sábado, 16 de agosto de 2014

El duelo a medianoche


Tanto los personajes como todas las palabras que estén en negrita pertenecen a J.K Rowling.


EL DUELO A MEDIANOCHE

Yo leeré ahora —se ofreció Remus y Tonks, con una sonrisa, esperó a que Remus fuera hasta ella para darle el libro. Lo cogió y pasó la página—. El duelo a medianoche.

—¡Ronald Billius Weasley y Harry James Potter! ¡¿Cómo se os ocurre?! —exclamó Molly enfadada. Harry estaba encogiéndose en su asiento cuando vio a Sirius giñarle el ojo, eso le dio ánimos.

—Venga Molly, eso ya pasó, no les riñas a los chicos —le dijo Sirius a la señora Weasley.

Harry nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Dudley, pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy.

Muchos asintieron con la cabeza, por lo que sabían y habían leído Malfoy era detestable.

Sin embargo, los de primer año de Gryffindor sólo compartían con los de Slytherin la clase de Pociones, así que no tenía que encontrarse mucho con él.

—No está mal —observó Sirius.

O, al menos, así era hasta que apareció una noticia en la sala común de Gryffindor; que los hizo protestar a todos. Las lecciones de vuelo comenzarían el jueves...

—Pero si eso es bueno ¿No? —preguntó Tonks extrañada, por toda respuesta Remus siguió leyendo.
y Gryffindor y Slytherin aprenderían juntos.

—Oh, Dumby… ¿Sigues intentando que los Gryffindor y los Slyhterins se lleven bien? ¡Eso solo trae problemas! —aseguró Sirius—. Ya verás cómo pasa algo malo en la clase de vuelo.

—Esa rivalidad que tenéis es estúpida —dijo Tonks y muchos Hufflepuff asintieron con la cabeza pero para muchos leones y para muchas serpientes esa rivalidad que tenían hacia la estancia en Hogwarts más interesante.

Perfecto —dijo en tono sombrío Harry—. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.

—Si a eso le llamas hacer el ridículo… —le dijo Ron sonriendo y Harry sonrió también.

Deseaba aprender a volar más que ninguna otra cosa.

—Un digno hijo de James —dijo Sirius sonriendo.

No sabes aún si vas a hacer un papelón —dijo razonablemente Ron—. De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.

Muchos asintieron con la cabeza.

La verdad es que Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles.

La sala se llenó de risas y todos miraban a Malfoy burlones.

—¿Escapando de helicópteros? —le dijo Astoria burlona.

—Tenía once años —intentó excusarse este pero la gente siguió riendo.

Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba.

Seamus bajó la cabeza avergonzado.

Hasta Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra un planeador con la vieja escoba de Charles.

—Para una vez que te dejo la escoba y haces eso… —se quejó Charlie—. Si la llegas a haber roto tendría que haber jugado a Quidditch con las basuras que hay en el colegio.

Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch.

Muchos asintieron con la cabeza, el quidditch era genial.

Ron ya había tenido una gran discusión con Dean Thomas, que compartía el dormitorio con ellos, sobre fútbol. Ron no podía ver qué tenía de excitante un juego con una sola pelota, donde nadie podía volar.

Todo el mundo escuchó la descripción de ese deporte frunciendo el ceño ¿Qué tenía eso de interesante? Dean estaba a punto de replicar algo pero supo que no conseguiría hacer nada.

Harry había descubierto a Ron tratando de animar un cartel de Dean en que aparecía el equipo de fútbol de West Ham, para hacer que los jugadores se movieran.

—¡Ron! —se quejó Dean entre serio y divertido.

Neville no había tenido una escoba en toda su vida, por que su abuela no se lo permitía. Harry pensó que ella había actuado correctamente, dado que Neville se las ingeniaba para tener un número extraordinario de accidentes, incluso con los dos pies en tierra.

Varios rieron y Neville bajó la cabeza avergonzado.

Hermione Granger estaba casi tan nerviosa como Neville con el tema del vuelo.

Hermione asintió con la cabeza.

Eso era algo que no se podía aprender de memoria en los libros, aunque lo había intentado.

—¿En serio? —preguntaron muchos asombrados y burlones, Hermione bajó la cabeza avergonzada mientras Harry y Ron reían por lo bajo.

En el desayuno del jueves, aburrió a todos con estúpidas notas sobre el vuelo que había encontrado en un libro de la biblioteca, llamado Quidditch a través de los tiempos. Neville estaba pendiente de cada palabra, desesperado por encontrar algo que lo ayudara más tarde con su escoba, pero todos los demás se alegraron mucho cuando la lectura de Hermione fue interrumpida por la llegada del correo.

Los que habían estado cerca de Hermione ese día asintieron.

Harry no había recibido una sola carta desde la nota de Hagrid, algo que Malfoy ya había notado, por supuesto. La lechuza de Malfoy siempre le llevaba de su casa paquetes con golosinas, que el muchacho abría con perversa satisfacción en la mesa de Slytherin.

Malfoy no pudo evitar que una estúpida sonrisa burlona adornara su cara.

Un lechuzón entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió excitado y les enseñó una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que parecía llena de humo blanco.

—Digno hijo de su padre —dijeron varios adultos que habían conocido a Frank Longbottom mientras reían y Neville se ruborizó.

¡Es una Recordadora! —explicó—. La abuela sabe que olvido cosas y esto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Mirad, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh... —se puso pálido, porque la Recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo...

Muchos rieron mientras Hannah y Ginny fulminaban a los que lo hacían con la mirada y Luna sonreía a Neville de manera divertida.

Neville estaba tratando de recordar qué era lo que había olvidado, cuando Draco Malfoy que pasaba al lado de la mesa de Gryffindor; le quitó la Recordadora de las manos.

—Diez puntos menos para Slytherin —dijo McGonagall antes de que alguien buscara pelea con Malfoy.

