lunes, 25 de agosto de 2014

El hombre con dos caras


Tanto los personajes como las palabras en negrita pertenecen J.K. Rowling


EL HOMBRE CON DOS CARAS

Y-yo lo haré —tomó valentía Cho Chang y caminó hasta la profesora de estudios Muggle. Pasó la página, dirigió una preocupada mirada a Harry y leyó en voz alta—: El hombre con dos caras.

La mayoría no era capaz de comprender el título, es decir, ¿Un hombre con dos caras?

Cho abrió mucho los ojos y dijo la siguiente frase con un tono muy acusador.

Era Quirrell.

—¡Quirrel! —rugieron muchos extrañados.

—¿Pero que coño... —se le escapó a Charlie y su madre le dio un buen golpe en la cabeza.

¡Usted! —exclamó Harry.

Quirrell sonrió. Su rostro no tenía ni sombra del tic.

—¡Sera farsante! —rugió un Sirius muy muy Serious (N.A. En serio, no sé por qué escribo estas cosas si no me gustan del todo xD es adictivo)

Yo —dijo con calma— me preguntaba si me iba a en contrar contigo aquí, Potter.

—¿Por qué se preguntaba si iba a encontrarte? ¿Por qué iba a suponer que sabrías de la piedra filosofal y que pasarías todas esas pruebas si solo tenías once años? —preguntó Tonks extrañanda y muchos asintieron extrañados pero nadie tenía la respuesta.

Pero yo pensé... Snape...

Muchos asintieron, ellos habían pensado lo mismo.

¿Severus? —Quirrell rió, y no fue con su habitual sonido tembloroso y entrecortado, sino con una risa fría y aguda—. Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profe sor Quirrell?

Sirius bufó comenzando a enojarse y muchos buscaron la manera de disculparse con Snape con la mirada pero este rechazo todas y cada una de las miradas que eran dirigidas a el.

Harry no podía aceptarlo. Aquello no podía ser verdad, no podía ser.

—¡Es que trató de matarte! —gruñó Sirius y Remus negó con la cabeza.

—Si pensaras un poco, Sirius, tal vez Snape estaba tratando de ayudarle realizando el contrahechizo... —le dijo Remus hablando lentamente, como si estuviese explicándoselo a un niño idiota.

Sirius gruñó aceptando lo dicho por Remus pero no quiso disculparse por haber sospechado de Snape.

¡Pero Snape trató de matarme!

No, no, no. Yo traté de matarte. Tu amiga, la señorita Granger, accidentalmente me atropelló cuando corría a prenderle fuego a Snape, en ese partido de quidditch. Y rompió el contacto visual que yo tenía contigo.

Muchos sonrieron a Hermione.

—Gracias por ser tan torpe —agradeció Harry entre burlón y sincero. Hermione le dio un golpe en la cabeza sonriendo y Cho (algo celosa del trato cercano que tenían Harry y Hermione) continuó con la lectura.

Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte.

Harry miró a Snape respirando profundamente durante unos segundos.

—Gracias —dijo de manera simple y tosca.

Como si eso no hubiese sido suficientemente humillante para Harry, Snape le ignoró completamente. Sintiendo que ardía por dentro y apretando los puños con fuerza Harry intentó calmarse pensando que, dando igual la reacción de Snape, él había hecho lo correcto.

¿Snape trataba de salvarme a mí?

Por supuesto —dijo fríamente Quirrell—. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pérdida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.

—¡No! —exclamaron muchos alterados, olvidando el hecho de que Harry estaba allí, junto a ellos.

Quirrell chasqueó los dedos. Unas sogas cayeron del aire y se enroscaron en el cuerpo de Harry, sujetándolo con fuerza.

—Mierda... —murmuraron muchos.

Harry se deleitó al escuchar el tono preocupado que comenzó a usar Cho mientras leía.

Eres demasiado molesto para vivir, Potter. Deslizándote por el colegio, como en Halloween, porque me descubriste cuando iba a ver qué era lo que vigilaba la Piedra.

—¡El dejó entrar al trol! —comprendió Neville de pronto.

¿Usted fue el que dejó entrar al trol?

Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. ¿No viste lo que le hice al que estaba en la otra habitación? Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directa mente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...

—¿Cómo que Snape hizo que el trol no pudiera matarle? ¡Se libraron del trol Ron y Harry solos! —bufó Tonks molesta.

Hizo una pausa:

Ahora, espera tranquilo, Potter. Necesito examinar este interesante espejo.

Todos se preguntaban lo mismo: ¿Espejo?

De pronto, Harry vio lo que estaba detrás de Quirrell. Era el espejo de Oesed.

Muchos en el Gran Comedor escuchaban extrañados, ¿No dijo Dumbledore que se iban a llevar el espejo? ¿Qué hacía ahí?

Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra —murmuró Quirrell, dando golpecitos alrededor del marco—. Era de esperar que Dumbledore hiciera algo así... pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.

Varios tragaron saliva, nerviosos.

Lo único que se le ocurrió a Harry fue tratar de que Quirrell siguiera hablando y dejara de concentrarse en el espejo.

—Buena idea —le felicitó Moody—. Era la mejor opción que podías haber tomado. Teniendo once años no había nada mejor que pudieras hacer.

—Abrazarle con todas mis ganas para hacerle arder habría sido una mejor opción —murmuró Harry por lo bajo.

Lo vi a usted y a Snape en el bosque... —dijo de golpe.

Sí —dijo Quirrell, sin darle importancia, paseando alrededor del espejo para ver la parte posterior—. Me estaba siguiendo, tratando de averiguar hasta dónde había llegado. Siempre había sospechado de mí. Trató de asustarme... Como si pudiera, cuando yo tengo a lord Voldemort de mi lado...

Los ojos de los alumnos estaban increíblemente abiertos, escuchaban con atención y, aparte de preocupados, estaban muy nerviosos.

Quirrell salió de detrás del espejo y se miró en él con enfado.

Veo la Piedra... se la presento a mi maestro... pero ¿dónde está?

—Es imposible que él la consiga —dijo Dumbledore sonriendo satisfecho.

Harry luchó con las sogas qué lo ataban, pero no se aflojaron. Tenía que evitar que Quirrell centrara toda su atención en el espejo.

Pero Snape siempre pareció odiarme mucho.

—Y lo hace —dijeron muchos suspirando.

Snape no lo negó pero tenía una nota ardiente en sus pensamientos que decía con claridad "Has visto como es Harry, no es James. Tienes que dejar de tratarle de esa manera".

Oh, sí—dijo Quirrell, con aire casual— claro que sí. Estaba en Hogwarts con tu padre, ¿no lo sabías? Se detestaban.

—Pero Harry no es su padre... —se quejó Hermione.

Pero nunca quiso que estuvieras muerto.

Snape asintió levemente con la cabeza. Ese movimiento pasó desapercibido para casi todos pero no para Remus, quien tenía pensado agradecerle más adelante por haber ayudado a Harry.

Pero hace unos días yo lo oí a usted, llorando... Pensé que Snape lo estaba amenazando...

Por primera vez, un espasmo de miedo cruzó el rostro de Quirrell.

Algunas veces —dijo— me resulta difícil seguir las instrucciones de mi maestro... Él es un gran mago y yo soy débil...

¿Quiere decir que él estaba en el aula con usted? —preguntó Harry

—¡¿QUE?! —gritaron niños y adultos.

