sábado, 23 de agosto de 2014

El bosque prohibido


Tanto los personajes como todas las palabras que estén en negrita pertenecen a J.K Rowling.


EL BOSQUE PROHIBIDO

Leemos un capítulo más y nos vamos a dormir ¿De acuerdo? —preguntó el director sonriendo, todos asintieron así que se levantó y cogió el libro—. Yo volveré a leer si no es molestia: El bosque prohibido.

Muchos se estremecieron ante el aterrador título.

—¡Harry James Potter! —exclamó la señora Weasley—. ¿Cómo se te ocurre ir al bosque prohibido?

—No lo hice por placer, créame —aseguró Harry pero eso no pareció tranquilizar a Molly.

Las cosas no podían haber salido peor.

—Empezamos mal —dijo Geroge suspirando.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar; sin decir una palabra. Hermione temblaba.

Muchos miraron a Hermione con compasión.

Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Harry, cada una más débil que la otra. No podía imaginar cómo se iban a librar del problema aquella vez. Estaban atrapados. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidos para olvidar la capa?

—Eso me preguntó yo —bufó Ron.

No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.

¿Harry pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocado.

Todos abrieron mucho los ojos.

—¿Qué pasará ahora? —preguntaron algunos incapaces de imaginar nada.

Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

—¿Neville? —preguntaron muchos extrañados pero este no dijo nada.

¡Harry! —estalló Neville en cuanto los vio—. Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Muchos sonrieron a Neville por lo buen amigo que era, poniéndose en riesgo por sus amigos.

Harry negó violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más, pero la profesora McGonagall lo vio. Lo miró como si echara fuego igual que Norberto y se irguió, amenazadora, sobre los tres.

Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación.

—Ahora la tengo —dijo McGonagall sonriendo levemente pero sin arrepentirse de sus actos.

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un profesor. Miraba fijamente sus zapatillas, tan rígida como una estatua.

Creo que tengo idea de lo que sucedió —dijo la profesora McGonagall—. No hace falta ser un genio para descubrirlo.


La profesora McGonagall se sonrojó, había fallado estrepitosamente.

—¿Seguro, Minnie? Yo diría que sí que hace falta —dijo Sirius burlón.

Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado.

Algunos rieron.

—Creo que no eres un genio, Minnie —dijo Sirius negando con la cabeza y la profesora McGonagall le fulminó con la mirada. Remus se vio contagiado por la disimulada risa de Tonks y ambos rieron en silencio.

Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

—¡Claro que no! —se quejó Harry y Neville le sonrió.

Harry captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que aquello no era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido.

Neville se disculpó por haber desconfiado de ellos pero ellos negaron con la cabeza, fue culpa suya, en parte, que Neville acabara castigado así que no había nada por lo que disculparse.

Pobre mete-patas Neville, Harry sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la oscuridad, para prevenirlos.

Muchos sonrieron a Neville tristemente.

Estoy disgustada —dijo la profesora McGonagall—. Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así!

—Creo que ya nos ha olvidado, Lunático —se quejó Sirius bufando.

—Nah, es que Minnie siempre dice lo mismo para exagerar la situación —le aseguró Remus y muchos alumnos se sorprendieron al ver que su admirado profesor se dirigía a McGonagall como Minnie.

Tu, Hermione Granger, pensé que tenías más sentido común.

—Zas, en el clavo —dijeron muchos mientras Hermione bajaba la cabeza avergonzada por el comentario de la profesora.

Y tú, Harry Potter... Creía que Gryffindor significaba más para ti.

—Justo donde duele —dijeron muchos mientras Harry también bajaba la cabeza avergonzado.

Los tres sufriréis castigos... Sí, tú también, Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

Los Gryffindor abrieron los ojos muchísimo.

¿Cincuenta? —resopló Harry. Iban a perder el primer puesto, lo que había ganado en el último partido de quidditch.

—¡Harry, nunca repliques a la profesora McGonagall! —le advirtieron los gemelos pero era demasiado tarde.

Cincuenta puntos cada uno —dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

—¡Oh, dios! —dijo Sirius mientras se golpeaba la cabeza contra la parte trasera del asiento.
Todos los Gryffindors miraban a su profesora suplicantes, perder ciento cincuenta puntos significaba no tener ninguna oportunidad para ganar la copa de las casas pues cuando ellos recuperaran veinte puntos otra casa habría ganado también una cantidad similar. Superar una diferencia de cincuenta era posible, difícil pero posible ¡¿Pero ciento cincuenta?!

Profesora... por favor...

Usted, usted no...

—Harry, no lo empeores —resoplaron los gemelos.

No me digas lo que puedo o no puedo hacer; Harry Potter. Ahora, volved a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor.

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la copa de la casa. Harry sentía como si le retorcieran el estómago. ¿Cómo podrían arreglarlo?

Harry, Ron, Hermione y Neville se sonrieron, al final lo habían arreglado.

Harry no durmió aquella noche. Podía oír el llanto de Neville, que duró horas.

—Os lo aseguro, me pase ese primer año llorando —volvió a decir Neville sonriendo aunque algo avergonzado.

No se le ocurría nada que decir para consolarlo. Sabía que Neville, como él mismo, tenía miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Gryffindor descubrieran lo que ellos habían hecho?

Los Gryffindor bajaron la cabeza, sabían que no iban a dejar pasar algo así.

Al principio, los Gryffindors que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. ¿Cómo iban a tener; súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego, se propagó la historia. Harry Potter; el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él y otros dos estúpidos de primer año.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Harry súbitamente era el más detestado. Hasta los de Ravenclaw y Hufflepuff le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a Slytherin perdiendo la copa. Por donde quiera que Harry pasara, lo señalaban con el dedo y no se molestaban en bajar la voz para insultarlo.

