jueves, 2 de octubre de 2014

Posos de té y garras de hipogrifo


¡Pizza!

Tengo hambre, ¿vale? Mi madre hoy no está y voy a tener que cocinarme yo. Cuando era más pequeño esto no pasaba. Crecer es un asco.

Bueno, al ajo. O al capítulo. O a donde queráis. Si a mi me da igual...

Todo personaje o fragmento del libro original pertenece a la autora original, J.K. Rowling

POSOS DE TÉ Y GARRAS DE HIPOGRIFO

—Yo leeré ahora —dijo Arthur, levantandose y caminando hasta Tonks, quien le tendió el libro y caminó apresuradamente a sentarse junto a Remus. Arthur leyó el titulo del siguiente capitulo—: Posos de té y garras de hipogrifo.

Harry miró a Malfoy de mala manera, y es que si no llega a ser por su estupidez no habrían condenado a Buckbeak a muerte.

Arthur comenzó a leer.

Cuando Harry, Ron y Hermione entraron en el Gran Come­dor para desayunar al día siguiente, lo primero que vieron fue a Draco Malfoy, que entretenía a un grupo de gente de Slytherin con una historia muy divertida. Al pasar por su lado, Malfoy hizo una parodia de desmayo, coreado por una carcajada general.

Algunos bufaron.

—No le hagas caso —le dijo Hermione, que iba detrás de Harry—. Tú, ni el menor caso. No merece la pena...

Lily asintió varias veces.

—¡Eh, Potter! —gritó Pansy Parkinson, una chica de Slytherin que tenía la cara como un dogo—. ¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuuuh!

—Oh, por favor, que chica más ingeniosa, ¿Creéis que se le habrá ocurrido eso a ella sola? —preguntó Ginny con burla.

Harry se dejó caer sobre un asiento de la mesa de Gryf­findor; junto a George Weasley.

—Los nuevos horarios de tercero —anunció George, pa­sándolos—. ¿Qué te ocurre, Harry?

—Malfoy —contestó Ron, sentándose al otro lado de Geor­ge y echando una mirada desafiante a la mesa de Slytherin.

George alzó la vista y vio que en aquel momento Malfoy volvía a repetir su pantomima.

—Ese imbécil —dijo sin alterarse— no estaba tan galli­to ayer por la noche, cuando los dementores se acercaron a la parte del tren en que estábamos. Vino corriendo a nuestro compartimento, ¿verdad, Fred?

Algunos alzaron una ceja, sorprendidos, y miraron a Malfoy, quien miraba con atención la inmensa pared del Gran Comedor, algo avergonzado.

—Casi se moja encima —dijo Fred, mirando con despre­cio a Malfoy.

Algunos rieron, aunque sabían que no debían porque ellos también lo habían pasado mal, pero creían que Malfoy se lo merecía.

—Yo tampoco estaba muy contento —reconoció Geor­ge—. Son horribles esos dementores...

—Se le hiela a uno la sangre, ¿verdad? —dijo Fred.

Muchos asintieron, totalmente de acuerdo.

—Pero no os desmayasteis, ¿a que no? —dijo Harry en voz baja.

—No le des más vueltas, Harry —dijo George—. Mi pa­dre tuvo que ir una vez a Azkaban, ¿verdad, Ron?, y dijo que era el lugar más horrible en que había estado. Regresó débil y tembloroso... Los dementores absorben la alegría del lugar en que están. La mayoría de los presos se vuelven locos allí.

James no pudo evitar mirar de reojo a Sirius con algo de tristeza, ¿De verdad había estado su amigo en Azkaban? ¿Trece años? Parecía demasiado terrible para ser verdad, ¿En serio era el ministerio tan incompetente como para mandar a un inocente trece años a Azkaban? Cerró los ojos y suspiró lentamente. No podía seguir haciendo esto. No podía dudar de su amigo. Su hermano. No. Tenía que tener fe. Tenía que confiar en el. Pero todo esto era demasiado extraño...

—De cualquier modo, veremos lo contento que se pone Malfoy después del primer partido de quidditch —dijo Fred—. Gryffindor contra Slytherin, primer partido de la tempora­da, ¿os acordáis?

Muchos sonrieron, sabiendo que eso animaría a Harry.

La única ocasión en que Harry y Malfoy se habían enfrentado en un partido de quidditch, Malfoy había llevado las de perder. Un poco más contento, Harry se sirvió salchi­chas y tomate frito.

Hermione se aprendía su nuevo horario:

—Bien, hoy comenzamos asignaturas nuevas —dijo ale­gremente.

—Hermione —dijo Ron frunciendo el entrecejo y miran­do detrás de ella—, se han confundido con tu horario. Mira, te han apuntado para unas diez asignaturas al día. No hay tiempo suficiente.

Algunos abrieron mucho los ojos, sorprendidos.

—Ya me apañaré. Lo he concertado con la profesora McGonagall.

—Pero es imposible —insistió Ginny.

—Pero mira —dijo Ron riendo—, ¿ves la mañana de hoy? A las nueve Adivinación y Estudios Muggles y... —Ron se acercó más al horario, sin podérselo creer—, mira, Aritmancia, todo a las nueve. Sé que eres muy buena estudiante, Hermione, pero no hay nadie capaz de tanto. ¿Cómo vas a es­tar en tres clases a la vez?

Esa pregunta hizo eco en el cerebro de Lily, porque sí, había una manera de estar en tres sitios a la vez. Pero a ella no le habían dejado usar ese método. En vez de sentir celos se sintió orgullosa de Hermione, la mejor amiga de su hijo, a la que este consideraba como su hermana.

—No seas tonto —dijo Hermione bruscamente—, por supuesto que no voy a estar en tres clases a la vez.

—Bueno, entonces...

—Pásame la mermelada —le pidió Hermione.

—Pero...

—¿Y a ti qué te importa si mi horario está un poco apre­tado, Ron? —dijo Hermione—. Ya te he dicho que lo he arre­glado todo con la profesora McGonagall.

En ese momento entró Hagrid en el Gran Comedor. Llevaba puesto su abrigo largo de ratina y de una de sus enormes manos colgaba un turón muerto, que se balan­ceaba.

—¿Va todo bien? —dijo con entusiasmo, deteniéndose camino de la mesa de los profesores—. ¡Estáis en mi primera clase! ¡Inmediatamente después del almuerzo! Me he levan­tado a las cinco para prepararlo todo. Espero que esté bien... Yo, profesor..., francamente...

Muchos sonrieron, Hagrid era verdaderamente un buen hombre.

Les dirigió una amplia sonrisa y se fue hacia la mesa de los profesores, balanceando el turón.

—Me pregunto qué habrá preparado —dijo Ron con cu­riosidad.

El Gran Comedor se vaciaba a medida que la gente se marchaba a la primera clase. Ron comprobó el horario.

—Lo mejor será que vayamos ya. Mirad, el aula de Adi­vinación está en el último piso de la torre norte. Tardaremos unos diez minutos en llegar...

Terminaron aprisa el desayuno, se despidieron de Fred y de George, y volvieron a atravesar el Gran Comedor. Al pa­sar al lado de la mesa de Slytherin, Malfoy volvió a repetir la pantomima. Las estruendosas carcajadas acompañaron a Harry hasta el vestíbulo.

Varios volvieron a gruñir.

El trayecto hasta la torre norte era largo. Los dos años que llevaban en Hogwarts no habían bastado para conocer todo el castillo, y ni siquiera habían estado nunca en el inte­rior de la torre norte.

