domingo, 17 de agosto de 2014

Halloween


Tanto los personajes como todas las palabras que estén en negrita pertenecen a J.K Rowling.


HALLOWEEN

Bien, allá voy —dijo Sirius sonriendo—. Halloween.

Muchos miraron el libro emocionados, las fiestas de Halloween siempre eran increíbles en Hogwarts.

Malfoy no podía creer lo que veían sus ojos, cuando vio que Harry y Ron todavía estaban en Hogwarts al día siguiente, con aspecto cansado pero muy alegres.

Muchos miraron a Malfoy burlones, recordando su acto cobarde con respecto al duelo.

En realidad, por la mañana Harry y Ron pensaron que el encuentro con el perro de tres cabezas había sido una excelente aventura, y ya estaban preparados para tener otra.

—Ese es mi ahijado —dijo Sirius levantando la vista del libro para sonreír a Harry.

Mientras tanto, Harry le habló a Ron del paquete que había sido llevado de Gringotts a Hogwarts, y pasaron largo rato preguntándose qué podía ser aquello para necesitar una protección así.

—¿Qué creéis que será? —preguntó Dean.

—Muy posiblemente la piedra filosofal, dado que el libro se llama así —respondió Ginny y muchos asintieron, era lo más probable.

Es algo muy valioso, o muy peligroso —dijo Ron.

O las dos cosas —opinó Harry

Pero como lo único que sabían con seguridad del misterioso objeto era que tenía unos cinco centímetros de largo, no tenían muchas posibilidades de adivinarlo sin otras pistas.

Ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que había debajo del perro y la trampilla. Lo único que le importaba a Neville era no volver a acercarse nunca más al animal.

Neville asintió con la cabeza vigorosamente, lo había pasado fatal.

—Aún tengo pesadillas —informó tristemente.

Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero como era una sabihonda mandona, los chicos lo consideraron como un premio.

—¡Chicos! —les regañó Ginny mientras el resto seguía pensando en cómo diantres llegaron a hacerse tan amigos.

Lo que realmente deseaban en aquel momento era poder vengarse de Malfoy y, para su gran satisfacción, la posibilidad llegó una semana más tarde, por correo.

Todos miraron el libro expectantes pero sobretodo Malfoy, que no recordaba que era lo que pasó.

Mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre, la atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, que llevaban seis lechuzas blancas.

Entonces Malfoy lo recordó, la Nimbus 2.000.

Harry estaba tan interesado como los demás en ver qué contenía, y se sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron y dejaron el paquete frente a él, tirando al suelo su tocino. Se estaban alejando, cuando otra lechuza dejó caer una carta sobre el paquete.

Harry abrió el sobre para leer primero la carta y fue una suerte, porque decía:

NO ABRAS EL PAQUETE EN LA MESA Contiene tu nueva Nimbus 2.000, pero no quiero que todos sepan que te han comprado una escoba, porque también querrán una. Oliver Wood te esperará esta noche en el campo de quidditch a las siete, para tu primera sesión de entrenamiento.

Profesora McGonagall

—Gracias Minnie —le dijo Sirius haciendo una pausa para eso. Después de dedicarle una sonrisa tan brillante con la que nadie diría que se había pasado más de diez años en Azkaban, la lectura siguió su curso.

Harry tuvo dificultades para ocultar su alegría, mientras le alcanzaba la nota a Ron.

¡Una Nimbus 2.000! —gimió Ron con envidia—. Yo nunca he tocado ninguna.

Salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antes de la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y Goyle, que les cerraban el camino. Malfoy le quitó el paquete a Harry y lo examinó.

—Qué manía con quitarle las cosas a los demás —se quejó Cho negando con la cabeza.

Es una escoba —dijo, devolviéndoselo bruscamente, con una mezcla de celos y rencor en su cara—. Esta vez lo has hecho, Potter. Los de primer año no tienen permiso para tener una.

—Pero Harry si —dijeron muchos burlones mientras Draco rodaba los ojos.

Ron no pudo resistirse.

No es ninguna escoba vieja —dijo—. Es una Nimbus 2.000. ¿Cuál dijiste que tenías en casa, Malfoy, una Comet 260? —Ron rió con aire burlón—. Las Comet parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.

Varios asintieron, eso era muy cierto.

¿Qué sabes tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo? —replicó Malfoy—. Supongo que tú y tus hermanos tenéis que ir reuniendo la escoba ramita a ramita.

Los Weasleys miraron a Malfoy con ira y este se encogió en su asiento. Ginny se levantó y Sirius, que podía haber continuado leyendo para evitar cualquier tipo de disputa, decidió permanecer en silencio, expectante.