Harry y Ron saltaron de sus asientos. En realidad, deseaban tener un motivo para pelearse con Malfoy,

—¡Chicos! —les riñó Hermione—. Está bien que queráis defender a un amigo, pero no busquéis pelea.

—No fui yo el que abofeteó a Malfoy hace dos años… —dejó caer Ron, Hermione quiso replicar algo pero Harry empezó a reír con el recuerdo y ella y Ron se vieron contagiados por su risa.

pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que ningún otro profesor del colegio, ya estaba allí.

McGongagall sonrió satisfecha de sí misma por eso.

¿Qué sucede?

Malfoy me ha quitado mi Recordadora, profesora.

Con aire ceñudo, Malfoy dejó rápidamente la Recordadora sobre la mesa.

Sólo la miraba —dijo, y se alejó, seguido por Crabbe y Goyle.

—Ya, claro —dijeron muchos rodando los ojos.

Aquella tarde, a las tres y media, Harry, Ron y los otros Gryffindors bajaron corriendo los escalones delanteros, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo.

Muchos miraron el libro emocionados.

Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia.

—Wow, Harry, describes realmente bien, ¿Has pensado en ser escritor? —le preguntó Hermione sorprendida.

Harry negó con la cabeza, su vida era suficientemente interesante como para necesitar escribir otras historias. Y entonces un extraño pensamiento cruzo su mente ¿Habría escrito el los libros que estaban leyendo? No tenía la respuesta ni tampoco un modo para conseguirla por lo que la anotó en su mente y siguió escuchando la lectura.

Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo. Harry había oído a Fred y a George Weasley quejarse de las escobas del colegio, diciendo que algunas comenzaban a vibrar si uno volaba muy alto, o que siempre volaban ligeramente torcidas hacia la izquierda.

—¿Es eso cierto? —preguntó el director frunciendo el ceño y los alumnos asintieron—. No sé porque nadie comunica a un profesor esas cosas… Está bien, las cambiaremos. No esperéis nada lujoso pero nos encargaremos de comprar unas escobas decentes.

Los alumnos aplaudieron con ganas, sobretodo estos que necesitaban de una escoba escolar para volar por que ellos no tenían.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

Muchos sintieron que estaba perfectamente descrita y esta se ruborizó y miró a Harry con una extraña mirada que no fue capaz de entender.

Bueno ¿qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

Muchos hicieron una mueca, pobre escoba.

Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y decid «arriba».

¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió.

Los Gryffindor sonrieron, orgullosos de su buscador estrella.

La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry,

—Es una teoría interesante —comentó la señora Hooch sonriendo.

y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

Neville asintió con la cabeza vigorosamente.

—Realmente no me gusta nada volar, nada nada —afirmó muy seguro.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Harry y Ron se alegraron muchísimo cuando la profesora dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.

Malfoy miró el suelo avergonzado mientras muchos reían.

Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...

Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.

—Oh, no —dejaron salir algunos, preocupados.

¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros...

Todos miraron el libro más preocupados todavía.

Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y..

Muchos cerraron los ojos esperando el golpe.

BUM...

Todos pusieron una mueca de dolor.

Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.

La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.

—Bueno, es solo la muñeca… —dijeron muchos aliviados.

Se volvió hacia el resto de la clase.

No debéis moveros mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejad las escobas donde están o estaréis fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardéis en decir quidditch. Vamos, hijo.

—Oh, vamos… Acabas de dejar a un grupo de críos solos y con escobas ¿Y piensas que ninguno de ellos te va a desobedecer? —dijo Moody decepcionado, era obvio que creía que faltaba algo de ¡Alerta permanente!

Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.

Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.

Todos fulminaron a Malfoy con la mirada.

¿Habéis visto la cara de ese gran zoquete?

—¡Cinco puntos menos para Slytherin por insultar! —sentenció McGonagall.

Los otros Slytherins le hicieron coro.

¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil en tono cortante.

McGonagall sonrió, satisfecha con sus Gryffindors y Neville la miró agradecido.

Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy Parkinson, una chica de Slytherin de rostro duro. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

—¡Otros cinco punto menos para Slytherin! —declaró McGonagall.

¡Mirad! —dijo Malfoy, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.

La Recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma.

Neville miró a Harry agradecido y el resto también, si Harry se inmiscuía en el asunto este se solucionaría.

Todos dejaron de hablar para observarlos.

Malfoy sonrió con malignidad.

Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué os parece... en la copa de un árbol?

—Una estupidez —dijo Hermione de manera mordaz.

¡Tráela aquí! —rugió Harry, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba. No había mentido, sabía volar. Des de las ramas más altas de un roble lo llamó:

¡Ven a buscarla, Potter!

—Mira que provocar a Harry —dijo Ron negando con la cabeza y sonriendo.

Harry cogió su escoba.

¡No! —gritó Hermione Granger—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos vas a meter en un lío.

Los profesores la miraron sonriendo, así tenían que pensar todos los alumnos pero siempre había que defender a los amigos y era por esa razón que muchos miraron a Hermione exasperados, además, Harry no le iba a hacer caso y eso lo sabían todos, incluso los que no le conocían.

Harry no le hizo caso.

—Obvio —dijeron muchos sonriendo.

Le ardían las orejas. Se montó en su escoba, pegó una fuerte patada y subió. El aire agitaba su pelo y su túnica, silbando tras él y, en un relámpago de feroz alegría, se dio cuenta de que había descubierto algo que podía hacer sin que se lo enseñaran. Era fácil, era maravilloso.

Muchos asintieron, así se sentían ellos.

Empujó su escoba un poquito más, para volar más alto, y oyó los gritos y gemidos de las chicas que lo miraban desde abajo, y una exclamación admirada de Ron.

El pelirrojo se sonrojó al más estilo Weasley.

—Es que fue alucinante —confesó y los que estuvieron allí presentes asintieron convencidos. Harry no pudo evitar sonrojarse de una manera que no tenía nada que envidiar a los Weasleys.