Él está conmigo dondequiera que vaya —dijo con calma Quirrell—. Lo conocí cuando viajaba por el mundo. Yo era un joven tonto, lleno de ridículas ideas sobre el mal y el bien. Lord Voldemort me demostró lo equivocado que estaba. No hay ni mal ni bien, sólo hay poder y personas demasiado débiles para buscarlo...

—Oh, por favor... Eso es ridículo —bufó Hermione—. Es solo para tener una excusa para poder hacer lo que hace sin tener que arrepentirse.

Desde entonces le he servido fielmente, aunque muchas veces le he fallado. Tuvo que ser muy severo conmigo. —Quirrell se estremeció súbitamente—. No perdona fácilmente los errores. 
Cuando fracasé en robar esa Piedra de Gringotts, se disgustó mucho. Me castigó... decidió que tenía que vigilarme muy de cerca...

Muchos adultos abrieron los ojos de golpe, comprendiendo la relación entre esa frase y el título del capítulo. Voldemort estaba ahí, cerca de Harry.

La voz de Quirrell se apagó. Harry recordó su viaje al callejón Diagon... ¿Cómo había podido ser tan estúpido? Había visto a Quirrell aquel mismo día y se habían estrechado las manos en el Caldero Chorreante.

—Bueno, podría haber sido una simple casualidad —dijo Luna.

Quirrell maldijo entre dientes.

No comprendo... ¿La Piedra está dentro del espejo? ¿Tengo que romperlo?

—Pospuesto que no —dijo la profesora McGonagall escandalizada—. Ese tío es idiota.

La mente de Harry funcionaba a toda máquina.

«Lo que más deseo en el mundo en este momento —pensó— es encontrar la Piedra antes de que lo haga Quirrell. Entonces, si miro en el espejo, podría verme encontrándola... ¡Lo que quiere decir que veré dónde está escondida!

—¡Eso ha sido brillante! —saltó Dumbledore emocionado. El, al contrario que el resto de profesores, se sentía satisfecho cuando alguien (a excepción de Voldemort o gente mala) superaba sus pruebas.

Todos asintieron, era una idea brillante, demasiado brillante para ser ideada por un niño de once años.

Pero ¿cómo puedo mirar sin que Quirrell se dé cuenta de lo que quiero hacer?

—Buena pregunta —dijo Remus suspirando.

Trató de torcerse hacia la izquierda, para ponerse frente al espejo sin que Quirrell lo notara, pero las sogas que tenía alrededor de los tobillos estaban tan tensas que lo hicieron caer. Quirrell no le prestó atención. Seguía hablando para sí mismo.

¿Qué hace este espejo? ¿Cómo funciona? ¡Ayúdame, Maestro!

Los alumnos escuchaban sin entender. Allí solo estaban Harry y Quirrel, ¿No?

Y para el horror de Harry, una voz le respondió, una voz que parecía salir del mismo Quirrell.

Utiliza al muchacho... Utiliza al muchacho...

Cho leía con un tono aterrado en su voz y de vez en cuando tartamudeaba. Sin duda, no quería leer esto en voz alta pero decidió que, ya que Harry había sido lo suficientemente fuerte como para vivirlo ella sería lo suficientemente fuerte como para leerlo.

Todos en el Gran Comedor estaban aterrados, ¿Qué iba a ocurrir?

Quirrell se volvió hacia Harry.

Sí... Potter... ven aquí.

Hizo sonar las manos una vez y las sogas cayeron. Harry se puso lentamente de pie.
Ven aquí —repitió Quirrell—. Mira en el espejo y dime lo que ves.

Harry se aproximó.

«Tengo que mentir —pensó, desesperado—, tengo que mirar y mentir sobre lo que veo, eso es todo.»

—Eso es —dijeron muchos mirando el libro expectantes y preocupados.

Quirrell se le acercó por detrás. Harry respiró el extraño olor que parecía salir del turbante de Quirrell. Cerró los ojos, se detuvo frente al espejo y los volvió a abrir.

Se vio reflejado, muy pálido y con cara de asustado. Pero un momento más tarde, su reflejo le sonrió. Puso la mano en el bolsillo y sacó una piedra de color sangre. Le guiñó un ojo y volvió a guardar la Piedra en el bolsillo y, cuando lo hacía, Harry sintió que algo pesado caía en su bolsillo real. De alguna manera (era algo increíble) había conseguido la Piedra.

—¡Increíble! —dijeron muchos sin entender del todo como había ocurrido.

¿Bien? —dijo Quirrell con impaciencia—. ¿Qué es lo que ves?

Harry, haciendo de tripas corazón, contestó:

Me veo con Dumbledore, estrechándonos las manos —inventó—. Yo... he ganado la copa de la casa para Gryffindor. Quirrell maldijo otra vez.

—Emm... Al parecer Quirrell se lo ha creido Harry pero, ¿No habría sido mejor si dijeras lo que veias antes en el espejo? —le pregunto George dudando sobre si estaba haciendo bien al preguntarlo o no. A Harry no pareció importarle por que le sonrió y se encogió de hombros.

—Tenía once años.

Quítate de ahí —dijo. Cuando Harry se hizo a un lado, sintió la Piedra Filosofal contra su pierna. ¿Se atrevería a escapar?

—Por favor —rogaron muchos deseando que se alejase del peligro de una vez por todas.

Pero no había dado cinco pasos cuando una voz aguda habló, aunque Quirrell no movía los labios.

Él miente... él miente...

Cho soltó un quejido entre cabreada y preocupada y siguió leyendo.

¡Potter, vuelve aquí! —gritó Quirrell—. ¡Dime la verdad! ¿Qué es lo que has visto?

La voz aguda se oyó otra vez.

Déjame hablar con él... cara a cara...

Todos se estremecieron.

¡Maestro, no está lo bastante fuerte todavía!

Tengo fuerza suficiente... para esto.

Harry sintió como si el Lazo del Diablo lo hubiera clava do en el suelo. No podía mover ni un músculo. Petrificado, observó a Quirrell, que empezaba a desenvolver su turbante. ¿Qué iba a suceder? El turbante cayó.

Muchos abrieron los ojos con ganas, expectantes.

La cabeza de Quirrell parecía extrañamente pequeña sin él.

—¡Harry! ¡No es momento para esos estúpidos detalles! —le gritó Hermione. Harry pensó que parecía a punto de explotar.

Entonces, Quirrell se dio la vuelta lentamente.

Harry hubiera querido gritar, pero no podía dejar salir ningún sonido. Donde tendría que haber estado la nuca de Quirrell, había un rostro, la cara más terrible que Harry hubiera visto en su vida. Era de color blanco tiza, con brillantes ojos rojos y ranuras en vez de fosas nasales, como las ser pientes.

—Es el... —murmuró Ginny temerosa—. Es quien-tu-sabes.

Todos sabían que Voldemort no estaba en esta sala. Todos sabían que eso había pasado hace cinco años. Aun así, todos estaban aterrorizados.

Fudge seguía intentando convencerse de que no podía ser él, ¡Estaba muerto!

Harry Potter... —susurró.

Harry trató de retroceder, pero sus piernas no le res pondían.

¿Ves en lo que me he convertido? —dijo la cara—. No más que en sombra y quimera... Tengo forma sólo cuando puedo compartir el cuerpo de otro...

—¡Esta... vivo...! —murmuró estúpidamente el ministro de magia. Todos estaban demasiado preocupados por Harry como para decirle nada al ministro.

