jueves, 20 de agosto de 2015

Más lechuzas mensajeras


Yahallo!

Los más agudos os habréis percatado de que hoy es jueves y no miércoles, pero espero que podáis guardar el secreto.

Realmente no hay una razón por la que actualice hoy y no ayer, simplemente a pasado. Mis más sinceras disculpas.

Por cierto, antes de que se me olvide, en el camping donde he estado este tiempo he conocido a Tonks. 

Trabaja en una especie de todo a cien que hay en la entrada del camping y es, sin lugar a dudas, la persona más torpe que he conocido en toda mi vida. Cuando entré estaba ordenando algo subida a una escalera y cuando me vió se le calló una caja de el otro lado de la estantería, se bajó tan rápido de la escalera que la escalera se le calló al suelo también. Lo intenté, pero no pude evitar reír un poco mientras ponía en sus sitio la caja que se había caído del otro lado. Yo había ido allí para darle una bombona de butano gastada y para comprar otra y, cuando haces eso le quitan el tapón a la nueva y se lo ponen a la vieja y, después de varios intentos fallidos en poner el tapón en la bombona que le había llevado, se rindió y me dijo que tenía toda la tarde para ponerle el tapón. 

Supuse que había empezado trabajar hace poco y  que por eso estaba tan nerviosa, pero viendo tanta torpeza junta no pude evitar pensar en Tonks. Y, como caballero que soy con todo lo que me recuerda a Harry Potter, le puse el tapón a la bombona mientras me daba las vueltas (aplaudidme, por favor). Creo que fue amor a primera vista. Bueno, no, pero casi.

Oh, y también había un festival hippie (o eso querían aparentar, porque más de la mitad tenían tanto de hippie como lo tiene mi abuela que piensa que el reciclaje es tan estúpido como el que no te gusten los circos porque tratan mal a los animales). Lo único bueno de ese festival "hippie" fueron los dos conciertos tributo que tocaron. Uno de los Rolling Stones y otro de los Beatles. Muy buenos los dos, aunque estos segundos estaban muy mayores y solo pudieron tocar las canciones más tranquilitas.

Si, si, ya dejo de contar estupideces. ¿Respondo de una carrera y al capítulo? Perfecto.

Lectio in Aeterum: No te enfades con el blog :c Se que a veces es un poco travieso y hace travesuras pero en el fondo es un buen chico, el otro día le vi ayudando a una señora a cruzar la carretera. Además, acaricia perros y ayuda a patos a cruzar charcos sin mojarse, es un buen blog.

Kalita Bell: El personaje de Ron está creado para que me burle de el. Lo siento pero es que es tan... ¿Ron?

Anonimus Maximus: Dirás lo que quieras, pero ya me has mandado los besos. Y serás todo lo heterosexual que quieras, pero acabas mandar besos a un hombre. 

JuanMa: Es una teoría chula y tiene algo de sentido, me gusta :3 Y eso de ver links... No tengo problemas con abrir links de desconocidos xD no le des tantas vueltas.

Jime Toledo: ¡Felicidades! Algo atrasadas, pero felicidades xD Ehh... Un libro... Es una pregunta complicada elegir uno entre 100.000... ¿Has leido algo de Laura Gallego? Te los recomiendo todos, pero si no quieres meterte con sagas largas como Las Memorias de Idhun o Las Cronicas de la Torre puedes leer Dos Velas para el Diablo.

Alma: ¿El monumento favorito de Lord Voldemort? ¿Por que clase de novato me tomas? ¡He leído tantas veces Harry Potter que ya se que el pequeño Voldy se siente identificado con la gran esfinge, quien tampoco tiene nariz! 

¿He acertado? Espero que si. Y ahora dime, alma... ¿Donde guarda sus ahorros Sirius Black?

Todos los personajes y los fragmentos del libro original pertenecen a J.K. Rowling.


MÁS LECHUZAS MENSAJERAS

McGonagall asintió y cogió el libro que Ron le tendía.

Más lechuzas mensajeras.

En el Gran Comedor se respiraba un ambiente relajado. Ya habían pasado todos los problemas, todos, incluido Sirus, estaban a salvo.

—¡Harry! —Hermione le tiraba de la manga, mirando el re­loj—. Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

Y la tensión volvió al comedor.

—Mierda —dijo Fred—. Me había olvidado completamente de eso.

—De acuerdo —dijo Harry, apartando los ojos del cie­lo—, ¡vamos!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared y escucharon. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

—... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimen­tos —decía Snape—. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

—En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tie­ne ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevis­tarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo us­ted lo salvó.

Sirius apretó los dientes, irritado.

Harry apretó los dientes. Entrevió la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que es­taban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry y Hermio­ne aguardaron unos instantes para asegurarse de que esta­ban lejos y echaron a correr en dirección opuesta. Bajaron una escalera, luego otra, continuaron por otro corredor y oyeron una carcajada delante de ellos.

—¡Peeves! —susurró Harry, asiendo a Hermione por la muñeca—. ¡Entremos aquí!

Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dan­do saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.

—¡Es horrible! —susurró Hermione, con el oído pegado a la puerta—. Estoy segura de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius... —Miró el re­loj—. Tres minutos, Harry.

Harry suspiró. Sabía que, tiempo atrás, cuando el seguía pensando que Sirius era el culpable de la muerte de sus padres, el también habría deseado la posible muerte de Sirius. Aunque, bueno, no creía que fuera a ponerse a saltar con alegría.

Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdie­ra en la distancia. Entonces salieron del aula y volvieron a correr.

—Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.

—No quiero ni pensarlo —dijo Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos, Harry!

Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.

—Os voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señorita Granger; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asusta­dos, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

—¿Bien? —preguntó en voz baja.

—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

—Dos pájaros de un tiro —dijo Ojoloco con una sonrisa torcida—. Bien hecho, chicos.

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no estáis ahí dentro. Entrad. Os cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oir la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a es­conder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocu­parme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero Harry apenas se lo podía tragar. Hermione y él aguzaban el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún dis­tante lugar por encima de la enfermería.

—¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

—¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Harry intentaba oír lo que decían. Se aproximaban.

—Debe de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...

—¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!

Harry puso cara de asombro.

—¿Yo? —preguntó con inocencia—. Si he estado todo el rato encerrado en la enfermería, profesor.

—No te me pongas chulito, Potter —le advirtió Snape—. Sigo siendo tu profesor.

—Para una vez que le llamo profesor en vez de Snape a secas... —murmuró Harry en voz baja.

McGonagall miró a Snape con desdén.

—Pues yo no se si seguir considerándolo un profesor, Severus, después de todas las cosas injustas que ha hecho a lo largo de los libros —le dijo con dureza.

—No lo deis tantas vueltas a eso ahora —dijo Dumbledore moviendo la mano en señal de que no tenía tanta importancia—. Ya hablaremos de esto al acabar la lectura.

Harry, al igual que muchos otros, deseó que, cuando llegase ese momento, Dumbledore no tuviera piedad con Snape,

—Continua, Minerva, por favor —pidió el director.

—Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.

¡PLAM!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.

—¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

—¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡con­trólese!

—Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.

—¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, se­ñalando a Harry y a Hermione. Tenía la cara contorsionada. Escupía saliva.

—¡Tranquilícese, hombre! —gritó Fudge—. ¡Está di­ciendo tonterías!

—¡NO CONOCE A POTTER! —gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

—Bueno —dijo Ron—, razón tiene.

—Ya vale, Severus —dijo Dumbledore con voz tranqui­la—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerra­da con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

—¡Por supuesto que no! —dijo ofendida la señora Pom­frey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

—Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranqui­lidad—. A menos que crea que Harry y Hermione son capa­ces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Algunos rieron levemente y Snape bufó.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su compor­tamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.

—Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndo­lo con la vista—. Yo en su lugar; Dumbledore, tendría cuida­do con él.

—No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.

—¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Pro­feta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinco­nado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el haz­merreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Mi­nisterio...

El ministro suspiró, pensando que peor sería cuando se supiera que se había equivocado en todo. Sirius era inocente y le habían hecho pasar doce años en Azkaban, Voldemor había vuelto y se había pasado un año intentando ridiculizar a Dumbledore y a Potter... Suspiró de nuevo. Bueno, como consuelo, Dumbledore le había dicho que no tenía porque dimitir, aunque, por otra parte, no estaba tan seguro de que el resto del país pensara lo mismo.

—¿Y los dementores? —le preguntó Dumbledore—. Es­pero que se vayan del colegio.

—Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a un niño inocente..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

Ron rió entre dientes.

—Tan preocupados ese año por la seguridad de los alumnos y el siguiente año reviven un torneo que dejo de celebrarse por la cantidad de muertes que provocaba. Todo muy lógico.

—Es tan absurdo —se quejó Hermione también. Por culpa de haber revivido ese torneo no solo Voldemort había vuelto, sino que un alumno había muerto también, razón por la que habían dejado de celebrar el torneo.

—Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, diri­giendo a Harry y a Hermione una rápida sonrisa. Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió ha­cia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando en­tre dientes, enfadada, volvió a su despacho.

Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la ca­beza y mirar a su alrededor.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hace­mos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Harry y Hermione se miraron.

—Explícaselo tú —dijo Harry, cogiendo un poco más de chocolate.

—Fue una explicación tan poco detallada... —protestó Ron—. Me alegro de que estén los libros aquí, así podré enterarme de todo.

—Hey —se quejó Hermione—. Que normalmente soy yo la que se queda atrás, mira todo lo del espejo de Oesed. Yo no tuve ni idea.

—Bueno, ahí todavía no eramos amigos —razonó Ron.

—¿Y toda la aventura del basilisco?

—Estabas petrificada...

—Y tu aquí dormido en la enfermería...

—Ademas, en lo del basilisco yo también me quede sin ver lo que paso, me quedé tras las piedras.

—Cierto —recordó Hermione—. Bueno, los dos sacamos algo con esto de los libros.

Harry suspiró, el no sacaba nada y, al paso que iban las cosas todos iban a enterarse con los siguientes libros de sus sentimientos por Cho. Eso, por primera vez en lo que llevaban de lectura le hizo darse cuenta de una cosa: ¡Iba a poder saber si al final conseguía algo con ella o no! Si tan solo pudiera leer los libros el solo...

Cuando Harry; Ron y Hermione dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmea­de. Sin embargo, ni a Ron ni a Hermione les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin pa­rar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak. Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante (que en realidad es Lavender), Harry perdió el hilo de la conversación mirando ha­cia la orilla opuesta. La noche anterior; el ciervo había galo­pado hacia él desde allí.

Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Ha­grid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.

—Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedi­do la pasada noche —dijo—. Me refiero a que Black se vol­viera a escapar y todo eso... Pero ¿a que no adivináis...?

—Creo que si lo adivinan, Hagrid —rió Sirius.

—¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.

—Buckbeak. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve cele­brando toda la noche!

—¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.

—Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, bo­rrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cer­ca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. 

Lily miró a Snape con los ojos muy abiertos, un acto como ese iba a provocar, de forma asegurada, que Remus dejara la escuela.

James, Tonks y Sirius miraron a Snape con odio y, con todas sus fuerzas, reprimieron sus ganas de sacar la varita y recitar en voz alta el libro de 100 útiles conjuros para librarte de un murciélago.

Remus suspiró.

Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mun­do: el profesor Lupin es un hombre lobo. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momen­tos está haciendo las maletas, por supuesto.

—¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?

La mano de Tonks, cerrada en forma de puño, presionaba con fuerza su asiento y su cabello, anteriormente de un empalagoso rosa chicle, era de un rojo furioso y amenazante.

Entonces, salido de la nada, un dedo presionó suavemente su mejilla.

—Me encanta cuando te enfadas.

Instantáneamente su puño dejó de hacer fuerza contra el asiento aunque, por alguna razón, su cabello seguía siendo rojo.

—Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.

Harry se levantó de un salto.

—Voy a verlo —dijo a Ron y a Hermione.

—Pero si ha dimitido...

—No creo que podamos hacer nada.

—No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos vere­mos aquí mismo más tarde.

Los merodeadores sonrieron a Harry.

La puerta del despacho de Lupin estaba abierta. Ya había empaquetado la mayor parte de sus cosas. Junto al depósito vacío del grindylow, la maleta vieja y desvencijada se halla­ba abierta y casi llena. Lupin se inclinaba sobre algo que ha­bía en la mesa y sólo levantó la vista cuando Harry llamó a la puerta.

—Te he visto venir —dijo Lupin sonriendo. Señaló el pergamino sobre el que estaba inclinado. Era el mapa del merodeador.

—Acabo de estar con Hagrid —dijo Harry—. Me ha dicho que ha presentado usted la dimisión. No es cierto, ¿verdad?

—Me temo que sí —contestó Lupin. Comenzó a abrir los cajones de la mesa y a vaciar el contenido.

—¿Por qué? —preguntó Harry—. El Ministerio de Ma­gia no lo creerá confabulado con Sirius, ¿verdad?

Lupin fue hacia la puerta y la cerró.

—No. El profesor Dumbledore se las ha arreglado para convencer a Fudge de que intenté salvaros la vida —suspi­ró—. Ha sido el colmo para Severus. Creo que ha sido muy duro para él perder la Orden de Merlín. 

Cho bufó.

—Si alguien se merece una Orden de Merlín aquí, ese es Harry —dijo asegurándose de que dedicarle a Harry una bonita sonrisa.

—Las O.M. son algo muy serio señorita.... Chang —le explicó Percy—. No cualquiera puede...

—¡Por favor, Pecy! ¿Quien se merece una más que Harry? Protegió la piedra filosofal de quien-tu-sabes, mató un basilisco, salvó a un inocente del beso de un dementor y se deshizo de, por lo menos, un centenar de dementores ¡Y eso solo en tres años! —saltó Ginny.

—Además, a Norvel Twonk le dieron una O.M. de primera clase solo por salvar a un muggle de una mantícora —razonó Hermione.

—Pero Hermione... —empezó Percy buscando que decir—. Las mantícoras son inteligentes, todo el mundo sabe que si no fueran tan agresivas serían considerados seres. Mientras que los basiliscos...

—¡Por favor! —le interrumpió Hermione—. Ya se demostró en el torneo "Las Criaturas Más Fuertes del Mundo Mágico" (que, por cierto, me alegro muchísimo de que hayan cancelado una aberración como esa, aunque solo lo hicieran por la cantidad de muertes humanas que provocaba el capturar algunas de las criaturas) que los basiliscos son más fuertes que las mantícoras.

—Bueno, hay que reconocer que la mantícora era bastante pequeña para ser una mantícora (si no dudo que pudieran capturarla)  y que, por desgracia para ella, el veneno de basilisco es una de las pocas cosas que su piel no repele —dijo Tonks.

—¿Pero tu a quien apoyas? —bufó Ginny.

—Emm... Yo solo estaba intentando lucir mi inteligencia —admitió Tonks haciendo que Remus soltara una carcajada.

—Venga, dejadlo ya, ¿que más da lo fuerte que sea una mantícora? —dijo Sirius—. Harry se merece una Orden de Merlín de primera clase y punto

(DN: Si, el que no haya punto al final del dialogo anterior es intencionado. Me siento traviesote hoy.)

—Me alegro de que hayáis llegado a una conclusión —dijo Dumbledore sonriendo—. Y ahora, si no os importa, me gustaría seguir con la lectura. ¿Minerva?

McGonagall siguió leyendo.

Así que él... por ca­sualidad... reveló esta mañana en el desayuno que soy un li­cántropo.

—¡Que asqueroso! —saltó James molesto y miró a Lily, rogándole con la mirada que le diera permiso para hechizarle y dejarle en ridículo delante de todos, pero Lily se limitó a sonreír con tristeza.

—¿Y se va sólo por eso? —preguntó Harry.

Algunos sonrieron a Harry, sorprendidos por su inocencia.

Lupin sonrió con ironía.

—Mañana a esta hora empezarán a llegar las lechuzas enviadas por los padres. No consentirán que un hombre lobo dé clase a sus hijos, Harry. Y después de lo de la última no­che, creo que tienen razón. Pude haber mordido a cualquiera de vosotros... No debe repetirse.

—¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca! —dijo Harry—. ¡No se vaya!

—Si llego a haber sabido lo que ocurriría el siguiente año no me habría ido —aseguró Lupin, y James y Lily cruzaron una mirada, inquietos por lo que eso podía significar.

Lupin negó con la cabeza, pero no dijo nada. Siguió va­ciando los cajones. Luego, mientras Harry buscaba un argu­mento para convencerlo, Lupin añadió:

—Por lo que el director me ha contado esta mañana, la noche pasada salvaste muchas vidas, Harry. Si estoy orgu­lloso de algo es de todo lo que has aprendido. Háblame de tu patronus.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry anonadado.

—¿Qué otra cosa podía haber puesto en fuga a los dementores?

Harry contó a Lupin lo que había ocurrido. Al terminar, Lupin volvía a sonreír:

—Sí, tu padre se transformaba siempre en ciervo —confirmó—. Lo adivinaste. Por eso lo llamábamos Cornamenta. —Lupin puso los últimos libros en la maleta, cerró los cajo­nes y se volvió para mirar a Harry—. Toma, la traje la otra noche de la Casa de los Gritos —dijo, entregándole a Harry la capa invisible—: Y... —titubeó y a continuación le entregó también el mapa del merodeador—. Ya no soy profesor tuyo, así que no me siento culpable por devolverte esto. A mí ya no me sirve. Y me atrevo a creer que tú, Ron y Hermione le en­contraréis utilidad.