Dirigió su escoba para enfrentarse a Malfoy en el aire. Éste lo miró asombrado.

¡Déjala —gritó Harry— o te bajaré de esa escoba!

—¡Bien dicho! —rugieron los Gryffindors.

Ah, ¿sí? —dijo Malfoy, tratando de burlarse, pero con tono preocupado.
Harry sabía, de alguna manera, lo que tenía que hacer. Se inclinó hacia delante, cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina. Malfoy pudo apartarse justo a tiempo, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.

Lo mismo ocurría en el Gran Comedor, muchos, inmersos en la historia aplaudían emocionados.

Aquí no están Crabbe y Goyle para salvarte, Malfoy —exclamó Harry

Muchos sonrieron maliciosamente mientras que los Slytherin fulminaron a Malfoy con la mirada, siempre se acobardaba cuando estaba solo.

Parecía que Malfoy también lo había pensado.

Las serpientes siguieron fulminándole.

—Siempre tan valiente cuando estas rodeado pero cuando estas solo eres tan cobarde —dijo Astoria negando con la cabeza aun que, de algún modo, la imagen de un Draco cobarde se apoderó de su mente y tuvo que reconocer que era algo bastante lindo.

¡Atrápala si puedes, entonces! —gritó. Giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.

Muchos sonrieron tristes, era increíble lo que Harry había hecho hasta el momento, sobre todo para ser hecho por un niño de once años que no sabía volar pero eso ya era demasiado. Muchos incluso dejaron salir un "Adiós a la bola".

Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que la bola se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer.

Las sonrisas tristes aumentaron, si no había reaccionado hasta el momento en el que comenzaba a caer ya era imposible incluso para personas que ya sabían volar.

Se inclinó hacia delante y apuntó el mango de la escoba hacia abajo. Al momento siguiente, estaba ganando velocidad en la caída, persiguiendo a la bola, con el viento silbando en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban. Extendió la mano y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para en derezar su escoba y descender suavemente sobre la hierba, con la Recordadora a salvo.

Muchos en el gran comedor tardaron en asimilar lo ocurrido ¿La había atrapado? ¿En serio? Instantes después el Gran Comedor se llenó de aplausos y de gente diciendo "¡Impresionante!", "Genial" o cosas que llegaron a sorprender mucho a Harry como "Digno de Potter", Harry no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción adornara su cara.

¡HARRY POTTER!

—Huy, alguien se la ha cargado —dijo Sirius burlón.

Su corazón latió más rápido que nunca. La profesora McGonagall corría hacia ellos. Se puso de pie, temblando.

Nunca... en todo mis años en Hogwarts...

La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia.

¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...

Los adultos (quitemos a Sirius y a Tonks de esta categoría xD) y los alumnos sensatos asintieron, eso había sido muy imprudente pero, la verdad, Harry siempre era imprudente.

No fue culpa de él, profesora...

Silencio, Parvati.

Pero Malfoy..

Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo.

Muchos miraron a Harry con compasión, suponían que iba a ser castigado. Los que ya sabían que Harry había entrado en el equipo de quidditch el primer año le sonrieron, suponiendo lo obvio; Ese vuelo le había dado la entrada en el equipo.

En aquel momento, Harry pudo ver el aire triunfal de Malfoy, Crabbe y Goyle, mientras andaba inseguro tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Lo iban a expulsar; lo sabía. Quería decir algo para defenderse, pero no podía controlar su voz. La profesora McGonagall andaba muy rápido, sin siquiera mirarlo. Tenía que correr para alcanzar la. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos se manas. En diez minutos estaría haciendo su maleta. ¿Qué dirían los Dursley cuando lo vieran llegar a la puerta de su casa?

Muchos miraron a Harry con compasión nuevamente, sabían que no había sido expulsado pues se encontraba con ellos en ese momento pero sabían que lo tuvo que pasar mal.

Subieron por los peldaños delanteros y después por la escalera de mármol. La profesora McGonagall seguía sin hablar. Abría puertas y andaba por los pasillos, con Harry corriendo tristemente tras ella. Tal vez lo llevaba ante Dumbledore. Pensó en Hagrid, expulsado, pero con permiso para quedarse como guardabosque. Quizá podría ser el ayudante de Hagrid.

Hagrid sonrió a Harry, si le expulsaban y Harry quería a Hagrid no le importaría que fuese su ayudante.

Se le revolvió el estómago al imaginarse observando a Ron y los otros convirtiéndose en magos, mientras él andaba por ahí, llevando la bolsa de Hagrid.

Todos miraron a Harry más tristemente todavía.

La profesora McGonagall se detuvo ante un aula. Abrió la puerta y asomó la cabeza.
Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Wood un momento?

—¿Wood? —preguntaron muchos extrañados.

«¿Wood? —pensó Harry aterrado—. ¿Wood sería el en cargado de aplicar los castigos físicos?»

—Lo es —aseguraron todos los que habían entrenado con el recordando lo duros que eran sus entrenamientos. Fred siguió hablando—. Pero a ti siempre te han encantado esos castigos.
Harry asintió sonriendo, él lo tenía claro, si se quería ganar se tenía que sudar.

Pero Wood era sólo un muchacho corpulento de quinto año, que salió de la clase de Flitwick con aire confundido.

Seguidme los dos —dijo la profesora McGonagall. Avanzaron por el pasillo, Wood mirando a Harry con curiosidad.

Aquí.

La profesora McGonagall señaló un aula en la que sólo estaba Peeves, ocupado en escribir groserías en la pizarra.

¡Fuera, Peeves! —dijo con ira la profesora.

Peeves tiró la tiza en un cubo y se marchó maldiciendo. La profesora McGonagall cerró la puerta y se volvió para encararse con los muchachos.

Potter, éste es Oliver Wood. Wood, te he encontrado un buscador.

El Gran Comedor se llenó de jaleo (Felicitaciones, quejas, murmullos, susurros y gritos).