Pero siempre ha habido seres deseosos de dejarme entrar en sus corazones y en sus mentes... La sangre de unicornio me ha dado fuerza en es tas semanas pasadas... tú viste al leal Quirrell bebiéndo la para mí en el bosque... y una vez que tenga el Elixir de la Vida seré capaz de crear un cuerpo para mí... Ahora... ¿por qué no me entregas la Piedra que tienes en el bolsillo?

Todos en el Gran Comedor estaban divididos, por una parte rogaban al cielo que Harry se la diera y pudiera salir de allí con vida pero por otra parte, deseaban con todas sus fuerzas que señor tenebroso no se hiciera con la piedra.

Entonces él lo sabía. La idea hizo que de pronto las piernas de Harry se tambalearan.

No seas tonto —se burló el rostro—. Mejor que salves tu propia vida y te unas a mí... o tendrás el mismo final que tus padres... Murieron pidiéndome misericordia...

—¡MENTIRA! —gritaron con mucha fuerza Remus y Sirius. Sirius tenía los ojos entrecerrados y respiraba de manera pesada y agitada. Remus, entre la furia y la preocupación, tenía una vena palpitante en la frente y el semblante más serio que Harry había visto nunca en el.

¡MENTIRA! —gritó de pronto Harry.

—¡¿ESTAS LOCO?! —rugieron muchos—. ¡Acabas de gritarle a EL!

Parece que todos pensaban que, en presencia de Voldemort, lo único que tenían permitido hacer era mirar hacia el suelo y no decir nada.

Quirrell andaba hacia atrás, para que Voldemort pudiera mirarlo. La cara maligna sonreía.

Todos se estremecieron y algunos temblaban.

Qué conmovedor —dijo—. Siempre consideré la valentía... Sí, muchacho, tus padres eran valientes... Maté primero a tu padre y luchó con valor... Pero tu madre no tenía que morir... ella trataba de protegerte... Ahora, dame esa Piedra, a menos que quieras que tu madre haya muerto en vano.

Muchos se debatían entre pedirle que se la diese y pueda salir con vida de allí o en que se negase.

¡NUNCA!

Todos en el Gran Comedor no podían evitar mirar a Harry impresionados.

Harry se movió hacia la puerta en llamas, pero Voldemort gritó: ¡ATRÁPALO! y, al momento siguiente, Harry sintió la mano de Quirrell sujetando su muñeca. De inmediato, un dolor agudo atravesó su cicatriz y sintió como si la cabeza fuera a partírsele en dos.

La volumen de la voz de Cho subía y bajaba y el libro temblaba en sus manos.

Gritó, luchando con todas sus fuerzas y, para su sorpresa, Quirrell lo soltó. El dolor en la cabeza amainó...

Miró alrededor para ver dónde estaba Quirrell y lo vio doblado de dolor, mirándose los dedos, que se ampollaban ante sus ojos.

Cho paró de leer durante unos segundos, extrañada, como el resto de las personas del lugar.

¡ATRÁPALO! ¡Atrápalo! —rugía otra vez Voldemort, y Quirrell arremetió contra Harry, haciéndolo caer al suelo y apretándole el cuello con las dos manos... La cicatriz de Harry casi lo enceguecía de dolor y, sin embargo, pudo ver a Quirrell chillando desesperado.

—¿Por... p-por qué? —se atrevió a preguntar Colin extrañado pero nadie le respondió.

Maestro, no puedo sujetarlo... ¡Mis manos... mis manos! Y Quirrell, aunque mantenía sujeto a Harry aplastándolo con las rodillas, le soltó el cuello y contempló, aterrorizado, sus manos. Harry vio que estaban quemadas, en carne viva, con ampollas rojas y brillantes.

Todos abrieron los ojos con ganas, sorprendidos.

¡Entonces mátalo, idiota, y termina de una vez! —ex clamó Voldemort.

Todos los presentes tenían un semblante de puro terror, olvidando que eso había pasado, olvidando que Harry estaba vivo. Lo único en su mente en ese momento era terror y preocupación.

Quirrell levantó la mano para lanzar un maleficio mortal,

—¡NO! —fue un grito general. Harry escuchó a casi todas las personas del Gran Comedor gritar y si alguien no lo hizo fue porque no fue capaz de abrir la boca (Pongo a Crabbe y Goyle en este caso pues, aunque no estuviesen preocupados son demasiado estúpidos como para abrir la boca para algo que no sea comer xD)

pero Harry, instintivamente, se incorporó y se aferró a la cara de Quirrell.

Muchos rezaban para que todo saliera bien.

¡AAAAAAH!

Quirrell se apartó, con el rostro también quemado, y entonces Harry se dio cuenta: Quirrell no podía tocar su piel sin sufrir un dolor terrible. Su única oportunidad era sujetar a Quirrell, que sintiera tanto dolor como para impedir que hiciera el maleficio...

—¡Vamos Harry, vamos Harry... —murmuraban muchos. Harry vio extrañado como, a lo lejos, Malfoy también murmuraba algo que no era capaz de escuchar. Algo que, por cierto, era lo mismo que estaba murmurando los demás.

Otros temblaban y/o miraban el libro llenos de preocupación.

Harry se puso de pie de un salto, cogió a Quirrell de un brazo y lo apretó con fuerza. Quirrell gritó y trató de empujar a Harry. El dolor de cabeza de éste aumentaba y el muchacho no podía ver, solamente podía oír los terribles gemidos de Quirrell y los aullidos de Voldemort: ¡MÁTALO! ¡MÁTALO!, y otras voces, tal vez sólo en su cabeza, gritando: «¡Harry! ¡Harry!».

La tensión de la sala estaba en un punto tan alto que si alguien llegase a hacer un mínimo sonido todos explotarían.

Sintió que el brazo de Quirrell se iba soltando, supo que estaba perdido, sintió que todo se oscurecía y que caía... caía... caía...

—¡¿Qué?! —exclamaron muchos con preocupación.

—Dumbledore me salvo —confesó Harry sonriendo—. Yo me había desmayado.

Todos suspiraron tremendamente aliviados y sonrieron a Dumbledore.

—Fue increíble que consiguieras aguantar, Harry, increíble —le dijo Dumbledore sonriendo y muchos asintieron, ya más tranquilos.

Algo dorado brillaba justo encima de él. ¡La snitch! Trató de atraparla, pero sus brazos eran muy pesados.

Algunos se permitieron reír, consiguiendo así relajarse un poco.

Pestañeó. No era la snitch. Eran un par de gafas. Qué raro.

—Claro, ver unas gafas es algo raro. Tenías que estar esperando ver algo mucho más normal algo como... No sé... —dijo Fred.

—¿Una piedra Filosofal?—sugirió George.

Aunque no fue un comentario ni muy ingenioso ni muy divertido cumplió con su propósito; relajar el ambiente.

Pestañeó otra vez. El rostro sonriente de Albus Dumbledore se agitaba ante él.

Buenas tardes, Harry —dijo Dumbledore.

Harry lo miró asombrado. Entonces recordó.

¡Señor! ¡La Piedra! ¡Era Quirrell! ¡Él tiene la Piedra! Señor, rápido...

Los adultos le sonrieron a Harry, estaban seguros de que ya había pasado todo así que podían ver las cosas con mucha mas calma.

Cálmate, querido muchacho, estás un poco atrasado —dijo Dumbledore—. Quirrell no tiene la Piedra.

¿Entonces quién la tiene? Señor, yo...