Muchos bajaron la cabeza, avergonzándose por lo que habían hecho.

Los de Slytherin, por su parte, lo aplaudían y lo vitoreaban, diciendo: «¡Gracias, Potter; te debemos una!».

Sólo Ron lo apoyaba.

—Siempre, tío —le aseguró el pelirrojo sonriendo.

Se olvidarán en unas semanas. Fred y George han perdido puntos muchas veces desde que están aquí y la gente los sigue apreciando.

—Pero nunca ciento cincuenta puntos en un día —aseguraron los gemelos.

Pero nunca perdieron ciento cincuenta puntos de una vez, ¿verdad? —dijo Harry tristemente.
Bueno... no —admitió Ron.

Era un poco tarde para reparar los daños, pero Harry se juró que, de ahí en adelante, no se metería en cosas que no eran asunto suyo.

—Ya, claro… —dijeron muchos rodando los ojos y Harry enrojeció.

Todo había sido por andar averiguando y espiando. Se sentía tan avergonzado que fue a ver a Wood y le ofreció su renuncia.

—¡¿Qué?! —exclamaron muchos al escucharlo.

—Como si yo fuera a permitirlo —resopló Wood negando con la cabeza.

¿Renunciar? —exclamó Wood—. ¿Qué ganaríamos con eso? ¿Cómo vamos a recuperar puntos si no podemos jugar al quidditch?

Los Gryffindor asintieron con ganas, Harry no podía renunciar.

Pero hasta el quidditch había perdido su atractivo. El resto del equipo no le hablaba durante el entrenamiento, y si tenían que hablar de él lo llamaban «el buscador».

Molly fulminó a los gemelos con la mirada. Todos los miembros del equipo bajaron la cabeza avergonzados.
—Sé que no cambia nada Harry, pero, si hubiese sabido el porqué de la perdida de esos puntos, no te habría dicho nada —le confesó Katie sin mirarle a los ojos, todavía avergonzada.

Muchos otros asintieron también, ellos habían pensado que Harry solo estaba haciendo el idiota por la noche y que eso les había costado la copa de las casas.

Hermione y Neville también sufrían. No pasaban tantos malos ratos como Harry porque no eran tan conocidos, pero nadie les hablaba. Hermione había dejado de llamar la atención en clase, y se quedaba con la cabeza baja, trabajando en silencio.

—¡Y como ibas a recuperar los puntos así! —le reprochó Sirius pero Harry negó con la cabeza.

—Al principio lo intentó pero la abucheaban en cuanto lo hacía y se burlaban de ella —explicó el azabache mientras Ron fulminaba a Lavender, Parvati, Dean y Seamus con la mirada.

Harry casi estaba contento de que se aproximaran los exámenes. Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente. Él, Ron y Hermione se quedaban juntos, trabajando hasta altas horas de la noche, tratando de recordar los ingredientes de complicadas pociones, apren diendo de memoria hechizos y encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de los gnomos.

Y entonces, una semana antes de que empezaran los exámenes, las nuevas resoluciones de Harry de no interferir en nada que no le concerniera sufrieron una prueba inesperada.

—Como no —dijo Ron rodando los ojos.

Una tarde que salía solo de la biblioteca oyó que alguien gemía en un aula que estaba delante de él. Mientras se acercaba, oyó la voz de Quirrell.

No... no... otra vez no, por favor...

Todos miraban el libro sorprendidos.

Parecía que alguien lo estaba amenazando. Harry se acercó.

Muy bien... muy bien. —Oyó que Quirrell sollozaba.

Al segundo siguiente, Quirrell salió apresuradamente del aula, enderezándose el turbante. Estaba pálido y parecía a punto de llorar. Desapareció de su vista y Harry pensó que ni siquiera lo había visto. Esperó hasta que dejaron de oírse los pasos de Quirrell y entonces inspeccionó el aula. Parecía vacía, pero la puerta del otro extremo estaba entreabierta. Harry estaba a mitad de camino, cuando recordó que se había prometido no meterse en lo que no le correspondía.

Al mismo tiempo, habría apostado doce Piedras Filosofales a que Snape acababa de salir del aula

—Me parece que alguien acaba de perder doce Piedras Filosofales —le susurró Ron burlón.

y, por lo que Harry había escuchado, Snape debería estar de mejor humor... Quirrell parecía haberse rendido finalmente.

Harry regresó a la biblioteca, en donde Hermione estaba repasándole Astronomía a Ron. Harry les contó lo que había oído.

¡Entonces Snape lo hizo! —dijo Ron—. Si Quirrell le dijo cómo romper su encantamiento anti-Fuerzas Oscuras...

Pero todavía queda Fluffy —dijo Hermione.

Tal vez Snape descubrió cómo pasar ante él sin pre guntarle a Hagrid —dijo Ron, mirando a los miles de libros que los rodeaban—. Seguro que por aquí hay un libro que dice cómo burlar a un perro gigante de tres cabezas. ¿Qué va mos a hacer, Harry?

La luz de la aventura brillaba otra vez en los ojos de Ron, pero Hermione respondió antes de que Harry lo hiciera.

—¡Ese es nuestro hermano! ¡Todo un aventurero! —dijeron los gemelos, Bill y Charlie. Ron se sonrojó de manera furiosa, llevaba años esperando que sus hermanos dijeran que estaban orgullosos de él. Tal vez, y solo tal vez, pensó Harry, estos libros harían a Ron dejar atrás ese estúpido complejo de inferioridad.

Ir a ver a Dumbledore. Eso es lo que debimos hacer hace tiempo. Si se nos ocurre algo a nosotros solos, con segu ridad vamos a perder.