—Tiene... que... haber... un atajo —dijo Ron jadeando, mientras ascendían la séptima larga escalera y salían a un rellano que veían por primera vez y donde lo único que había era un cuadro grande que representaba únicamente un cam­po de hierba.

—Me parece que es por aquí —dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la derecha.

—Imposible —dijo Ron—. Eso es el sur. Mira: por la ven­tana puedes ver una parte del lago...

Harry observó el cuadro. 

—Me gusta tu instinto, hijo, el verdadero instinto de un merodeador —dijo James alegremente.

Un grueso caballo tordo acaba­ba de entrar en el campo y pacía despreocupadamente. Harry estaba acostumbrado a que los cuadros de Hogwarts tuvie­ran movimiento y a que los personajes se salieran del marco para ir a visitarse unos a otros, pero siempre se había diver­tido viéndolos. Un momento después, haciendo un ruido me­tálico, entró en el cuadro un caballero rechoncho y bajito, vestido con armadura, persiguiendo al caballo. A juzgar por las manchas de hierba que había en sus rodilleras de hierro, acababa de caerse.

—¡Pardiez! —gritó, viendo a Harry, Ron y Hermione—. ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis do­minios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, be­llacos!

Se asombraron al ver que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con violencia, saltando furio­samente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y cayó de bruces en la hierba.

—¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Harry, acer­cándose al cuadro.

—¡Atrás, vil bellaco! ¡Atrás, malandrín!

El caballero volvió a empuñar la espada y la utilizó para incorporarse, pero la hoja se hundió profundamente en el suelo, y aunque tiró de ella con todas sus fuerzas, no pudo sa­carla. Finalmente, se dejó caer en la hierba y se levantó la vi­sera del casco para limpiarse la cara empapada en sudor.

—Disculpe —dijo Harry, aprovechando que el caballero estaba exhausto—, estamos buscando la torre norte. ¿Por ca­sualidad conoce usted el camino?

—¡Una empresa! —La ira del caballero desapareció al instante. Se puso de pie haciendo un ruido metálico y excla­mó—: ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que buscamos o pereceremos en el empeño! —Volvió a tirar de la espada sin ningún resultado, intentó pero no pudo montar en el caballo, y exclamó—: ¡A pie, pues, bravos caba­lleros y gentil señora! ¡Vamos!

Y corrió por el lado izquierdo del marco, haciendo un fuerte ruido metálico.

Corrieron tras él por el pasillo, siguiendo el sonido de su armadura. De vez en cuando lo localizaban delante de ellos, cruzando un cuadro.

—¡Endureced vuestros corazones, lo peor está aún por llegar! —gritó el caballero, y lo volvieron a ver enfrente de un grupo alarmado de mujeres con miriñaque, cuyo cuadro colgaba en el muro de una estrecha escalera de caracol.

Jadeando, Harry, Ron y Hermione ascendieron los esca­lones mareándose cada vez más, hasta que oyeron un mur­mullo de voces por encima de ellos y se dieron cuenta de que habían llegado al aula.

—¡Adiós! —gritó el caballero asomando la cabeza por el cuadro de unos monjes de aspecto siniestro—. ¡Adiós, com­pañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un cora­zón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!

—Sí, lo haremos —murmuró Ron cuando desapareció el caballero—, si alguna vez necesitamos a un chiflado.

Algunos rieron mientras otros negaban con la cabeza.

—¿Os ha hecho llegar a tiempo a clase o no? —dijo Remus encogiéndose de hombros.

Subieron los escalones que quedaban y salieron a un rellano diminuto en el que ya aguardaba la mayoría de la cla­se. No había ninguna puerta en el rellano; Ron golpeó a Harry con el codo y señaló al techo, donde había una trampi­lla circular con una placa de bronce.

—Sybill Trelawney, profesora de Adivinación —leyó Ha­rry—. ¿Cómo vamos a subir ahí?

Como en respuesta a su pregunta, la trampilla se abrió de repente y una escalera plateada descendió hasta los pies de Harry. Todos se quedaron en silencio.

—Tú primero —dijo Ron con una sonrisa, y Harry subió por la escalera delante de los demás.

Hermione no pudo evitar abrir un poco la boca y negar con la cabeza, entre sorprendida y divertida, eso era muy Ron.

Fue a dar al aula de aspecto más extraño que había vis­to en su vida. No se parecía en nada a un aula; era algo a me­dio camino entre un ático y un viejo salón de té. Al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretuja­ban dentro del aula, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos. Todo es­taba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapa­das con pañoletas rojas. Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una repisa abarrotada de co­sas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

Ron fue a su lado mientras la clase se iba congregando alrededor; entre murmullos.

—¿Dónde está la profesora? —preguntó Ron.

De repente salió de las sombras una voz suave:

—Bienvenidos —dijo—. Es un placer veros por fin en el mundo físico.

La inmediata impresión de Harry fue que se trataba de un insecto grande y brillante. 

Algunos rieron mientras la profesora Trelawney, que, como el resto del profesorado vivo, se encontraba en el comedor para leer los libros, bufaba algo molesta.

La profesora Trelawney se acercó a la chimenea y vieron que era sumamente delgada. Sus grandes gafas aumentaban varias veces el tamaño de sus ojos y llevaba puesto un chal de gasa con lentejuelas. De su cuello largo y delgado colgaban innumerables colla­res de cuentas, y tenía las manos llenas de anillos y los bra­zos de pulseras.

—Sentaos, niños míos, sentaos —dijo, y todos se encara­maron torpemente a los sillones o se hundieron en los coji­nes. Harry, Ron y Hermione se sentaron a la misma mesa redonda—. Bienvenidos a la clase de Adivinación —dijo la profesora Trelawney, que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Se­guramente es la primera vez que me veis. Noto que descen­der muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.

Nadie dijo nada ante esta extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:

—Así que habéis decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas. Debo advertiros desde el principio de que si no poseéis la Vista, no podré enseñaros prácticamente nada. Los libros tampoco os ayudarán mucho en este terreno... —Al oír estas palabras, Harry y Ron mira­ron con una sonrisa burlona a Hermione, que parecía asus­tada al oír que los libros no iban a ser de mucha utilidad en aquella asignatura—. Hay numerosos magos y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a trans­formaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos po­cos. Dime, muchacho —dijo de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?

—Claro que lo estoy —bufó Augusta irritada.

—Creo que sí —dijo Neville tembloroso.

—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido —dijo la profesora Trelawney. El fuego de la chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville tragó sali­va. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente—. Du­rante este curso estudiaremos los métodos básicos de adivi­nación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía —le soltó de pronto a Parvati Patil—, ten cuidado con cierto pelirrojo.

Entonces, del techo, calló un pequeñó papel rojo que todos reconocieron de inmediato; un vociferador.

Tch, tch, tch dijo el vociferador. Harry se imaginó a alguien negando con la cabeza mientras hablaba—. Tenía más confianza en usted, profesora Trelawney, pero no fue Parvati quien tuvo que tener cuidado con un pelirrojo, sino su mejor amiga. Aunque, ahora que lo pienso, tal vez usted se refería a que, por culpa de un pelirrojo, Parvati pasaría poco tiempo con su mejor amiga. No lo se.

Algunos parpadearon sin entender, ¿A que venía todo esto? Otro vociferador descendió del techo.

¡James! ¡Deja de mandar estúpidos vociferadores sin ningún contenido relevante! —dijo una voz femenina desde el nuevo vociferador.

Oh, ¿Quieres que cuente algo relevante? —preguntó el primer vociferador—. Tío Ron, que sepas que Rose y Scorpius se ven a escondidas.

