir? Em... Em... Ni idea.

Antes de irme os dejo con una frase de la quinta peli que odio muchiiiiiisimo, pero que, por otra parte, me encanta.

¡Yo maté a Sirius Black! ¡Yo maté a Sirius Black! ¡Yo maté a Sirius Black!


2 comentarios :

  1. ¡Yo mate a Sirius Black! ¡Yo mate a Sirius Black! ¡Yo mate a Sirius Black! jajaja, buena historia.

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  2. Uf, lo que pienso sobre que aún no juntes a Harry y Ginny, ya lo sabes. Pero no me parece bien la posibilidad de que traigas a Bellatrix, y darle la "posibilidad" de arrepentirse, aunque volviera a Azkaban. Me explico: La primera razón, es que su muerte, con esa Molly genial gritando que a su hija no, es épica, y más que merecida, sería terrible que no sucediera. Ella no se merece seguir viviendo. Y la segunda es que ella era la más fanática de los mortífagos. Es decir: otros podían seguirle por ambición, creyendo que ganaría y ellos así tendrían más dinero y poder, por miedo, para que no les matase, compartir algunas ideas, pero Bellatrix besaba el suelo que pisaba Voldemort. No solo creía firmemente en todo lo que Voldemort quería hacer, sino que disfrutaba con ello. Disfrutaba torturando y matando. Alguien así no se arrepentiría por leer lo que sufrieron Harry y el resto del mundo por su culpa, la de su Lord etc., no, estaría orgullosa de ser la causante de ese sufrimiento, y de hecho, utilizaría el conocimiento que le dieran esos libros para tratar de asegurar la victoria de Voldemort, así que la misión de los visitantes del futuro sería desastrosa, habrían fracasado. Me gusta cómo escribes, aunque debo decir que preferiría que los que leyeran los libros fueran los principales afectados, y no todo el colegio, para evitar precisamente situaciones como las de las pociones amorosas para Ron y Harry, y los sutiles cambios en sus personalidades que podrían llevarles al fracaso en la guerra (sí, me he dado cuenta... algunos son buenos, pero otros no tanto). Y el reconocimiento y acercamiento de la mayoría de los que lo harán ahora, es símplemente por los libros, no son auténticos, ninguno se acercaba a Harry ni al resto por sí mismos. Ahora se acercarán por lo que saben, por interés, por popularidad, etc. y eso no me gusta. No me parecen relaciones sinceras y honestas. Si no lo hicieron cuando no estaban en la mente de Harry, ahora, menos... Es cierto que muchos de los que están ahí me parece bien que estén, pero no todos... pero es mi opinión. Por lo demás, me está encantando... salvo por los detallitos que te dije en el capítulo anterior (aún tienes que compensar lo de Harry y Ginny y juntarlos cuanto antes :P), y los que he dicho ahora. Gracias por tu esfuerzo y compartir lo que escribes.

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