Muchos sonrieron y James y Sirius le dieron una palmada en la espalda a su amigo.

—Este es nuestro Lunático —dijeron con orgullo.

Hermione sintió la mirada de la profesora McGonagall y tragó saliva. Le había dicho a la profesora que había quemado el mapa en su cuarto año, es decir, en el siguiente libro. Pero no lo había hecho, y no tenía ni idea de como iban a salir de esa.

Harry cogió el mapa y sonrió.

—Usted me dijo que Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta me habrían tentado para que saliera del cole­gio..., que lo habrían encontrado divertido.

—Sí, lo habríamos hecho —confirmó Lupin, cerrando la maleta—. No dudo que a James le habría decepcionado que su hijo no hubiera encontrado ninguno de los pasadizos se­cretos para salir del castillo.

—Eh... No realmente, Harry —empezó James, nervioso—. Eh... Incluso si fueras un alumno ejemplar y plasta de esos... no me sentiría decepcionado ¿vale? Bueno, tal vez un poco pero...

Harry rió y James dejó de hablar, sonriendo.

Alguien llamó a la puerta. Harry se guardó rápida­mente en el bolsillo el mapa del merodeador y la capa invi­sible.

Era el profesor Dumbledore. No se sorprendió al ver a Harry.

—Tu coche está en la puerta, Remus —anunció.

—Gracias, director.

Lupin cogió su vieja maleta y el depósito vacío del grindylow.

—Bien. Adiós, Harry —dijo sonriendo—. Ha sido un ver­dadero placer ser profesor tuyo. Estoy seguro de que nos vol­veremos a encontrar en otra ocasión. Señor director; no hay necesidad de que me acompañe hasta la puerta. Puedo ir solo.

Harry tuvo la impresión de que Lupin quería marcharse lo más rápidamente posible.

—Adiós entonces, Remus —dijo Dumbledore escueta­mente. Lupin apartó ligeramente el depósito del grindylow para estrecharle la mano a Dumbledore. Luego, con un últi­mo movimiento de cabeza dirigido a Harry y una rápida son­risa, salió del despacho.

Harry se sentó en su silla vacía, mirando al suelo con tristeza. Oyó cerrarse la puerta y levantó la vista. Dumble­dore seguía allí.

—¿Por qué estás tan triste, Harry? —le preguntó en voz baja—. Tendrías que sentirte muy orgulloso de ti mismo des­pués de lo ocurrido anoche.

—No sirvió de nada —repuso Harry con amargura—. Pettigrew se escapó.

—¿Que no sirvió de nada? —dijo Dumbledore en voz baja—. Sirvió de mucho, Harry. Ayudaste a descubrir la ver­dad. Salvaste a un hombre inocente de un destino terrible.

«Terrible.» Harry recordó algo. «Más grande y más terri­ble que nunca.» ¡La predicción de la profesora Trelawney!

—Deberías contárselo a Dumbledore —le dijeron Lily y Remus al mismo tiempo.

—Profesor Dumbledore: ayer; en mi examen de Adivina­ción, la profesora Trelawney se puso muy rara.

—¿De verdad? —preguntó Dumbledore—. ¿Quieres de­cir más rara de lo habitual?

Algunos rieron, sorprendidos de que Dumbledore hubiese dicho algo así y la profesora Trelawney bufó de forma exagerada y cruzó las piernas.

—Sí... Habló con una voz profunda, poniendo los ojos en blanco. Y dijo que el vasallo de Voldemort partiría para reu­nirse con su amo antes de la medianoche. Dijo que el vasallo lo ayudaría a recuperar el poder. —Harry miró a Dumbledo­re—. Y luego volvió a la normalidad y no recordaba nada de lo que había dicho. ¿Sería una auténtica profecía?

Dumbledore parecía impresionado.

—Pienso que podría serlo —dijo pensativo—. ¿Quién lo habría pensado? Esto eleva a dos el total de sus profecías au­ténticas. Tendría que subirle el sueldo...

Muchos parpadearon extrañados, algunos por el hecho de que la profesora Trelawney hubiese hecho alguna profecía auténtica y otros por el hecho de que solo hubiese hecho dos.

—Pero... —Harry lo miró aterrorizado: ¿cómo podía to­márselo Dumbledore con tanta calma?—, ¡pero yo impedí que Sirius y Lupin mataran a Pettigrew! Esto me convierte en culpable de un posible regreso de Voldemort.

—¡Claro que no, Harry! —saltó Hermione—. Fue la elección más pacifica, hiciste bien.

Harry no dijo nada, pero seguía sintiendose culpable. Si tan solo hubiera dejado que lo mataran... Voldemort no habría vuelto. Y Cedric... Cedric seguiría vivo... Cogió todo el aire que le permitieron sus pulmones y lo expulso poco a poco. Vió como Cho le miraba y, por un momento, llego a pensar que estaba pensando como el: que Harry tenía la culpa. Pero Cho sonrió levemente, demostrando que no le culpaba de nada pero, por supuesto, que también le entristecía el hecho de que Peter estuviera vivo y Cedric muerto.

—En absoluto —respondió Dumbledore tranquilamen­te—. ¿No te ha enseñado nada tu experiencia con el giratiempo, Harry? Las consecuencias de nuestras acciones son siempre tan complicadas, tan diversas, que predecir el futu­ro es realmente muy difícil. La profesora Trelawney, Dios la bendiga, es una prueba de ello. Hiciste algo muy noble al sal­varle la vida a Pettigrew.

Harry miró al suelo, el no creía nada de eso.

—¡Pero si ayuda a Voldemort a recuperar su poder...!

—Pettigrew te debe la vida. Has enviado a Voldemort un lugarteniente que está en deuda contigo. Cuando un mago le salva la vida a otro, se crea un vínculo entre ellos. Y si no me equivoco, no creo que Voldemort quiera que su va­sallo esté en deuda con Harry Potter.

—No quiero tener ningún vínculo con Pettigrew —dijo Harry—. Traicionó a mis padres.