—¡Por fin un comentario sensato! —dijo la profesora McGonagall suspirando.

¡Pero no tenemos pruebas! —exclamó Harry—. Qui rrell está demasiado atemorizado para respaldarnos. Snape sólo tiene que decir que no sabía cómo entró el trol en Halloween y que él no estaba cerca del tercer piso en ese momento. ¿A quién pensáis que van a creer, a él o a nosotros? No es exactamente un secreto que lo detestamos.

Todos los alumnos asintieron, todos sabían del odio entre Snape y Potter.

Dumble dore creerá que nos lo hemos inventado para hacer que lo echen. Filch no nos ayudaría aunque su vida dependiera de ello, es demasiado amigo de Snape

—Filch y yo no somos amigos —se quejó Snape.

y, mientras más alumnos pueda echar, mejor para él.

—Eso no lo niego —dijo ahora el profesor de pociones con una maliciosa sonrisa aunque no fuera del todo cierto.

Y no olvidéis que se supone que no sabemos nada sobre la Piedra o Fluffy. Serían muchas explicaciones.

Hermione pareció convencida, pero Ron no.

Si investigamos sólo un poco...

No —dijo Harry en tono terminante—: ya hemos investigado demasiado.

—Eso seguro —dijo McGonagall resoplando.

Acercó un mapa de Júpiter a su mesa y comenzó a aprender los nombres de sus lunas.

A la mañana siguiente, llegaron notas para Harry, Hermione y Neville, en la mesa del desayuno. 

Eran todas iguales.

Vuestro castigo tendrá lugar a las once de la noche.
El señor Filch os espera en el vestíbulo de entrada.
Prof M. McGonagall
En medio del furor que sentía por los puntos perdidos, Harry había olvidado que todavía les quedaban los castigos.

Los alumnos aquí presentes asintieron, ellos también lo habían olvidado.

De alguna manera esperaba que Hermione se quejara por tener que perder una noche de estudio, pero la muchacha no dijo una palabra. Como Harry, sentía que se merecían lo que les tocara.

A las once de aquella noche, se despidieron de Ron en la sala común y bajaron al vestíbulo de entrada con Neville. Filch ya estaba allí y también Malfoy. Harry también había olvidado que a Malfoy lo habían condenado a un castigo.

Seguidme —dijo Filch, encendiendo un farol y condu ciéndolos hacia fuera—. Seguro que os lo pensaréis dos veces antes de faltar a otra regla de la escuela, ¿verdad? —dijo, mirándolos con aire burlón—. Oh, sí... trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si queréis mi opinión... es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos... colgaros de las muñecas, del techo, unos pocos días. Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan...

—Nunca se necesitaran, Argus, pensé que lo había dejado suficientemente claro —dijo Dumbledore con tono firme y todos los alumnos se relajaron.

Bien, allá vamos, y no penséis en escapar, porque será peor para vosotros si lo hacéis.
Marcharon cruzando el oscuro parque. Neville comenzó a respirar con dificultad. Harry se preguntó cuál sería el castigo que les esperaba. Debía de ser algo verdaderamente ho rrible, o Filch no estaría tan contento.

Muchos comenzaron a mirar el libro con preocupación.

La luna brillaba, pero las nubes la tapaban, dejándo los en la oscuridad. Delante, Harry pudo ver las ventanas iluminadas de la cabaña de Hagrid. Entonces oyeron un grito lejano.

¿Eres tú, Filch? Date prisa, quiero empezar de una vez.

El corazón de Harry se animó: si iban a estar con Hagrid, no podía ser tan malo.

Muchos suspiraron aliviados.

Su alivio debió aparecer en su cara, porque Filch dijo:

Supongo que crees que vas a divertirte con ese papanatas, ¿no? Bueno, piénsalo mejor, muchacho... es al bosque adonde iréis y mucho me habré equivocado si volvéis todos enteros.

—¡A el bosque! —exclamó Molly preocupada.

—No se preocupe, señora Weasley, nada malo les pasará —intentó calmarla la profesora Sinistra—. Iban con Hagrid y nadie conoce el bosque como él.

Esto pareció calmar a Molly pero Harry y Hermione negaron con la cabeza, sí que les había pasado algo malo.

Al oír aquello, Neville dejó escapar un gemido y Malfoy se detuvo de golpe.

¿El bosque? —repitió, y no parecía tan indiferente como de costumbre—. Hay toda clase de cosas allí... dicen que hay hombres lobo.

Remus se atragantó con la onza de chocolate que estaba comiendo debido al comentario y Sirius le dio unas palmadas en el hombro.

Neville se aferró de la manga de la túnica de Harry y dejó escapar un ruido ahogado.

Muchos miraron a Neville con compasión mientras este se avergonzaba por haber sido tan cobarde.

Eso es problema vuestro, ¿no? —dijo Filch, con voz radiante—. Tendríais que haber pensado en los hombres lobo antes de meteros en líos.

Hagrid se acercó hacia ellos, con Fang pegado a los talones. Llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda.

Menos mal —dijo—. Estoy esperando hace media hora. ¿Todo bien, Harry, Hermione?

Yo no sería tan amistoso con ellos, Hagrid —dijo con frialdad Filch—. Después de todo, están aquí por un castigo.

Por eso llegáis tarde, ¿no? —dijo Hagrid, mirando con rostro ceñudo a Filch—. ¿Has estado dándoles sermones? Eso no es lo que tienes que hacer. A partir de ahora, me hago cargo yo.

Los adultos sonrieron a Hagrid, más tranquilos si era con él con quien estaban los críos.