—Ese es mi ahijado —dijo Sirius muy orgulloso con una sonrisa de oreja a oreja. Harry vio a la familia Wealey al completo, a Tonks, a Remus, a Hermione y a Dumbledore dedicarle una sonrisa.

La expresión de intriga de Wood se convirtió en deleite.

¿Está segura, profesora?

Totalmente —dijo la profesora con vigor—. Este chico tiene un talento natural. Nunca vi nada parecido. ¿Ésta ha sido tu primera vez con la escoba, Potter?

Harry asintió con la cabeza en silencio. No tenía una explicación para lo que estaba sucediendo, pero le parecía que no lo iban a expulsar y comenzaba a sentirse más seguro.

Muchos miraron a Harry sonriendo.

Atrapó esa cosa con la mano, después de un vuelo de quince metros —explicó la profesora a Wood—. Ni un rasguño. Charlie Weasley no lo habría hecho mejor.

—Si McGonagall lo dice será cierto —le dijo Charlie sonriendo—. Aun que me gustaría que jugáramos juntos algún día.

Harry asintió y le sonrió de vuelta.

—Eso dalo por hecho —empezó el profesor Dumbledore sonriendo y todos se giraron hacia el—. Cuando acabe el libro podréis tener un pequeño duelo amistoso.

Muchos se emocionaron con la idea y, deseosos de acabar con el libro, urgieron a Remus para que continuase con la lectura.

Wood parecía pensar que todos sus sueños se habían he cho realidad.

¿Alguna vez has visto un partido de quidditch, Potter? —preguntó excitado.

Wood es el capitán del equipo de Gryffindor —aclaró la profesora McGonagall.

Y tiene el cuerpo indicado para ser buscador —dijo Wood, paseando alrededor de Harry y observándolo con atención—. Ligero, veloz... Vamos a tener que darle una es coba decente, profesora, una Nimbus 2.000 o una Cleans weep 7.

Harry sonrió recordando su vieja Nimbus 2.000.

Hablaré con el profesor Dumbledore para ver si podemos suspender la regla del primer año. Los cielos saben que necesitamos un equipo mejor que el del año pasado. Fuimos aplastados por Slytherin en ese último partido. No pude mirar a la cara a Severus Snape en vanas semanas...

Snape sonrió burlón mientras McGongall bajaba la cabeza.

La profesora McGonagall observó con severidad a Harry, por encima de sus gafas.

Quiero oír que te entrenas mucho, Potter, o cambiaré de idea sobre tu castigo.
Luego, súbitamente, sonrió.

Tu padre habría estado orgulloso —dijo—. Era un excelente jugador de quidditch.

Remus y Sirius sonrieron, ciertamente James habría estado muy orgulloso.


Es una broma.

Era la hora de la cena. Harry había terminado de contar le a Ron todo lo sucedido cuando dejó el parque con la profesora McGonagall. Ron tenía un trozo de carne y pastel de riñón en el tenedor; pero se olvidó de llevárselo a la boca.

—Enhorabuena, Harry, eso no había pasado nunca —le dijo Ginny divertida mientras miraba burlona a Ron.

¿Buscador? —dijo—. Pero los de primer año nunca... Serías el jugador más joven en...

Un siglo —terminó Harry, metiéndose un trozo de pastel en la boca. Tenía muchísima hambre después de toda la excitación de la tarde—. Wood me lo dijo.

Ron estaba tan sorprendido e impresionado que se quedó mirándolo boquiabierto.

Tengo que empezar a entrenarme la semana que viene —dijo Harry—. Pero no se lo digas a nadie, Wood quiere mantenerlo en secreto.

—Oh, vamos, todos lo sabíamos —le dijo Parvati sonriendo y muchos asintieron. Harry se encogió de hombros, él no había dicho nada a nadie excepto a Ron.

Fred y George Weasley aparecieron en el comedor; vieron a Harry y se acercaron rápidamente.

Bien hecho —dijo George en voz baja—. Wood nos lo contó. Nosotros también estamos en el equipo. Somos golpeadores.

En el presente hicieron una exagerada reverencia dándose aires mientras otros reían.

Te lo aseguro, vamos a ganar la copa de quidditch este curso —dijo Fred—. No la ganamos desde que Charlie se fue, pero el equipo de este año será muy bueno. Tienes que hacer lo bien, Harry. Wood casi saltaba cuando nos lo contó.

Muchos rieron por eso.

Bueno, tenemos que irnos. Lee Jordan cree que ha descubierto un nuevo pasadizo secreto, fuera del colegio.

Seguro que es el que hay detrás de la estatua de Gregory Smarmy, que nosotros encontramos en nuestra primera semana.

—Una semana, no está mal —dijo Sirius mientras asentía, haciéndose el interesante. Remus, detrás de él, rodaba los ojos.

—Nosotros tardamos casi lo mismo —le recordó Remus y los gemelos se ilusionaron al saber que era un buen record.

—Ya, claro, pero nosotros teníamos que cargar con Colagusano a todas partes —dijo Sirius naturalmente, como quien habla de un viejo amigo y entonces recordó lo que había hecho Colagusano. Tanto su semblante como el de Remus se ensombrecieron y Remus siguió leyendo.

Fred y George acababan de desaparecer, cuando se pre sentaron unos visitantes mucho menos agradables. Malfoy, flanqueado por Crabbe y Goyle.

¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo coges el tren para volver con los muggles?

—Y ahora que estas con tus guardaespaldas te vuelves valiente de nuevo —dijo Astoria suspirando. Frases como esas le hacían a Malfoy plantearse seriamente el abandonar a Crabbe y Goyle pero como no era capaz de encontrar la razón que le hacía pensar eso desechaba la idea rápidamente.

Eres mucho más valiente ahora que has vuelto a tierra firme y tienes a tus «amiguitos» —dijo fríamente Harry. Por supuesto que en Crabbe y Goyle no había nada que justificara el diminutivo, pero como la Mesa Alta estaba llena de profesores, no podían hacer más que crujir los nudillos y mirarlo con el ceño fruncido.

