sábado, 23 de agosto de 2014

A través de la trampilla


Tanto los personajes como todas las palabras que estén en negrita pertenecen a J.K Rowling.

A TRAVÉS DE LA TRAMPILLA

Harry había caído ya profundamente dormido pero, al contrario que el, había muchas personas más que despiertas en el castillo.

Hermione estaba acostada abrazando con fuerza su almohada, recordando como Ron había descrito en el capítulo de Halloween como ella se sentía en ese primer año. El pensar que el idiota insensible del pelirrojo se haya molestado en intentar entenderla hacia que sintiese una extraña felicidad en el pecho y que su rostro se tiñese de rojo.

Por su parte sus compañeras de habitación tampoco estaban dormidas.

—¿Habéis visto el pasado de Harry? ¡Tuvo que dormir en una alacena! ¡Es increíble! —dijo Parvati enojada.

—Y que lo digas... Lo increíble es que a pesar de los tratos que ha recibido sea un chico tan amable y educado —opinó Lavender.

—¿Y lo valiente que es? Mientras el resto teníamos un curso normal el sufrido un intento de asesinato jugando a quidditch, le ha atacado quien-no-debe-ser-nombrado en el bosque prohibido y lo que aún queda... ¡Y solo con once años! —comentó Fay Dunbar.

—Como sea, dejemos de hablar de Harry y durmamos —dijo la misteriosa quinta chica de la habitación de Hermione que no ha aparecido nunca en los libros (N.A. no quiero inventarme un nombre para ella).

Por otra parte en los dormitorios masculinos de quinto año de Slyhterin había un joven todavía despierto. 
Había planeado replantearse su personalidad y cambiar los aspectos despreciables de esta pero su mente le jugaba una mala pasada. Estando en un estado entre estar despierto y dormido su mente estaba llena de imágenes provocativas sobre cierta Slytherin que llevaba un tiempo causándole sensaciones que nunca antes había sentido. Ella le consideraba despreciable pero aun y todo Malfoy era consciente de cómo le miraba a veces. Sabiendo que tenía posibilidades decidió usar eso como motivación para cumplir con su propósito del cambio de personalidad.

Después de un día tan extraño como este la noche pasó bastante rápido y todos habían llegado al Gran Comedor antes de lo habitual. Las mesas ya estaban llenas de comida y la mayoría de los adultos ya estaban allí.

Harry, Ron y Hermione se apresuraron para sentarse junto a los Weasleys, Remus, Tonks y Sirius. Harry notó que este último no paraba de bostezar y de criticar a Remus por haberle despertado.

—Y yo que podía seguir durmiendo todavía... ¡Pero no, como Lunático tenía tantas ganas de ver a la pequeña Nymphadora tenía que venir ya ¡Y llevarme con él, además!

Tonks se había ruborizado tanto que pasó por alto el hecho de que Sirius la hubiese llamado Nymphadora. Cuando Sirius notó la presencia de su ahijado dejó de quejarse.

—¿Cómo ha dormido mi cachorrito preferido?

—Oh, Sirius, cállate —protestó Harry molesto mientras se sentaba.

—¿Dónde está Ginny? —preguntó entonces Ron, algo preocupado por su hermana.

—Supongo que estará con Michael —dijo Hermione encogiéndose de hombros y Ron bufó.

Harry sintió un pinchazo dentro de él, ¿a que se debía? ¿por qué demonios le molestaba que Ginny estuviese con Michael? Harry suponía que se debía a que se había acostumbrado a tener a una Ginny enamorada de él y ahora que no lo estaba lo echaba en falta. Como a un niño cuando le quitan un juguete que no usa y se lo dan a otro niño que lo va a usar. Aunque no lo vaya a usar le pertenece a él y a nadie más. Pero, pensó febrilmente Harry, Ginny no pertenece a nadie.

Pero Ginny no estaba con Michael. Había despertado algo tarde y su cuarto ya estaba vacío. Se preparó para salir a desayunar y caminó sin prisa por los pasillos cuando algo la detuvo. Era una chica con una túnica negra y una máscara.

—Ven conmigo —dijo la enmascarada con una voz suave y tranquila. Ginny sabía que no tenía razones para confiar en ella pero por alguna extraña razón la voz de esa joven se le hacía... ¿familiar? Aun así estaba segura de que no la había oído en la vida.

Ginny entro a una habitación vacía con la joven enmascarada. Cuando entraron la desconocida cerró la puerta y se giró hacia ella. Ginny notó que la joven estaba nerviosa y que no sabía por dónde empezar.

—Eeh... Yo... Hola.

—Hola —le dijo Ginny sonriendo intentando que se calmara para que le dijera lo que le quería decir.

—Yo, bueno, eh, ma... Ginny... ¿Puedo preguntarte si te gusta realmente Michael Corner? —preguntó indecisa. Ella sabía que Ginny solo salía con él por el consejo de Hermione pero tal vez el joven había llegado a agradarle y ella no quería eso.

Ginny frunció el ceño, ¿Qué le importaba eso a ella?

—No voy a responder a eso.

Con esa seca y tajante respuesta Ginny caminó hasta la puerta pero antes de que pudiera abrirla la joven agarró su brazo.

—Necesito que me lo digas —dijo mientras se quitaba la máscara—. Mama.

Ginny tragó saliva. La joven que le había hablado era casi idéntica a ella, algo más joven tal vez pero muy parecida. ¿Le había llamado mama? ¿Era una broma? En el caso de que lo fuese era una muy bien preparada.

—¿Mi... hija...? —preguntó lentamente y la joven asintió con decisión.

—Y Michael no es mi padre —aseguró ella.

—¡Por supuesto que no es tu padre! —replicó Ginny alterada. Era de locos pensar que estaría con Michael tanto tiempo, de hecho, dudaba que aguantara hasta fin de curso con él.

—¿Entonces porque no le dejas y buscas a mi padre? —preguntó la desconocida.

—¿Quién es tu padre?

—Eh... ¿Tu marido? —dijo la joven intentando no responder.

—No vas a decírmelo —adivinó Ginny suspirando.

—¡Pero es lo mejor! ¡Ni mi ni a mis hermanos nos gusta verte con alguien que no es papa! —se quejó la desconocida y Ginny no pudo evitar sonreír.

—¿Hermanos?

—Oh... s-si... tengo dos hermanos mayores —dijo la joven sin mirarla a los ojos. Ginny supuso que la joven pensaba que tal vez había hablado de más.

—Bueno, es difícil aceptar algo así de repente pero Michael no me importa tanto. No puedo asegurarte que hoy pero si, romperé con él.

Ginny se quedó tremendamente sorprendida al ver la radiante sonrisa que la joven le dedicó.

—¡Genial! Eh... bueno... Eso era todo... Adiós mama—una vez dicho eso la desconocida desapareció.

Ginny caminó hasta el Gran Comedor castigándose por no haberle preguntado ni su nombre. Cuando entró vio a Michael llamándole la atención para que se sentase a desayunar con el pero en este momento no tenía ninguna gana de estar con el así que fue a sentarse con su familia.

—¡Hola Ginny! —le saludo alegremente Hermione.

El corazón de Ginny dio un brinco cuando vio a Harry girarse velozmente hacia ella de manera desesperada.

El corazón de Harry dio un brinco al ver que Ginny estaba aquí con él y no con Michael. Una estúpida sonrisa de satisfacción cubrió su rostro así que bajó la mirada hacia su desayuno.

—¿Y qué haces aquí que no estas con Michael? —le preguntó Ron algo molesto, no le gustaba que su hermana estuviese con un hombre y menos con un idiota como el.

—Estoy aquí porque quiero, ¿Y qué tiene que ver Michael? —replicó Ginny, que perdía la paciencia con rapidez cada vez que Ron hacia comentarios similares.

—¡Pues que es un idiota! Realmente no sé qué ves en el —se quejó Ron más molesto todavía.

—¡Es un buen chico! Y tienes razón, ¡No sé qué hago aquí con un idiota como tú!

En un arrebato de furia Ginny se levantó del banco y caminó hasta Michael Corner balanceando su cabello rojo fuego con fuerza.

Harry y Hermione fulminaron a Ron con la mirada.

—¿Qhue? —dijo el pelirrojo mientras comía—. ¡Eths ella la idiotha!

Harry suspiró, entendiendo lo que Ron había dicho ("¿Qué? ¡Es ella la idiota!").