Volveré al amanecer —dijo Filch— para recoger lo que quede de ellos —añadió con malignidad. Se dio la vuelta y se encaminó hacia el castillo, agitando el farol en la oscuridad.

Entonces Malfoy se volvió hacia Hagrid.

No iré a ese bosque —dijo, y Harry tuvo el gusto de notar miedo en su voz.

Harry sonrió a Malfoy, disfrutando que la gente leyera sobre su miedo, pero nadie dijo nada, era obvio para todos que el bosque daba miedo. De hecho había una alumna de Slytherin cuyo nombre empezaba por A y acababa por storia que sentía compasión y estaba preocupada por el rubio Slytherin.

Lo harás, si quieres quedarte en Hogwarts —dijo Hagrid con severidad—. Hicisteis algo mal y ahora lo vais a pagar.

Pero eso es para los empleados, no para los alumnos. Yo pensé que nos harían escribir unas líneas, o algo así. Si mi padre supiera que hago esto, él...

—Mi papi, mi papi, mi papi… —se burló Ron y Malfoy le hizo un gesto muy grosero con la mano.

Te dirá que es así como se hace en Hogwarts —gruñó Hagrid—. ¡Escribir unas líneas! ¿Y a quién le serviría eso? Haréis algo que sea útil, o si no os iréis. Si crees que tu padre prefiere que te expulsen, entonces vuelve al castillo y coge tus cosas. ¡Vete!

Malfoy no se movió. Miró con ira a Hagrid, pero luego bajó la mirada.

Bien, entonces —dijo Hagrid—. Escuchad con cuida do, porque lo que vamos a hacer esta noche es peligroso y no quiero que ninguno se arriesgue. Seguidme por aquí, un momento.

Los condujo hasta el límite del bosque. Levantando su farol, señaló hacia un estrecho sendero de tierra, que desapa recía entre los espesos árboles negros. Una suave brisa les levantó el cabello, mientras miraban en dirección al bosque.

Mirad allí —dijo Hagrid—. ¿Veis eso que brilla en la tierra? ¿Eso plateado? Es sangre de unicornio.

Todos miraron el libro aterrados.

Hay por aquí un unicornio que ha sido malherido por alguien. Es la segunda vez en una semana. Encontré uno muerto el último miércoles. Vamos a tratar de encontrar a ese pobrecito herido. Tal vez tengamos que evitar que siga sufriendo.

Muchos cerraron los ojos estremeciéndose al pensar que tal vez tendrían que matar un ser tan bello.

¿Y qué sucede si el que hirió al unicornio nos encuentra a nosotros primero? —dijo Malfoy, incapaz de ocultar el miedo de su voz.

—Buena pregunta —dejo escapar Astoria también preocupada.

Malfoy se giró hacia ella con una sonrisa arrogante.

—¿Preocupada por mí, Greengrass?

—Más quisieras, idiota —replicó sacándole la lengua.

Su hermana Daphne reía en silencio a su lado, le parecía divertido que alguien hiciera comportarse a su hermana de manera tan infantil.

No hay ningún ser en el bosque que os pueda herir si estáis conmigo o con Fang —dijo Hagrid
—. Y seguid el sendero. Ahora vamos a dividirnos en dos equipos y seguiremos la huella en 
distintas direcciones. Hay sangre por todo el lugar, debieron herirlo ayer por la noche, por lo menos.

Yo quiero ir con Fang —dijo rápidamente Malfoy, mirando los largos colmillos del perro.

Muy bien, pero te informo de que es un cobarde —dijo Hagrid—. Entonces yo, Harry y Hermione iremos por un lado y Draco, Neville y Fang, por el otro.

Muchos Gryffindor miraron a Neville con compasión por tener que ir con el imbécil Malfoy. Por su parte muchos Slyhterin miraron con compasión a Draco por tener que ir con el inútil de Longbottom.

Si alguno encuentra al unicornio, debe enviar chispas verdes, ¿de acuerdo? Sacad vuestras varitas y practicad ahora... está bien... Y si alguno tiene problemas, las chispas serán rojas y nos reuniremos to dos... así que tened cuidado... en marcha.

El bosque estaba oscuro y silencioso. Después de andar un poco, vieron que el sendero se bifurcaba. Harry, Hermione y Hagrid fueron hacia la izquierda y Malfoy, Neville y Fang se dirigieron a la derecha.

Anduvieron en silencio, con la vista clavada en el suelo. De vez en cuando, un rayo de luna a través de las ramas ilu minaba una mancha de sangre azul plateada entre las hojas caídas.

Harry vio que Hagrid parecía muy preocupado.

¿Podría ser un hombre lobo el que mata los unicornios? —preguntó Harry

—Imposible —dijo Sirius negando con la cabeza.

—No son… No somos lo bastante rápidos —dijo Remus con una sonrisa ladeada—. Además, ni siquiera un hombre lobo se plantea el matar un unicornio.

No son bastante rápidos —dijo Hagrid—. No es tan fácil cazar un unicornio, son criaturas poderosamente mági cas. Nunca había oído que hubieran hecho daño a ninguno.

Pasaron por un tocón con musgo. Harry podía oír el agua que corría: debía de haber un arroyo cerca. Todavía había manchas de sangre de unicornio en el serpenteante sendero.

¿Estás bien, Hermione? —susurró Hagrid—. No te preocupes, no puede estar muy lejos si está tan malherido, y entonces podremos... ¡PONEOS DETRÁS DE ESE ÁRBOL!

Todos en el Gran Comedor se sobresaltaron asustados.

Hagrid cogió a Harry y Hermione y los arrastró fuera del sendero, detrás de un grueso roble. Sacó una flecha, la puso en su ballesta y la levantó, lista para disparar. Los tres escucharon. Alguien se deslizaba sobre las hojas secas. Parecía como una capa que se arrastrara por el suelo.