Nos veremos cuando quieras —dijo Malfoy—. Esta noche, si quieres. Un duelo de magos. Sólo varitas, nada de con tacto. ¿Qué pasa? Nunca has oído hablar de duelos de magos, ¿verdad?

—Oh, mal movimiento Malfoy —dijo Fred sonriendo—. Esta más que claro que solo lo dices por qué crees que va a acobardarse, pero ¡Vamos! ¡Estamos hablando de Harry! Se mueve por impulsos, no piensa.
Algunos rieron pero otros asintieron con la cabeza, muy serios.

Por supuesto que sí —dijo Ron, interviniendo—.

—Bueno, y también esta Ron —añadió George sonriendo.

—¡Ronald! —exlamó Molly alterada—. ¿Cómo se te ocurre?

Pero Ron no contestó y Remus se apresuró a seguir leyendo antes de que la señora Weasley armase un espectáculo.

Yo soy su segundo. ¿Cuál es el tuyo?

Malfoy miró a Crabbe y Goyle, valorándolos.

Crabbe —respondió—. A medianoche, ¿de acuerdo? Nos encontraremos en el salón de los trofeos, nunca se cierra con llave.

—Gracias por la información, señor Malfoy —dijo McGonagall con una maliciosa sonrisa.

Cuando Malfoy se fue, Ron y Harry se miraron.

¿Qué es un duelo de magos? —preguntó Harry—. ¿Y qué quiere decir que seas mi segundo?

Bueno, un segundo es el que se hace cargo, si te matan —dijo Ron sin darle importancia. Al ver la expresión de Harry, añadió rápidamente—: Pero la gente sólo muere en los duelos reales, ya sabes, con magos de verdad. Lo máximo que podéis hacer Malfoy y tú es mandaros chispas uno al otro. Ninguno sabe suficiente magia para hacer verdadero daño. De todos modos, seguro que él esperaba que te negaras.

Muchos asintieron, estaba claro (aunque muchos solo se dieron cuenta por el comentario de Fred).

¿Y si levanto mi varita y no sucede nada?

Remus se detuvo un segundo para sonreír antes de seguir leyendo.

La tiras y le das un puñetazo en la nariz —le sugirió Ron.

La sala se llenó de risas y Sirius asentía con la cabeza, aprobando lo dicho.

Disculpad.

Los dos miraron. Era Hermione Granger.

¿No se puede comer en paz en este lugar? —dijo Ron.

Algunos rieron.

—En serio, ¿Cómo os hicisteis amigos? Quiero decir, ¡Miraos, sois inseparables, siempre estáis juntos! Pero antes os llevabais fatal —inquirió Lavender extrañada mientras muchos se giraban para escuchar la respuesta con atención.

—Hubo una buena razón —dijo Harry simplemente.

—Si —dijo Ron mientras asentía vigorosamente con la cabeza—. Una razón "muuuy" grande.

Hermione se limitó a sonreír y nadie dio más explicaciones así que todos, con más curiosidad que antes de preguntar, se tuvieron que conformar con eso.

Hermione no le hizo caso y se dirigió a Harry

No pude dejar de oír lo que tú y Malfoy estabais diciendo...

No esperaba otra cosa —murmuró Ron.

La sala entró en pequeñas risas mientras muchos rodaban los ojos.

—¡Ron! No te he educado para que seas tan grosero —le regañó su madre.

—Técnicamente la grosera fui yo por escuchar conversaciones ajenas —le defendió la castaña.

—Lo siento por todo eso ¿Vale? —se disculpó Ron con Hermione quien no le estaba dando ninguna importancia al asunto.

... y no debes andar por el colegio de noche. Piensa en los puntos que perderás para Gryffindor si te atrapan, y lo harán. La verdad es que es muy egoísta de tu parte.

La profesora McGonagall asintió, de acuerdo con Hermione.

—Oh, vamos ¡Somos Gryffindor! Si me hubiera acobardado sería una decepción para nuestra casa ¿O no? —razonó Harry y a Hermione no le quedó más remedio que asentir levemente y a regañadientes.

Y la verdad es que no es asunto tuyo —respondió Harry.

—¿Tú también con esas, Harry? —le preguntó Molly algo decepcionada.

Adiós —añadió Ron.

De todos modos, pensó Harry, aquello no era lo que llamaría un perfecto final para el día. Estaba acostado, despierto, oyendo dormir a Seamus y a Dean (Neville no había regresado de la enfermería).

La señorita Pomfrey (la enfermera) miró a Neville extrañada, ella le había curado tan pronto como llegó.

Ron había pasado toda la velada dándole consejos del tipo de: «Si trata de maldecirte, será mejor que te escapes, porque no recuerdo cómo se hace para parar lo». Tenían grandes probabilidades de que los atraparan Filch o la Señora Norris, y Harry sintió que estaba abusando de su suerte al transgredir otra regla del colegio en un mismo día.

Los profesores le sonrieron, al menos el, al contrario que su padre, era consciente de lo que hacía.

Por otra parte, el rostro burlón de Malfoy se le aparecía en la oscuridad, y aquélla era la gran oportunidad de vencerlo frente a frente. No podía perderla.

Los Gryffindor asintieron.

—Merece la pena perder diez puntos de Gryffindor por eso —le aseguró Katie Bell y Harry le sonrió.

—¡Incluso veinte! —añadieron los gemelos.

—Pero treinta ya no, solo es Mafoy —dijo Ginny con una sonrisa.

Once y media —murmuró finalmente Ron—. Mejor nos vamos ya.

Se pusieron las batas, cogieron sus varitas y se lanzaron a través del dormitorio de la torre. Bajaron la escalera de caracol y entraron en la sala común de Gryffindor. Todavía brillaban algunas brasas en la chimenea, haciendo que todos los sillones parecieran sombras negras. Ya casi habían llega do al retrato, cuando una voz habló desde un sillón cercano.