—Esto es lo más profundo e insondable de la magia, Harry. Pero confía en mí. Llegará el momento en que te ale­gres de haberle salvado la vida a Pettigrew.

Desde luego, ahora no era el momento, y dudaba que llegara a vivir ese momento.

Harry no podía imaginar cuándo sería. Dumbledore pa­recía saber lo que pensaba Harry.

—Traté mucho a tu padre, Harry, tanto en Hogwarts como más tarde —dijo dulcemente—. Él también habría sal­vado a Pettigrew, estoy seguro.

James no estaba tan seguro. Peter había causado su muerte, la de Lily, y había creado un infierno para su hijo... ¿De verdad le salvaría? Suspiró. Era todo muy complicado.

Harry lo miró. Dumbledore no se reina. Se lo podía de­cir.

—Anoche... pensé que era mi padre el que había hecho aparecer mi patronus. Quiero decir... cuando me vi a mí mis­mo al otro lado del lago, pensé que lo veía a él.

—Un error fácil de cometer —dijo Dumbledore—. Su­pongo que estarás harto de oírlo, pero te pareces extraordi­nariamente a James. Menos en los ojos: tienes los de tu ma­dre.

Harry sacudió la cabeza.

—Fue una idiotez pensar que era él —murmuró—. Quie­ro decir... ya sé que está muerto.

James volvió a sentir algo afilado clavarse en su corazón sin piedad alguna. No quería que Harry estuviese solo. No quería que Harry creciese sin padres. No quería que Harry fuese huérfano. No quería. ¿Pero que podía hacer? Cerró los ojos unos segundos, no iba a ser tan fácil como pensaba el volver a su tiempo y dejarse matar...

—¿Piensas que los muertos a los que hemos querido nos abandonan del todo? ¿No crees que los recordamos especial­mente en los mayores apuros? Tu padre vive en ti, Harry, y se manifiesta más claramente cuando lo necesitas. ¿De qué otra forma podrías haber creado ese patronus tan especial? Cornamenta volvió a galopar anoche. —Harry tardó un rato en comprender lo que Dumbledore acababa de decirle—. Sirius me contó anoche cómo se convertían en animagos —aña­dió Dumbledore sonriendo—. Una hazaña extraordinaria... y aún más extraordinario fue que yo no me enterara. Y enton­ces recordé la muy insólita forma que adoptó tu patronus cuando embistió al señor Malfoy en el partido contra Ra­venclaw. Así que anoche viste realmente a tu padre... Lo encontraste dentro de ti mismo.

James sonrió a Dumbledore y este le devolvió la sonrisa.

Y Dumbledore abandonó el despacho dejando a Harry con sus confusos pensamientos.


Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak, Sirius y Pettigrew, salvo Harry; Ron, Hermione y el profesor Dumbledore. Al final del curso, Harry oyó muchas teorías acerca de lo que había suce­dido, pero ninguna se acercaba a la verdad.

Malfoy estaba furioso por lo de Buckbeak. Estaba con­vencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosques hu­biera sido más listo que su padre y él. Percy Weasley, mien­tras tanto, tenía mucho que decir sobre la huida de Sirius.

—¡Si logro entrar en el Ministerio, tendré muchas pro­puestas para hacer cumplir la ley mágica! —dijo a la única persona que lo escuchaba, su novia Penelope.

Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al fi­nal de un curso.

Ciertamente, no era el único al que le apenaba la parti­da del profesor Lupin. Todo el grupo que acudía con Harry a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.

—Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.

—Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.

—O tal vez un mortífago chiflado con el cuerpo de un ex-auror que también esta chiflado —comentó Ron en voz baja haciendo reír a Harry y a Hermione.

Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pet­tigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Vol­demort. Pero lo que más lo deprimía era la perspectiva de volver con los Dursley. Durante media hora, una gloriosa me­dia hora, había creído que viviría en adelante con Sirius, el mejor amigo de sus padres. Era lo mejor que podía imaginar, exceptuando la posibilidad de tener allí otra vez a su padre. 

James tuvo ganas de duplicarse y darse a su mismo una paliza. Se sentía basura, se sentía el peor humano del planeta. Su corazón acelerado le repetía con crueldad una y otra vez que Lily se había sacrificado por Harry y eso era lo que le había salvado la vida pero que el solo había muerto inútilmente dejando a su mujer y a su hijo a su suerte. Se rascó la cabeza, irritado, sabía que el mismo Harry del futuro le había prohibido hacer nada pero, aún así... Aún así. Aún así debía hacer algo.

Y aunque era una buena noticia no tener noticias de Sirius, porque significaba que no lo habían encontrado, Harry no podía dejar de entristecerse al pensar en el hogar que habría podido tener y en el hecho de que lo había perdido.

Lily tampoco estaba satisfecha. Su lado responsable le decía que su muerte y la de James habían contribuido a que su hijo fuera quien era y a que Voldemort fuera derrotado pero... ¿Por que tenía que ser todo tan complicado? Ella tan solo deseaba una vida tranquila con su marido y su hijo ¿era tanto pedir? Cerró los ojos para contener las lagrimas. Harry había podido superar todo esto. James también lo estaba haciendo. Ella no podía ser menos.

Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y Hermione habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había inter­venido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente. El comportamiento de Snape con Harry durante toda la últi­ma semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar; pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.

Snape tuvo la impresión de que iba a ser asesinado antes de que acabaran de leer los libros.

Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS. Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno. 

Ron se puso nervioso al escuchar a su madre gruñendo por los pocos TIMOS que consiguieron Fred y George y se preguntó, sin confianza, si el sería capaz de cumplir las altas expectativas de su madre.

Mien­tras tanto, la casa de Gryffindor; en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de quidditch, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo. Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando. Incluso Harry, comiendo, bebiendo, hablando y riendo con sus com­pañeros, consiguió olvidar que al día siguiente volvería a casa de los Dursley.

Muchos gruñeron al escuchar el-apellido-que-no-debe-ser-nombrado.