—Mira Malfoy, parece que te encanta burlarte de nuestra familia por nuestra falta de dinero —empezó a decir Ginny fulminándole con la mirada—. Parece que crees que todo el mundo te tiene envidia por ser rico pero, para que sepas, soy extremadamente feliz con mi familia con dinero o sin él. Mucho más de lo que tú, el hijo de un asqueroso mortifago purista de sangre podría soñar con ser. Y por el afán que tienes con burlarte de nuestra familia en particular no creo que sea disparatado decir que eres tú el que nos tiene envidia.

Malfoy se levantó con ira mientras todos observaban la discusión con atención.

—¿Envidia, yo? ¿A vosotros? ¿Por qué?

—Tal vez porque tú, un hijo único de una familia que le da más dinero del que puede gastar para que no moleste, desearía tener a alguien que le prestara atención alguien como, no sé, ¿Un hermano? Y al vernos a nosotros, siete exactamente, te mueres de envidia.

Todos abrieron mucho los ojos. Los Weasley miraron a Ginny orgullosos, sobre todo los gemelos. Percy no pudo evitar sonreír al ver que Ginny lo seguía considerando un hermano. Harry estaba sonriendo de oreja a oreja y le costaba reprimir las ganas que tenía de ir allí y besarla delante de todo el mundo pero no podía ser, a él le gustaba Cho, además, era la hermana de su mejor amigo… Además ¿Desde cuándo llevaba pensando en ella de esa manera? Hasta hace poco siempre pensó que la consideraba casi como su propia hermana.

Michael Corner, el novio de Ginny, estaba más que avergonzado al ver el numerito que había montado su novia y se limitaba a encogerse en su asiento. (N.A.: Me cabrea este tipo ¬¬ como se atreve a robarle a Ginny su primer beso)

Malfoy estuvo un rato dudando sobre cómo responder y, por desgracia para él, cuando abrió la boca para replicar, Sirius, con una enorme sonrisa, continuó con la lectura.

Antes de que Ron pudiera contestarle, el profesor Flitwick apareció detrás de Malfoy

No os estaréis peleando, ¿verdad, chicos? —preguntó con voz chillona.

A Potter le han enviado una escoba, profesor —dijo rápidamente Malfoy.

Sí, sí, está muy bien —dijo el profesor Flitwick, mirando radiante a Harry—. La profesora McGonagall me habló de las circunstancias especiales, Potter. ¿Y qué modelo es?

Muchos rieron imaginándose a Malfoy en esa situación. Astoria, que había decidido no reírse más de Draco, no pudo reprimir una carcajada. Incluso Blaise y Theo, los que estaban sentados junto a Draco estuvieron riendo. La única que no rió fue Pansy, Draco pensó que era porque estaba enamorada de el pero no, la verdad era que no comprendía la gracia.

Una Nimbus 2.000, señor —dijo Harry, tratando de no reír ante la cara de horror de Malfoy—. Y realmente es gracias a Malfoy que la tengo.

—Buena esa —comentó Sirius antes de seguir leyendo mientras sonaban algunas risitas más por el Gran Comedor.

Harry y Ron subieron por la escalera, conteniendo la risa ante la evidente furia y confusión de Malfoy.

Bueno, es verdad —continuó Harry cuando llegaron al final de la escalera de mármol—. Si él no hubiera robado la Recordadora de Neville, yo no estaría en el equipo...

¿Así que crees que es un premio por quebrantar las reglas? —Se oyó una voz irritada a sus espaldas. Hermione subía la escalera, mirando con aire de desaprobación el paquete de Harry

—Tiene su punto —comentó Luna soñadoramente—. Realmente no te lo merecías, Harry.

—Lo sé —dijo este avergonzado.

Pensaba que no nos hablabas —dijo Harry.

Sí, continúa así —dijo Ron—. Es mucho mejor para nosotros.

—¡Ron! —volvieron a reñirle muchos mientras este se disculpaba con Hermione.

Hermione se alejó con la nariz hacia arriba.

Durante aquel día, Harry tuvo que esforzarse por atender a las clases. Su mente volvía al dormitorio, donde su escoba nueva estaba debajo de la cama, o se iba al campo de quidditch, donde aquella misma noche aprendería a jugar.

Muchos le miraban sonriendo, Harry, recordando ese día, también sonreía.

Durante la cena comió sin darse cuenta de lo que tragaba, y luego se apresuró a subir con Ron, para sacar; por fin, a la Nimbus 2.000 de su paquete.

Oh —suspiró Ron, cuando la escoba rodó sobre la colcha de la cama de Harry.
Hasta Harry, que no sabía nada sobre las diferencias en las escobas, pensó que parecía maravillosa. Pulida y brillante, con el mango de caoba, tenía una larga cola de ramitas rectas y, escrito en letras doradas: «Nimbus 2.000».