Harry, por favor, cálmate, o la señora Pomfrey me echará de aquí.

Pomfrey asintió, si alguien alteraba a sus pacientes lo expulsaría sin importarle quien era, ¡Como si era el mismísimo Merlín!

Harry tragó y miró alrededor. Se dio cuenta de que debía de estar en la enfermería. Estaba acostado en una cama, con sábanas blancas de hilo, y cerca había una mesa, con una enorme cantidad de paquetes, que parecían la mitad de la tienda de golosinas

—Wow —murmuraron muchos impresionados.

Regalos de tus amigos y admiradores —dijo Dumbledore, radiante—. Lo que sucedió en las mazmorras entre tú y el profesor Quirrell es completamente secreto, así que, naturalmente, todo el colegio lo sabe.

—¡Oh, venga! ¡No sabíamos ni un cuarto de la historia! —se quejó Dean y todos asintieron.

Creo que tus amigos, los señores Fred y George Weasley, son responsables de tratar de enviarte un inodoro.

—¿Así que se lo mandasteis a Harry? —les dijo Ginny sonriendo mientras muchos reían.

—El necesitaba el inodoro más que tu —dijo George encogiéndose de hombros.

—Eso suena realmente raro —se quejó Harry sonriendo y algunos rieron.

En ese momento Fred abrió mucho la boca, tremendamente excitado.

—¡ESPERA, ESPERA! —gritó alterado y todos se giraron a el—. ¡Voldemort estaba en el turbante de Quirrell!

Todos le miraron extrañados.

—Emm si, Fred. Nos hemos dado cuenta —dijo Hermione con el ceño fruncido pero George la ignoró.

—¡Las bolas de nieve que hechizamos que le dieron en el turbante! —exclamó George tan emocionado como su hermano.

—¡Hemos lanzado una bola de nieve a la cara de Voldemort! —gritaron ambos mientras saltaban, bailaban, hacían reverencias y se abrazaban—. ¡Somos increíbles!

Todos rieron pero Cho carraspeó.

—Aquí el increíble es Harry —dijo de manera calmada y Harry se ruborizó mientras muchos asentían—. Y ahora, si me lo permitís, me gustaría terminar de leer.

Todos asintieron y nadie dijo nada más.

No dudo que pensaron que eso te divertiría. Sin embargo, la señora Pomfrey consideró que no era muy higiénico y lo confiscó.

—Obvio —dijo esta algo molesta.

¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí?

Tres días. El señor Ronald Weasley y la señorita Granger estarán muy aliviados al saber que has recuperado el conocimiento. Han estado sumamente preocupados.

—Por supuesto —dijeron ambos confirmando lo obvio.

Pero señor, la Piedra...

Veo que no quieres que te distraiga. Muy bien, la Piedra. El profesor Quirrell no te la pudo quitar. Yo llegué a tiempo para evitarlo, aunque debo decir que lo estabas haciendo muy bien.

Todos le dieron la razón, Harry había estado increíble.

¿Usted llegó? ¿Recibió la lechuza que envió Hermione?

Nos debimos cruzar en el aire. En cuanto llegué a Londres, me di cuenta de que el lugar en donde debía estar era el que había dejado. Llegué justo a tiempo para quitarte a Quirrell de encima...

—Muchísimas gracias —le agradeció Molly al director mientras muchos le daban las gracias también.

Fue usted.

Tuve miedo de haber llegado demasiado tarde.

Casi fue así, no habría podido aguantar mucho más sin que me quitara la Piedra...

—¡Oh, Harry! No seas estúpido, Dumbledore no tenía miedo de que te quitara la piedra, ¡Tenía miedo de que te hubiera matado! —dijo Hermione exasperada.

No por la Piedra, muchacho, por ti... El esfuerzo casi te mata. Durante un terrible momento tuve miedo de que fuera así. En lo que se refiere a la Piedra, fue destruida.

¿Destruida? —dijo Harry sin entender—. Pero su amigo... Nicolás Flamel...

—Ha muerto —dijo Remus con una pequeña y solitaria sonrisa.

¡Oh, sabes lo de Nicolás! —dijo contento Dumbledore—. Hiciste bien los deberes, ¿no es cierto?

—Mejor que bien, si me permites decirlo —añadió Dumbledore con su habitual brillo especial en los ojos.

Bien, Nicolás y yo tuvimos una pequeña charla y estuvimos de acuerdo en que era lo mejor.

Pero eso significa que él y su mujer van a morir, ¿no?

Tienen suficiente Elixir guardado para poner sus asuntos en orden y luego, sí, van a morir.
Dumbledore sonrió ante la expresión de desconcierto que se veía en el rostro de Harry.

Para alguien tan joven como tú, estoy seguro de que parecerá increíble, pero para Nicolás y Perenela será realmente como irse a la cama, después de un día muy, muy largo. Después de todo, para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura. Sabes, la Piedra no era realmente algo tan maravilloso. ¡Todo el dinero y la vida que uno pueda desear! Las dos cosas que la mayor parte de los seres humanos elegirían... El problema es que los humanos tienen el don de elegir precisamente las cosas que son peores para ellos.

—Y que lo digas —gruñó Sirius recordando su estúpido acto de inteligencia en el que propuso a Peter como guardián secreto.

Harry yacía allí, sin saber qué decir. Dumbledore canturreó durante un minuto y después sonrió hacia el techo.

¿Señor? —dijo Harry—. Estuve pensando... Señor, aunque la Piedra ya no esté, Vol... quiero decir Quién-usted-sabe...

Llámalo Voldemort, Harry. Utiliza siempre el nombre correcto de las cosas. El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa que se nombra.

Muchos le sonrieron a Dumbledore mientras muchos otros se estremecían y en ese momento Harry se dio cuenta de algo importante, ¡Todos los que habían leído habían dicho Voldemort sin problemas! Eso, sin duda, era un gran avance.

Sí, señor. Bien, Voldemort intentará volver de nuevo, ¿no? Quiero decir... No se ha ido, ¿verdad?

—No. Y ahora ha vuelto —añadió Dumbledore mirando fijamente al ministro.

—Espero que esto te haya aclarado algunas cosas y que no tengamos necesidad de cambiar de ministro, Cornelius. Espero que pongas todo en orden.

Desde el momento en el que Fudge tuvo que reconocer que el innombrable estaba vivo pensaba que ya estaba condenado a perder su puesto como ministro. El ver que no todo estaba perdido le hizo tomar una rápida pero muy importante decisión: Iba a empezar a hacerlo todo lo mejor que podía.

—Dalo por hecho, Dumbledore —dijo de manera solemne, entonces se giró hacia Harry y Sirius—. Sé que no tengo perdón por lo que os he hecho a ambos pero, de ahora en adelante, me encargaré de que nada parecido vuelva a ocurrir.

—¿No más condenas sin juicio? —dijo Sirius burlón y Fudge bajó la mirada avergonzado antes de negar con la cabeza.

Un muy sonriente Dumbledore le indicó a Cho que podía seguir leyendo.

No, Harry, no se ha ido. Está por ahí, en algún lugar, tal vez buscando otro cuerpo para compartir... Como no está realmente vivo, no se le puede matar. Él dejó morir a Quirrell, muestra tan poca misericordia con sus seguidores como con sus enemigos. De todos modos, Harry, tú tal vez has retrasado su regreso al poder. La próxima vez hará falta algún otro preparado para luchar y, si lo detienen otra vez y otra vez, bueno, puede ser que nunca vuelva al poder.