· · ·

Cuando a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio a Ron y a Harry una sorpren­dente noticia:

—Esta mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido dejar los Estudios Mug­gles.

—¡Pero aprobaste el examen con el 320 por ciento de efi­cacia!

—¿trescientos veinte por ciento? —preguntaron muchos sorprendidos mientras Hermione intentaba aparentar que no estaba demasiado satisfecha con el resultado.

—Lo sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin Adivinación, volveré a tener un horario normal.

—Todavía no puedo creer que no nos dijeras nada —dijo Ron resentido—. Se supone que somos tus amigos.

—Prometí que no se lo contaría a nadie —dijo grave­mente. Se volvió para observar a Harry, que veía cómo desa­parecía Hogwarts detrás de una montaña. Pasarían dos meses enteros antes de volverlo a ver—. Alégrate, Harry —dijo Hermione con tristeza.

—Estoy bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.

—Sí, yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a pasar unos días con noso­tros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé cómo utilizar el felétono.

Unos cuantos rieron mientras otros se preguntaban con curiosidad que era el felétono.

—El teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías coger Estudios Muggles el próximo curso...

Ron no le hizo caso.

—¡Este verano son los Mundiales de quidditch! ¿Qué di­ces a eso, Harry? Ven y quédate con nosotros. Iremos a ver­los. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.

—¡Por favor! —rugió James hacia el señor y la señora Weasley—. ¡Se lleváis a mi hijo a los mundiales haré lo que sea! ¡Lo que sea!

Molly, que se había asustado con la precipitada aparición de James delante de ellos, se había puesto detrás de Arthur y este, que permanecía tan calmado como de costumbre, se limitó a sonreír.

—Llegas tarde para pedirlo —dijo ampliando su sonrisa.

James fue consciente entonces de la realidad y torciendo el cuello en una postura un poco extraña volvió a su asiento, donde Lily, Tonks y Remus intentaban disimular que se estaban riendo.

La proposición alegró mucho a Harry.

—Sí... Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir... Especialmente después de lo que le hice a tía Marge...

Mucho más contento, Harry jugó con Ron y Hermione varias manos de snap explosivo, y cuando llegó la bruja con el carrito del té, compró un montón de cosas de comer; aun­que nada que contuviera chocolate.

Pero fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento...

—Harry —dijo Hermione de repente, mirando por enci­ma del hombro de él—, ¿qué es eso de ahí fuera?

Harry se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris apare­cía y desaparecía al otro lado del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que llevaba una car­ta demasiado grande para ella. La lechuza era tan pequeña que iba por el aire dando tumbos a causa del viento que le­vantaba el tren. Harry bajó la ventanilla rápidamente, alar­gó el brazo y la cogió. Parecía una snitch cubierta de plumas. La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el compartimento, contenta de haber cumplido su misión. Hedwig dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks se incorporó en el asiento, persiguien­do con sus grandes ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.

Harry recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:

—¡Es de Sirius!

—¿Qué? —exclamaron Ron y Hermione, emocionados—. ¡Léela en voz alta!

Querido Harry:

Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa de tus tíos. No sé si ellos están habituados al co­rreo por lechuza.

Buckbeak y yo estamos escondidos. No te diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer esta misión.

Ginny sonrió, Pig siempre se emocionaba cuando le pedían que llevara una carta.

Creo que los dementores siguen buscándome, pero no podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.

—Que considerado —dijo Remus sorprendido—. Cualquiera diría que has madurado, Sirius.

—Nada, solo quiere hacerse el guay delante de su ahijado —rió James.

—Oh, cállate —dijo Sirius riendo también. Se sentía tan en paz estando con ellos...

Hay algo que no llegué a contarte durante nues­tro breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.

—¡Ja! —exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo veis? ¡Os dije que era de él!

—¿Por que nunca pude equivocarse? —le preguntó Ron a Harry algo molesto haciendo que este riera.

—Sí, pero él no la había gafado, ¿verdad? —observó Ron—. ¡Ay!

La pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un dedo de manera al parecer afec­tuosa.

Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé tu nombre, pero les dije que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por fa­vor, considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.

Muchos sonrieron a Sirius, desde luego la impresión que tenían de el había cambiado muchísimo.

También me gustaría disculparme por el susto que creo que te di aquella noche del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo que te alarmaste al verme.

Te envío en la carta algo que espero que te haga disfrutar más el próximo curso en Hogwarts.

Harry sonrió al recordar que era.

Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu le­chuza me encontrará.

Volveré a escribirte pronto.

Sirius

Harry miró impaciente dentro del sobre. Había otro per­gamino. Lo leyó rápidamente, y se sintió tan contento y re­confortado como si se hubiera tomado de un trago una bote­lla de cerveza de mantequilla.

Muchos se preguntaban que podía ser, mientras Lily aconsejaba a James que no apostara contra Remus, porque perdería seguro.

Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.

—¿Ves? —le dijo Lily a James—. Es que ni siquiera se como podías llegar a pensar que esa pequeña lechuza le llevara a Harry la moto de Sirius.

—¡La moto! —exclamó Sirius sorprendido—. ¿Como no se me había ocurrido?

Lily suspiró, siempre era lo mismo con esos dos.

—Esto le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata...!

He pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa se ha quedado sin rata.

Ron abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza se­guía gimiendo de emoción.

—¿Quedármela? —preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para sorpresa de Harry y Hermione, se la acercó a Crookshanks para que la olfatease.

—¿Qué te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una le­chuza de verdad?

Crookshanks ronroneó.

—Es suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.

Algunos rieron divertidos.

Harry leyó y releyó la carta de Sirius durante todo el trayecto hasta la estación de King’s Cross. Todavía la apre­taba en la mano cuando él, Ron y Hermione atravesaron la barrera del andén nueve y tres cuartos. Harry localizó ense­guida a tío Vernon. Estaba de pie, a buena distancia de los padres de Ron, mirándolo con recelo. Y cuando la señora Weasley abrazó a Harry, confirmó sus peores suposiciones sobre ellos.