—No, Ron, tú has sido el idiota —le dijo Hermione entrecerrando los ojos y mirándole furiosa.

Charlie y Bill desayunaban junto a los gemelos. Desde ahí vieron como Ginny se sentaba junto a Michael.

—¿Quién es ese? —preguntó Bill con el ceño fruncido.

—Oh, es el novio de Ginny. Un idiota de Ravenclaw —dijo Fred intentando parecer indiferente pero fallando estrepitosamente en el intento.

—Bueno, supongo que ya habréis pensado algo, ¿No? —les preguntó Charlie.

—¿Pensado algo? —preguntó George extrañado.

—¡Claro! ¿Es que no pensáis hacer nada? Ya sabéis, meterle miedo o algo —explicó Bill como si fuera lo más normal del mundo y Charlie asintió. No iban a permitir que nadie toque a su hermanita.

—Deberiamos hacer algo —admitió George convencido, sin saber del todo la razón por la cual no había hecho nada hasta el momento (N.A. Tal vez un conjuro Moco Murcielagos les recuerde el por que xD Aun que yo les apoyo).

—Oh... —dijo Fred mirando a George maliciosamente—. ¿Estás pensando lo mismo que yo?

—¿Remolacha con bigotes?

—¡Remolacha con bigotes!

—¿En que estáis pensando? —inquirió Charlie.

—Oh, lo sabrás, créeme que lo sabrás —aseguró George con una maliciosa sonrisa.

La mayoría en el Gran Comedor ya había terminado de desayunar (a excepción de Ron, Crabbe, Goyle y unos pocos mas). El profesor Dumbledore se puso en pie, hizo que todos se levantaran e hizo desaparecer las mesas y los bancos colocando los cómodos sillones que puso el día anterior.

—Bien, ahora que hemos terminado de desayunar me gustaría que empezáramos inmediatamente con la lectura para terminar con el primer libro cuanto antes, ¿Hay alguien que se ofrezca como voluntario para comenzar con la lectura?

—Yo lo haré —se ofreció Charity Burbage, la profesora de Estudios Muggle. Caminó hasta el montón de libros que seguía en el mismo lugar que el día anterior, abrió el primer libro por el capítulo correspondiente y leyó en voz alta—. A través de la trampilla.

Harry, Ron y Hermione compartieron una mirada cómplice, aquí estaba el climax y la resolución de su primera gran aventura.

En años venideros, Harry nunca pudo recordar cómo se las había arreglado para hacer sus exámenes, cuando una parte de él esperaba que Voldemort entrara por la puerta en cualquier momento.

Muchos se estremecieron y pensaron que, de ser ellos, no abrían sido capaces de pasar los exámenes así.

Sin embargo, los días pasaban y no había dudas de que Fluffy seguía bien y con vida, detrás de la puerta cerrada.

Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban por escrito. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.

Fred y George compartieron una mirada cómplice, llevaban años planeando crear un método para evitar ese encantamiento y, al parecer, aún no habían dejado la idea.

También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno a uno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratón en una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdían si tenían bigotes. Snape los puso nerviosos a todos, respirando sobre sus nucas mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.

Muchos suspiraron, los exámenes con Snape eran, y sin exagerar, una tortura.

Harry lo hizo todo lo mejor que pudo, tratando de hacer caso omiso de las punzadas que sentía en la frente, un dolor que le molestaba desde la noche que había estado en el bosque. Neville pensaba que Harry era un caso grave de nerviosismo, porque no podía dormir por las noches. Pero la verdad era que Harry se despertaba por culpa de su vieja pesadilla, que se había vuelto peor, porque la figura encapucha da aparecía chorreando sangre.

Casi todos se estremecieron con el recuerdo del ultimo capitulo que leyeron anoche.

Tal vez porque ellos no habían visto lo que Harry vio en el bosque, o porque no tenían cicatrices ardientes en la frente, Ron y Hermione no parecían tan preocupados por la Piedra como Harry. La idea de Voldemort los atemorizaba, des de luego, pero no los visitaba en sueños y estaban tan ocupados repasando que no les quedaba tiempo para inquietarse por lo que Snape o algún otro estuvieran tramando.

El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. 
Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Harry no pudo dejar de alegrarse con el resto.

—Normal —dijeron los alumnos sonriendo. El que los exámenes acabaran hacia feliz a cualquiera.

Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione, cuando se reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente.

Muchos rodaron los ojos pero Remus sonrió a Hermione, contento de que se esforzara. Tal vez se debía a que se sentía identificado con ella pero Remus no podía evitar alegrarse con sus logros.

A Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Ron dijo que iba a ponerse malo, así que se fueron hacia el lago y se dejaron caer bajo un árbol. Los gemelos Weasley y Lee Jordan se dedicaban a pinchar los tentáculos de un calamar gigante que tomaba el sol en la orilla.

Algunos rieron mientras otros negaban con la cabeza, pobre calamar.

Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la hierba—. Puedes alegrarte un poco, Harry, aún falta una semana para que sepamos lo mal que nos fue, no hace falta preocuparse ahora.

Harry se frotaba la frente.

¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló enfadado—. Mi cicatriz sigue doliéndome. Me ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguido como ahora.

Muchos en el Gran Comedor se preguntaban lo mismo, ellos no sabían los problemas de Harry con su cicatriz, todo esto era nuevo para ellos.

Ve a ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione.

No estoy enfermo —dijo Harry—. Creo que es un aviso... significa que se acerca el peligro...

Algunos se alterando levemente. El peligro no era bueno.

Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor.

Harry, relájate, Hermione tiene razón, la Piedra está segura mientras Dumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de que Snape encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una vez, no va a intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al quidditch en el equipo de Inglaterra antes de que Hagrid traicione a Dumbledore.

—¡Oye! —se quejó Neville divertido, sabiendo que era cierto mientras algunos reian.

Harry asintió, pero no pudo evitar la furtiva sensación de que se había olvidado de hacer algo, algo importante. Cuando trató de explicarlo, Hermione dijo:

Eso son los exámenes. Yo me desperté anoche y estuve a punto de mirar mis apuntes de Transformación, cuando me acordé de que ya habíamos hecho ese examen.

Muchos asintieron pero Harry negó con la cabeza.

—No, Hermione, claro que no era eso.

Pero Harry estaba seguro de que aquella sensación inquietante nada tenía que ver con los exámenes. Vio una lechuza que volaba hacia el colegio, por el brillante cielo azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le había enviado cartas. Hagrid nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría a nadie cómo pasar ante Fluffy... nunca... Pero...

Harry, súbitamente, se puso de pie de un salto.

Todos miraron a Harry sorprendidos, ¿De qué se había percatado?

¿Adónde vas? —preguntó Ron con aire soñoliento.

Acabo de pensar en algo —dijo Harry. Se había puesto pálido—. Tenemos que ir a ver a Hagrid ahora.

La gente seguía mirando a Harry en busca de una explicación, explicación que el azabache no dio.

¿Por qué? —suspiró Hermione, levantándose.

—¡Eso queremos saber todos! —exclamó Dean tan alterado como el resto.

¿No os parece un poco raro —dijo Harry, subiendo por la colina cubierta de hierba— que lo que más deseara Hagrid fuera un dragón, y que de pronto aparezca un desconocido que casualmente tiene un huevo en el bolsillo? ¿Cuánta gen te anda por ahí con huevos de dragón, que están prohibidos por las leyes de los magos? Qué suerte tuvo al encontrar a Hagrid, ¿verdad? ¿Por qué no se me ocurrió antes?

Entonces la comprensión llegó al Gran Comedor. Todos miraban a Harry impresionados.

—Impresionante —dijo Moody con los ojos muy abiertos.

—En efecto, Alastor —asintió Dumbledore con orgullo.

—Sí, es algo que hemos pasado todos por alto —coincidió Remus impresionado.

—Me siento derrotada por un niño de once años —se quejó Tonks.

—¡Señor Potter! —le llamó Moody—. ¿Ha pensado convertirse en auror? Le veo más que capacitado para el puesto.

Los profesores asintieron y Harry sonrió satisfecho. Llevaba un tiempo pensando que quería convertirse en auror, y que el mismísimo Ojoloco Moody, el ex-auror que había apresado a la mitad de Azkaban le dijese que tenía talento para el puesto le hacía sentir increíblemente bien.

¿En qué estás pensando? —preguntó Ron, pero Harry echó a correr por los terrenos que iban hacia el bosque, sin contestarle.