¡¿COMO?! —fue un grito perteneciente a una tercera persona pero que salió desde ambos vociferadores.

Idiota —dijo el segundo vocoferador, el de la voz femenina, antes de desvanecerse con prisa.

El otro también desapareció.

Los presentes necesitaron un tiempo para asimilar la nueva información.

—Espera, espera, espera —dijo James entonces, poniéndose de pie—. ¿Ha dicho James? ¿Ha dicho James?

Varios asintieron, aun sin comprender, y entonces James abrazó con fuerza a su hijo.

—Gracias por ponerle mi nombre a tu hijo —dijo con sinceridad.

—Un... Un placer —dijo Harry luchando por respirar.

Hermione se pasó la lengua por los labios, nerviosa, ¿Quien era Rose? ¿Sería hija de Ron? ¿Hija de Ron y quien más? Su pierna derecha comenzó a temblar con nerviosismo, no quería tener que pensar en cosas así tan pronto.

—¡Quietos todos! —chilló Bill de pronto poniéndose en pie—. ¿Ese era hijo de Harry? ¿Y porque a llamado tío a Ron?

El resto de hermanos Weasley se tensaron. Harry también.

—Oh, parecéis idiotas —dijo Ron quitandole importancia—. Estoy seguro de que cuando Harry tenga hijos les dirá que soy el tío Ron, está claro.

Eso calmó bastante a los varones Weasley, decepcionó notablemente a la joven Weasley e hizo que Ron tragará saliva, sin entender porque había dicho eso aun cuando sabía la verdad.

Arthur continuó con la lectura.

Parvati miró con un sobresalto a Ron, que estaba inme­diatamente detrás de ella, y alejó de él su sillón.

Muchos rieron divertidos.

—Durante el último trimestre —continuó la profesora Trelawney—, pasaremos a la bola de cristal si la interpreta­ción de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de vosotros nos abandonará para siempre. 

Hermione bufó, si hubiese recordado que la usarían a ella como excusa para decir que esa profecía se había cumplido se habría ido mucho antes o, incluso, algo después.

—Un silencio muy tenso siguió a este comentario, pero la profesora Trelawney no pareció notarlo—. Querida —añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la tetera grande de plata?

Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, cogió una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora Trelawney.

—Gracias, querida. A propósito, eso que temes sucederá el viernes 16 de octubre. —Lavender tembló—. Ahora quiero que os pongáis por parejas. Coged una taza de la estantería, venid a mí y os la llenaré. Luego sentaos y bebed hasta que sólo queden los posos. Removed entonces los posos agitando la taza tres veces con la mano izquierda y poned luego la taza boca abajo en el plato. Esperad a que haya caído la última gota de té y pasad la taza a vuestro compañero, para que la lea. Interpretaréis los dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudaros y a daros instrucciones. ¡Ah!, querido... —asió a Ne­ville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse— cuando rompas la primera taza, ¿serás tan amable de coger una de las azules? Las de color rosa me gustan mucho.

—Bueno —dijo Ron—. No es que eso sea una predicción muy complicada, yo mismo habría podido hacerla.

Como es natural, en cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una escoba y un recogedor; y le dijo:

—Una de las azules, querido, si eres tan amable. Gracias...

Cuando Harry y Ron llenaron las tazas de té, volvieron a su mesa y se tomaron rápidamente la ardiente infusión.

Removieron los posos como les había indicado la profeso­ra Trelawney, y después secaron las tazas y las intercam­biaron.

—Bien —dijo Ron, después de abrir los libros por las pá­ginas 5 y 6—. ¿Qué ves en la mía?

—Una masa marrón y empapada —respondió Harry. El humo fuertemente perfumado de la habitación lo ador­mecía y atontaba.

Algunos rieron y, aunque Lily no aprobaba que su hijo se tomará una clase a broma (aun siendo adivinación), tampoco pudo evitar reír.

—¡Ensanchad la mente, queridos, y que vuestros ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la profesora Trelaw­ney sumida en la penumbra.

Harry intentó recobrarse:

—Bueno, hay una especie de cruz torcida... —dijo con­sultando Disipar las nieblas del futuro—. Eso significa que vas a pasar penalidades y sufrimientos... Lo siento... Pero hay algo que podría ser el sol. Espera, eso significa mucha fe­licidad... Así que vas a sufrir; pero vas a ser muy feliz...

—Si te interesa mi opinión, tendrían que revisarte el ojo interior —dijo Ron, y tuvieron que contener la risa cuando la profesora Trelawney los miró.

Algunos rieron nuevamente.

—Ahora me toca a mí... —Ron miró con detenimiento la taza de Harry, arrugando la frente a causa del esfuerzo. Hay una mancha en forma de sombrero hongo —dijo—. A lo me­jor vas a trabajar para el Ministerio de Magia... —Volvió la taza—. Pero por este lado parece más bien como una bello­ta... ¿Qué es eso? —Cotejó su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Oro inesperado, como caído del cielo. Estupen­do, me podrás prestar. 

Las risas volvieron a aparecer.

—¿Lo ves, cariño? —dijo James divertido—. Las clases de adivinación son geniales.

Y aquí hay algo —volvió a girar la taza— que parece un animal. Sí, si esto es su cabeza... pare­ce un hipo..., no, una oveja...

La profesora Trelawney dio media vuelta al oír la carca­jada de Harry.

—Déjame ver eso, querido —le dijo a Ron, en tono recri­minatorio, y le quitó la taza de Harry Todos se quedaron en silencio, expectantes.

La profesora Trelawney miraba fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.

—El halcón... querido, tienes un enemigo mortal.

—Eso lo sabe todo el mundo —dijo Hermione en un su­surro alto. La profesora Trelawney la miró fijamente

Malfoy infló el pecho con orgullo.

—. Todo el mundo sabe lo de Harry y Quien Usted Sabe.

Y lo desinfló instantáneamente, algo decepcionado. Aunque, ahora que lo pensaba, eso era más obvio.

Harry y Ron la miraron con una mezcla de asombro y admiración. Nunca la habían visto hablar así a un profe­sor. La profesora Trelawney prefirió no contestar. Volvió a bajar sus grandes ojos hacia la taza de Harry y continuó girándola.

—La porra... un ataque. Vaya, vaya... no es una taza muy alegre...

—Creí que era un sombrero hongo —reconoció Ron con vergüenza.

—La calavera... peligro en tu camino...

Toda la clase escuchaba con atención, sin moverse. La profesora Trelawney dio una última vuelta a la taza, se que­dó boquiabierta y gritó.

Oyeron romperse otra taza; Neville había vuelto a hacer añicos la suya. La profesora Trelawney se dejó caer en un si­llón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.

—Mi querido chico... mi pobre niño... no... es mejor no decir... no... no me preguntes...

—¿Pero a usted que mierdas la ocurre? —exclamó Lily, molesta de que no parará de predicarle enemigos, dolor y sufrimiento a su hijo, y que ahora, además, le metiera miedo de esa manera.

Trelawney no contenstó y Arthur decidió seguir leyendo.

—¿Qué es, profesora? —dijo inmediatamente Dean Tho­mas. Todos se habían puesto de pie y rodearon la mesa de Ron, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder ver la taza de Harry.

—Querido mío —abrió completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.

Los que ya sabían lo que era permanecieron totalmente en silencio, podía que la profesora Trelawney fuera inútil pero todos en adivinación sabían que con el Grim no se jugaba. Si la profesora había dicho que lo había visto, era porque lo había visto.

—¿El qué? —preguntó Harry.

Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero casi todos se llevaron la mano a la boca, horrorizados.

—¡El Grim, querido, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.