—¡Te llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos. Luego volvió hacia tío Vernon el carrito en que llevaba el baúl y la jaula de Hedwig. Su tío lo saludó de la manera habitual.

—¿Qué es eso? —gruñó, mirando el sobre que Harry apre­taba en la mano—. Si es otro impreso para que lo firme, ya tie­nes otra...

—No lo es —dijo Harry con alegría—. Es una carta de mi padrino.

James, Remus y Sirius compartieron una mirada misteriosa.

—Harry, dime que vas a hacer lo que creo que tienes que hacer —pidió Sirius.

—Harry, por merlín y por todas las estrellas que cubren el cielo por las noches, dime que vas a hacerlo —rogó Remus.

—Harry, este es tu momento, haz lo que tienes que hacer, se que puedes —le animó su padre.

—¿Padrino? —farfulló tío Vernon—. Tú no tienes pa­drino.

—Sí lo tengo —dijo Harry de inmediato—. Era el mejor amigo de mis padres. Está condenado por asesinato, pero se ha escapado de la prisión de los brujos y ahora se halla es­condido. Sin embargo, le gusta mantener el contacto conmi­go... Estar al corriente de mis cosas... Comprobar que soy feliz...

—¡SI! —celebraron los merodeadores con felicidad, la cual era compartida por el resto del comedor.

—¡Estoy orgulloso, hijo mio! —le confesó James limpiándose con la manga unas lagrimas de felicidad que descendían por su sonriente cara.

—No podíamos esperar menos de Harry Potter ¿cierto George? —le preguntó Fred a su hermano, quien asintió varias veces.

Y sonriendo ampliamente al ver la expresión de terror que se había dibujado en el rostro de tío Vernon, Harry se dirigió a la salida de la estación, con Hedwig dando picotazos delante de él, para pasar un verano que probablemente se­ría mucho mejor que el anterior.

—Aquí acaba —anunció la profesora McGonagall y Harry juraría que ella estaba sonriendo también.

—Un bonito final —comentó Dumbledore mientras se ponía en pie—. Empezaremos con el cuarto libro mañana, tenéis lo que queda de tarde libre. Pasadlo bien.

Como era de esperar, nadie se apresuró a salir del comedor, todos se juntaron en grupo para comentar este tercer libro y para preguntarse que pasaría en el siguiente. 

Harry escuchaba divertido como Ron y Hermione discutían, pensando que, en el fondo, siempre habían parecido en cierto modo una pareja. Ginny, sin embargo, observaba divertida como Harry escuchaba divertido la discusión de Ron y Hermione. Pero lo que ni Ginny ni Harry sabían era que tres hermanos más relacionados con ellos de lo que pudieran llegar a creer sonreían maliciosamente al haber ideado completamente un plan que los incluía a ambos.

—Funcionará —aseguró el mayor.


Se acabó el tercer libro. Queda un cap más para acabar con esta saga.

Por cierto, gracias a todos los que habéis comentado que deberían preparar los tres hermanos traviesos pero, lamento informaros que ¡Harry no puede enamorarse de Ginny todavía, y menos aún saber que va a ser la madre de sus pottercitos! Por desgracia... 

Por cierto, no tengo ni idea de lo que van a hacer Lily, James y Albus pero espero que salga algo divertido.

Nos vemos el miércoles que viene.

Bye!

PD: Vuelvo a subir el cap sin corregir, como siempre, avisadme de cualquier cosa. Y gracias a los que avisasteis en el anterior :)


15 comentarios :

  1. Muy mal, muy mal.... ¿que está mal te preguntarás? Facil: ¡Algo que escribiste en este capitulo! ¿Qué le pasa a tu memoria? Mejor no contestes a eso.... no quiero saberlo....
    Mmm.... ¿te lo digo o dejo que lo descubras tu solo? mmmm....... es una suerte que esté leyendo los capitulos otra vez.....
    Te daré una pista: lee el capitulo.... el heredero de Slytherin.

    ¿Y que pasó con los diez favores que le debe Ron a Harry? Parece que todavía no le pide ninguno.

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  2. Waaa lo ame me encnato e amo a vos enn fin espero subas conti pronto te invito a que leas mi blog estoy haciendo un fic de las 3 generaciones leyendo harry poter solo lleva el prologo y el primer capitulo pero espero me dejes comentario de todas formas lo voy a subir a fanfiction pronto nos leemso byee ^^

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    1. r cierto el blog es http://lavida134olavida13.blogspot.com/ se me olvido poner el link xDD

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  3. Me encanto. Estuvo genial y por amor a Merlin, sigue escribiendo que me fascina esta historia. Continua pronto.
    Besos

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  4. En este momento no se si odio más a mi corrector o a ti, hablando de otro tema, que tal traer a Narcissa? No me contestaste que te parece, excelente capítulo comienza pronto con el siguiente libro

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  5. Ves?ya intente subir este comentario ya,y hasta ahora nada...así es como quieres que perdone a tu blog?
    y además me dices que ayuda a los patos,¡a los patos!¡a esas feas y arrogantes criaturas que planean dominar el mundo junto a los gatos!
    Oye por que la chica de Raven. no apareció en este cap?yo quiero que siga apareciendo...y que le des un respiro a ron...sin contar el que le diste en este cap,claro...

    Y rompiste la maldición*salta de la emoción*y justo el día en que me respondiste por primera vez*sigue saltando*
    Pero como hiciste que esperáramos más de lo debido...ya no se quien me cae peor...si tu o tu blog...

    Soy lectio in aeternum..pero no me deja comentar con mi cuenta...

    Pd:lo que daría por conocer a alguien como Tonks...


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  6. Me encantó!! Jooo por qué eres tan malo?? Quiero que Harry se enamore de Ginny y que Cho se aleje de Harry!! Quiero que sepan que tendrán pottercitos!!

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  7. Pregunta: cuando actualizas? Q dias?