Hagrid estaba sentado en un sillón, fuera de la casa, con los pantalones y las mangas de la camisa arremangados, y desgranaba guisantes en un gran recipiente.

Hola —dijo sonriente—. ¿Habéis terminado los exámenes? ¿Tenéis tiempo para beber algo?

Sí, por favor —dijo Ron, pero Harry lo interrumpió.

No, tenemos prisa, Hagrid, pero tengo que preguntar te algo ¿Te acuerdas de la noche en que ganaste a Norberto? ¿Cómo era el desconocido con el que jugaste a las cartas?

No lo sé —dijo Hagrid sin darle importancia—. No se quitó la capa.

Vio que los tres chicos lo miraban asombrados y levantó las cejas.

—No es algo raro —les explicó Remus.

No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco, el bar de la aldea. Podría ser un traficante de dragones, ¿no? No llegué a verle la cara porque no se quitó la capucha.

Harry se dejó caer cerca del recipiente de los guisantes.

¿De qué hablaste con él, Hagrid? ¿Mencionaste Hogwarts?

Puede ser —dijo Hagrid, con rostro ceñudo, tratando de recordar—. Sí... Me preguntó qué hacía y le dije que era guardabosques aquí... Me preguntó de qué tipo de animales me ocupaba... se lo expliqué... y le conté que siempre había querido tener un dragón... y luego... no puedo recordarlo bien, porque me invitó a muchas copas. Déjame ver... ah sí, me dijo que tenía el huevo de dragón y que podía jugarlo a las cartas si yo quería... pero que tenía que estar seguro de que iba a poder con él, no quería dejarlo en cualquier lado... Así que le dije que, después de Fluffy, un dragón era algo fácil.

Muchos tragaron saliva nerviosos.

¿Y él... pareció interesado en Fluffy? —preguntó Harry, tratando de conservar la calma.

Bueno... sí... es normal. ¿Cuántos perros con tres cabezas has visto? Entonces le dije que Fluffy era buenísimo si uno sabía calmarlo: tocando música se dormía en seguida...

—¡No! —exclamaron muchos.

Hagrid no podía estar más avergonzado, miraba fijamente el suelo, se frotaba las manos sin parar y su piel parecía una remolacha.

De pronto Hagrid pareció horrorizado.

¡No debí decir eso! —estalló—. ¡Olvidad que lo dije! Eh... ¿adónde vais?

Harry, Ron y Hermione no se hablaron hasta llegar al vestíbulo de entrada, que parecía frío y sombrío, después de haber estado en el parque.

Tenemos que ir a ver a Dumbledore —dijo Harry—. Hagrid le dijo al desconocido cómo pasar ante Fluffy, y sólo podía ser Snape o Voldemort, debajo de la capa... No fue difícil, después de emborrachar a Hagrid. Sólo espero que Dumbledore nos crea. Firenze nos respaldará, si Bane no lo detiene.

Todos asintieron con fuerza, esto había que contárselo a Dumbledore.

—Por fin una buena decisión —dijo la profesora McGonagall mientras intentaba pensar que era lo que había hecho que el trío no hubiese podido darle la noticia a Dumbledore.

¿Dónde está el despacho de Dumbledore?

—¡En serio! —bufaron muchos alterados.

Miraron alrededor, como si esperaran que alguna señal se lo indicara. Nunca les habían dicho dónde vivía Dumbledore, ni conocían a nadie a quien hubieran enviado a verlo.

Tendremos que... —empezó a decir Harry pero súbita mente una voz cruzó el vestíbulo.

¿Qué estáis haciendo los tres aquí dentro?

Era la profesora McGonagall, que llevaba muchos libros.

Queremos ver al profesor Dumbledore —dijo Hermio ne con valentía, según les pareció a Ron y Harry.

¿Ver al profesor Dumbledore? —repitió la profesora, como si pensara que era algo inverosímil—. ¿Por qué?

Harry tragó: «¿Y ahora qué?».

—¡Invéntate algo! —le urgieron muchos.

Es algo secreto —dijo, pero de inmediato deseó no haberlo hecho, porque la profesora McGonagall se enfadó.

—¡Harry! ¿En serio? —le recriminaron los gemelos Weasley.

El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con frialdad—. Recibió una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para Londres de inmediato.

—¡Oh, pero como es posible tener tanta mala suerte! —se quejaron muchos.

—¡Maldito ministerio! —bufó Sirius.

¿Se fue? —preguntó Harry con aire desesperado—. ¿Ahora?

El profesor Dumbledore es un gran mago, Potter, y tiene muchos compromisos...

—¡Pero esto es más importante! —se quejaban algunos.

Pero esto es importante.

¿Algo que tú tienes que decir es más importante que el ministro de Magia, Potter?

—¡Sí! —gritaban muchos.

Harry estaba enormemente sorprendido al ver lo alterados y lo inmersos en la historia que estaban la mayoría.

Mire —dijo Harry dejando de lado toda precaución—, profesora, se trata de la Piedra Filosofal...

Fue evidente que la profesora McGonagall no esperaba aquello.

—¡Por supuesto que no lo esperaba! —dijo la profesora McGonagall resoplando—. ¿Cómo iba a suponer que un trío de alumnos de primero sabía sobre la piedra?

Todos asintieron, ninguno de ellos lo supo en su momento.

Los libros que llevaba se deslizaron al suelo y no se molestó en recogerlos.

¿Cómo es que sabes...? —farfulló.

Profesora, creo... sé... que Sna... que alguien va a tratar de robar la Piedra. Tengo que hablar con el profesor Dumbledore.

Todos asintieron.

—Créales profesora, créales —rogaban muchos.

La profesora lo miró entre impresionada y suspicaz.

El profesor Dumbledore regresará mañana —dijo finalmente—. No sé cómo habéis descubierto lo de la Piedra, pero quedaos tranquilos. Nadie puede robarla, está demasiado bien protegida.

—¡No lo está! —exclamaron muchos alterados. McGonagall estaba tremendamente arrepentida por no haberles creído.

Pero profesora...

Harry sé de lo que estoy hablando —dijo en tono cortante.

—No lo sabía —se disculpó avergonzada la profesora.

Se inclinó y recogió sus libros—. Os sugiero que salgáis y disfrutéis del sol.

Pero no lo hicieron.

Será esta noche —dijo Harry una vez que se asegura ron de que la profesora McGonagall no podía oírlos—. Snape pasará por la trampilla esta noche. Ya ha descubierto todo lo que necesitaba saber y ahora ha conseguido quitar de en me dio a Dumbledore. Él envió esa nota, seguro que el ministro de Magia tendrá una verdadera sorpresa cuando aparezca Dumbledore.

Todos los alumnos volvieron a mirar a Harry impresionados por su increíble capacidad de ver lo que hay detrás de cada acto.

—Debo decir que yo ya había previsto eso, pero eso no quita el que tu teniendo once años lo hayas entendido sea una hazaña increíble —le aseguró Remus sonriendo, tremendamente orgulloso de él.

Pero ¿qué podemos...?

Hermione tosió. Harry y Ron se volvieron.

Snape estaba allí.

Todos tragaron saliva pensando que Snape era el culpable.

Buenas tardes —dijo amablemente. Lo miraron sin decir nada.

No deberíais estar dentro en un día así —dijo con una rara sonrisa torcida.

Nosotros... —comenzó Harry, sin idea de lo que diría.

Debéis ser más cuidadosos —dijo Snape—. Si os ven andando por aquí, pueden pensar que vais a hacer alguna cosa mala. Y Gryffindor no puede perder más puntos, ¿no es cierto?

Sirius gruñó algo enojado.

Harry se ruborizó. Se dieron media vuelta para irse, pero Snape los llamó.

Ten cuidado, Potter, otra noche de vagabundeos y yo personalmente me encargaré de que te expulsen. Que pases un buen día.

Se alejó en dirección a la sala de profesores.

Una vez fuera, en la escalera de piedra, Harry se volvió hacia sus amigos.

Bueno, esto es lo que tenemos que hacer —susurró con prisa—. Uno de nosotros tiene que vigilar a Snape, esperar fuera de la sala de profesores y seguirlo si sale. Hermione, mejor que eso lo hagas tú.

—Es un buen plan —aceptó Moddy.

¿Por qué yo?