Todos escuchaban la descripción con atención sin saber qué es lo que era.

Hagrid miraba hacia el sendero oscuro pero, después de unos pocos segundos, el sonido se alejó.

Suspiros aliviados cubrieron el Gran Comedor.

Lo sabía —murmuró—. Aquí hay alguien que no debe ría estar.

¿Un hombre lobo? —sugirió Harry.

Eso no era un hombre lobo, ni tampoco un unicornio —dijo Hagrid con gesto sombrío—. Bien, seguidme, pero te ned cuidado.

Anduvieron más lentamente, atentos a cualquier ruido. De pronto, en un claro un poco más adelante, algo se movió visiblemente.

¿Quién está ahí? —gritó Hagrid—. ¡Déjese ver... estoy armado!

Y apareció en el claro... ¿era un hombre o un caballo? De la cintura para arriba, un hombre, con pelo y barba rojizos, pero por debajo, el cuerpo de pelaje zaino de un caballo, con una cola larga y rojiza. Harry y Hermione se quedaron boquiabiertos.

—¡Un centauro! —dijeron muchos emocionados.

Oh, eres tú, Ronan —dijo aliviado Hagrid—. ¿Cómo estás?

Se acercó y estrechó la mano del centauro.

Que tengas buenas noches, Hagrid —dijo Ronan. Te nía una voz profunda y acongojada—. ¿Ibas a dispararme?

Nunca se es demasiado cuidadoso —dijo Hagrid, to cando su ballesta—. Hay alguien muy malvado, perdido en este bosque. Ah, éste es Harry Potter y ella es Hermione Granger. Ambos son alumnos del colegio. Y él es Ronan. Es un centauro.

Nos hemos dado cuenta —dijo débilmente Hermione.

Buenas noches —los saludó Ronan—. ¿Estudiantes, no? ¿Y aprendéis mucho en el colegio?

Eh...

Un poquito —dijo con timidez Hermione.

—¿Un poquito? —preguntó Ron de manera burlona.

—¡Venga, era una niña tímida de once años! —se quejó la castaña sonrojada.

Un poquito. Bueno, eso es algo. —Ronan suspiró. Torció la cabeza y miró hacia el cielo—. Esta noche, Marte está brillante.

—Ya empezamos —se quejó Hagrid negando con la cabeza.

Ajá —dijo Hagrid, lanzándole una mirada—. Escucha, me alegro de haberte encontrado, Ronan, porque hay un unicornio herido. ¿Has visto algo?

Ronan no respondió de inmediato. Se quedó con la mira da clavada en el cielo, sin pestañear, y suspiró otra vez.

Siempre los inocentes son las primeras víctimas —dijo—. Ha sido así durante los siglos pasados y lo es ahora.

Sí —dijo Hagrid—. Pero ¿has visto algo, Ronan? ¿Algo desacostumbrado?

Marte brilla mucho esta noche —repitió Ronan, mientras Hagrid lo miraba con impaciencia—. Está inusualmente brillante.

—Siempre son así —explicó Hagrid suspirando—. Nunca dicen nada de manera clara.

Sí, claro, pero yo me refería a algo inusual que esté un poco más cerca de nosotros —dijo Hagrid—. Entonces ¿no has visto nada extraño?

Otra vez, Ronan se tomó su tiempo para contestar. Has ta que, finalmente, dijo:

El bosque esconde muchos secretos.

—¿Veis? —bufó Hagrid.

Un movimiento en los árboles detrás de Ronan hizo que Hagrid levantara de nuevo su ballesta, pero era sólo un segundo centauro, de cabello y cuerpo negro y con aspecto más salvaje que Ronan.

Hola, Bane —saludó Hagrid—. ¿Qué tal?

Buenas noches, Hagrid, espero que estés bien.

Sí, gracias. Mira, le estaba preguntando a Ronan si había visto algo extraño últimamente. Han herido a un unicornio. ¿Sabes algo sobre eso?

Bane se acercó a Ronan. Miró hacia el cielo.

Esta noche Marte brilla mucho —dijo simplemente.

Eso dicen —dijo Hagrid de malhumor—. Bueno, si alguno ve algo, me avisáis, ¿de acuerdo? 
Bueno, nosotros nos vamos.

Harry y Hermione lo siguieron, saliendo del claro y mirando por encima del hombro a Ronan y Bane, hasta que los árboles los taparon.

Nunca —dijo irritado Hagrid— tratéis de obtener una respuesta directa de un centauro. Son unos malditos astrólogos. No se interesan por nada más cercano que la luna.

¿Y hay muchos de ellos aquí? —preguntó Hermione.

Oh, unos pocos más... Se mantienen apartados la mayor parte del tiempo, pero siempre aparecen si quiero hablar con ellos. Los centauros tienen una mente profunda... saben cosas... pero no dicen mucho.

—No les gusta interferir —comentó Luna sonriendo.

¿Crees que era un centauro el que oímos antes? —dijo Harry.

¿Te pareció que era ruido de cascos? No, en mi opinión, eso era lo que está matando a los unicornios... Nunca he oído algo así.

Todos se estremecieron.

Pasaron a través de los árboles oscuros y tupidos. Harry seguía mirando por encima de su hombro, con nerviosismo. Tenía la desagradable sensación de que los vigilaban. Estaba muy contento de que Hagrid y su ballesta fueran con ellos. Acababan de pasar una curva en el sendero cuando Hermione se aferró al brazo de Hagrid.

¡Hagrid! ¡Mira! ¡Chispas rojas, los otros tienen problemas!