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  8. ¡No me esperaba este capítulo!
    Me has dado una alegría. Y más sabiendo que ya queda menos para empezar con el cuarto. ¡Pronto empiezan los fuertes!
    Te esta quedando genial. Mucho animo y sigue así.

    Un saludote!! Hasta la próxima semana!!

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  9. Estoy de acuerdo con anónimo, ya tenía mi súper comentario y se me borro, bueno que se le va a hacer.
    Por favor una ovación de pie para Dait, la primera persona que (al menos en español) terminó el tercer libro de Harry Potter.
    Es en serio, desde hace cuatro años me leo todos los fics de esta temática y tu eres el único que a completado el tercer libro.
    Vi que recomendabas a Laura Gallego, ¿has leído Crónicas de la torre? Y en el caso de que ya lo hayas leído ¿qué te pareció?

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  10. Holaa Dait! Saludos desde Argentina.. Me encanta el fics, los comentarios de los gemelos me hacen mucha gracia. Estoy ansiosa porque comiences con el cuarto libro, revisó seguido para ver si has actualizado, me encanta tu forma de escribir.. Tus preámbulos antes de iniciar los capítulos me han sacado mas de una sonrisa y una q otra carcajada. Felicidades!! Me he leído muchos fics d este estilo y nunca pasan del quinto capitulo del tercer libro cuando mucho.
    Respecto a lo q planean los Pottercitos, no se me caen ideas al respecto, tal vez podrías hacer q Lily Luna se presente ante ellos para ver la reacción d Harry al ver a la hija Ginny y q se pregunte quien es el padre... Es una idea (no es la mejor, pero bueno son las dos d la madrugada!).
    En fin saludos, y éxitos!!!!

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  11. Se podría decir que has terminado oficialmente el tercer libro ya, pero como queda todavía un capítulo para cerrar "la saga", me guardaré los fuegos artificiales para cuando subas el siguiente.
    Y una vez que lo hayas subido... habrás superado la Maldición del Tercer Libro! Yaaay! xD
    Hoy no hay tiempo para reviews largos, así que terminaré corrigiéndote un error que haces mucho y que no sé si te han corregido ya: los imperativos son con d, no con r. Ese "pasarlo bien" del final sería pasadlo. Traed, no traer. Y así. ¿Te puedes creer que el imperativo de ir no es iros, sino idos? Suena horrible u.u "Iros sin mi" es en realidad "Idos sin mi". Ugh.
    En fin, hasta la próxima!
    LaurieAngel

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  12. HOLAAAA!
    Si lo sé una entrada muy genial, me encanto el capitulo! ¡ rompiste la maldicion! En serio eres el primero que encuentro que lo hace ...Hablando de maldiciones... No dejes con la intriga de el superarchimegahipergenial plan! (o lo pagaras caro *insertar cara psicopata de ... Err alguien psicopata*) Y de pasada una idea: que tal si los tres potters primero antes de juntar a sus padres intentan como que cortar el sentimiento de harry hacia cho, seria menos vergonsozo para cara rajada a la hora de leer el cuarto y quinto libro no crees?- en serio se la pasara todo el tiempo sonrojado XD-. Ahora cambiando de tema abruptamente. En serio conociste a alguien parecida a tonks? ¿Por que todo lo bueno le pasa a otra gente?.... Em bien no contestes eso, de cualquier forma a mi megustaria ir a un festibal "hippie"
    Espero que actualices proto! Si no Elmo ira a buscarte (SI, SIGO USANDO A ELMO COMO REFERENCIA Y QUE?!) saludos desde Venezuela,
    xoxo chau

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  13. ¿Cómo que no se puede enamorar Harry aún de Ginny? ¡Si ya lo está! Por Merlín, Yoda, y Gandalf ¿Vamos a tener que leer el Harry y Cho en la realidad además de en la lectura de los libros? ¿Es que no hemos sufrido ya suficiente? Además, con lo que sabe Harry ya, lo que más sentido tiene es que la rechace (y no vale que lo haga después de besarla, como a la zorro de Sally. No sólo sería repetir, indigno de ti, sino que no tendría concordancia con lo escrito hasta ahora. Se supone que los libros cambiarán el futuro. Lo han hecho con Ron y Herms, y Remus y Tonks ¿Por qué no para Ginny? Dirás que la quieres, pero parece que la odies, porque tras la lectura, es evidente que nunca saldrá con Dean, pero habrá tenido que tragarse el beso de Sally, la lectura de los sentimientos de Harry por Cho, y por supuesto, verlo en directo, porque en cuanto lleguen a esa parte, Cho no esperará al final del libro para lanzarse sobre él, y por lo que dices, él no la rechazará... Al principio. Que al final acabe con Ginny, no borrará todo el dolor sufrido. ¡Mierda siempre es igual para ella! ¡Es tan injusto!) (Sí vale, lo confieso: soy la auténtica Ginny del futuro, que salí de los libros tratando de arreglar eso... ¡Y no me lo permitís! ���� sé que es absurdo, y que lo mismo no ves esto nunca, pero hay que intentarlo: lo primero, un pequeño error en el fic: hay un momento en el que pones que podría salvar a Cedric en lugar de a Sirius. Quería haberlo dicho en el capítulo en el que lo vi, pero no podía parar de leer XD Segundo: dices que te gusta mi hija Lily... ¿Crees que ella te amará sabiendo que has torturado a su madre cuando podías haberlo evitado? ¿Y sus hermanos? Nop, no entrarías en la familia. Por otro lado, si ayudaras a sus padres, a su madre, a ser felices... La cosa podría cambiar... ¿Trato? ��

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  14. Vaya, no salieron los emoticonos sniff. Los primeros eran lágrimas, y el último un guiño, por si acaso te pica la curiosidad... (acepta el trato, acepta el trato, o mi invento de helado favorito, será inaccesible para ti... Y eso te perseguirá para siempre... El no poder probarlo nunca porque no sabrás cómo es, llevando tanto chocolate... Muajuarsjuarsjuars... :p

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