Lily resopló, más que molesta, junto a Hermione y muchos otros.

El estómago le dio un vuelco a Harry. Aquel perro de la cubierta del libro Augurios de muerte, en Flourish y Blotts, el perro entre las sombras de la calle Magnolia... Ahora tam­bién Lavender Brown se llevó las manos a la boca. Todos miraron a Harry; todos excepto Hermione, que se había le­vantado y se había acercado al respaldo del sillón de la pro­fesora Trelawney.

—No creo que se parezca a un Grim —dijo Hermione ro­tundamente.

La profesora Trelawney examinó a Hermione con cre­ciente desagrado.

—Perdona que te lo diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad a las resonancias del futuro.

Seamus Finnigan movía la cabeza de un lado a otro.

—Parece un Grim si miras así —decía con los ojos casi cerrados—, pero así parece un burro —añadió inclinándose a la izquierda.

—¡Cuando hayáis terminado de decidir si voy a morir o no...! —dijo Harry, sorprendiéndose incluso a sí mismo. Na­die quería mirarlo.

Muchos miraron a Harry algo avergonzados, no habían sido conscientes de lo que la conversación conllevaba.

—Creo que hemos concluido por hoy —dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por favor; recoged vuestras cosas...

Silenciosamente, los alumnos entregaron las tazas de té a la profesora Trelawney, recogieron los libros y cerraron las mochilas. Incluso Ron evitó los ojos de Harry.

—Hasta que nos veamos de nuevo —dijo débilmente la profesora Trelawney—, que la buena suerte os acompañe. Ah, querido... —señaló a Neville—, llegarás tarde a la próxi­ma clase, así que tendrás que trabajar un poco más para re­cuperar el tiempo perdido.

Harry, Ron y Hermione bajaron en silencio la escalera de mano del aula y luego la escalera de caracol, y luego se dirigieron a la clase de Transformaciones de la profesora McGonagall. Tardaron tanto en encontrar el aula que, aun­que habían salido de la clase de Adivinación antes de la hora, llegaron con el tiempo justo.

Harry eligió un asiento que estaba al final del aula, sin­tiéndose el centro de atención: el resto de la clase no dejaba de dirigirle miradas furtivas, como si estuviera a punto de caerse muerto. Apenas oía lo que la profesora McGonagall les decía sobre los animagos (brujos que pueden transfor­marse a voluntad en animales), y no prestaba la menor aten­ción cuando ella se transformó ante los ojos de todos en una gata atigrada con marcas de gafas alrededor de los ojos.

—¿Qué os pasa hoy? —preguntó la profesora McGona­gall, recuperando la normalidad con un pequeño estallido y mirándolos—. No es que tenga importancia, pero es la pri­mera vez que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.

Sirius y James rompieron a a reír.

—Oh, pobre Minnie, nadie le aplaude —dijo Sirius divertido.

La profesora McGonagall les lanzó una mirada reprobatoria y esperó a que Arthur siguiera leyendo.

Todos se volvieron hacia Harry, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.

—Por favor; profesora. Acabamos de salir de nuestra pri­mera clase de Adivinación y... hemos estado leyendo las ho­jas de té y..

—¡Ah, claro! —exclamó la profesora McGonagall, frun­ciendo el entrecejo de repente—. No tiene que decir nada más, señorita Granger. Decidme, ¿quién de vosotros morirá este año?

Todos la miraron fijamente.

—Yo —respondió por fin Harry

—Ya veo —dijo la profesora McGonagall, clavando en Harry sus ojos brillantes y redondos como canicas—. Pues tendrías que saber, Potter, que Sybill Trelawney, desde que llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha muerto todavía. Ver augurios de muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promo­ción de alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas... —La profesora McGonagall se detuvo en mitad de la frase y los alumnos vieron que su nariz se había puesto blanca. Prosiguió con más calma—: La adivinación es una de las ramas más imprecisas de la magia. No os ocultaré que la adivinación me hace perder la paciencia. Los verdaderos vi­dentes son muy escasos, y la profesora Trelawney... —Volvió a detenerse y añadió en tono práctico

Algunos rieron disimuladamente mientras otros negaban con la cabeza, algo molestos por la insinuación de la profesora.

—: Me parece que tie­nes una salud estupenda, Potter; así que me disculparás que no te perdone hoy los deberes de mañana. Te aseguro que si te mueres no necesitarás entregarlos.

Algunos rieron, incluso Lily, ya más tranquila.

Hermione se echó a reír. Harry se sintió un poco mejor. Lejos del aula tenuemente iluminada por una luz roja y del perfume agobiante, era más difícil aterrorizarse por unas cuantas hojas de té. Sin embargo, no todo el mundo estaba convencido. Ron seguía preocupado y Lavender su­surró:

—Pero ¿y la taza de Neville?

Cuando terminó la clase de Transformaciones, se unie­ron a la multitud que se dirigía bulliciosamente al Gran Co­medor; para el almuerzo.

—Animo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la profesora McGo­nagall.

Ron se sirvió estofado con una cuchara y cogió su tene­dor; pero no empezó a comer.

—Harry —dijo en voz baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

Algunos tragaron saliva, sabiendo que si que había visto uno.

—Sí, lo he visto —dijo Harry—. Lo vi la noche que aban­doné la casa de los Dursley.

—Yo no soy el Grim —resopló Sirius en voz baja, algo molesto.

Ron dejó caer el tenedor; que hizo mucho ruido.

—Probablemente, un perro callejero —dijo Hermione muy tranquila.

—Tampoco soy un perro callejero —volvió a quejarse.

Ron miró a Hermione como si se hubiera vuelto loca.

—Hermione, si Harry ha visto un Grim, eso es... eso es terrible —aseguró—. Mi tío Bilius vio uno y.. ¡murió veinti­cuatro horas más tarde!

Arthur dejó de leer por unos segundos. Respiró varias veces con los ojos cerrados y volvió a leer.

—Casualidad —arguyó Hermione sin darle importan­cia, sirviéndose zumo de calabaza.

—¡No sabes lo que dices! —dijo Ron empezando a enfa­darse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

—Ahí tienes la prueba —dijo Hermione en tono de supe­rioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: «¡Me marcho al otro barrio!»

Ron movió los labios sin pronunciar nada, para que Her­mione comprendiera sin que Harry se enterase. 

—¿Tanto querías que me muriera? —le preguntó Harry algo burlón.

—Oh, Harry, sabes que... —empezó a decir el pelirrojo pero cuando vio a Harry negando con la cabeza de manera divertida se percató de que este no hablaba en serio, así que le dio un golpe en la rodilla, que era el único sitio que alcanzaba desde su asiento.

Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la jarra de zumo.

—Creo que la adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.

—No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en la taza —dijo Ron acalorado.

—No estabas tan seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de una oveja —repuso Hermione con sere­nidad.

—¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gus­ta no ser la primera de la clase.

—¡Ow! —dijeron los gemelos, haciendo como que Hermione acababa de revivir un golpe muy doloroso.

Acababa de poner el dedo en la llaga. Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que salpicó carne y za­nahoria por todos lados.

Algunos no pudieron evitar sonreír divertidos.

—Si ser buena en Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiem­po esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.

Cogió la mochila y se fue sin despedirse.

Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.

—Pero ¿de qué habla? ¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!

Muchos miraron a Hermione extrañados, y quedaron más extrañados aun cuando vieron la enigmática sonrisa que mostraba.