Sirius leía eso con una sonrisa admiradora en su rostro.

Cerca de las siete, Harry salió del castillo y se encaminó hacia el campo de quidditch. Nunca había estado en aquel estadio deportivo. Había cientos de asientos elevados en tribunas alrededor del terreno de juego, para que los espectadores estuvieran a suficiente altura para ver lo que ocurría. En cada extremo del campo había tres postes dorados con aros en la punta. Le recordaron los palitos de plástico con los que los niños muggles hacían burbujas, sólo que éstos eran de quince metros de alto.

Muchos se preguntaban que eran eso palitos de plástico pero decidieron guardar silencio.

Demasiado deseoso de volver a volar antes de que llegara Wood, Harry montó en su escoba y dio una patada en el suelo. Qué sensación. Subió hasta los postes dorados y luego bajó con rapidez al terreno de juego. La Nimbus 2.000 iba donde él quería con sólo tocarla.

Muchos sonreían ante eso pero nadie como Harry, que estaba recordando la primera vez que montó en su querida Nimbus 2.000.

¡Eh, Potter, baja!

Había llegado Oliver Wood. Llevaba una caja grande de madera debajo del brazo. Harry aterrizó cerca de él.

Muy bonito —dijo Wood, con los ojos brillantes—. Ya veo lo que quería decir McGonagall, realmente tienes un talento natural.

Sirius sonreía leyendo esto mientras el equipo de Gryffindor miraba con orgullo a su buscador.

Voy a enseñarte las reglas esta noche y luego te unirás al equipo, para el entrenamiento, tres veces por semana.

Abrió la caja. Dentro había cuatro pelotas de distinto tamaño.

Bueno —dijo Wood—. El quidditch es fácil de entender; aunque no tan fácil de jugar. Hay siete jugadores en cada equipo. Tres se llaman cazadores.

Tres cazadores —repitió Harry, mientras Wood sacaba una pelota rojo brillante, del tamaño de un balón de fútbol.

En este momento muchos se preguntaban que era el futbol pero entonces recordaron la explicación de Ron sobre ese deporte el capítulo anterior así que guardaron silencio
.
Esta pelota se llama quaffle —dijo Wood—. Los cazadores se tiran la quaffle y tratan de pasarla por uno de los aros de gol. Obtienen diez puntos cada vez que la quaffle pasa por un aro. ¿Me sigues?

Los cazadores tiran la quaffle y la pasan por los aros de gol —recitó Harry—. Entonces es una especie de baloncesto, pero con escobas y seis canastas.

Muchos se preguntaron sobre ese nuevo deporte pero volvieron a guardar silencio, muchos no querían que el resto supiese que tenían curiosidad por la cultura muggle. Sobretodo Malfoy.

¿Qué es el baloncesto? —preguntó Wood.

Olvídalo —respondió rápidamente Harry

Hay otro jugador en cada lado, que se llama guardián. Yo soy guardián de Gryffindor. Tengo que volar alrededor de nuestros aros y detener los lanzamientos del otro equipo.

Tres cazadores y un guardián —dijo Harry, decidido a recordarlo todo—. Y juegan con la quaffle. Perfecto, ya lo tengo. ¿Y para qué son ésas? —Señaló las tres pelotas restantes.

Ahora te lo enseñaré —dijo Wood—. Toma esto.

Dio a Harry un pequeño palo, parecido a un bate de béisbol.

De nuevo muchos se preguntaron que era ese nuevo deporte pero, como las anteriores veces, se lo guardaron.

Voy a enseñarte para qué son —dijo Wood—. Esas dos son las bludgers.
Enseñó a Harry dos pelotas idénticas, pero negras y un poco más pequeñas que la roja quaffle. Harry notó que parecían querer escapar de las tiras que las sujetaban dentro de la caja.
Quédate atrás —previno Wood a Harry. Se inclinó y soltó una de las bludgers.

—¿La soltó? ¿Es que quería romperte la cara? —preguntó Alicia Spinnet con la boca y los ojos muy abiertos.

Todos miraron al libro entre expectantes y preocupados.

De inmediato, la pelota negra se elevó en el aire y se lanzó contra la cara de Harry.

Las miradas expectantes se volvieron muecas de dolor, imaginando el golpe.

Harry la rechazó con el bate, para impedir que le rompiera la nariz, y la mandó volando por el aire.

—¡Wow! Buenos reflejos —le dijeron los gemelos algo impresionados.

Pasó zumbando alrededor de ellos y luego se tiró contra Wood, que se las arregló para sujetarla contra el suelo.