—Ya es demasiado tarde —dijo tristemente Harry.

Harry asintió, pero se detuvo rápidamente, porque eso hacía que le doliera más la cabeza. Luego dijo:

Señor, hay algunas cosas más que me gustaría saber, si me las puede decir... cosas sobre las que quiero saber la verdad...

La verdad —Dumbledore suspiró—. Es una cosa terrible y hermosa, y por lo tanto debe ser tratada con gran cuidado. Sin embargo, contestaré tus preguntas a menos que tenga una muy buena razón para no hacerlo. Y en ese caso te pido que me perdones. Por supuesto, no voy a mentirte.

Bien... Voldemort dijo que sólo mató a mi madre por que ella trató de evitar que me matara. Pero ¿por qué iba a querer matarme a mí en primer lugar?

—Esa, Harry, es sin duda una pregunta muy interesante pero me temo que no la responderá —dijo Remus y Harry le sonrió.

—Oh, claro, a mí me dices que todo eso ya lo has vivido y que ya sabes las respuestas y te burlas de mí. Pero claro, a Lunático no, a Lunático le sonríes tranquilamente —bufó Sirius algo molesto y Harry le sacó la lengua.

Aquella vez, Dumbledore suspiró profundamente.

Vaya, la primera cosa que me preguntas y no puedo contestarte. No hoy. No ahora. Lo sabrás, un día... Quítatelo de la cabeza por ahora, Harry. Cuando seas mayor... ya sé que eso es odioso... bueno, cuando estés listo, lo sabrás.

Todos se giraron hacia Harry.

—Pues no, al parecer aun no estoy lo suficientemente listo como para saberlo —dijo Harry y todos bajaron la cabeza, resignados.

—Con algo de suerte estos libros nos lo dirán —le dijo Ron a su amigo y este le sonrió.

Y Harry supo que no sería bueno discutir.

¿Y por qué Quirrell no podía tocarme?

—Otra estupenda pregunta —asintió Remus.

Tu madre murió para salvarte. Si hay algo que Voldemort no puede entender es el amor. No se dio cuenta de que un amor tan poderoso como el de tu madre hacia ti deja marcas poderosas. No una cicatriz, no un signo visible... Haber sido amado tan profundamente, aunque esa persona que nos amó no esté, nos deja para siempre una protección. Eso está en tu piel. Quirrell, lleno de odio, codicia y ambición, compartiendo su alma con Voldemort, no podía tocarte por esa razón. Era una agonía el tocar a una persona marcada por algo tan bueno.

—Entonces Harry está vivo... ¿Por amor? —preguntó alguien lo que todos estaban pensando.

—El amor es mucho más poderoso de lo que vosotros creéis. De hecho, no os imagináis lo poderoso que es —afirmó Dumbledore.

Entonces Dumbledore se mostró muy interesado en un pájaro que estaba cerca de la cortina, lo que le dio tiempo a Harry para secarse los ojos con la sábana.

Ahora, algo mayor, Harry se dio cuenta de que en ese momento Dumbledore había sido considerado con él para que pudiese secarse los ojos tranquilamente. Le agradeció al director con la mirada por eso.

Cuando pudo hablar de nuevo, Harry dijo:

¿Y la capa invisible... sabe quién me la mandó?

Ah... Resulta que tu padre me la había dejado y pensé que te gustaría tenerla. —Los ojos de Dumbledore brillaron—. Cosas útiles... Tu padre la utilizaba sobre todo para robar comida en la cocina, cuando estaba aquí.

—Bueno, hicimos muchas cosas pero si, se podría decir que coger comida es lo que más hicimos —afirmó Remus.

—Bueno, es que eso lo hacíamos todos los días —añadió Sirius.

Y hay algo más...

Dispara.

Quirrell dijo que Snape...

El profesor Snape, Harry

Sí, él...

Sirius y varios mas miraron a Harry sonriendo y algunos le guiñaron un ojo mientras Snape le fulminaba con la mirada.

Quirrell dijo que me odia, porque odiaba a mi padre. ¿Es verdad?

Bueno, ellos se detestaban uno al otro. Como tú y el señor Malfoy. Y entonces, tu padre hizo algo que Snape nunca pudo perdonarle.

Todos miraron el libro con interés.

¿Qué?

Le salvó la vida.

Todos se sorprendieron con esa respuesta.

—¡¿Que me salvo la vida?! —saltó Snape con furia—. Intentaron involucrarme en una broma que acabaría matándome y al final se acobardó, ¡Eso no es salvarme de ninguna manera!

—¡Arriesgo su maldita vida por ti! —gruñó Sirius. Él había sido el que había planeado la "broma" (porque guiar a una persona hacia un hombre lobo no sé si puede ser llamado broma) y James había acabado salvando a Snape.

La mayoría escuchaba sin entender pero Snape se guardó sus opiniones y no habló mas.

¿Qué?

Sí... —dijo Dumbledore, con aire soñador—. Es curiosa la forma en que funciona la mente de la gente, ¿no es cierto? El profesor Snape no podía soportar estar en deuda con tu padre... Creo que se esforzó tanto para protegerte este año porque sentía que así estaría en paz con él. Así podría seguir odiando la memoria de tu padre, en paz...

Snape no lo desmintió, no era toda la verdad pero, en parte, también había algo de verdad en ello así que guardó silencio.

Harry trató de entenderlo, pero le hacía doler la cabeza, así que lo dejó.

—Demasiado para el pequeño Harry... —dijo Fred burlón y Harry le sacó la lengua.

Y señor, hay una cosa más...

¿Sólo una?

¿Cómo pude hacer que la Piedra saliera del espejo?

—¡Eso! —preguntaron muchos, que no habían comprendido del todo como había llegado la piedra a el.

Ah, bueno, me alegro de que me preguntes eso. Fue una de mis más brillantes ideas y, entre tú y yo, eso es decir mucho.

Algunos rieron levemente.

Sabes, sólo alguien que quisiera encontrar la Piedra, encontrarla, pero no utilizarla, sería capaz de conseguirla. De otra forma, se verían haciendo oro o bebiendo el Elixir de la Vida. Mi mente me sorprende hasta a mí mismo... 

Algunos volvieron a reír un poco.

Bueno, suficientes preguntas. Te sugiero que comiences a comer esas golosinas. Ah, las grageas de todos los sabores. En mi ju ventud tuve la mala suerte de encontrar una con gusto a vómito y, desde entonces, me temo que dejaron de gustarme. Pero creo que no tendré problema con esta bonita gragea, ¿no te parece?

Sonrió y se metió en la boca una gragea de color dorado. Luego se atragantó y dijo:

¡Ay de mí! ¡Cera del oído!

Algunos se rieron del pobre director y este les miró divertido.

La señora Pomfrey era una mujer buena, pero muy estricta.

Pomfrey sonrió abiertamente, satisfecha con su descripción.

Sólo cinco minutos —suplicó Harry

Ni hablar.

Usted dejó entrar al profesor Dumbledore...

Bueno, por supuesto, es el director, es muy diferente. Necesitas descansar.

Estoy descansando, mire, acostado y todo lo demás. Oh, vamos, señora Pomfrey..

Oh, está bien —dijo—. Pero sólo cinco minutos.

Y dejó entrar a Ron y Hermione.

Varios sonrieron al trío.

¡Harry!

Hermione parecía lista para lanzarse en sus brazos, pero Harry se alegró de que se contuviera, porque le dolía la cabeza.