Es obvio —intervino Ron—. Puedes fingir que estás esperando al profesor Flitwick, ya sabes cómo —la imitó con voz aguda—: «Oh, profesor Flitwick, estoy tan preocupada, creo que tengo mal la pregunta catorce b...».

Algunos rieron brevemente aligerando el tenso ambiente que había.

Oh, cállate —dijo Hermione, pero estuvo de acuerdo en ir a vigilar a Snape.

Y nosotros iremos a vigilar el pasillo del tercer piso —dijo Harry a Ron—. Vamos.

Pero aquella parte del plan no funcionó. Tan pronto como llegaron a la puerta que separaba a Fluffy del resto del colegio, la profesora McGonagall apareció otra vez, salvo que ya había perdido la paciencia.

—Profesora... —se quejaron muchos.

Supongo que creeréis que sois los mejores para vencer todos los encantamientos —dijo con rabia—. ¡Ya son suficientes tonterías! Si me entero de que habéis vuelto por aquí, os quitaré otros cincuenta puntos para Gryffindor. ¡Sí, Weasley, de mi propia casa!

Todos soltaban bufidos y quejidos. La profesora McGonagall solo estaba haciendo más difícil el que protegieran la piedra.

Harry y Ron regresaron a la sala común. Justo cuando Harry acababa de decir: «Al menos Hermione está detrás de Snape», el retrato de la Dama Gorda se abrió y apareció la muchacha.

—¿Qué? —preguntaron muchos algo alterados, ¿Por qué todo iba de mal en peor?

¡Lo siento, Harry! —se quejó—. Snape apareció y me preguntó qué estaba haciendo, así que le dije que esperaba al profesor Flitwick. Snape fue a buscarlo, yo tuve que irme y no sé adónde habrá ido Snape.

—Qué asco —bufó Cho, molesta por que todo saliera de la peor manera posible.

Bueno, no queda otro remedio, ¿verdad?

Muchos le miraron asombrados.

—¿Vas a hacer lo que creo que vas a hacer? —le preguntó Remus totalmente pálido.

Los otros dos lo miraron asombrados. Estaba pálido y los ojos le brillaban.

Iré esta noche y trataré de llegar antes y conseguir la Piedra.

—¡Estás loco! —gritaron muchos alterado.

¡Estás loco! —dijo Ron.

Esta vez nadie rió por la coincidencia.

¡No puedes! —dijo Hermione—. ¿Después de todo lo que han dicho Snape y McGonagall? ¡Te van a expulsar!

—¡¿Eso es lo que te preocupa?! —bufó Remus tan alterado como el resto.

¿Y qué? —gritó Harry—. ¿No comprendéis? ¡Si Snape consigue la Piedra, es la vuelta de Voldemort! ¿No habéis oído cómo eran las cosas cuando él trataba de apoderarse de todo? ¡Ya no habrá ningún colegio para que nos expulsen! ¡Lo destruirá o lo convertirá en un colegio para las Artes Oscuras! ¿No os dais cuenta de que perder puntos ya no importa? ¿Creéis que él dejará que vosotros y vuestras familias estéis tranquilos, si Gryffindor gana la copa de la casa? Si me atrapan antes de que consiga la Piedra, bueno, tendré que volver con los Dursley y esperar a que Voldemort me encuentre allí. Será sólo morir un poquito más tarde de lo que debería haber muerto, porque nunca me pasaré al lado tenebroso. Voy a entrar por esa trampilla, esta noche, y nada de lo que digáis me detendrá. Voldemort mató a mis padres, ¿lo recordáis?

Todos se estremecieron y miraron a Harry impresionados por su resolución y por su valentía. Realmente era un chico de otra categoría no uno como cualquiera de ellos.

Los miró con furia.

Tienes razón, Harry —dijo Hermione, casi sin voz.

Voy a llevar la capa invisible —dijo Harry—. Es una suerte haberla recuperado.

Pero ¿nos cubrirá a los tres? —preguntó Ron.

Ron sonrió, orgulloso de sí mismo.

¿A... nosotros tres?

—¿En serio pensabas que te íbamos a dejar ir solo? —le preguntó Hermione sonriendo.

—Me alegro de no haber ido solo —confesó Harry—. No lo habría logrado.

—Cierto, eso es gracias a ti Hermione —dijo Ron sonriendo y Harry le dio un golpe en la cabeza—. ¡Hey!

—Te dije que te pegaría cada vez que te quites importancia, ¡Quien completó una de las pruebas el solo!

—Bueno, pero lo mío fue solo un jue...

—¿Quieres que te pegue otra vez?

—Vale, está bien. Soy un héroe fantástico y supremo, ¿Mejor?

—Mucho mejor —dijo Harry sonriendo y le hizo una seña a la profesora para que siguiese leyendo.

Oh, vamos, ¿no pensarás que te vamos a dejar ir solo?

Por supuesto que no —dijo Hermione con voz enérgica—. ¿Cómo crees que vas a conseguir la Piedra sin nosotros? Será mejor que vaya a buscar en mis libros, tiene que haber algo que nos sirva...

Pero si nos atrapan, también os expulsarán a vosotros.

No, si yo puedo evitarlo —dijo Hermione con severidad—. Flitwick me dijo en secreto que en su examen tengo ciento doce sobre cien. No me van a expulsar después de eso.

—¡Un ciento doce sobre cien! —dijeron muchos impresionados.

Tras la cena, los tres se sentaron en la sala común, lejos de todos. Nadie los molestó: después de todo, ninguno de los de Gryffindor hablaba con Harry,

Molly y Sirius fulminaron a todos los Gryffindor con la mirada mientras ellos se encogían en sus asientos.

pero ésa fue la primera no che que no le importó. Hermione revisaba sus apuntes, con fiando en encontrar algunos de los encantamientos que deberían conjurar. Harry y Ron no hablaban mucho. Ambos pensaban en lo que harían.

—Sigo sin creerme que un trío de mocosos de primero intentase pasar por la pruebas que nosotros, ¡Los profesores! colocamos —dijo Snape algo alterado.

—Cierto, eran pruebas preparadas para que nadie, ni un brujo adulto y poderoso pudiera pasar. Entiendo que el culpable, que se ha pasado todo el curso estudiando como pasar por esas pruebas pudiera hacerlo... ¿Pero vosotros? ¡Tres niños de primero que ni siquiera sabían las pruebas a las que se tenían que enfrentar! 

—dijo el pequeño profesor Filtwick.

Todos tenían los ojos muy abiertos, era de locos.

Poco a poco, la sala se fue vaciando y todos se fueron a acostar.

Será mejor que vayas a buscar la capa —murmuró Ron, mientras Lee Jordan finalmente se iba, bostezando y desperezándose. Harry corrió por las escaleras hasta su dor mitorio oscuro. Sacó la capa y entonces su mirada se fijó en la flauta que Hagrid le había regalado para Navidad. La guardó para utilizarla con Fluffy: no tenía muchas ganas de cantar...

—Gran idea —le felicitó Tonks.

Regresó a la sala común.

Es mejor que nos pongamos la capa aquí y nos aseguremos de que nos cubra a los tres... si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por ahí...

La sala comenzaba a llenarse de tensión.

¿Qué vais a hacer? —dijo una voz desde un rincón. Neville apareció detrás de un sillón, aferrado al sapo Trevor, que parecía haber intentado otro viaje a la libertad.

Todos miraban a Neville exasperados, no había tiempo para esto.

Nada, Neville, nada —dijo Harry, escondiendo la capa detrás de la espalda.

Neville observó sus caras de culpabilidad.

Vais a salir de nuevo —dijo.

No, no, no —aseguró Hermione—. No, no haremos nada. ¿Por qué no te vas a la cama, Neville?

Harry miró al reloj de pie que había al lado de la puerta. No podían perder más tiempo, Snape ya debía de estar haciendo dormir a Fluffy.

No podéis iros —insistió Neville—. Os volverán a atrapar. Gryffindor tendrá más problemas.

Tú no lo entiendes —dijo Harry—. Esto es importante.

—Lo siento —se disculpó Neville muy arrepentido—. Si llego a saber porque era...

—No te preocupes Neville, no importa —le tranquilizó Hermione sonriendo.

Pero era evidente que Neville haría algo desesperado.

No dejaré que lo hagáis —dijo, corriendo a ponerse frente al agujero del retrato—. ¡Voy... voy a pelear con vosotros!

—¡Neville! —se quejaron muchos.

¡Neville! —estalló Ron—. ¡Apártate de ese agujero y no seas idiota!