A Harry le encantó salir del castillo después del almuerzo. La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Harry cami­naba a su lado, en silencio, mientras descendían por el cés­ped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohi­bido. Sólo cuando vio delante tres espaldas que le resultaban muy familiares, se dio cuenta de que debían de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Malfoy decía algo ani­madamente a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas. Harry creía saber de qué hablaban.

Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la ca­baña. Estaba impaciente por empezar; cubierto con su abri­go de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.

—¡Vamos, daos prisa! —gritó a medida que se aproxi­maban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para voso­tros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, se­guidme!

Durante un desagradable instante, Harry temió que Hagrid los condujera al bosque; Harry había vivido en aquel lugar experiencias tan desagradables que nunca podría olvidarlas. Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los ár­boles y cinco minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.

—¡Acercaos todos a la cerca! —gritó—. Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que hacer es abrir los libros...

—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.

—¿Qué? —dijo Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían suje­tado con pinzas.

—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Ha­grid decepcionado.

La clase entera negó con la cabeza.

—¿A nadie se le a ocurrido acariciarlo? —pregunto Sirius sorprendido.

Remus bufó divertido.

—Oh, venga ya, Sirius, ¿Que estupidez es esa?

—Tenéis que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo

Sirius le dedicó a Remus una mirada de superioridad y Remus suspiró, algo molesto.

—. Mirad...

Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el celo má­gico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estre­meció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Malfoy despec­tivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

—Yo... yo pensé que os haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.

—¡Ah, qué gracia nos hace...! —dijo Malfoy—. ¡Real­mente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren co­mernos las manos!

—Cierra la boca, Malfoy —le dijo Harry en voz baja. Ha­grid se había quedado algo triste y Harry quería que su pri­mera clase fuera un éxito.

Muchos sonrieron a Harry y esté vio como los ojos de Hagrid brillaban emocionados.

—Bien, pues —dijo Hagrid, que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tenéis los libros y... y... ahora os hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré a por ellas. Espe­rad un momento...

Se alejó de ellos, penetró en el bosque y se perdió de vista.

—Dios mío, este lugar está en decadencia —dijo Malfoy en voz alta—. Estas clases idiotas... A mi padre le dará un patatús cuando se lo cuente.

—Cierra la boca, Malfoy —repitió Harry.

—Cuidado, Potter; hay un dementor detrás de ti.

—¡Uuuuuh! —gritó Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado.

Trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que Harry había visto en su vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gi­gante. 

—¡Hipogrifos! —exclamó Lily sujetando el brazo de James con emoción.

—¡Increíble! —dijo James también emocionado—. ¡Ojala hubiéramos tenido a Hagrid de profesor nosotros también!

Hagrid no pudo evitar sonreír de oreja a oreja al escucharlo.

El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada bes­tia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corrien­do por el prado, detrás de las criaturas.

—¡Id para allá! —les gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estaban los alumnos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Ha­grid llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca.

—¡Hipogrifos! —gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿A que son hermosos?

Harry pudo comprender que Hagrid los llamara hermosos. En cuanto uno se recuperaba del susto que producía ver algo que era mitad pájaro y mitad caballo, podía empezar a apre­ciar el brillo externo del animal, que cambiaba paulatina­mente de la pluma al pelo. Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.

—Venga —dijo Hagrid frotándose las manos y sonrién­doles—, si queréis acercaros un poco...

Nadie parecía querer acercarse. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, se aproximaron con cautela a la cerca.

Hagrid les sonrió, complacido por su interés por las criaturas, sin comprender que se debía a que lo único que estos querían era que la primera clase de Hagrid no fuera tan mala.

—Lo primero que tenéis que saber de los hipogrifos es que son orgullosos —dijo Hagrid—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendáis a ninguno, porque podría ser lo úl­timo que hicierais.

—¿Has oído, Malfoy? —dijo Harry molesto.

Malfoy, Crabbe y Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja y Harry tuvo la desagradable sensación de que estaban tramando la mejor manera de incordiar.

Muchos gruñeron, molestos.

—Tenéis que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es educado, ¿os dais cuenta? Vais hacia él, os inclináis y esperáis. Si él res­ponde con una inclinación, querrá decir que os permite to­carlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que os ale­jéis de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?

Como respuesta, la mayoría de la clase se alejó aún más. Incluso Harry, Ron y Hermione recelaban. Los hipogrifos sa­cudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados.

—¿Nadie? —preguntó Hagrid con voz suplicante.

Muchos lo sintieron por Hagrid pero nadie iba a estar tan loco de hacerlo.

Bueno, nadie excepto...

—Yo —se ofreció Harry.

James golpeó varias veces el hombro de Harry, complacido por su comportamiento, aunque, por supuesto, también estaba algo preocupado.

Detrás de él se oyó un jadeo, y Lavender y Parvati susu­rraron:

—¡No, Harry, acuérdate de las hojas de té!

Lily y Hermione resoplaron con fuerza.

Harry no hizo caso y saltó la cerca.

—¡Buen chico, Harry! —gritó Hagrid—. Veamos cómo te llevas con Buckbeak.

Harry, Hermione y Sirius sonrieron ante la mención del hipogrifo.

Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañe­ros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración. Malfoy entornaba los ojos con malicia.

—Tranquilo ahora, Harry —dijo Hagrid en voz baja—. Primero mírale a los ojos. Procura no parpadear. Los hipo­grifos no confían en ti si parpadeas demasiado...

A Harry empezaron a irritársele los ojos, pero no los ce­rró. Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y mi­raba a Harry fijamente con un ojo terrible de color naranja.

—Eso es —dijo Hagrid—. Eso es, Harry. Ahora inclina la cabeza...

A Harry no le hacía gracia presentarle la nuca a Buck­beak, pero hizo lo que Hagrid le decía. Se inclinó brevemente y levantó la mirada.

El hipogrifo seguía mirándolo fijamente y con altivez. No se movió.

Muchos tragaron saliva, nerviosos.

—Ah —dijo Hagrid, preocupado—. Bien, vete hacia atrás, tranquilo, despacio...

Pero entonces, ante la sorpresa de Harry, el hipogrifo do­bló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profunda­mente.

—¡Bien hecho! —dijo Remus con alegría.

—¡Bien hecho, Harry! —dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas palmadas en el pico, vamos.

Pensando que habría preferido como premio poder irse, Harry se acercó al hipogrifo lentamente y alargó el brazo. 

Algunos rieron brevemente mientras Hagrid fruncía el ceño.

Le dio unas palmadas en el pico y el hipogrifo cerró los ojos para dar a entender que le gustaba.

La clase rompió en aplausos. Todos excepto Malfoy, Crabbe y Goyle, que parecían muy decepcionados.

—Bien, Harry —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montaras!

—¡¿Que?! —dijo Lily alarmada.

—Hagrid, incluso yo creo que eso es pasarse para la primera clase —dijo James.

Hagrid se encogió de hombros.

—No es un alumno cualquiera, es Harry, el pude con ello —dijo simplemente.

Eso, aun sin quererlo, hizo que James y Lily sonrieran con orgullo y se tranquilizaran.

Aquello era más de lo que Harry había esperado. Estaba acostumbrado a la escoba; pero no estaba seguro de que un hipogrifo se le pareciera.

—Súbete ahí, detrás del nacimiento del ala —dijo Ha­grid—. Y procura no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría...

Harry puso el pie sobre el ala de Buckbeak y se subió en el lomo. Buckbeak se levantó. Harry no sabía dónde debía agarrarse: delante de él todo estaba cubierto de plumas.

—¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipo­grifo en los cuartos traseros.