¿Ves? —dijo Wood jadeando, metiendo la pelota en la caja a la fuerza y asegurándola con las tiras—. Las bludgers andan por ahí, tratando de derribar a los jugadores de las escobas. Por eso hay dos golpeadores en cada equipo (los gemelos Weasley son los nuestros).

Otra vez, los gemelos hicieron una exagerada reverencia dándose aires.

Su trabajo es proteger a su equipo de las bludgers y desviarlas hacia el equipo contrario. ¿Lo has entendido?

Tres cazadores tratan de hacer puntos con la quaffle, el guardián vigila los aros y los golpeadores mantienen aleja das las bludgers de su equipo —resumió Harry.

Muy bien —dijo Wood.

Hum... ¿han matado las bludgers alguna vez a al guien? —preguntó Harry, deseando que no se le notara la preocupación.

Todos sonrieron, todos se habían echo esa pregunta alguna vez.

Nunca en Hogwarts.

—Ósea que si en otros sitios —dedujó Hermione preocupada.

—Vamos Hermione, hay accidentes en todos los deportes —dijo Ron tratando de tranquilizarla pero no lo consiguió. Para ella el quidditch siempre había sido un deporte de burros y, (aunque reconocía que le gustaba ver a Ron volar con el uniforme de quidditch) no podía evitar estar preocupada porque sus dos mejores amigos se jugaban la vida muchas veces al año. Harry pareció leerle los pensamientos.

—Hermione… Como si fuera los más peligroso que hemos hecho —con esas simples palabras Hermione, aunque no menos preocupada, tuvo que resignarse a reconocer que era cierto, comparado con las cosas que habían enfrentado hasta el momento el quidditch era lo de menos.

Hemos tenido algunas mandíbu las rotas, pero nada peor hasta ahora. Bueno, el último miembro del equipo es el buscador. Ese eres tú. Y no tienes que preocuparte por la quaffle o las bludgers...

Amenos que me rompan la cabeza.

Muchos rieron secamente.

Tranquilo, los Weasley son los oponentes perfectos para las bludgers. Quiero decir que ellos son como una pareja de bludgers humanos.

Muchos asintieron con la cabeza pero por encima de todos los que habían jugado contra ellos.

Wood buscó en la caja y sacó la última pelota. Comparada con las otras, era pequeña, del tamaño de una nuez grande. Era de un dorado brillante y con pequeñas alas plateadas.

Esta dorada —continuó Wood— es la snitch.

Los buscadores allí presentes sonrieron ante la imagen de aquella pequeña pelota dorada.

Es la pelota más importante de todas. Cuesta mucho de atrapar por lo rápida y difícil de ver que es. El trabajo del buscador es atraparla. Tendrás que ir y venir entre cazadores, golpeadores, la quaffle y las bludgers, antes de que la coja el otro buscador, porque cada vez que un buscador la atrapa, su equipo gana ciento cincuenta puntos extra, así que prácticamente acaba siendo el ganador.

—¡Hey! —se quejaron muchos cazadores.

—Tampoco es para tanto… La media de un partido de quidditch está en una hora y media y con quince tantos ya igualas el valor de la snitch —razonó Katie sintiéndose ultrajada por el menosprecio a el valor de los cazadores.

Todos los cazadores de todos los equipos asintieron también algo molestos por el último comentario de Wood.

Por eso molestan tanto a los buscadores. Un partido de quidditch sólo termina cuando se atrapa la snitch, así que puede durar muchísimo. Creo que el record fue tres meses. Tenían que traer sustitutos para que los jugadores pudieran dormir... Bueno, eso es todo. ¿Alguna pregunta?

Harry negó con la cabeza. Entendía muy bien lo que tenía que hacer; el problema era conseguirlo.

Todos asintieron con la cabeza, las reglas eran simples (descontando las más de setecientas maneras de hacer falta) pero el problema era conseguirlo.

Todavía no vamos a practicar con la snitch —dijo Wood, guardándola con cuidado en la caja—. Está demasiado oscuro y podríamos perderla. Vamos a probar con unas pocas de éstas.

Sacó una bolsa con pelotas de golf de su bolsillo y, unos pocos minutos más tarde, Wood y Harry estaban en el aire. Wood tiraba las pelotas de golf lo más fuertemente que podía en todas las direcciones, para que Harry las atrapara. Éste no perdió ni una y Wood estaba muy satisfecho.

Lo mismo pasaba en el gran comedor, los leones miraban a Harry orgullosos y este estaba completamente colorado. Otros le miraban impresionados, era su segunda vez en escoba y parecía ser un jugador profesional

Después de media hora se hizo de noche y no pudieron continuar.