¡No me llames idiota! —dijo Neville—. ¡No me parece bien que sigáis faltando a las reglas! ¡Y tú fuiste el que me dijo que hiciera frente a la gente!

—Pero no a nosotros... —se quejó Ron.

Sí, pero no a nosotros —dijo irritado Ron—. Neville, no sabes lo que estás haciendo.
Dio un paso hacia Neville y el chico dejó caer al sapo Trevor, que desapareció de la vista.
¡Ven entonces, intenta pegarme! —dijo Neville, levantando los puños—. ¡Estoy listo!

—Oh, Neville, ni que fuera a pegarte —bufó Ron.

Harry se volvió hacia Hermione.

Haz algo —dijo desesperado. Hermione dio un paso adelante.

Neville —dijo—, de verdad, siento mucho, mucho, esto.

Todos miraron a Hermione extrañados, ¿Qué iba a hacer?

Levantó la varita.

—¡¿Vas a hechizarle?! —se sorprendieron muchos.

—Era necesario —se excusó ella.

—Oh, ¿Y no podías explicárselo? —sugirió Luna.

—¡No había tiempo, me sentía presionada y, por Merlín, tenía once años! —se quejaba Hermione.

¡Petrificus totalus! —gritó, señalando a Neville.

Los brazos de Neville se pegaron a su cuerpo. Sus piernas se juntaron. Todo el cuerpo se le puso rígido, se balanceó y luego cayó bocabajo, rígido como un tronco.

Hermione corrió a darle la vuelta. Neville tenía la mandíbula rígida y no podía hablar. Sólo sus ojos se movían, mirándolos horrorizado.

—Lo lamento, Neville —se disculpó Hermione.

—No pasa nada, era culpa mía —le tranquilizó Neville sonriendo.

¿Qué le has hecho? —susurró Harry.

Es la Inmovilización Total —dijo Hermione angustia da—. Oh, Neville, lo siento tanto...

Lo comprenderás después, Neville —dijo Ron, mientras se alejaban para cubrirse con la capa invisible.

—Ahora lo entiendo —dijo sonriendo.

Pero dejar a Neville inmóvil en el suelo no parecía un buen augurio. En aquel estado de nervios, cada sombra de una estatua les parecía que era Filch, y cada silbido lejano del viento les parecía Peeves que los perseguía.

Al pie de la primera escalera, divisaron a la Señora Norris.

—Oh, primero Neville y ahora esto —se quejaron muchos.

Oh, vamos a darle una patada, sólo una vez —murmuró Ron en el oído de Harry,

—¡Hacerlo! —gritaron los gemelos.

que negó con la cabeza.

—Oh... —se quejaron los gemelos.

Mientras pasaban con cuidado al lado de la gata, ésta volvió la cabeza con sus ojos como linternas, pero no los vio.

Algunos suspiraron.

No se encontraron con nadie más, hasta que llegaron a la escalera que iba al tercer piso. Peeves estaba flotando a mitad de camino, aflojando la alfombra para que la gente tropezara.

—Neville, la Señora Norris y ahora Peeves... —se quejó Lavender exasperada.

—¿Pero cómo lo hacéis para tener tanta mala suerte? —bufó Seamus.

¿Quién anda por ahí? —dijo súbitamente, mientras subían hacia él. Entornó sus malignos ojos negros—. Sé que estáis aquí, aunque no pueda veros. ¿Aparecidos, fantasmas o estudiantillos detestables?

Se elevó en el aire y flotó, mirándolos de soslayo.

Llamaré a Filch, debo hacerlo, si algo anda por ahí y es invisible.

—¡Oh, por Merlín! —se quejaban todos, ¿Cómo saldría el trío de esta?

Harry tuvo súbitamente una idea.

Todos escuchaban con atención.

Peeves —dijo en un ronco susurró—, el Barón Sanguinario tiene sus propias razones para ser invisible.

—¡Increíble! —gritaron muchos.

—¡Genial ¡Estupendo! ¡Impresionante! —le felicitaron los gemelos mientras Sirius y Remus le miraban con orgullo.

Peeves casi se cayó del aire de la impresión. Se sostuvo a tiempo y quedó a unos centímetros de la escalera.

Lo siento mucho, sanguinaria señoría —dijo en tono meloso—. Fue por mi culpa, ha sido una equivocación... no lo vi... por supuesto que no, usted es invisible, perdone al viejo Peeves por su broma, señor.

Tengo asuntos aquí, Peeves —gruñó Harry—. Manténte lejos de este lugar esta noche.

Lo haré, señoría, desde luego que lo haré —dijo Peeves, elevándose otra vez en el aire—. Espero que los asuntos del señor barón salgan a pedir de boca, yo no lo molestaré.

—¡Sí! —rugieron muchos más que satisfechos.

—Perfecto, Harry —le felicitaron otros.

Y desapareció.

¡Genial, Harry! —susurró Ron.

Unos pocos segundos más tarde estaban allí, en el pasillo del tercer piso. La puerta ya estaba entreabierta.

—Oh, no... —empezaron a murmurar algunos nerviosos.

Bueno, ya lo veis —dijo Harry con calma—. Snape ya ha pasado ante Fluffy.

Muchos tragaron saliva alterados. Ya iban tarde.

Ver la puerta abierta les hizo tomar plena conciencia de aquello a lo que tenían que enfrentarse. Por debajo de la capa, Harry se volvió hacia los otros dos.

Si queréis regresar, no os lo reprocharé —dijo—. Podéis llevaros la capa, no la voy a necesitar.

—¡Oh, Harry! No íbamos a dejarte solo... —dijo Hermione y Ron asintió con la cabeza.

No seas estúpido —dijo Ron.

Vamos contigo —dijo Hermione.

Harry les sonrió, sin duda tenía los mejores amigos que alguien podía tener.

Harry empujó la puerta.

Todos en la sala se tensaron. Ahora comenzaba el verdadero desafío.

Cuando la puerta crujió, oyeron unos gruñidos. Los tres hocicos del perro olfateaban en dirección a ellos, aunque no podía verlos.

Todos se estremecieron imaginándose el perro de tres cabezas.

¿Qué tiene en los pies? —susurró Hermione.

Parece un arpa —dijo Ron—. Snape debe de haberla dejado ahí.

Debe despertarse en el momento en que se deja de tocar —dijo Harry—. Bueno, empecemos...

Se llevó a los labios la flauta de Hagrid y sopló. No era exactamente una melodía, pero desde la 
primera nota los ojos de la bestia comenzaron a cerrarse. Harry casi ni respiraba. Poco a poco, los gruñidos se fueron apagando, se balanceó, cayó de rodillas y luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.

Algunos suspiraron algo aliviados pero sin relajarse del todo.

Sigue tocando —advirtió Ron a Harry, mientras salía de la capa y se arrastraba hasta la trampilla. Podía sentir la respiración caliente y olorosa del perro, mientras se aproximaba a las gigantescas cabezas.

Creo que podemos abrir la trampilla —dijo Ron, es piando por encima del lomo del perro—. ¿Quieres ir delante, Hermione?

—¡Que caballero! —dijo Ginny burlona.

¡No, no quiero!

—Normal —dijeron muchos.

Muy bien. —Ron apretó los dientes y anduvo con cuidado sobre las patas del perro. Se inclinó y tiró de la argolla de la trampilla, que se levantó y abrió.

¿Qué puedes ver? —preguntó Hermione con ansiedad.

Nada... sólo oscuridad... no hay forma de bajar, hay que dejarse caer.

La tensión en la sala aumentaba, ¿Dejarse caer al vació?

Harry, que seguía tocando la flauta, hizo un gesto para llamar la atención de Ron y se señaló a sí mismo.

—¿Cómo no? —bufó Ginny molesta—. Siempre tienes que arriesgarte tu primero...

¿Quieres ir primero? ¿Estás seguro? —dijo Ron—. No sé cómo es de profundo ese lugar. Dale la flauta a Hermione, para que pueda seguir haciéndolo dormir.

Harry le entregó la flauta y, en esos segundos de silencio, el perro gruñó y se estiró, pero en cuanto Hermione comenzó a tocar volvió a su sueño profundo.

Harry se acercó y miró hacia abajo. No se veía el fondo.

La tensión crecía por momentos.

Se descolgó por la abertura y quedó suspendido de los dedos. Miró a Ron y dijo:

Si algo me sucede, no sigáis. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore. ¿De acuerdo?