A cada lado de Harry, sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud. Apenas le dio tiempo a agarrarse del cuello del hipogrifo antes de remontar el vuelo. No tenía ningún parecido con una escoba y Harry tuvo muy claro cuál prefería. Muy incómodamente para él, las alas del hipogrifo batían debajo de sus piernas. Sus dedos resbalaban en las brillantes plumas y no se atrevía a asirse con más fuerza. En vez del movimiento suave de su Nimbus 2.000, sentía el zarandeo hacia atrás y hacia delante, porque los cuartos traseros del hipogrifo se movían con las alas.

Buckbeak sobrevoló el prado y descendió. Era lo que Harry había temido. Se echó hacia atrás conforme el hipo­grifo se inclinaba hacia abajo. Le dio la impresión de que iba a resbalar por el pico. Luego sintió un fuerte golpe al aterri­zar el animal con sus cuatro patas revueltas, y se las arregló para sujetarse y volver a incorporarse.

—Vaya —dijo Ginny—. Descrito así no parece algo que quiera hacer.

—Bueno —reconoció Harry—. En ese momento esta algo aterrado, además de que no paraba de compararlo con mi escoba... Pero en el fondo es emocionante volar en hipogrifo.

Sirius asintió varias veces.

—¡Muy bien, Harry! —gritó Hagrid, mientras lo vitorea­ban todos menos Malfoy, Crabbe y Goyle—. ¡Bueno!, ¿quién más quiere probar?

Envalentonados por el éxito de Harry, los demás salta­ron al prado con cautela. Hagrid desató uno por uno los hipo­grifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas reverencias por todo el prado. Neville retrocedió corriendo en varias ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. 

—Solo te falta un poco de seguridad en ti mismo —aseguró Alice—. Porque, ciertamente, ya eres increíble, Neville, solo que aun no lo sabes.

Neville bajó la cabeza, algo avergonzado, aunque feliz. Muy feliz.

Ron y Hermione practicaban con el de color castaño, mientras Harry observaba.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían escogido a Buckbeak. Había inclinado la cabeza ante Malfoy, que le daba palmadi­tas en el pico con expresión desdeñosa.

—Esto es muy fácil —dijo Malfoy, arrastrando las síla­bas y con voz lo bastante alta para que Harry lo oyera—. Te­nía que ser fácil, si Potter fue capaz... ¿A que no eres peligro­so? —le dijo al hipogrifo—. ¿Lo eres, bestia asquerosa?

—¡Idiota! —exclamaron muchos.

Sucedió en un destello de garras de acero. Malfoy emitió un grito agudísimo y un instante después Hagrid se esforza­ba por volver a ponerle el collar a Buckbeak, que quería al­canzar a un Malfoy que yacía encogido en la hierba y con sangre en la ropa.

A Astoria le temblaba la mano sobre la pierna, preocupada.

—¡Me muero! —gritó Malfoy, mientras cundía el páni­co—. ¡Me muero, mirad! ¡Me ha matado!

Fred y George no pudieron evitar reír un poco.

—No te estás muriendo —le dijo Hagrid, que se había puesto muy pálido—. Que alguien me ayude, tengo que sa­carlo de aquí...

Hermione se apresuró a abrir la puerta de la cerca mientras Hagrid levantaba con facilidad a Malfoy. Mientras desfilaban, Harry vio que en el brazo de Malfoy había una herida larga y profunda; la sangre salpicaba la hierba y Ha­grid corría con él por la pendiente, hacia el castillo.

Los demás alumnos los seguían temblorosos y más des­pacio. Todos los de Slytherin echaban la culpa a Hagrid.

—¡Deberían despedirlo inmediatamente! —exclamó Pan­sy Parkinson, con lágrimas en los ojos.

—¡La culpa fue de Malfoy! —lo defendió Dean Thomas.

Muchos asintieron.

Crabbe y Goyle flexionaron los músculos amenazadoramente.

Subieron los escalones de piedra hasta el desierto vestí­bulo.

—¡Voy a ver si se encuentra bien! —dijo Pansy.

Astoria gruñó levemente, algo molesta de que la idiota de Pansy estuviera tanto tiempo con Draco. Este se dio cuenta de esto y le giñó un ojo de manera divertida, Astoria, en respuesta, le sacó la lengua. Daphne encontraba todo esto muy divertido.

Y la vieron subir corriendo por la escalera de mármol. Los de Slytherin se alejaron hacia su sala común subterrá­nea, sin dejar de murmurar contra Hagrid; Harry, Ron y Hermione continuaron subiendo escaleras hasta la torre de Gryffindor.

—¿Creéis que se pondrá bien? —dijo Hermione asustada.

—Por supuesto que sí. La señora Pomfrey puede curar heridas en menos de un segundo —dijo Harry, que había su­frido heridas mucho peores y la enfermera se las había cura­do con magia.

Muchos asintieron nuevamente, lo de Malfoy era una pequeñez en comparación con lo que le hizo Lockhart a Harry en el libro anterior.

—Es lamentable que esto haya pasado en la primera clase de Hagrid, ¿no os parece? —comentó Ron preocupa­do—. Es muy típico de Malfoy eso de complicar las cosas...

Varios gruñeron molestos.

Fueron de los primeros en llegar al Gran Comedor para la cena. Esperaban encontrar allí a Hagrid, pero no estaba.

—No lo habrán despedido, ¿verdad? —preguntó Her­mione con preocupación, sin probar su pastel de filete y ri­ñones.

—Más vale que no —le respondió Ron, que tampoco pro­baba bocado.

Harry observaba la mesa de Slytherin. Un grupo prieto y numeroso, en el que figuraban Crabbe y Goyle, estaba su­mido en una conversación secreta. Harry estaba seguro de que preparaban su propia versión del percance sufrido por Malfoy.

—Bueno, no puedes decir que el primer día de clase no haya sido interesante —dijo Ron con tristeza.

Tras la cena subieron a la sala común de Gryffindor, que estaba llena de gente, y trataron de hacer los deberes que les había mandado la profesora McGonagall, pero se interrum­pían cada tanto para mirar por la ventana de la torre.

—Hay luz en la ventana de Hagrid —dijo Harry de re­pente.

Ron miró el reloj.

—Si nos diéramos prisa, podríamos bajar a verlo. Toda­vía es temprano...

—No sé —respondió Hermione despacio, y Harry vio que lo miraba a él.

Sirius bufó brevemente, sabiendo que lo decía por el.

—Tengo permiso para pasear por los terrenos del cole­gio —aclaró—. Sirius Black no habrá podido burlar a los de­mentores, ¿verdad?

—Ya lo hizo una vez, Harry —dijo Remus.

James decidió no decir nada. No podía decir nada al respecto hasta saber más de la situación.

Recogieron sus cosas y salieron por el agujero del cua­dro, contentos de no encontrar a nadie en el camino hacia la puerta principal, porque no estaban muy seguros de que pu­dieran salir.

La hierba estaba todavía húmeda y parecía casi negra en aquellos momentos en que el sol se ponía. Al llegar a la caba­ña de Hagrid llamaron a la puerta y una voz les contestó:

—Adelante, entrad.

Hagrid estaba sentado en mangas de camisa, ante la mesa de madera limpia; Fang, su perro jabalinero, tenía la ca­beza en el regazo de Hagrid. Les bastó echar un vistazo para darse cuenta de que Hagrid había estado bebiendo. Delante de él tenía una jarra de peltre casi tan grande como un calde­ro y parecía que le costaba trabajo enfocar bien las cosas.

—Supongo que es un récord —dijo apesadumbrado al reconocerlos—. Me imagino que soy el primer profesor que ha durado sólo un día.