No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry.

Una luz brilló. Era Hermione Granger; con el rostro ceñudo y una bata rosada.

¡Tu! —dijo Ron furioso—. ¡Vuelve a la cama!

—¡Ron! —le riñeron muchos mientras él se disculpaba con la castaña.

Estuve a punto de decírselo a tu hermano —contestó enfadada Hermione—. Percy es el prefecto y puede deteneros.

A Percy le habría gustado decir algo pero recordó que se había alejado de ellos y que no volvería hasta que reconocieran que Potter era un mentiroso.

Harry no podía creer que alguien fuera tan entrometido.

—¡Harry! ¿Tú también? —dijo Ginny y le dio un zote.

—En mi defensa diré que fue solo un pensamiento, yo no digo todo lo que pienso como otros… —intentó defenderse Harry, y funcionó, ahora Ginny fulminaba con la mirada a Ron.

Vamos —dijo a Ron. Empujó el retrato de la Dama Gorda y se metió por el agujero.
Hermione no iba a rendirse tan fácilmente. Siguió a Ron a través del agujero, gruñendo como una gansa enfadada.

No os importa Gryffindor; ¿verdad? Sólo os importa lo vuestro. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y vosotros vais a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall por conocer los encantamientos para cambios.

—Oh, Hermione… —dijeron muchos rodando los ojos—. No serian tantos puntos y merece la pena el riesgo.

Hermione sabía que así era pero tal vez fuera porque había cambiado mucho durante estos cinco años con Harry y Ron.

Vete.

Muy bien, pero os he avisado. Recordad todo lo que os he dicho cuando estéis en el tren volviendo a casa mañana. Sois tan...

Muchos rodaron los ojos por la exageración, tampoco iban a expulsarles por eso.

Pero lo que eran no lo supieron. Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver; y descubrió que la tela estaba vacía.

Muchos miraron el libro sorprendidos.

La Dama Gorda se había ido a una visita nocturna y Hermione estaba encerrada, fuera de la torre de Gryffindor.

—Esa no es exactamente mi definición de encerrada —comentó Luna y muchos asintieron.
Filch miraba el libro con los ojos entrecerrados, quería saber por qué no fue capaz de encontrarles.

¿Y ahora qué voy a hacer? —preguntó con tono agudo.

Ése es tu problema —dijo Ron—. Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde.

—Oh, Ron… —dijeron muchos rodando los ojos.

No habían llegado al final del pasillo cuando Hermione los alcanzó.

Voy con vosotros —dijo.

No lo harás.

¿No creeréis que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los tres, yo le diré la verdad, que estaba tratando de deteneros, y vosotros me apoyaréis.

—Vaya caradura —le dijo Sirius sonriendo y Hermione se sonrojó hasta las orejas al más puro estilo Weasley.

Eres una caradura —dijo Ron en voz alta.

Muchos asintieron y Ron se negó a disculparse con Hermione por eso.

Callaos los dos —dijo Harry en tono cortante—. He oído algo.

Muchos miraban a Harry asombrados. Casi siempre parecía un chico tímido y amable pero en algunos momentos era tan serio y decidido…

Era una especie de respiración.

¿La Señora Norris? —resopló Ron, tratando de ver en la oscuridad.

No era la Señora Norris. Era Neville. Estaba enroscado en el suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.

Todos miraron a Neville sorprendidos ¿Qué hacía ahí? Mientras este se encogía en su asiento.

¡Gracias a Dios que me habéis encontrado! Hace horas que estoy aquí. No podía recordar el nuevo santo y seña para irme a la cama.

—Oh, ¡Neville! —dijo la profesora McGonagall suspirando mientras muchos reían—. Sabes que puedes buscarme si te pasa eso, estoy aquí para ayudar.

—La verdad profesora, en ese momento le tenía algo de miedo —dijo Neville sinceramente ante la asombrada cara de McGonagall y aumentando las risas de los alumnos.

No hables tan alto, Neville. El santo y seña es «hocico de cerdo», pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido no sé dónde.

¿Cómo está tu muñeca? —preguntó Harry

—Al menos alguien se preocupa por el —se le escapó a Hannah y sonrió a Harry, este le sonrió de vuelta.
—Gracias —le dijo Neville sonriendo.

Bien —contestó, enseñándosela—. La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.

Pomfrey asintió satisfecha.

Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde...

¡No me dejéis! —dijo Neville, tambaléandose—. No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.

Los de primer año se estremecieron.

Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.

Si nos atrapan por vuestra culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra vosotros.

Algunos rieron pero Ron se encogió en su asiento al ver la mirada de su madre.

Hermione abrió la boca, tal vez para decir a Ron cómo utilizar la Maldición de los Demonios, pero Harry susurró que se callara y les hizo señas para que avanzaran.

—Para eso era —confirmó Hermione sonriendo pero entonces le entró una duda—. Oye, ¿Es que cada vez que alguien abre la boca para decir algo intentas adivinarlo?

—Normalmente lo hago —dijo Harry y entonces vio a Hermione abriendo la boca—. Si, Hermione, me refería a que normalmente lo adivino no a que normalmente lo intento.

Hermione, junto a muchos otros estudiantes, miró a Harry impresionada.

Se deslizaron por pasillos iluminados por el claro de luna, que entraba por los altos ventanales. En cada esquina, Harry esperaba chocar con Filch o la Señora Norris, pero tuvieron suerte. Subieron rápidamente por una escalera hasta el tercer piso y entraron de puntillas en el salón de los trofeos.

Malfoy y Crabbe todavía no habían llegado. Las vitrinas con trofeos brillaban cuando las iluminaba la luz de la luna. Copas, escudos, bandejas y estatuas, oro y plata reluciendo en la oscuridad. Fueron bordeando las paredes, vigilando las puertas en cada extremo del salón. Harry empuñó su varita, por si Malfoy aparecía de golpe. Los minutos pasaban.