—Teníais que haber comenzado por eso —les reprochó Remus.

De acuerdo —respondió Ron.

Nos veremos en un minuto, espero...

Algunos tragaron saliva.

Y Harry se dejó caer. Frío, aire húmedo mientras caía, caía, caía y..

—¡¿Y?! —dijeron muchos alterados por el silencio momentáneo que había dejado la profesora.

¡PAF! Aterrizó en algo mullido, con un ruido suave y extraño.

Muchos dejaron salir una bocanada de aire.

Se incorporó y miró alrededor, con ojos desacostumbrados a la penumbra. Parecía que estaba sentado sobre una especie de planta.

La profesora Sprout se alteró momentáneamente, esa era su prueba y sabía en qué consistía. Estaba preocupada por el trío.

¡Todo bien! —gritó al cuadradito de luz del tamaño de un sello, que era la abertura de la trampilla—. ¡Fue un aterrizaje suave, puedes saltar!

La profesora Sprout se tensaba cada vez mas y todos lo notaron.

Ron lo siguió de inmediato. Aterrizó al lado de Harry

¿Qué es esta cosa? —fueron sus primeras palabras.

No sé, alguna clase de planta. Supongo que está aquí para detener la caída. ¡Vamos, Hermione!

—Harry... Esto no me huele nada bien —comentó Remus preocupado y muchos asintieron.

La música lejana se detuvo. Se oyó un fuerte ladrido, pero Hermione ya había saltado. Cayó al otro lado de Harry.

Debemos de estar a kilómetros debajo del colegio —dijo la niña.

Me alegro de que esta planta esté aquí —dijo Ron.

¿Te alegras? —gritó Hermione—. ¡Miraos!

La tensión volvió a la sala de golpe.

Hermione saltó y chocó contra una pared húmeda. Tuvo que luchar porque, en el momento en que cayó, la planta comenzó a extenderse como una serpiente para sujetarle los tobillos.

—¡¿Qué?! —fue un grito común.

—¡Es un Lazo del Diablo! —exclamó Neville de pronto y miró al trío con preocupación.

Harry y Ron, mientras tanto, ya tenían las piernas totalmente cubiertas, sin que se hubieran dado cuenta.

Molly temblaba nuevamente, más que preocupada por el trío, y ella no era la única.

Hermione pudo liberarse antes de que la planta la atrapara. En aquel momento miraba horrorizada, mientras los chicos luchaban para quitarse la planta de encima, pero mientras más luchaban, la planta los envolvía con más rapidez.

—¡Oh, mierda! ¡Haced algo! —les urgió Oliver, tan alterado como el resto.

¡Dejad de moveros! —ordenó Hermione—. Sé lo que es esto. ¡Es Lazo del Diablo!

Oh, me alegro mucho de saber cómo se llama, es de gran ayuda —gruñó Ron, tratando de evitar que la planta trepara por su cuello.

—¡Ron! No es momento para tonterías —le recriminó Ginny muy nerviosa.

¡Calla, estoy tratando de recordar cómo matarla! —dijo Hermione.

¡Bueno, date prisa, no puedo respirar! —jadeó Harry, mientras la planta le oprimía el pecho.

—¡Haz algo! ¡Haz algo! —la urgieron muchos.

Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo la profesora Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...

—Que importa lo que le guste, ¡Piensa como matarla! —gruñó Sirius muy alterado.

¡Entonces enciende un fuego! —dijo Harry.

—¡Si! —dijeron casi todos.

—Bien pensado —le dijo la profesora Sprout sonriendo.

Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera! —gimió Hermione, retorciéndose las manos.

—¡¿QUE?! —rugió Malfoy tremendamente alterado—. ¡¿Es que te has vuelto loca?!

¿TE HAS VUELTO LOCA? —preguntó Ron—. ¿ERES UNA BRUJA O NO?

¡Oh, de acuerdo! —dijo Hermione. Agitó su varita, murmuró algo y envió a la planta unas llamas azules como las que había utilizado con Snape. En segundos, los dos muchachos sintieron que se aflojaban las ligaduras, mientras la planta se retiraba a causa de la luz y el calor. Retorciéndose y alejándose, se desprendió de sus cuerpos y pudieron moverse.

—Bua... En serio... Casi me muero de la preocupación —confesó Cho respirando de manera agitada y muchos otros asintieron con fuerza.

Me alegro de que hayas aprendido bien Herbología, Hermione —dijo Harry, mientras se acercaba a la pared, secándose el sudor de la cara.

—Y que lo digas —dijo Dean suspirando aliviado.

Sí —dijo Ron—, y yo me alegro de que Harry no pierda la cabeza en las crisis. Porque eso de «no tengo madera»... francamente...

—Muy cierto también —opinó Hermione mientras se tomaba un tiempo para reír por su estupidez.

Por aquí —dijo Harry, señalando un pasadizo de piedra que era el único camino.

—¡Oh, mierda, dejarlo! ¿No habéis visto que casi la palmáis con esa planta? No sigáis... —les rogó Sirius.

Lo único que podían oír, además de sus pasos, era el goteo del agua en las paredes. El pasadizo bajaba oblicuamente y Harry se acordó de Gringotts. Con un desagradable sobresalto, recordó a los dragones que decían que custodiaban las cámaras, en el banco de los magos. Si encontraban un dragón, un dragón más grande... Con Norberto ya habían tenido suficiente...

Todos asintieron con la cabeza varias veces.

¿Oyes algo? —susurró Ron.

Harry escuchó. Un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder de delante.

La tensión volvió a apoderarse de la sala.

¿Crees que será un fantasma?

No lo sé... a mí me parecen alas.

—¿Alas? —preguntaron algunos sin entender.

Llegaron hasta el final del pasillo y vieron ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.

¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó Ron.

—Es probable —contestó Remus asintiendo levemente con la cabeza.

Es probable —contestó Harry—. No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr.

Todos tragaron saliva, nerviosos por lo que podía ocurrir.

Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. Esperaba sentir picos agudos y garras desgarrando su cuerpo, pero no sucedió nada.

Muchos suspiraron aliviados pero la tensión no dejó la sala.

Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave.

—Bueno, eso era obvio —comentó Harry antes de que nadie le dijese nada—. Pero tenía que probar.

Los otros dos lo imitaron. Tiraron y empujaron, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora.

—Sí, lo sé, eso también era obvio, pero por probar... —dijo Hermione antes de que nadie tuviese tiempo para decirle que era una estupidez.

¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Ron.

Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —dijo Hermione.

Observaron los pájaros, que volaban sobre sus cabezas, brillando...

—¿Brillando? —preguntó Tonks frunciendo el ceño.

¿Brillando?

¡No son pájaros! —dijo de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves aladas, mirad bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación, mientras los otros observaban la bandada de llaves—. Sí... mirad ahí. ¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta!

—Bueno, al menos esta prueba no parece tan difícil —comentó Oliver.

¡Pero hay cientos de llaves!

—Bueno, eso es una pega —admitió Oliver.

Ron examinó la cerradura de la puerta.

Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente, como la manija.

—¡Excelente, excelente! —dijo el profesor Filtwick emocionado.

Cada uno cogió una escoba y de una patada estuvieron en el aire, remontándose entre la nube de llaves. Trataban de atraparlas, pero las llaves hechizadas se movían tan rápida mente que era casi imposible sujetarlas.

—Y eso es otra dificultad —tuvo que admitir nuevamente Oliver.

Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido con brusquedad en la cerradura.

—¡Bien! —rugieron algunos.

¡Es ésa! —gritó a los otros—. Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul brillante... las plumas están aplastadas por un lado.

Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y casi se cae de la escoba.

Algunos habrían reído pero la situación no era la adecuada. Incluso Fred y George que solían hacer comentarios estúpidos para relajar el ambiente estaban demasiado alterados como para decir nada.

¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con el ala estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione, quédate abajo y no la dejes descender. Yo trataré de atraparla. Bien:

—¡Buena estrategia! —le felicitó Oliver Wood sonriendo.

—Seras un buen capitán —comentó la profesora McGonagall.

¡AHORA!

Ron se lanzó en picado, Hermione subió en vertical, la llave los esquivó a ambos, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, Harry se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con una sola mano. Los vivas de Ron y Hermione retumbaron por la habitación.

Los mismo ocurría en el comedor.

Aterrizaron rápidamente y Harry corrió a la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces.