—¡No pueden despedirle por esto! —se quejó Percy—. Sería como haber despedido a la profesora Hooch cuando Neville se cayó de la escoba.

Muchos asintieron.

—¡No te habrán despedido, Hagrid! —exclamó Her­mione.

—Todavía no —respondió Hagrid con tristeza, tomando un trago largo del contenido de la jarra—. Pero es sólo cues­tión de tiempo, ¿verdad? Después de lo de Malfoy...

—¿Cómo se encuentra Malfoy? —preguntó Ron cuando se sentaron—. No habrá sido nada serio, supongo.

—La señora Pomfrey lo ha curado lo mejor que ha podi­do —dijo Hagrid con abatimiento—, pero él sigue diciendo que le hace un daño terrible. Está cubierto de vendas... Gime...

—Todo es cuento —dijo Harry—. La señora Pomfrey es capaz de curar cualquier cosa. El año pasado hizo que me volviera a crecer la mitad del esqueleto. Es propio de Malfoy sacar todo el provecho posible.

Draco bajó la cabeza avergonzado, sabiendo que así había sido.

—El Consejo Escolar está informado, por supuesto —dijo Hagrid—. Piensan que empecé muy fuerte. Debería haber dejado los hipogrifos para más tarde... Tenía que haber em­pezado con los gusarajos o con los summat... Creía que sería un buen comienzo... Ha sido culpa mía...

—¡Toda la culpa es de Malfoy, Hagrid! —dijo Hermione con seriedad.

Muchos asintieron, incluso la propia Astoria.

—Somos testigos —dijo Harry—. Dijiste que los hipogri­fos atacan al que los ofende. Si Malfoy no prestó atención, el problema es suyo. Le diremos a Dumbledore lo que de ver­dad sucedió.

—Sí, Hagrid, no te preocupes te apoyaremos —confirmó Ron.

De los arrugados rabillos de los ojos de Hagrid, negros como cucarachas, se escaparon unas lagrimas. Atrajo a Ron y a Harry hacia sí y los estrechó en un abrazo tan fuerte que pudo haberles roto algún hueso.

—Creo que ya has bebido bastante, Hagrid —dijo Her­mione con firmeza. Cogió la jarra de la mesa y salió a va­ciarla.

—Sí, puede que tengas razón —dijo Hagrid, soltando a Harry y a Ron, que se separaron de él frotándose las costi­llas. Hagrid se levantó de la silla y siguió a Hermione al ex­terior; con paso inseguro.

Oyeron una ruidosa salpicadura.

—¿Qué ha hecho? —dijo Harry, asustado, cuando Her­mione volvió a entrar con la jarra vacía.

—Meter la cabeza en el barril de agua —dijo Hermione, guardando la jarra.

Hagrid regresó con la barba y los largos pelos chorrean­do, y secándose los ojos.

—Mejor así —dijo, sacudiendo la cabeza como un perro y salpicándolos a todos—. Habéis sido muy amables por ve­nir a verme. Yo, la verdad...

Hagrid se paró en seco mirando a Harry; como si acaba­ra de darse cuenta de que estaba allí:

—¿QUÉ CREES QUE HACES AQUÍ? —bramó, y tan de re­pente que dieron un salto en el aire—. ¡NO PUEDES SALIR DESPUÉS DE ANOCHECIDO, HARRY! ¡Y VOSOTROS DOS LO DEJÁIS!

Los adultos asintieron, eso tenía que ser lo que tenía que haber dicho según había llegado el trío a su puerta.

Hagrid se acercó a Harry con paso firme, lo cogió del brazo y lo llevó hasta la puerta.

—¡Vamos! —dijo Hagrid enfadado—. Os voy a acompa­ñar a los tres al colegio. ¡Y que no os vuelva a pillar viniendo a verme a estas horas! ¡No valgo la pena!

—Bueno, fin del capitulo —dijo Arthur suspirando.

—Pues yo leeré ahora —dijo Molly acercandose a su marido, este le tendió el libro por la pagina adecuada y Molly leyó en voz alta—: El boggart del armario ropero.

¡Y fin del capitulo!

El sábado Snape travestido, se que lo esperáis con ganas, pillines, que se que el viejo Snivellus con la ropa de Augusta os a provocado muchos sueños "agradables".

Okno (o sí... e.e)

Se me hace tarde, y aun no he salido a comprar las alitas, ni me he duchado, ni nada. Así que paro aquí.

O tal vez aquí.

Nah, mejor aquí.

Como sea, nos vemos el sábado.

PD: O tal vez antes... Cuidar vuestras espaldas...

PD2: ¡ALERTA PERMANTENTE!



20 comentarios :

  1. ¡Que suerte! Yo este año he echado la solicitud para un grado superior, pero sigo en lista de espera y seguramente me toque pasar un año sabático :'(
    El camino es más largo, pero el grado medio tendrá alguna importancia de cara al futuro, ¿no?
    Yo no sabría decirte porque ya me he sacado el bachiller :P (después de los dos años agobiantes que he pasado, tenia que presumirlo jajajaj)

    Me alegra que no te incordien mis sinsetidos. Me suelo ir por la nubes a menudo, aunque intento no hacerlo jajajaj.

    Me he dado cuenta que hasta el jueves que viene no podré leer el partido de quiditch ):
    Siempre espero impaciente el siguiente capítulo, así que el sábado volveré a estar por aquí leyendo (aunque seguramente no pueda comentar porque lo leeré desde el móvil, ¡pero el martes te comento sin falta!)

    Haber si hay más momentos Harry-Ginny, adoro a esa pareja :S , y aunque no lo crea ni yo, también me gustaría leer más momentos romanticones de Malfoy con Astoria.

    ¡Hasta pasado mañana!

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  2. Respuestas
    1. Phoenix1993
      Me encanta y come lo que te diga el estomago jajajajajajaja

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  3. olaaa¡! pobre hagrid ¡deberian de restarle por lo menos 50 puntos a malfoy por eso aparte de castigarlo llendo otra vez al bosque!¡wuajaja wuajaja k mala soy!
    ya kiero ver la reccion de sev con lo del boggart y saber como van a actuar lily y james de ver a rems dando clases :-D

    con lo de la comida siempre puedes llamar a un telepizza o algo asi para k te traigan la comida o bn te puedes prepara una tortilla o algo rapido
    Un saludo
    Lirablack
    PD k aproveche¡!

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  4. sophie cullen swan2 de octubre de 2014, 15:26

    espero que Malfoy reciba un justo castigo por lo de Buckbeak.
    siiiiiiii, el boggart, me encanta el de Neville, estoy deseando "ver" la reacción de Sirius y James al ver a su enemigo del colegio con esas fachas, jajajaja

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  5. Hola un capitulo genial como siempre, cuando te sientas preparado de hacer un capitulo lemon lo leere y te lo comentare, aunque tambien te puedo ayudar un poco, si quieres claro.

    Duran-nomo.

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  6. Hola que tal, bueno a mi me gusta mucho la pizza así que es lo que te recomendaría =) y me encanto lo de los vociferadores jeje a ver en que momento se dan cuenta los demás Weasley que Ginny va a quedarse con Harry, y ps uno de mi capítulos favoritos es el siguiente ya que me encanta la clase con el boggart jajaja y ya que están ahí tanto Severus como la abuela de Neville cual sera su reacción?? jajaja ya me los imagino, pero bueno te dejo para que puedas comer tranquilamente.

    A mi todavía me falta 2 horas y media para salir a comer u_u pero en fin mientas con algo mantendré entretenida a mi pancita jeje sale cuídate y nos leemos en el siguiente capitulo saluditos =)

    Por cierto tienes facebook?? te podria agregar??