Todos abrieron los ojos preocupados y muy alterados.

¡Vosotros esperad aquí! —gritó Hagrid—. ¡Quedaos en el sendero, volveré a buscaros!
Lo oyeron alejarse y se miraron uno al otro, muy asusta dos, hasta que ya no oyeron más que las hojas que se movían alrededor.

¿Crees que les habrá pasado algo? —susurró Hermione.

No me importará si le ha pasado algo a Malfoy, pero si le sucede algo a Neville... está aquí por nuestra culpa.

Muchos sonrieron a Harry y Malfoy le fulminó con la mirada.

Los minutos pasaban lentamente. Les parecía que sus oídos eran más agudos que nunca. Harry detectaba cada ráfaga de viento, cada ramita que se rompía. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Dónde estaban los otros?

La tensión en la sala aumentaba.

Por fin, un ruido de pisadas crujientes les anunció el regreso de Hagrid. Malfoy, Neville y Fang estaban con él. Hagrid estaba furioso. Malfoy se había escondido detrás de Neville y, en broma, lo había cogido. Neville se aterró y envió las chispas.

—¡Malfoy! —le gritaron muchos enfadados.

Vamos a necesitar mucha suerte para encontrar algo, después del alboroto que habéis hecho. Bueno, ahora voy a cambiar los grupos... Neville, tú te quedas conmigo y Hermione. Harry, tú vas con Fang y este idiota. Lo siento —añadió en un susurro dirigiéndose a Harry— pero a él le va a costar mucho asustarte y tenemos que terminar con esto.

Los alumnos asintieron.

—Harry es, sin ninguna duda, el alumno más valiente de Hogwarts —declaró Hagrid sonriendo y muchos asintieron.

Así que Harry se internó en el corazón del bosque, con Malfoy y Fang. Anduvieron cerca de media hora, internándose cada vez más profundamente, hasta que el sendero se volvió casi imposible de seguir, porque los árboles eran muy gruesos. Harry pensó que la sangre también parecía más espesa.

Los sentidos de todos los presentes volvieron a alterarse.

—Os estáis acercando —escuchó Harry que murmuraba Tonks.

Había manchas en las raíces de los árboles, como si la pobre criatura se hubiera arrastrado en su dolor. Harry pudo ver un claro, más adelante, a través de las enmarañadas ramas de un viejo roble.

Mira... —murmuró, levantando un brazo para detener a Malfoy
Algo de un blanco brillante relucía en la tierra. Se acercaron más.

Sí, era el unicornio y estaba muerto.

Algunos no pudieron evitar que alguna lágrima le cubriera el rostro, un unicornio asesinado… era una aberración.

Harry nunca había visto nada tan hermoso y tan triste.

Muchos le sonrieron a Harry, entendían que un unicornio, incluso muerto, seguía siendo bello pero el verlo muerto sería una imagen exageradamente triste.

Sus largas patas delga das estaban dobladas en ángulos extraños por su caída y su melena color blanco perla se desparramaba sobre las hojas oscuras.

Harry había dado un paso hacia el unicornio, cuando un sonido de algo que se deslizaba lo hizo congelarse en donde estaba. Un arbusto que estaba en el borde del claro se agitó... Entonces, de entre las sombras, una figura encapuchada se acercó gateando, como una bestia al acecho. Harry, Malfoy y Fang permanecieron paralizados. La figura encapuchada llegó hasta el unicornio, bajó la cabeza sobre la herida del animal y comenzó a beber su sangre.

Todos abrieron sus ojos hasta el límite y algunos gimieron de miedo.

¡AAAAAAAAAAAAAH!

—¡Malfoy no grites idiota! —exclamó Ginny enojada.

—¿Cómo sabes que he sido yo? —preguntó Malfoy frunciendo el entrecejo.

—Porque Harry no haría algo tan estúpido —dijo Ginny simplemente.

Malfoy dejó escapar un terrible grito y huyó...

—¡Y ahora huyes! —resopló Hermione enojada y muy preocupada por Harry.

lo mismo que Fang.

—Y ahora Harry se ha quedado totalmente solo —dijo Ron negando con la cabeza. Todos miraban el libro con preocupación.

La figura encapuchada levantó la cabeza y miró directamente a Harry.

Muchos se estremecieron y alguno dejo salir algún gemido asustado.

La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho.

—¡Harry! ¡Deja de fijarte en los detalles y corre! —le dijeron muchos pero Harry negó con la cabeza.
—Estaba paralizado.

Se puso de pie y se acercó rápidamente hacia él...

—Oh dios, oh dios —repetía Molly aferrándose a su marido con fuerza.

Harry estaba paralizado de miedo.

—¿Cómo no? —preguntó McGonagall alterada—. Tenías once años e incluso yo, que tengo muchísimos más estaría paralizada…

Todos asintieron mientras aumentaba su preocupación por Harry.

Entonces, un dolor le perforó la cabeza, algo que nunca había sentido, como si la cicatriz estuviera incendiándose. 

Todos miraron a Harry extrañados y alterados.

Casi sin poder ver, retrocedió. Oyó cascos galopando a sus espaldas, y algo saltó limpiamente y atacó a la figura.

Alguno soltó un suspiro de alivio pero nadie dejó de estar preocupado.

El dolor de cabeza era tan fuerte que Harry cayó de rodillas.

—Tenía que ser un dolor terrible para hacer que TU caigas de rodillas —comentó Cho sonriéndole.
Ginny gruñó en silencio, había notado que Cho comentaba siempre que podía para intentar acercarse a Harry pero lo que más le molestaba era que Harry se ruborizara tan ridículamente.

Pasaron unos minutos antes de que se calmara. Cuando levantó la vista, la figura se había ido.