—Pobrecilla... —comentó Luna con una triste sonrisa.

¿Listos? —preguntó Harry a los otros dos, con la mano en la manija de la puerta. Asintieron. Abrió la puerta.

Los que se habían relajado al ver que Harry había superado la segunda prueba volvían a tensarse.

La habitación siguiente estaba tan oscura que no pu dieron ver nada. Pero cuando estuvieron dentro la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar un espectáculo asombroso.

Todos escuchaban expectantes.

Estaban en el borde de un enorme tablero de ajedrez, detrás de las piezas negras, que eran todas tan altas como ellos y construidas en lo que parecía piedra. Frente a ellos, al otro lado de la habitación, estaban las piezas blancas. Harry, Ron y Hermione se estremecieron: las piezas blancas no tenían rostros.

McGonagall sonrió, orgullosa de su prueba y deseosa de saber cómo el trío pudo completarla.

¿Ahora qué hacemos? —susurró Harry

Está claro, ¿no? —dijo Ron—. Tenemos que jugar para cruzar la habitación.

Algunos asintieron levemente.

Detrás de las piezas blancas pudieron ver otra puerta.

¿Cómo? —dijo Hermione con nerviosismo.

Creo —contestó Ron— que vamos a tener que ser piezas.

—¡¿Qué?! —preguntó (gritó) Molly, cada vez más preocupada.

—Es una locura... —dijo Remus—. Deberíais dejarlo de una vez y volver. Suficiente con que hayáis llegado hasta aquí.

Muchos asintieron pero sabían que eso no cambiaría nada, ellos seguirían adelante.

Se acercó a un caballero negro y levantó la mano para to car el caballo. De inmediato, la piedra cobró vida. El caballo dio una patada en el suelo y el caballero se levantó la visera del casco, para mirar a Ron.

—Wow —dejaron salir algunos impresionados.

¿Tenemos que... unirnos a ustedes para poder cruzar?

El caballero negro asintió con la cabeza. Ron se volvió a los otros dos.

Muchos tragaron saliva intentando permanecer calmados.

Esto hay que pensarlo... —dijo—. Supongo que tenemos que ocupar el lugar de tres piezas negras.

—Así es —confirmó McGonagall.

Harry y Hermione esperaron en silencio, mientras Ron pensaba. Por fin dijo:

Bueno, no os ofendáis, pero ninguno de vosotros es muy bueno en ajedrez...

No nos ofendemos —dijo rápidamente Harry—. Simplemente dinos qué tenemos que hacer.

Bueno, Harry, tú ocupa el lugar de ese alfil y tú, Hermione, ponte en lugar de esa torre, al lado de Harry.

—Unos lugares apropiados —comentó la profesora McGonagall sonriendo.

¿Y qué pasa contigo?

Yo seré un caballo.

Los que sabían jugar al ajedrez tragaron saliva, el caballo era una pieza que, frecuentemente, suele ser sacrificada por el bien de la partida pues no es una pieza demasiado útil (como la torre, el arfil o, por supuesto, la reina) pero suele pasar desapercibida, perfecta para esos casos.

Las piezas parecieron haber escuchado porque, ante esas palabras, un caballo, un alfil y una torre dieron la espalda a las piezas blancas y salieron del tablero, dejando libres tres cuadrados que Harry, Ron y Hermione ocuparon.

Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez —dijo Ron, mirando al otro lado del tablero—. Sí... mirad.

Un peón blanco se movió hacia delante.

Ron comenzó a dirigir a las piezas negras. Se movían silenciosamente cuando los mandaba. A Harry le temblaban las rodillas. ¿Y si perdían?

Todos estaban nerviosos por la misma razón y miraron a la profesora McGonagall en busca de una explicación.

—Me gustaría no responder a eso —dijo la profesora secamente y los nervios aumentaron.

Harry... muévete en diagonal, cuatro casillas a la derecha.

La primera verdadera impresión llegó cuando el otro caballo fue capturado. La reina blanca lo golpeó contra el tablero y lo arrastró hacia fuera, donde se quedó inmóvil, bocabajo.

Se escucharon varios gritos ahogados en la sala.

Tuve que dejar que sucediera —dijo Ron, conmovido—. Te deja libre para coger ese alfil. Vamos, Hermione.

Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no mostraban compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a lo largo de la pared. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry y Hermione del peligro.

—Y menos mal —agradeció Hermione con un suspiro.

Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas piezas blancas como las negras que habían perdido.

Ya casi estamos —murmuró de pronto—. Dejadme pensar... dejadme pensar.

La reina blanca volvió su cara sin rostro hacia Ron.

—Oh no... —murmuró Arthur temiéndose lo peor.

Sí... —murmuró Ron—. Es la única forma... tengo que dejar que me cojan.

—¡No! —gritaron muchos y Molly estaba cerca de quebrarse.

¡NO! —gritaron Harry y Hermione.

¡Esto es ajedrez! —dijo enfadado Ron—. ¡Hay que hacer algunos sacrificios! Yo daré un paso adelante y ella me cogerá... Eso te dejará libre para hacer jaque mate al rey, Harry.

Pero...

¿Quieres detener a Snape o no?

Ron...

—Ron tiene razón, Harry —dijo Sirius secamente y de manera muy seria.

¡Si no os dais prisa va a conseguir la Piedra!

No había nada que hacer.

Harry y Hermione suspiraron, ambos habían odiado ese momento.

¿Listo? —preguntó Ron, con el rostro pálido pero decidido—. Allá voy, y no os quedéis una vez que hayáis ganado.

Todos los hermanos Weasley miraban a Ron impresionados y no eran los únicos que lo miraban así.

Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione gritó, pero se quedó en su casillero. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Parecía desmayado.

—Oh, dios. Mi niño... —sollozaba la señora Weasley abrazada a un exageradamente pálido señor Weasley.
Hermione y Harry también lo estaban pasando fatal con el recuerdo pero el Ron tranquilo y sonriente a su lado aliviaba esa sensación.

Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de Harry. Habían ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de desesperación hacia Ron, Harry y Hermione corrieron hacia la salida y subieron por el siguiente pasadizo.

¿Y si él está...?

—¡Ni lo digas! —gruñeron muchos.

Él estará bien —dijo Harry, tratando de convencerse a sí mismo—. ¿Qué crees que nos queda?

Tuvimos a Sprout en el Lazo del Diablo, Flitwick debe de haber hechizado las llaves, y 
McGonagall transformó a las piezas de ajedrez. Eso nos deja el hechizo de Quirrell y el de Snape...

Habían llegado a otra puerta.

Todos estaban nuevamente tensos.

¿Todo bien? —susurró Harry.

Adelante.

Harry empujó y abrió.

Un tufo desagradable los invadió, haciendo que se taparan la nariz con la túnica. Con ojos que lagrimeaban debido al olor, vieron, aplastado en el suelo frente a ellos, un trol más grande que el que habían derribado,

—¡¿Otro trol?! —gruñeron muchos con los ojos exageradamente abiertos.

—Estaba desmayado —informó Hermione para tranquilizarles y Harry y Ron la fulminaron con la mirada—. ¿Qué?

—No les cuentes cosas —dijo Harry algo molesto.

—Hay que darle emoción —dijo Ron también algo molesto.

Hermione se encogió de hombros, no entendía por que se molestaban por una pequeñez como esa.

inconsciente y con un bulto sangrante en la cabeza.

Algunos suspiraron aliviados, otros pusieron una mueca de asco, otros pusieron una mueca de dolor y otros todo hicieron todo lo nombrado anteriormente.

Me alegro de que no tengamos que pelear con éste —susurró Harry, mientras pasaban con cuidado sobre una de las enormes piernas—. Vamos, no puedo respirar.

Abrió la próxima puerta, los dos casi sin atreverse a ver lo que seguía... Pero no había nada terrorífico allí, Sólo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.

Todos miraban el libro extrañados con el ceño fruncido, ¿Pociones? Todos supieron que se trataba de la prueba de Snape.

El profesor de pociones, por su parte, estaba (secretamente) deseoso de saber cómo habían completado su prueba.

Snape —dijo Harry—. ¿Qué tenemos que hacer?

Pasaron el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de ellos.

—Esto huele mal —escuchó Harry que murmuraba Remus.

No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante. Estaban atrapados.

Snape puso una pequeña sonrisa ladeada, satisfecho con las prestaciones de su prueba.