La copa de quidditch llevará nuestro nombre este año —dijo Wood lleno de alegría mientras regresaban al castillo—. No me sorprendería que resultaras ser mejor jugador que Charles Weasley. Él podría jugar en el equipo de Inglaterra si no se hubiera ido a cazar dragones.

Las cabezas se giraron hacia Charlie, que estaba sonriendo alegremente.

—Sigo sin entender como rechazaste el puesto para el equipo nacional —comentó Ginny negando con la cabeza.

—Me encanta mi trabajo —se excusó Charlie—. Y no cazo dragones, los estudio y los cuido.

Tal vez fue porque estaba ocupado tres noches a la semana con las prácticas de quidditch, además de todo el trabajo del colegio, la razón por la que Harry se sorprendió al comprobar que ya llevaba dos meses en Hogwarts. El castillo era mucho más su casa de lo que nunca había sido Privet Drive.

Sirius y Snape le miraron sonriendo (aunque el ultimo con una muy pequeña sonrisa que Harry no logró distinguir), ellos habían sentido lo mismo.

Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos.

Los profesores asintieron satisfechos.

En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer; desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville.

Los alumnos de primero miraron el libro con intensidad, ellos todavía no habían aprendido eso dado que había pasado poco más de un mes desde que las clases comenzaron.

El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Harry era Seamus Finnigan (lo que fue un alivio, porque Neville había tratado de llamar su atención).

Muchos miraron a Harry de mala manera por rehusar la compañía de Harry.

—Neville, déjame explicarme —rogó Harry al ver la tristeza en el semblante de su amigo—. Me caes bien y somos amigos, pero me apetecía aprender a levitar sin accidentes.

Todos abrieron mucho los ojos, alegres de que Harry no le rechazase porque no le cayese bien.

—Pues creo que no elegiste un buen compañero, Harry —le dijo Seamus burlón, dado que él le prendió fuego a la pluma.

—Ahora lo sé, Seamus —le dijo Harry sonriendo, contento de volver a tener una conversación normal con este dado que estaban peleados.

Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos.

—Yo —dijeron ambos al mismo tiempo y luego se miraron—. ¡No, yo!

Todos rieron por ese estúpido acto mientras ellos se ponían del color del pelo de Ron y dejaban la discusión a un lado.

La muchacha no les hablaba desde el día en que Harry recibió su escoba.

Las dudas de cómo surgió la amistad entre ellos y Hermione aumentó en los oyentes.

Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor; subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear; recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.

Los alumnos de primer año se encogieron, era la primera vez que escuchaban eso.

Era muy difícil. Harry y Seamus agitaron y golpearon, pero la pluma que debía volar hasta el techo no se movía del pupitre. Seamus se puso tan impaciente que la pinchó con su varita y le prendió fuego,

Algunos rieron imaginándose la escena.

y Harry tuvo que apagarlo con su sombrero.

—Gracias —le agradeció Seamus sinceramente, contento también de poder tener una conversación normal con él. Se sentía estúpido por haber dudado de él pero, la verdad, si no hubiesen llegado estos libros seguramente seguirían peleados.

Ron, en la mesa próxima, no estaba teniendo mucha más suerte.

¡Wingardium leviosa! —gritó, agitando sus largos brazos como un molino.

Muchos rieron y Ron se encogió avergonzado.

Lo estás diciendo mal. —Harry oyó que Hermione lo reñía—. Es Win-gar-dium levi-o-sa, pronuncia gar más claro y más largo.

Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente —dijo Ron con rabia.

En el presente Hermione miró a Ron con suficiencia.

Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.

¡Oh, bien hecho! —gritó el profesor Flitwick, aplau diendo—. ¡Mirad, Hermione Granger lo ha conseguido!

Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor.

No es raro que nadie la aguante —dijo a Harry, cuando se abrían paso en el pasillo—. Es una pesadilla, te lo digo en serio.

—¡Ron! —volvieron a reñirle muchos negando con la cabeza.

—Ahora entiendo que era una persona molesta —dijo Hermione en un suspiro, avergonzada de su comportamiento a los once años.

—Oh, vamos Hermione, no hables así de ti misma. Eras una persona muy insegura, dudabas de ti misma e intentabas compensarlo sabiendo siempre la respuesta correcta para todo. Por eso estudias tanto. Y es por esa falsa sensación de confianza que proyectabas que el idiota de mi yo pasado se sentía irritado contigo y tu siempre te sentías fuera de lugar. No sabes lo que me arrepiento de que lo hayas pasado tan mal, y lo siento, y haré lo que me pidas para compensarlo —dijo Ron con seguridad.