Se está retrasando, tal vez se ha acobardado —susurró Ron.

Entonces un ruido en la habitación de al lado los hizo saltar. Harry ya había levantado su varita cuando oyeron unas voces. No era Malfoy.

Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón.

—¡Seras cobarde! —saltó Moody mirando a Malfoy, comprendiendo lo que pasaba—. ¡Y ruin!
Todos miraron Moody sorprendidos y Remus, quien también lo había comprendido, dio las explicaciones.

—Como no te atreves a batirte en duelo con Harry decides decirle a Filch que Harry iba a estar a medianoche en la sala de trofeos ¡Serás cobarde!

Malfoy tenía la mirada fija en el suelo muy avergonzado y decepcionado de sí mismo mientras pensaba en que Harry dudaba sobre si sería capaz de lanzar chispas con la varita y el temiendo que Harry le lanzara llamaradas…

—Eso es… Eso es muy… —empezó Tonks cabreada pero no encontraba la palabra.

—¿Muy Slytherin? —probó Ginny.

—¡Eso! Muy despreciable —dijo Tonks y muchos rieron por la forma de utilizar "Slytherin" y "Despreciable" como sinónimos.

Era Filch, hablando con la Señora Norris. Aterrorizado, Harry gesticuló salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible.

—Menos mal que eres bueno improvisando —le dijo Ginny sonriendo y Harry se ruborizó.

—Si, por que yo estaba paralizado —le dijo Ron y Hermione asintió, ella también.

Se escurrieron silenciosamente hacia la puerta más alejada de la voz de Filch. Neville acababa de pasar, cuando oyeron que Filch entraba en el salón de los trofeos.

Tienen que estar en algún lado —lo oyeron murmurar—. Probablemente se han escondido.

¡Por aquí! —señaló Harry a los otros y, aterrados, comenzaron a atravesar una larga galería, llena de armaduras. Podían oír los pasos de Filch, acercándose a ellos. Súbitamente, Neville dejó escapar un chillido de miedo y empezó a correr, tropezó, se aferró a la muñeca de Ron y se golpearon contra una armadura.

Muchos miraron el libro preocupados, eso habría hecho mucho ruido.

Los ruidos eran suficientes para despertar a todo el castillo.

¡CORRED! —exclamó Harry, y los cuatro se lanzaron por la galería, sin darse la vuelta para ver si Filch los seguía. Pasaron por el quicio de la puerta y corrieron de un pasillo a otro, Harry delante, sin tener ni idea de dónde estaban o adónde iban. Se metieron a través de un tapiz y se encontraron en un pasadizo oculto,

—¡Ese es mi ahijado! Encontrando pasadizos ocultos en el momento que los necesita, un digno hijo de un merodeador —dijo Sirius orgulloso mientras le sonreía. Fred y George también le sonreían y él se sintió satisfecho consigo mismo, olvidando el hecho de que lo encontró por casualidad.

lo siguieron y llegaron cerca del aula de Encantamientos, que sabían que estaba a kilómetros del salón de trofeos.

—¡Bien! —dijeron muchos alumnos aliviados.

El que Harry fuera el protagonista de la historia causaba que los alumnos se pusieran de su parte, de algún modo.

Creo que lo hemos despistado —dijo Harry, apoyándose contra la pared fría y secándose la frente. Neville estaba doblado en dos, respirando con dificultad.

Te... lo... dije —añadió Hermione, apretándose el pe cho—. Te... lo... dije.

—Odio cuando dice eso —le dijo Ron a Harry en un susurro y este asintió con la cabeza.

Tenemos que regresar a la torre Gryffindor —dijo Ron— lo más rápido posible.

Malfoy te engañó —dijo Hermione a Harry—. Te has dado cuenta, ¿no? No pensaba venir a encontrarse contigo. Filch sabía que iba a haber gente en el salón de los trofeos. Malfoy debió de avisarle.

—Despreciable —dijo Astoria mientras negaba con la cabeza, ese tipo de cosas eran las que hacían que todos despreciaran a los Slytherins. Malfoy sintió que algo le atravesaba el corazón que hizo que se sintiera peor aún consigo mismo pero, ¿Qué era eso que sentía?

Harry pensó que probablemente tenía razón, pero no iba a decírselo.

—¡Harry! —le regañaron muchos y Ginny volvió a darle un golpe en la cabeza.

Vamos.

No sería tan sencillo. No habían dado más de una docena de pasos, cuando se movió un pestillo y alguien salió de un aula que estaba frente a ellos.

Era Peeves. Los vio y dejó escapar un grito de alegría.

—Oh, no —dijeron muchos preocupados.

Cállate, Peeves, por favor... Nos vas a delatar.

Peeves cacareó.

—Este Peeves… Lunático, creo que tenemos que recordarle a quien puede molestar y a quien no —dijo Sirius muy serio y Remus asintió con la cabeza.

¿Vagabundeando a medianoche, novatos? No, no, no. Malitos, malitos, os agarrarán del cuellecito.

No, si no nos delatas, Peeves, por favor.

Debo decírselo a Filch, debo hacerlo —dijo Peeves, con voz de santurrón, pero sus ojos brillaban malévolamente—. Es por vuestro bien, ya lo sabéis.

Quítate de en medio —ordenó Ron, y le dio un golpe a Peeves. Aquello fue un gran error.

—¡Ron! ¡Serás idiota! —le dijo Ginny con los ojos muy abiertos, ni ella que sabía lo idiota que era su hermano esperaba que fuera "tan" idiota.

¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA! —gritó Peeves—. ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA, EN EL PASILLO DE LOS ENCANTAMIENTOS!

Pasaron debajo de Peeves y corrieron como para salvar sus vidas, recto hasta el final del pasillo, donde chocaron contra una puerta... que estaba cerrada.