¡Mira! —Hermione cogió un rollo de papel, que estaba cerca de las botellas. Harry miró por encima de su hombro para leerlo:

El peligro yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
dos queremos ayudarte, cualquiera que encuentres,
una entre nosotras siete te dejará adelantarte,
otra llevará al que lo beba para atrás,
dos contienen sólo vino de ortiga,
tres son mortales, esperando escondidos en la fila.

—¡MORTALES! —gritaron muchos con los ojos exageradamente abiertos mirando al trío—. No intentasteis pasar esa prueba, ¿No?

Harry y Hermione se miraron sin saber qué cara poner ante eso así que permanecieron sin mostrar ninguna emoción.

Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,
para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte hacia delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes.

—Bua... Eso es imposible —dijo Ron quien no era capaz de saber por dónde empezar a pensar.

—Ciertamente está muy bien pensado —admitió Remus mirando a Snape, odiaría admitirlo pero, sin lugar a dudas, había hecho un gran trabajo con su prueba.

Hermione dejó escapar un gran suspiro y Harry, sorprendido, vio que sonreía, lo último que había esperado que hiciera.

Todos miraron a Hermione sin saber bien cómo reaccionar, cabe mencionar que el mas sorprendido era, sin lugar a dudas, Severus Snape.

Muy bueno —dijo Hermione—. Esto no es magia... es lógica... es un acertijo. Muchos de los más grandes magos no han tenido una gota de lógica y se quedarían aquí para siempre.

Snape no pudo evitar sonreír a su odiada Insufferable-know-it-all, aunque la razón fuese porque él estaba orgulloso de si mismo.

Pero nosotros también, ¿no?

Muchos asintieron y Harry sintió que sus interiores ardían con la fuerza del infierno al ver la sonrisa burlona que le dedicaba su profesor de pociones.

Por supuesto que no —dijo Hermione—. Lo único que necesitamos está en este papel. Siete botellas: tres con veneno, dos con vino, una nos llevará a salvo a través del fuego negro y la otra hacia atrás, por el fuego púrpura.

Remus miró a Hermione impresionado, ¿Realmente se veía capaz de superar la prueba? Incluso Remus lo dudaría por unos minutos aun que estuviese seguro de la respuesta, es decir, ¡Tres de las pociones tenían un veneno mortal! Uno no puede arriesgarse de esa manera.

Pero ¿cómo sabremos cuál beber?

Dame un minuto.

—¡¿Un minuto?! —dijeron muchos impresionados. Snape tenía la boca ligeramente abierta, el siempre había pensado que lo único que Hermione Grenger hacia era leer los libros tantas veces que acababa por aprendérselos, nunca pensó que pudiera ser una persona con tanta inteligencia.

—Bueno, no realmente un minuto. Es una forma de hablar —dijo Hermione siendo modesta.

—Tiene razón —dijo Harry asintiendo—. Creo que tardaste dos.

Todos miraban a Hermione impresionados.

—Tiene usted un talento increíble, señorita Grenger —dijo Moody con un semblante serio y algo impresionado.

Hermione sentía como se ruborizaba su piel pero eso no pudo impedir que le dedicara a Moody la mejor de sus sonrisas.

Hermione leyó el papel varias veces. Luego paseó de un lado al otro de la fila de botellas, murmurando y señalándolas. Al fin, se golpeó las manos.

Lo tengo —dijo—. La más pequeña nos llevará por el fuego negro, hacia la Piedra.

Todos miraron a Snape buscando una respuesta inmediata por su parte y todos se emocionaron cuando vieron que asentía levemente con la cabeza.

"Increible", "Genial", "Impresionante" y otras palabras similares eran usadas por todo tipo de personas para felicitar a Hermione por su azaña.

Harry miró a la diminuta botella.

Aquí hay sólo para uno de nosotros —dijo—. No hay más que un trago.

—Como no —dijo Ginny suspirando y todos se giraron hacia ella—. Al final siempre es Harry el que tiene que terminar las cosas.

—Bueno, reconoce que ellos han hecho todo hasta ahora —dijo Harry tranquilamente.

—¿Quién propuso la idea de prender fuego a la planta? ¿Quién atrapó la llave? —dijo Ginny burlona.

—Oh, vamos, Hermione prendió fuego a la planta y si atrapé la llave fue porque me ayudaron —replicó Harry y Ginny se dio cuenta de que era imposible hacerle entrar en razón.

Se miraron.

¿Cuál nos hará volver por entre las llamas púrpura?

Hermione señaló una botella redonda del extremo derecho de la fila.

Tú bebe de ésa —dijo Harry—. No: vuelve, busca a Ron y coge las escobas del cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podréis salir por la trampilla sin que os vea Fluffy. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore, lo necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo.

—No lo dudes —dijo Snape entrecerrando los ojos.

—Para ser un plan improvisado está muy bien planteado —le felicitó Remus sonriendo intentando que no replicase a Snape.

Pero Harry... ¿y si Quien-tú-sabes está con él?

—¡Que no está! ¡Que está muerto! —escuchó Harry como gruñía el ministro estúpidamente y tuvo el placer de ver como Percy cada vez estaba más incómodo a su lado.

Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no? —dijo Harry, señalando su cicatriz—. Puede ser que la tenga de nuevo.

—¡¿Suerte?! ¡¿Piensas entrar ahí a ver si tienes suerte?! —se quejaron muchos muy nerviosos.

—Bueno, era eso o dejar que se hiciera con la piedra filosofal, vosotros decís —replicó el azabache.

—Yo me habría ido —confesaron muchos.

Los labios de Hermione temblaron, y de pronto se lanzó sobre Harry y lo abrazó.

Harry sonrió a Hermione mientras Ron intentaba reprimir sus estúpidos celos. Ron sabía que no había un significado romántico tras ese abrazo pero, obviamente, le gustaría haber sido el la persona a la que Hermione abrazara.

¡Hermione!

Harry.. Eres un gran mago, ya lo sabes.

No soy tan bueno como tú —contestó muy incómodo, mientras ella lo soltaba.

¡Yo! —exclamó Hermione—. ¡Libros! ¡Inteligencia! Hay cosas mucho más importantes, amistad y valentía y... ¡Oh, Harry, ten cuidado!

Muchos asintieron, tan preocupados como ella por el destino del muchacho.

Bebe primero —dijo Harry—. Estás segura de cuál es cuál, ¿no?

Totalmente —dijo Hermione. Se tomó de un trago el contenido de la botellita redondeada y se estremeció.

—¿Veneno? —preguntaron muchos alterados.

No es veneno, ¿verdad? —dijo Harry con voz anhelante.

No... pero parece hielo.

Varios soltaron un suspiro de alivio.

Rápido, vete, antes de que se termine el efecto.

Buena suerte... ten cuidado...

¡VETE!

Hermione giró en redondo y pasó directamente a través del fuego púrpura.

Harry respiró profundamente y cogió la más pequeña de las botellas. Se enfrentó a las llamas negras.

Allá voy —dijo, y se bebió el contenido de un trago.

La tensión que se apoderó de la sala en este momento era mayor a cualquiera vivida hasta ahora.

Era realmente como si tragara hielo. Dejó la botella y fue hacia delante. Se dio ánimo al ver que las llamas negras la mían su cuerpo pero no lo quemaban. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego se encontró al otro lado, en la última habitación.

Ya había alguien allí.

Todos tragaron saliva, preocupados.

Pero no era Snape.

Los alumnos abrieron mucho los ojos, sin entender.

—Entonces, ¿Quién... —murmuró Colin.

Y tampoco era Voldemort.

—¡¿Quién?! —gritaron muchos pero nadie respondió.

—Aquí acaba el capítulo —informó la profesora Burbage.

—Bien, ¿Quién quiere tener el placer de leer el ultimo capitulo? —ofreció amablemente el profesor Dumbledore, ignorando la tensión que crecía por momentos en el Gran Comedor.

Nadie se atrevía a ofrecerse para leer pero todos querían saber lo que le ocurriría a Harry.

—Y-yo lo haré —tomó valentía Cho Chang y caminó hasta la profesora de estudios Muggle. Pasó la página, dirigió una preocupada mirada a Harry y leyó en voz alta—: El hombre con dos caras.

(No sabéis lo que me duele dejarle el ultimo capitulo a ella pero mi mente ha decidido, ¡Y Merlín sabe que a ella yo no puedo llevarle la contraria! Va enserio, es superior a mi ¬¬) xD



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