Hermione le lanzó una mirada que contenía reproche, disculpas y diversión.

Oh, Harry; estábamos seguros de que te... Dumbledore estaba tan preocupado...

Todo el colegio habla de ello —dijo Ron—. ¿Qué es lo que realmente pasó?

Fue una de esas raras ocasiones en que la verdadera historia era aún más extraña y apasionante que los más extraños rumores.

—Y que lo digas —comentaron muchos asintiendo vigorosamente.

Harry les contó todo: Quirrell, el espejo, la Piedra y Voldemort. Ron y Hermione eran muy buen público, jadeaban en los momentos apropiados y, cuando Harry les dijo lo que había debajo del turbante de Quirrell, Hermione gritó muy fuerte.

¿Entonces la Piedra no existe? —dijo por ultimo Ron—. ¿Flamel morirá?

Eso es lo que yo dije, pero Dumbledore piensa que... ¿cómo era? Ah, sí: «Para las mentes bien organizadas, la muerte es la siguiente gran aventura».

Dumbledore sonrió a Harry, al parecer este siempre recordaba las frases de Dumbledore y eso, como no, satisfacía enormemente al sabio y anciano director.

Siempre dije que era un chiflado —dijo Ron, muy impresionado por lo loco que estaba su héroe.

—¡Ronald! —le regaño su madre entre seria y divertida.

¿Y qué os pasó a vosotros dos? —preguntó Harry.

Bueno, yo volví —dijo Hermione—, desperté a Ron (tardé un rato largo) y, cuando íbamos a la lechucería para comunicarnos con Dumbledore, lo encontramos en el vestíbulo de entrada, y él ya lo sabía, porque nos dijo: «Harry se fue a buscarlo, ¿no?», y subió al tercer piso.

¿Crees que él quería que lo hicieras? —dijo Ron—. ¿Enviándote la capa de tu padre y todo eso?

—No lo creo —dijo Neville negando con la cabeza y muchos le dieron la razón.

—¡Podía haber muerto! —exclamó Parvati—. Por supuesto que él no quería que lo hiciera.

Bueno —estalló Hermione—. Si lo hizo... eso es terrible... te podían haber matado.

Muchos asintieron con fuerza.

No, no fue así —dijo Harry con aire pensativo—. Dumbledore es un hombre muy especial. Yo creo que quería darme una oportunidad. Creo que él sabe, más o menos, todo lo que sucede aquí. Acepto que debía de saber lo que íbamos a intentar y, en lugar de detenernos, nos enseñó lo suficiente para ayudarnos.

Dumbledore tenía un brillo enorme en sus ojos y pasó por alto las reprochadoras miradas de muchos en la sala por haber dejado a tres niños de primero correr ese riesgo mortal.

No creo que fuera por accidente que me dejó encontrar el espejo y ver cómo funcionaba. Es casi como si él pensara que yo tenía derecho a enfrentarme a Voldemort, si podía...

Algunos comenzaron a dudarlo pero la mayoría lo negó de lleno, no querían pensar que el propio director dejaría que los alumnos se sometieran a peligros mortales sin que les detuviera.

Harry pensó entonces que ese podía ser el verdadero motivo de la puerta entre abierta. Y tenía mucha lógica. Tal vez Dumbledore hubiese esperado (siendo invisible) en la puerta de la sala común de Gryffindor y le haya estado siguiendo para vigilarle. No, pensó Harry, eso ya sería demasiado. Era plausible que haya dejado la puerta medio abierta para que la encontrara pero seguramente Dumbledore hubiese esperado dentro, hubiese estado haciendo lo que hubiese estado haciendo...

Bueno, sí, está bien —dijo Ron—. Escucha, debes estar levantado para mañana, es la fiesta de fin de curso. Ya están todos los puntos y Slytherin ganó, por supuesto.

Sirius gimió sonoramente.

Te perdiste el último partido de quidditch.

—Nos dieron la mayor paliza de mi vida —se quejó Oliver. Después de haber escuchado lo que había escuchado no podía reprocharle nada a Harry pero le seguía molestando el recuerdo de aquel humillante partido.

Oliver se había recostado en su asiento, había cruzado los brazos y había puesto morritos. Con aquella nueva imagen madura que había conseguido ese comportamiento resultaba casi cómico pero la joven sentada a su lado lo definiría con la palabra adorable.

Sin ti, nos ganó Ravenclaw, pero la comida será buena.

—Bueno, ese al menos es un gran consuelo —admitió Sirius.

En aquel momento, entró la señora Pomfrey

Ya habéis estado quince minutos, ahora FUERA—dijo con severidad.

Ron y Hermione gruñeron y la señora Pomfrey frunció el ceño.

—No os quejéis, os dejé diez minutos de mas.

Después de una buena noche de sueño, Harry se sintió casi bien.

Quiero ir a la fiesta —dijo a la señora Pomfrey, mientras ella le ordenaba todas las cajas de golosinas—. Podré ir, ¿verdad?

El profesor Dumbledore dice que tienes permiso para ir —dijo con desdén, como si considerara que el profesor Dumbledore no se daba cuenta de lo peligrosas que eran las fiestas—. Y tienes otra visita.

Oh, bien —dijo Harry—. ¿Quién es?

Mientras hablaba, entró Hagrid. Como siempre que estaba dentro de un lugar, Hagrid parecía demasiado grande. Se sentó cerca de Harry, lo miró y se puso a llorar.

Muchos sonrieron a Hagrid. Muchos de los alumnos nunca habían hablado con él y como era enorme le daban por un bruto agresivo pero Hagrid era, realmente, una estupenda persona.

¡Todo... fue... por mi maldita culpa! —gimió, con la cara entre las manos—. Yo le dije al malvado cómo pasar ante Fluffy. ¡Se lo dije! ¡Podías haber muerto! ¡Todo por un huevo de dragón! ¡Nunca volveré a beber! ¡Deberían echarme y obligarme a vivir como un muggle!

Muchos miraron a Hagrid con lastima y este se avergonzó. Había vuelto a beber a pesar de haber prometido que no lo haría... (N.A. Alcohol caca ¬¬)

¡Hagrid! —dijo Harry, impresionado al ver la pena y el remordimiento de Hagrid, y las lágrimas que mojaban su barba—. Hagrid, lo habría descubierto igual, estamos hablando de Voldemort, lo habría sabido igual aunque no le dijeras nada.

Varios asintieron mirando al guardabosques, intentando que no se sintiera culpable.

¡Podrías haber muerto! —sollozó Hagrid—. ¡Y no digas ese nombre!

Muchos en el Gran Comedor asintieron, se estremecían cada vez que lo oían.

¡VOLDEMORT! —gritó Harry,

Muchos se estremecieron y varios miraron a Harry con orgullo.

—Ese es mi ahijado —dijo Sirius palmeando con fuerza la espalda de Harry.

Harry le sonrió abiertamente a Cho, durante el transcurso de este capítulo la asiática había pronunciado la palabra Voldemort muchísimas veces.

y Hagrid se impresionó tanto que dejó de llorar—. Me encontré con él y lo llamo por su nombre. Por favor, alégrate, Hagrid, salvamos la Piedra, ya no está, no la podrá usar. Toma una rana de chocolate, tengo muchísimas...

Hagrid se secó la nariz con el dorso de la mano y dijo:

Eso me hace recordar... Te he traído un regalo.