Ahora si se relajó definitivamente la multitud.

Un centauro estaba ante él. No era ni Ronan ni Bane: éste parecía más joven, te nía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y cola blanca.

¿Estás bien? —dijo el centauro, ayudándolo a ponerse de pie.

Sí... gracias... ¿qué ha sido eso?

El centauro no contestó. Tenía ojos asombrosamente azules, como pálidos zafiros. Observó a Harry con cuidado, fijando la mirada en la cicatriz que se veía amoratada en la frente de Harry.

Tú eres el chico Potter —dijo—. Es mejor que regreses con Hagrid. El bosque no es seguro en esta época en especial para ti. ¿Puedes cabalgar? Así será más rápido...

—¡¿Has montado en un centauro?! —le preguntó Remus asombrado y todos le miraban de la misma manera.

—Los centauros nunca dejan a un humano montar sobre ellos, lo consideran el peor de los insultos hacia su raza —le explicó Sirius sonriendo, Harry notó que el también lucia asombrado.

Mi nombre es Firenze —añadió, mientras bajaba sus patas delanteras, para que Harry pudiera montar en su lomo.

Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Ronan y Bane aparecieron velozmente entre los ár boles, resoplando y con los flancos sudados.

¡Firenze! —rugió Bane—. ¿Qué estás haciendo? Tienes un humano sobre el lomo! ¿No te da vergüenza? ¿Es que eres una mula ordinaria?

—¿Ves? —le dijo Sirius.

—Em, ¿Sirius? No es por ser grosero pero… Sabes que todo eso ya lo he vivido y que ya sabía cómo consideraban eso los centauros ¿No? —le preguntó Harry rodando los ojos. Sirius le sacó la lengua y esperó a que Dumbledore continuara con la lectura.

¿Te das cuenta de quién es? —dijo Firenze—. Es el chico Potter. Mientras más rápido se vaya del bosque, mejor.

¿Qué le has estado diciendo? —gruñó Bane—. Recuerda, Firenze, juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los planetas lo que sucederá?

Ronan dio una patada en el suelo con nerviosismo.

Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obran do lo mejor posible —dijo, con voz sombría.

Muchos asintieron, algo mosqueados con el otro centauro.

También Bane dio una patada, enfadado.

¡Lo mejor posible! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar como burros buscando huma nos extraviados en nuestro bosque!

De pronto, Firenze levantó las patas con furia y Harry tuvo que aferrarse para no caer.

¿No has visto ese unicornio? —preguntó Firenze a Bane—. ¿No comprendes por qué lo mataron? ¿O los planetas no te han dejado saber ese secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, con humanos sobre mi lomo si tengo que hacerlo.

—Es un centauro increíble —comentó Hagrid sonriendo—. Mi favorito, sin duda.

Y Firenze partió rápidamente, con Harry sujetándose lo mejor que podía, y dejó atrás a Ronan y Bane, que se internaron entre los árboles.

Harry no entendía lo sucedido.

—Ahora si —añadió rápidamente antes de que nadie dijera nada.

¿Por qué Bane está tan enfadado? —preguntó—. Y a propósito, ¿qué era esa cosa de la que me salvaste?

Firenze redujo el paso y previno a Harry que tuviera la cabeza agachada, a causa de las ramas, pero no contestó. Siguieron andando entre los árboles y en silencio, durante tan to tiempo que Harry creyó que Firenze no volvería a hablarle. Sin embargo, cuando llegaron a un lugar particularmente tupido, Firenze se detuvo.

Harry Potter, ¿sabes para qué se utiliza la sangre de unicornio?

No —dijo Harry, asombrado por la extraña pregunta—. En la clase de Pociones solamente utilizamos los cuernos y el pelo de la cola de unicornio.

Snape asintió, al menos Potter prestaba algo de atención en clase.

Eso es porque matar un unicornio es algo monstruoso —dijo Firenze—. Sólo alguien que no tenga nada que perder y todo para ganar puede cometer semejante crimen. La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios.

Todos se estremecieron.

Harry clavó la mirada en la nuca de Firenze, que parecía de plata a la luz de la luna.

Pero ¿quién estaría tan desesperado? —se preguntó en voz alta—. Si te van a maldecir para siempre, la muerte es mejor, ¿no?

—Excelente pregunta, Harry, supongo que todos os hacéis una idea de quien, ¿Me equivoco? —preguntó Dumbledore alzando sus ojos por encima de sus gafas de media luna para observar el comedor.

—¡No diga sandeces, Dumbledore! ¡Está muerto! —dijo el ministro tan cabreado que algo de saliva salió disparada de su boca mientras hablaba.

Harry, aun que deseaba con todas sus ganas gritarle mil y una cosas, se contuvo. El libro daría las explicaciones por él.

Es así —dijo Firenze— a menos que lo único que necesites sea mantenerte vivo el tiempo suficiente para beber algo más, algo que te devuelva toda tu fuerza y poder, algo que haga que nunca mueras. ¿Harry Potter, sabes qué está escondido en el colegio en este preciso momento?

—¡La Piedra Filosofal! —gimieron muchos entonces.

¡La Piedra Filosofal! ¡Por supuesto... el Elixir de Vida! Pero no entiendo quién...

¿No puedes pensar en nadie que haya esperado muchos años para regresar al poder, que esté aferrado a la vida, esperando su oportunidad?

—¡No! ¡No! ¡Está muerto! —bufaba estúpidamente el ministro de manera tan ridícula que hasta Percy comenzaba a avergonzarse de estar a su lado.