    Ahora si me voy =)

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  7. bueno bueno bueno, últimamente no se ni que comentar:)
    solo decirte que sigo leyendo y que tienes un verdadero talento para esto:)
    me he leído varios fics de este tipo pero este es sin lugar a dudas de los mejores por no decir el mejor
    así que aunque no tenga ningún comentario en especial comento porque me imagino que el hecho de que gente sigamos tu historia debe animarte a seguir:D
    asi que me despido, besos, Nuria13C

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  8. Increíble; ahora durante la lectura del libro una gran parte de Hogwarts se preguntara como hace Hermione para partirse en dos o tres y estar en varias clases a la vez; menuda locura, yo no aguantaría ni una semana.

    Trelawey tendrá un don limitado para la adivinación, porque con dos profecías que contemos más aparte lo que le sale continuemente en las cartas en el sexto libro que son en realidad la predicción de la muerte de Dumbledore... pero esa forma de dar espectáculo la hace parecer ridícula y le quita credibilidad. Espero que se de cuenta de ello durante los libros.

    Draco, debería solicitar que indultasen a buckbeack, asi demostraría que esta cambiando, y como el ministro ya sabe que ese caso se baso absolutamente en una sata de mentiras, amenazas y jueces comprados....

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  9. JAJAJAJAJAJAA pobres e ilusos hermanos Weasley, se creyeron lo que Ron les dijo... No puedo esperar a que sepan que Harry si se caso y tuvo hijos con su hermanita :3 como siempre, buen capítulo Dait.
    PD: No solo mis amigas de conocen, si no también mis compañeras de puesto (que no son amigas así pero Bue, tengo que soportarlas igual que ellas me soportan a mi) Les diré a mis compañeras lo del beso, aunque no creo que les importe pero Bue. También le diré a mis amigas, ellas no son tan muggles... Mi mejor amiga es Potterhead, así que se emocionara :D
    PD2: Le he dicho a mi mejor amiga que lea este Fanfic pero siempre me sale con una excusa ;-; ella es Potterhead pero no es tan obsesionada con los Fanfic como yo, aunque se emociona con lo que le cuento de los Fanfics que leo :3
    PD3: Bue, te daré DOS PANOCHAS! Una de tortuga y la otra de Pingüino :3

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  10. Genial, como siempre, como tomarán lo del botar de harry? Creo que todos pensamos que quien tu sabes sería quien saldría del armario o no nos imaginamos nada pues el ya lo enfrentó en 2 ocaciones, claro antes de que se abriera... se sorprenderán? Y con hermine... a ver que cara pone cuando vea la profecía de trelony hacerse realidad (la de este libro), que en el 5 se disculpe con luna o pon a harry que la defienda y luego se quede loca cuando sepa que se equivoca... sea como sea espero reírme de como ocurran los acontecimientos futuros

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  11. Gracias por la oferta, pero prefiero mi vida, así no haciendo mucho ya que no soy especialmente organizada a la hora de organizar actividades... xD
    Había olvidado el capitulo que sigue xD ... Aunque es bastante entretenido ese en especial... Ese Malfoy tan dramático, me gusta la manera en la que lo haces comportarse, mas humano... Aunque to sigo creyendo que el fue así por todo lo que le enseñaron de niño, asi que basicamente la culpa seria de sus padres, pero bueee...
    Tu al menos sabes cocinar, yo me quedo sola y como cereal, sandwich o las sobras del dia anterior xD ....
    Black Rose

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  12. genial el capitulo. ha estado muy bien como siempre y me ha gustado. perdona que noc omentara en el anterior no se como pero se me paso totalmente. hasta el sabado

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  13. Hello Dait! Soy LaurieAngel (quizá por poco tiempo porque me quiero cambiar el nick de ff... en qué pensaba cuando lo puse? Ni siquiera me llamo laura! xD) Wiiiiii para mí hoy ha habido capítulo doble porque no había leído el anterior xD maldita universidad que me roba el tiempo... me he dado cuenta de que soy 5 meses mayor que tú >:D muahahahaha me debes respeto (?) :P
    Volviendo al fic, me encanta el momento en la clase de adivinación, cuando están todos discutiendo si es un burro, una oveja o un augurio de muerte xD La verdad es que cuando pasó lo de buckbeak pensé que harías que malfoy se disculpara con hagrid o algo así, pero supongo que así es mejor: puede que quiera cambiar, pero no es tan facil, las cosas cuestan xD y estoy deseando que james y lily sepan lo que pasó... aish. Cada vez hay más tensión...
    En fin, nos vemos en el siguiente ^^

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  14. Es genialoso, es genialoso me encanto de verdad ¿como le haces'? es fabuloso ame el capitulo completo aunque mi parte favorita es la de los vociferadores , lo bueno es que Ron del presente no sabe quien es Scorpius o le da una apoplegia seguro, tengo debilidad por este libro en particular y espero ansiosa el que sigue ojala me pueda escapar a una pc temprano, pero eso de estarte escondiendo de los medicos es un deporte de alto riesgo jajaja. Nos leemos en el que sigue guapo
    PD. AMO A SIRIUS BLAKC

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  15. Hola nueva lectora bueno no tan nueva pero es mi primer comentario. Me encanta tu fic es uno de los mejores que he leído. Hay James.Sirius siempre creando problemas, odio a Hermione ( no es cierto solo la envidio un poquito mucho) Que daria yo por tener un gira tiempo. Tengo una duda me puedes decir que es un grado superior?

    .Pdt : esperó que el castigo de Sally valga la pena le dio amortentia a Harry se lo merece, unos días con flufy no le vendrian mal.
    Ahora gracias por no ser tan cruel con Draco después de todo no todos somos capaces de ir en contra de nuestros padres como Sirius y que bien que quiera cambiar.
    Bye

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  16. ¡こんにちは!
    Pues nada D: casi que no leo el capítulo. HahHa quería aclararte algo; no me duermo con tu historia xD Aunque eso sería interesante. Usualmente la leo tipo 9 pm que estoy despierta y me acuesto hasta las 12 de la madrugada. Así que puedes estar tranquilo..no es eso lo que me hace dormir xD. Cuando te decía que dormía de 9 PM a 12 era el semestre pasado, en este puedo dormir 7 horas y me siento mucho más tranquila; aunque ya casi se acaba este año y luego de vuelta a la rutina :v .
    Ese día que tenía sueño se me hizo tarde, así que la leí a esa hora. De todas formas luego se me quitó el sueño y no llegue a la clase del día siguiente. Quería darme contra el muro por ser tan descuidada...
    En fin, lastima que ya le perdieras el gusto al fútbol y más por los conflictos que se generaban. Pero bueno, espero que le encuentres gusto a otra cosa, así sea a escribir por aquí.
    El capítulo...
    Solté la carcajada varias veces, creo que no puedo evitar encontrar divertida la actitud de Malfoy. Es un patán, pero es tan cobarde y exagerado que causa gracia. Y James sigue sin decirle nada al pobre Sirius (¿Acaso esta empezando a dudar?, que mal amigo).
    Pobre Hagrid, me cae tan bien que debería ser profesor de todo (?? Bueno tal vez no tanto, seria capaz de llevar criaturas mágicas peligrosas a la clase de defensa y adiós a Harry ahora sí.
    Bueno, salgo a correr que debo ir a la cita y se me va haciendo tarde.
    Se cuida joven de mente prodigiosa.
    さよなら

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  17. Me gusto mucho el capitulo, espero con ansias el siguiente

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  18. No Que ibas a actualizar hoy?

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