Harry sonrió con ganas, sabía cuál había sido el regalo y, sin duda, era el mejor (aunque la saeta de fuego también lo fue, como también lo fue la capa invisible)

No será un bocadillo de comadreja, ¿verdad? —dijo preocupado Harry, y finalmente Hagrid se rió.

Varios en la sala rieron también.

No. Dumbledore me dio libre el día de ayer para hacerlo. Por supuesto tendría que haberme echado... Bueno, aquí tienes...

Parecía un libro con una hermosa cubierta de cuero. Harry lo abrió con curiosidad... Estaba lleno de fotos mágicas. Sonriéndole y saludándolo desde cada página, estaban su madre y su padre...

Harry le agradeció a Hagrid por el regalo y muchos sonrieron al semi-gigante.

Envié lechuzas a todos los compañeros de colegio de tus padres, pidiéndoles fotos... Sabía que tú no tenías... ¿Te gusta?

Harry no podía hablar, pero Hagrid entendió.

Muchos sonrieron a Harry, felices por su felicidad.

Harry bajó solo a la fiesta de fin de curso de aquella noche. Lo había ayudado a levantarse la señora Pomfrey, insistiendo en examinarlo una vez más, así que, cuando llegó, el Gran Comedor ya estaba lleno. Estaba decorado con los colores de Slytherin, verde y plata, para celebrar el triunfo de aquella casa al ganar la copa durante siete años seguidos. Un gran estandarte, que cubría la pared detrás de la Mesa Alta, mostraba la serpiente de Slytherin.

Sirius y varios más gruñeron, en su opinión, el Gran Comedor con esos colores quedaba igual de mal que Voldemort con una minifalda y pintalabios (N.A. Me gustaría ver eso xD)

Cuando Harry entró se produjo un súbito murmullo y to dos comenzaron a hablar al mismo tiempo. Se deslizó en una silla, entre Ron y Hermione, en la mesa de Gryffindor, y trató de hacer caso omiso del hecho de que todos se ponían de pie para mirarlo.

Muchos bajaron la cabeza algo avergonzados y Harry sonrió, orgulloso de su yo pasado.

Por suerte, Dumbledore llegó unos momentos después. Las conversaciones cesaron.

¡Otro año se va! —dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos te nido! 
Esperamos que vuestras cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegasteis... Ahora tenéis todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la copa de la casa y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.

Algunos Slytherin (los que no habían estado ese año) aplaudieron con ganas pero, al ver que los mayores no lo hacían, dejaron de hacerlo extrañados.

Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Harry pudo ver a Draco Malfoy golpeando la mesa con su copa. Era una visión repugnante.

—Y que lo digas —coincidieron Ron y los gemelos.

Sí, sí, bien hecho, Slytherin —dijo Dumbledore—. Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.

Todos se quedaron inmóviles. Las sonrisas de los Slytherin se apagaron un poco.

Los Gryffindor que habían estado allí ese año sonrieron con suficiencia.

Así que —dijo Dumbledore— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Dejadme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley...

Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación.

—¡Rábano con insolación! —exclamó Fred emocionado mientras muchos reía—. En serio, Harry, ¿Te he dicho alguna vez cuanto de admiro?

... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Todos aplaudieron a Ron, gente de todas las casas. No por los puntos, eso ahora les era irrelevante, le aplaudieron por su gran trabajo y por su valor.

Las hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Se oyó que Percy le decía a los otros prefectos: «Es mi hermano, ¿sabéis? ¡Mi hermano menor! ¡Consiguió pasar en el juego de ajedrez gigante de McGonagall!».

Percy se sonrojó un poco pero no dijo nada. Fred y George se contuvieron las ganas de mirarle y burlarse de el al igual que Ron se contuvo las ganas de sonreírle.

Percy lo decidió, tenía que disculparse con ellos. No importaba su orgullo, no importaba que le odiaran después. Estaba arrepentido, eran su familia, les quería y quería que lo supieran, sin importar el resultado. (N.A. Por fin :/)

Por fin se hizo el silencio otra vez.

Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Nuevamente todos aplaudieron. Hermione se emocionó enormemente al escuchar los ruidosos aplausos dirigidos a ella pero se emocionó aun más al ver una pequeña sonrisa en la boca del profesor Snape.

Hermione enterró la cara entre los brazos. Harry tuvo la casi seguridad de que estaba llorando. Los cambios en la tabla de puntuaciones pasaban ante ellos: Gryffindor estaba cien puntos más arriba.

—¡Sí! —se emocionó Sirius.

Tercero... al señor Harry Potter... —continuó Dumble dore. La sala estaba mortalmente silenciosa—... por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con sesenta puntos.

Ahora todos aplaudieron a Harry. Sin duda alguna recibió una ovación mayor a las dos anteriores y, a pesar de que se sintió algo mal por ello, lo disfrutó con ganas.

El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía los mismos puntos que Slytherin, cuatrocientos setenta y dos. Si Dumbledore le hubiera dado un punto más a Harry... Pero así no llegaban a ganar.

—Este Dumby... —murmuró Remus, dándose cuenta de que Dumbledore quería hacer ganar a Gryffindor.

Dumbledore levantó el brazo. La sala fue recuperando la calma.

Hay muchos tipos de valentía —dijo sonriendo Dumbledore—. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos. Por lo tanto, premio con diez puntos al señor Neville Longbottom.

Todos aplaudieron nuevamente. Se podría decir que fue la menor ovación de todas pero no sería del todo cierto pues todos los Gryffindor le aplaudían con tanta fuerza que sus manos se estaban tornando del color de su casa. Era su manera de agradecerle el haber ganado la copa de las casas.

Se podría decir que más que los aplausos, lo que verdaderamente hizo sonrojarse a Neville fue una sincera sonrisa por parte de una rubia de Hufflepuff. Neville no comprendía lo que sentía. Él siempre había sido un chico tímido así que nunca se había acercado mucho a una chica y se ruborizaba cada vez que una le sonreía, sin importar su casa o su aspecto. Bueno, Luna era especial, con ella se sentía bien. Luna le comprendía sin necesidad de muchas palabras, no se sentía incómodo ni tímido junto a ella. La única pega que tenía, admitió Neville, eran esos comentarios sobre que no tiene amigos. Hannah, por otra parte, tal vez no fuera la alumna más guapa de la escuela, pero si era una chica amable, sincera, con carácter y, sobre todo, que defendía lo que ella consideraba correcto. Eso, pensó Neville, es lo que realmente importa en una persona. Aun y todo, tuvo que admitir, tiene una sonrisa muy hermosa.

Alguien que hubiera estado en la puerta del Gran Comedor habría creído que se había producido una explosión, tan fuertes eran los gritos que salieron de la mesa de Gryffindor. Harry, Ron y Hermione se pusieron de pie y vitorearon a Neville, que, blanco de la impresión, desapareció bajo la gente que lo abrazaba. Nunca había ganado más de un punto para Gryffindor. Harry, sin dejar de vitorear, dio un codazo a Ron y señaló a Malfoy, que no podía haber estado más atónito y horrorizado si le hubieran echado el maleficio de la Inmovilidad Total.

Algunos rieron y Malfoy bajó la cabeza, algo avergonzado. Le habría gustado decirle que, a pesar de que le cabreaba, se merecían haber ganado pero no tuvo el coraje necesario. Necesitaba trabajar en ello.

Lo que significa —gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin—, que hay que hacer un cambio en la decoración.