Hermione abrió mucho la boca, la cerró y la volvió a abrir. No sabía que decir, las palabras de Ron, su manera de comprenderla y de disculparse por lo que había hecho la habían descolocado totalmente. Y no solo a ella, muchos miraban a Ron impresionados, incluido Harry, que, a pesar de verla como a su hermana nunca había llegado a entenderla como Ron.

—Esta todo compensado —le dijo Hermione con una sonrisa radiante—. Me alegro de que seas mi amigo.

Ron sonrió a su vez pero ese ultimo comentario había sido como una rosa con una daga dentro; le había hecho feliz pero también le había dolido.

Alguien chocó contra Harry. Era Hermione. Harry pudo ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.

—¡Eres despreciable! —le dijeron varias chicas pero a Hermione nada de eso le importaba, después del anterior comentario de Ron nada iba a borrar su sonrisa.

Creo que te ha oído.

¿Y qué? —dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo—.

Hermione le dedicó a Ron una pequeña sonrisa al leer que estaba incomodo por haberla hecho llorar.

Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.

La sonrisa desapareció al instante.

—¡Serás… —gruñó esta mientras le golpeaba en el brazo.

—Hermione, lo siento, no sabes cómo me arrepiento —le confesó Ron con sinceridad—. ¿No escuchaste eso esa vez?

—No, lo último que escuché fue el "¿Y qué?"

Hermione no apareció en la clase siguiente y no la vieron en toda la tarde. De camino al Gran Comedor, para la fiesta de Halloween, Harry y Ron oyeron que Parvati Patil le decía a su amiga Lavender que Hermione estaba llorando en el cuarto de baño de las niñas y que deseaba que la dejaran sola.

Mucha gente fulminó a Ron con la mirada mientras este seguía intentando disculparse con Hermione de mil maneras diferentes. Esta ya le había perdonado pero le gustaba que siguiera disculpándose así que no dijo nada.

Ron pareció más molesto aún, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran Comedor; donde las decoraciones de Halloween les hicieron olvidar a Hermione.

—¡Chicos! —les regañaron muchos y Ginny les dio un zape a cada uno.

Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.

Los alumnos de primer año escuchaban la descripción con atención, ellos todavía no habían estado nunca en Halloween en Hogwarts por lo que todo eso era nuevo para ellos.

Harry se estaba sirviendo una patata con su piel, cuando el profesor Quirrell llegó rápidamente al comedor; con el turbante torcido y cara de terror. Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se apoyaba sobre la mesa y jadeaba:

Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.

Muchos gimieron de terror, incluso los que habían estado ese día en el comedor se estremecieron al recordarlo, los troles podían ser tontos pero eran criaturas enormes y violentas.

Y se desplomó en el suelo.

Se produjo un tumulto. Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.

Prefectos —exclamó—, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.
Percy estaba en su elemento.

Los gemelos tuvieron que hacer un gran esfuerzo para contenerse y no decirle nada a Percy.

¡Seguidme! ¡Los de primer año, manteneos juntos! ¡No necesitáis temer al trol si seguís mis órdenes! Ahora, venid conmigo. Haced sitio, tienen que pasar los de primer año. ¡Perdón, soy un prefecto!

¿Cómo ha podido entrar aquí un trol? —preguntó Harry, mientras subían por la escalera.

No tengo ni idea, parece ser que son realmente estúpidos —dijo Ron—. Tal vez Peeves lo dejó entrar; como broma de Halloween.

—Peeves no haría algo así —les aseguró Remus.

—No te preocupes, ya sabemos quién fue —dijo Harry haciendo que todos le mirasen con curiosidad pero este no dijo nada más.

Pasaron entre varios grupos de alumnos que corrían en distintas direcciones. Mientras se abrían camino entre un tumulto de confundidos Hufflepuffs, Harry súbitamente se aferró al brazo de Ron.

¡Acabo de acordarme... Hermione!

Muchos gimieron.

¿Qué pasa con ella?

No sabe nada del trol.

Más gemidos y algún grito ahogado sonaron por la sala.

—Gracias por acordarte —le dijo Hermione a Harry sonriendo y Ron sintió una punzada de celos.

Ron se mordió el labio.

Oh, bueno —dijo enfadado—. Pero que Percy no nos vea.

—Eso ya está mejor —les dijo Ginny sonriendo. Michael no podía evitar sentirse ignorado, Ginny llevaba mucho rato ignorándole completamente.

Hermione le sonrió ahora a Ron y este sintió como la punzada de celos anterior desaparecía de golpe siendo sustituida por una estúpida y ridícula sonrisa.