Fue como si un puño de hierro cayera súbitamente sobre la cabeza de Harry. Por encima del ruido del follaje, le pareció oír una vez más lo que Hagrid le había dicho la noche en que se conocieron: «Algunos dicen que murió. En mi opinión, son tonterías. No creo que le quede lo suficiente de humano como para morir».

Todos en el comedor se estremecieron.

¿Quieres decir —dijo con voz ronca Harry— que era Vol...?

¡Harry! Harry, ¿estás bien?

Hermione corría hacia ellos por el sendero, con Hagrid resoplando detrás.

Estoy bien —dijo Harry, casi sin saber lo que con testaba—. El unicornio está muerto, Hagrid, está en ese claro de atrás.

Aquí es donde te dejo —murmuró Firenze, mientras Hagrid corría a examinar al unicornio—. Ya estás a salvo.

Harry se deslizó de su lomo.

Buena suerte, Harry Potter —dijo Firenze—. Los planetas ya se han leído antes equivocadamente, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.

Todos asintieron, no sabían lo que decían los planetas pero deseaban que nada malo pasara.

Se volvió y se internó en lo más profundo del bosque, dejando a Harry temblando.

Ron se había quedado dormido en la oscuridad de la sala común, esperando a que volvieran.

Harry y Hermione le sonrieron y este les devolvió la sonrisa ruborizado.

Cuando Harry lo sacudió para despertarlo, gritó algo sobre una falta en quidditch. Sin embargo, en unos segundos estaba con los ojos muy abiertos, mientras Harry les contaba, a él y a Hermione, lo que había sucedido en el bosque.

—Sin secretos —dijo Ron sonriendo.

—Sin secretos —le secundaron Harry y Hermione aunque Harry menos convencido, le habían estado ocultando cosas durante todo el verano.

Harry no podía sentarse. Se paseaba de un lado al otro, ante la chimenea. Todavía temblaba.
Snape quiere la piedra para Voldemort... y Voldemort está esperando en el bosque... ¡Y todo el tiempo pensábamos que Snape sólo quería ser rico!

—Estúpidos —comentó Snape negando con la cabeza lo que hizo que todos pensaran que Snape sí que quería entregarle la piedra a Voldemort. Pero en realidad era más simple de lo que parecía, si Snape quisiera realmente entregarle la piedra a Voldemort ¿Por qué Dumbledore le dejaba permanecer en la escuela? Solo unos pocos adultos sabían que Snape no era el culpable.

¡Deja de decir el nombre! —dijo Ron, en un aterroriza do susurro, como si pensara que Voldemort pudiera oírlos.

Muchos en el comedor asentían, se habían estremecido cada vez que Dumbledore había leído la palabra Voldemort. Harry rodaba los ojos, le sacaba de quicio ese comportamiento.

Harry no lo escuchó.

Firenze me salvó, pero no debía haberlo hecho... Bane estaba furioso... Hablaba de interferir en lo que los planetas dicen que sucederá... Deben decir que Voldemort ha vuelto... Bane piensa que Firenze debió dejar que Voldemort me matara. Supongo que eso también está escrito en las estrellas.

¿Quieres dejar de repetir el nombre? —dijo Ron.

Todos asintieron nuevamente mientras se estremecían.

Así que lo único que tengo que hacer es esperar que Snape robe la Piedra —continuó febrilmente Harry—.. Entonces Voldemort podrá venir y terminar conmigo... Bueno, supongo que Bane estará contento.

Todos miraron a Harry incrédulos y con los ojos muy abiertos. Cuando Harry hablaba de esa manera era cuando a Ginny más le apetecía estrecharlo entre sus brazos.

—Todo sea para complacer a el señor Bane —dijo Geroge mientras él y Fred hacían una ridícula reverencia, eso calmó mucho el ambiente.

Hermione parecía muy asustada, pero tuvo una palabra de consuelo.

Harry, todos dicen que Dumbledore es al único al que Quien-tú-sabes siempre ha temido. Con Dumbledore por aquí, Quien-tú-sabes no te tocará. De todos modos, ¿quién puede decir que los centauros tienen razón? A mí me parecen adivinos y la profesora McGonagall dice que ésa es una rama de la magia muy inexacta.

La profesora McGonagall asintió satisfecha porque una de sus alumnas predilectas le prestara tanta atención mientras Trelawny la fulminaba con la mirada.

El cielo ya estaba claro cuando terminaron de hablar. Se fueron a la cama agotados, con las gargantas secas. Pero las sorpresas de aquella noche no habían terminado.

Todos se quejaron de manera cansina.

—¿Qué más?

Cuando Harry abrió la cama encontró su capa invisible, cuidadosamente doblada. Tenía sujeta una nota:

Por las dudas.

—Bueno, al menos esa última sorpresa era buena —comentó Fred sonriendo.

—Bien, aquí acaba el capítulo. Ya casi hemos terminado el primer libro, estimo que quedaran un par de capítulos —dijo el director mientras cerraba el libro y lo colocaba encima de los otros seis—. Todos los alumnos volverán a la sala común y los invitados, bueno, buscaremos alguna habitación para ellos.

Todos se levantaron lentamente. Harry se despidió de los Weasley, de Sirius, de Tonks y de Lupin y caminó junto con los otros Gryffindor hacia su sala común. Harry se desplomó sobre su cama con muchísimo gusto, tal vez no había sido un día muy activo pero sí que había sido tremendamente extraño.

—Hoy ha sido un día rarísimo —comentó Ron desde su cama.

—Y que lo digas —lo secundaron todos sus compañeros de habitación.

Harry recordó en ese instante que una vida tranquila y feliz le esperaba en el futuro, sonrió como un estúpido.

—Por ese futuro luchare lo que haga falta —murmuró antes de caer profundamente dormido.

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