Los Gryffindor aplaudieron y rugieron nuevamente, no creo que haga falta mencionar que Sirius fue el que más jaleo montó (incluso insultó a los Slytherin y se rió de ellos).

Dio una palmada. En un instante, los adornos verdes se volvieron escarlata; los de plata, dorados, y la gran serpiente se desvaneció para dar paso al león de Gryffindor. Snape estrechaba la mano de la profesora McGonagall, con una horrible sonrisa forzada en su cara.

McGonagall miró a Snape, sonriendo con suficiencia mientras este se contenía las ganas de gritar que Dumbledore había tenido favoritismo. Y había sido una suerte pues el habría acabado más malparado.

Captó la mirada de Harry y el muchacho supo de inmediato que los sentimientos de Snape hacia él no habían cambiado en absoluto.

Pero ahora, a pesar de ser a un ritmo lento e inconstante, empezaban a cambiar.

Aquello no lo preocupaba. Parecía que la vida iba a volver a la normalidad en el año próximo, o a la normalidad típica de Hogwarts.

Aquélla fue la mejor noche de la vida de Harry, mejor que ganar un partido de quidditch, o que la Navidad, o que hacer que se desmayara el monstruo gigante... Nunca, jamás, olvidaría aquella noche.

Todos sonrieron a Harry y este sonreía también, recordando cómo se había embriagado de felicidad aquella noche.

Harry casi no recordaba ya que tenían que recibir los resultados de los exámenes, pero éstos llegaron. Para su gran sorpresa, tanto él como Ron pasaron con buenas notas. Hermione, por supuesto, fue la mejor del año.

Algunos la felicitaron y algunos rodaron los ojos, pues les parecía obvio.

Hasta Neville pasó a duras penas, pues sus buenas notas en Herbología compensaron los desastres en Pociones. Ellos confiaban en que sus pendieran a Goyle, que era casi tan estúpido como malo, pero él también aprobó.

Goyle sonrió estúpidamente y los que ahora cursaban cuarto agradecían que no hubiese repetido.

Era una lástima, pero como dijo Ron, no se puede tener todo en la vida.

Algunos asintieron con tristeza.

Y de pronto, sus armarios se vaciaron, sus equipajes es tuvieron listos, el sapo de Neville apareció en un rincón del cuarto de baño...

—Siempre acaba apareciendo —mencionó Neville entre orgulloso de su sapo e impresionado por el hecho.

Todos los alumnos recibieron notas en las que los prevenían para que no utilizaran la magia durante las vacaciones («Siempre espero que se olviden de darnos esas notas», dijo con tristeza Fred Weasley).

Todos asintieron aun que sabían que, aun sin ellas, no podían hacer magia fuera de la escuela. Esa era su manera de expresar su disconformidad.

Hagrid estaba allí para llevarlos en los botes que cruzaban el lago. Subieron al expreso de Hogwarts, charlando y riendo, mientras el paisaje campestre se volvía más verde y menos agreste. Comieron las grageas de todos los sabores, pasaron a toda velocidad por las ciudades de los muggles, se quitaron la ropa de magos y se pusieron camisas y abrigos... Y bajaron en el andén nueve y tres cuartos de la estación King Cross.

Harry bajó la cabeza, asqueado por saber que volvía a casa de los Dursley, y no era el único asqueado.

Tardaron un poco en salir del andén. Un viejo y enjuto guarda estaba al otro lado de la taquilla, dejándolos pasar de dos en dos o de tres en tres, para que no llamaran la atención saliendo de golpe de una pared sólida, pues alarmarían a los muggles.

Tenéis que venir y pasar el verano conmigo —dijo Ron—, los dos. Os enviaré una lechuza.

Harry y Hermione sonrieron a Ron agradecidos por el ofrecimiento.

Gracias —dijo Harry—. Voy a necesitar alguna perspectiva agradable.

Muchos tragaron saliva, incómodos por la relación de Harry y sus tíos.

La gente los empujaba mientras se movían hacia la estación, volviendo al mundo muggle. Algunos le decían.

¡Adiós, Harry!

¡Nos vemos, Potter!

Sigues siendo famoso —dijo Ron, con sonrisa burlona.

Harry bufó.

No allí adonde voy, eso te lo aseguro —respondió Harry.

Él, Ron y Hermione pasaron juntos a la estación.

¡Allí está él, mamá, allí está, míralo!

Ginny se enrojeció hasta las orejas.

Era Ginny Weasley, la hermanita de Ron, pero no señalaba a su hermano.

—Oh, Ginny, ¿No estabas un poco demasiado obsesionada con él? —bufó Micheal, visiblemente asqueado.

—Lo estuve —dijo la pelirroja sonriendo.

Harry contuvo un gemido al escucharlo y las ganas de dar puñetazos al ver la sonrisa de suficiencia de Michael, ¿Qué demonios le pasaba?

¡Harry Potter! —chilló—. ¡Mira, mamá! Puedo ver...

Ginny enrojeció mas todavía y Michael intentó reír para aparentar que eso no le importaba para nada. Nadie se lo creyó.

Tranquila, Ginny. Es de mala educación señalar con el dedo.

La señora Weasley les sonrió.

¿Un año movido? —les preguntó.

—Un año muy movido —dijo Molly en un suspiro, aliviada de que todo hubiese pasado pero preocupada de lo que quedaba por pasar.

Mucho —dijo Harry—. Muchas gracias por el jersey y el pastel, señora Weasley

Muchos sonrieron a Harry por su educación.

Oh, no fue nada.

¿Ya estás listo?

Era tío Vernon, todavía con el rostro púrpura, todavía con bigotes y todavía con aire furioso ante la audacia de Harry, llevando una lechuza en una jaula, en una estación llena de gente común. Detrás, estaban tía Petunia y Dudley, con aire aterrorizado ante la sola presencia de Harry

El Gran Comedor se llenó de gemidos, al parecer todos odiaban a los Dursley. Bueno, reconoció Harry, no es que eso fuese algo difícil de conseguir.

¡Usted debe de ser de la familia de Harry! —dijo la señora Weasley

Por decirlo así —dijo tío Vernon—. Date prisa, muchacho, no tenemos todo el día. —Dio la vuelta para ir hacia la puerta.

Varios volvieron a gruñir, comenzando a enojarse.

Harry esperó para despedirse de Ron y Hermione.

Nos veremos durante el verano, entonces.

Espero que... que tengas unas buenas vacaciones —dijo Hermione, mirando insegura a tío Vernon, impresionada de que alguien pudiera ser tan desagradable.

—Es muchísimo peor de cualquier cosa que hubiese podido imaginar —dijo Hermione triste por lo que había tenido que aguantar Harry.

Oh, lo serán —dijo Harry, y sus amigos vieron, con sorpresa, la sonrisa burlona que se extendía por su cara—. Ellos no saben que no nos permiten utilizar magia en casa. Voy a divertirme mucho este verano con Dudley..

Y con una sonora risa por parte de la mayoría de los presentes en el Gran Comedor, acabó la lectura del primer libro.

—Aquí acaba —anunció Cho cerrando el libro con una sonrisa—. Una manera estupenda de acabar el libro.

Muchos asintieron y Cho le dio el libro a Dumbledore, que lo dejó en el suelo, junto al pequeño montón que contenía los seis libros restantes.

—Bien, tiempo libre hasta la hora de comer —dijo el profesor y muchos se emocionaron, deseando comentar entre ellos cosas sobre el libro pero el profesor Dumbledore no había acabado—. Y después... ¡Quidditch!


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