Se agacharon y se mezclaron con los Hufflepuffs que iban hacia el otro lado, se deslizaron por un pasillo desierto y corrieron hacia el cuarto de baño de las niñas. Acababan de doblar una esquina cuando oyeron pasos rápidos a sus espaldas.

¡Percy! —susurró Ron, empujando a Harry detrás de un gran buitre de piedra.

Sin embargo, al mirar; no vieron a Percy, sino a Snape. Cruzó el pasillo y desapareció de la vista.

Muchos miraron al libro con curiosidad.

¿Qué es lo que está haciendo? —murmuró Harry—. ¿Por qué no está en las mazmorras, con el resto de los profesores?

En el Gran Comedor varios se preguntaban lo mismo pero nadie les dio la respuesta.

No tengo la menor idea.

Lo más silenciosamente posible, se arrastraron por el otro pasillo, detrás de los pasos apagados del profesor.

Se dirige al tercer piso —dijo Harry, pero Ron levantó la mano.

¿No sientes un olor raro?

Harry olfateó y un aroma especial llegó a su nariz, una mezcla de calcetines sucios y baño público que nadie limpia.

—¿Describes hasta los olores? —preguntó Ron impresionado—. Yo solo pensé que olía muy mal.
Muchos rieron por el comentario de Ron mientras miraban a Harry, cada vez estaban más impresionados con él.

Y lo oyeron, un gruñido y las pisadas inseguras de unos pies gigantescos. Ron señaló al fondo del pasillo, a la izquierda. Algo enorme se movía hacia ellos. Se ocultaron en las sombras y lo vieron surgir a la luz de la luna.

Muchos abrieron los ojos, expectantes.

Era una visión horrible. Más de tres metros y medio de alto y tenía la piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza pelada. Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. El olor que despedía era increíble. Llevaba un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos.

Muchos se estremecieron, tenía que ser aterrador estar frente a eso.

El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró lentamente en la habitación.

La llave está en la cerradura —susurró Harry—. Podemos encerrarlo allí.

—Buena idea —dijeron muchos algo alterados.

Buena idea —respondió Ron con voz agitada.

Se acercaron hacia la puerta abierta con la boca seca, rezando para que el trol no decidiera salir. De un gran salto, Harry pudo empujar la puerta y echarle la llave.

¡Sí!

Muchos dejaron salir un suspiro de alivio.

Animados con la victoria, comenzaron a correr por el pasillo para volver, pero al llegar a la esquina oyeron algo que hizo que sus corazones se detuvieran: un grito agudo y aterrorizado, que procedía del lugar que acababan de cerrar con llave.

Oh, no —dijo Ron, tan pálido como el Barón Sanguinario.

¡Es el cuarto de baño de las chicas! —bufó Harry.

¡Hermione! —dijeron al unísono.

Todos miraban el libro aterrados. Acababan de encerrar a un trol con ella.

Era lo último que querían hacer; pero ¿qué opción les quedaba? Volvieron a toda velocidad hasta la puerta y dieron la vuelta a la llave, resoplando de miedo. Harry empujó la puerta y entraron corriendo.

Algunos, los más inmersos en la historia y los cercanos al trío, temblaban por la situación.

Hermione Granger estaba agazapada contra la pared opuesta, con aspecto de estar a punto de desmayarse. El personaje deforme avanzaba hacia ella, chocando contra los lavamanos.

—¡Hacer algo, hacer algo! —les gritaron muchos, preocupados por Hermione.

¡Distráelo! —gritó Harry desesperado y tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.

—Perfecto, los trols son muy sensibles al ruido —dijo Remus sonriendo.

El trol se detuvo a pocos pasos de Hermione. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había he cho aquel ruido. Sus ojitos malignos detectaron a Harry Vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.

—Oh no, oh no —murmuraban muchos.

¡Eh, cerebro de guisante! —gritó Ron desde el otro ex tremo, tirándole una cañería de metal. El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr.

—Bien hecho Ron —le felicitaron sus hermanos pero Harry notó que todos ellos estaba muy preocupados.

¡Vamos, corre, corre! —Harry gritó a Hermione, tratando de empujarla hacia la puerta, pero la niña no se podía mover. Seguía agazapada contra la pared, con la boca abierta de miedo.

—No te culpo —dijeron más de la mitad de los alumnos estando cada vez más preocupados.

Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se volvió y se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.

—Oh no, mi niño —sollozaba Molly en los brazos de un Arthur muy, muy pálido.

Entonces Harry hizo algo muy valiente y muy estúpido:

—Gryffindor tenías que ser —dijeron muchos rodando los ojos pero sin poder evitar la preocupación que sentían.

corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo.

—¡Estás loco! —le gritaron muchos preocupados, a Harry le encanto oír la cantidad de chicas que había preocupadas por él.