—¡Mierda! —dejaron salir muchos alumnos, preocupados y expectantes por lo que pasaría a continuación.

¡Estamos listos! —gimió Ron, mientras empujaban inútilmente la puerta—. ¡Esto es el final!

Podían oír las pisadas: Filch corría lo más rápido que podía hacia el lugar de donde procedían los gritos de Peeves.

Oh, muévete —ordenó Hermione. Cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró—: ¡Alohomora!

—¡Bien! —dijeron muchos y los que estaban cerca de ella la felicitaron, esta se había ruborizado mucho pero, como de costumbre, agradecía los halagos con una sonrisa y muy satisfecha.

El pestillo hizo un clic y la puerta se abrió. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.

¿Adónde han ido, Peeves? —decía Filch—. Rápido, dímelo.

Di «por favor».

No me fastidies, Peeves. Dime adónde fueron.

No diré nada si me lo pides por favor —dijo Peeves, con su molesta vocecita.

Muy bien... por favor.

—Idiota —murmuró Remus mientras negaba con la cabeza sonriendo antes de seguir leyendo.

¡NADA! Ja, ja. Te dije que no te diría nada si me lo pedías por favor. ¡Ja, ja! —Y oyeron a Peeves alejándose y a Filch maldiciendo enfurecido.

Muchos rieron en el Gran Comedor mientras Filch gruñía.

—Esa no la hacía cuando nosotros estábamos en Hogwarts... ¿Quién se la ha enseñado? —preguntó Sirius curioso.

Los gemelos levantaron la mano, declarándose culpables y Remus les felicitó. Tonks gruñó en silencio, insatisfecha con las tonterías que ella le había enseñado a Peeves ¡¿Para qué le habían servido?! ¡Para que Remus dijera que eran ridículas!

Él cree que esta puerta está cerrada —susurro Harry—. Creo que nos vamos a escapar. 
¡Suéltame, Neville! —Porque Neville le tiraba de la manga desde hacia un minuto—. ¿Qué pasa?

Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba. Durante un momento, pensó que estaba en una pesadilla: aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido.

Todos miraban el libro con los ojos muy abiertos.

No estaban en una habitación, como él había pensado. Era un pasillo. El pasillo prohibido del tercer piso. Y ya sabían por qué estaba prohibido.

Todos abrieron los ojos más todavía, si eso era posible, sobre todo Fred y George, que habían tenido muchas ganas de entrar desde que dijeron que estaba prohibido.

Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.

Muchos dieron un respingo en sus asientos, aterrorizados por el perro y algunos, inconscientemente, se aferraron a la persona que tenían más cerca.

Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry supo que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa. Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles.

—Oh, no. Oh, no —escuchó Harry que murmuraba la señora Weasley, preocupada por el cuarteto.

Harry abrió la puerta. Entre Filch y la muerte, prefería a Filch.

Todos asintieron con la cabeza varias veces.

Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos. Corrieron, casi volaron por el pasillo. Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron. Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que alcanzaron el retrato de la Dama Gorda en el séptimo piso.

¿Dónde os habíais metido? —les preguntó, mirando sus rostros sudorosos y rojos y sus batas desabrochadas, colgando de sus hombros.

No importa... Hocico de cerdo, hocico de cerdo —jadeó Harry, y el retrato se movió para dejarlos pasar. Se atropellaron para entrar en la sala común y se desplomaron en los sillones.
Pasó un rato antes de que nadie hablara. Neville, por otra parte, parecía que nunca más podría decir una palabra.

¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio? —dijo finalmente Ron—. Si algún perro necesita ejercicio, es ése.

Muchos rieron tranquilos, el peligro había pasado.

Hermione había recuperado el aliento y el mal carácter.

¿Es que no tenéis ojos en la cara? —dijo enfadada—. ¿No visteis lo que había debajo de él?

¿El suelo? —sugirió Harry—. No miré sus patas, estaba demasiado ocupado observando sus cabezas.

Todos asintieron con la cabeza preguntándose a que se refería Hermione.

No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.

Todos abrieron mucho los ojos.

—Bien hecho, señorita Grenger —le felicito Moody sonriendo, muchos, como Harry, no se habrían fijado en algo como eso delante de un perro gigante de tres cabezas.

Se puso de pie, mirándolos indignada.

Espero que estéis satisfechos. Nos podía haber matado. O peor, expulsado.

—Creo que alguien tiene que poner en orden sus prioridades —le dijo Fred sonriendo mientras muchos asentían.

Ahora, si no os importa, me voy a la cama.

Ron la contempló boquiabierto.

—Como en el baile de navidad del año pasado —le recordó Harry sonriendo pícaramente y tanto Ron como Hermione se ruborizaron tanto que era imposible distinguir cuál de los dos era el Weasley.

No, no nos importa —dijo— Nosotros no la hemos arrastrado, ¿no?

Pero Hermione le había dado a Harry algo más para pensar, mientras se metía en la cama. El perro vigilaba algo... ¿Qué había dicho Hagrid? Gringotts era el lugar más seguro del mundo para cualquier cosa que uno quisiera ocultar... excepto tal vez Hogwarts.

Parecía que Harry había descubierto dónde estaba el paquetito arrugado de la cámara setecientos trece.

—En serio, ¿Cómo eres capaz de relacionarlo todo? Es increíble —le dijo Ron sorprendido.

—Y con solo once años —añadió McGonagall sonriendo.

—Tienes un increíble futuro por delante —le aseguró Moody con una sonrisa y Harry recordó que tendría tres hijos, que tendría una familia "Vaya que si tendré un increíble futuro" pensó sonriendo.

—Aquí acaba el capítulo ¿Canuto? —anunció Remus y Sirius se levantó y cogió el libro de Remus, quien se sentó junto a Tonks, ambos se sonrojaron levemente y Remus rezó para que Sirius empezara a leer pronto.

—Bien, allá voy —dijo Sirius sonriendo—. Halloween.


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