La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol.

—Huh —dijeron muchos haciendo muecas de dolor y de asco.

Chillando de dolor; el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry colgado de su cuello y luchando por su vida. En cualquier momento el monstruo lo destrozaría, o le daría un golpe terrible con el bastón.

Ahora Molly sollozaba por Harry mientras todos los alumnos se preguntaban lo mismo ¿Cómo saldrían de esa?

Hermione estaba tirada en el suelo, aterrorizada. Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:

¡Wingardium leviosa!

—¡¿Wingardium leviosa?! —le preguntaron muchos al borde de la histeria.

El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y luego dio la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.

—¡Genial! —exclamaron muchos emocionados mientras Ron sonreía con suficiencia colorado hasta las orejas.

Harry se puso de pie. Le faltaba el aire. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra.

—Flipante, amigo —le felicitó el azabache sonriendo.

—Si, para que luego digas que no vales para nada —le dijo Hermione con una sonrisa ladeada—. Dime ¿Cuántos de tus hermanos han derrotado a un trol de las montañas?

Ron sonreía cada vez más contento, y no solo por la situación, escuchar a Hermione hablándole así hacia que su ego creciese.

—Además tenías solo once años —le recordó Ginny sonriendo también.

Hermione fue la que habló primero.

¿Está... muerto?

No lo creo —dijo Harry—. Supongo que está desmayado.

Se inclinó y retiró su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta por una gelatina gris.

Puaj... qué asco.

Todos en el gran comedor tenían muecas de asco adornando sus rostros.

La limpió en la piel del trol.

Alguno rió por eso, un sitio extraño donde limpiar tu varita.

Un súbito portazo y fuertes pisadas hicieron que los tres se sobresaltaran. No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero, por supuesto, abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol.

Los profesores asintieron, claro que lo habían oído.

Un momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la habitación, seguida por Snape y Quirrell, que cerraban la mar cha. Quirrell dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un inodoro, apretándose el pecho.

Snape se inclinó sobre el trol. La profesora McGonagall miraba a Ron y Harry. Nunca la habían visto tan enfadada. Tenía los labios blancos. Las esperanzas de ganar cincuenta puntos para Gryffindor se desvanecieron rápidamente de la mente de Harry.

Todos los Gryffindor sonrieron tristemente pero, hasta el resto de las casas sabía que se los merecían.

¿En qué estabais pensando, por todos los cielos? —dijo la profesora McGonagall, con una furia helada. Harry miró a Ron, todavía con la varita levantada—. Tenéis suerte de que no os haya matado. ¿Por qué no estabais en los dormitorios?

Snape dirigió a Harry una mirada aguda e inquisidora. Harry clavó la vista en el suelo. Deseó que Ron pudiera esconder la varita.

Entonces, una vocecita surgió de las sombras.

Por favor; profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí.

¡Hermione Granger!

Hermione finalmente se había puesto de pie.

Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.

Todos miraron a Hermione asombrados.

Ron dejó caer su varita. ¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?
Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta. Harry le clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.

Harry y Ron trataron de no poner cara de asombro.

—Como que no lo lograsteis… ¿Tan raro es que yo diga una mentira?—preguntó extrañada.

—Lo es —aseguraron ambos y Hermione se lo tomó como un cumplido.

Bueno... en ese caso —dijo la profesora McGonagall, contemplando a los tres niños—... Hermione Granger; eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tú sola?
Hermione bajó la cabeza. Harry estaba mudo. Hermione era la última persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una infracción para librarlos a ellos del problema. Era como si Snape empezara a repartir golosinas.

Muchos rieron por la comparación y Snape se vio resignado a rechazar una de las ideas de su lista titulada "Cosas que hacer cuando me vuelva un profesor agradable" (N.A. XD).

Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos —dijo la profesora McGonagall—. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te ha hecho daño, mejor que vuelvas a la torre Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.

—Lo lamento, no sabía la verdad —aseguró la profesora McGonagall pero Hermione negó con la cabeza.

—Fui yo la que mentí, profesora.

Hermione se marchó.

La profesora McGonagall se volvió hacia Harry y Ron.

Bueno, sigo pensando que tuvisteis suerte, pero no muchos de primer año podrían derrumbar a esta montaña. Habéis ganado cinco puntos cada uno para Gryffindor. El profesor Dumbledore será informado de esto. Podéis iros.

—¡¿Cinco puntos?! —se quejaron muchos, a Harry le sorprendió escuchar quejidos de gente que no pertenecía a Gryffindor.

—¡Ese es el acto más Gryffindor que he visto en mi vida! ¡Temple, caballerosidad y valentía! ¡¿Y les das cinco míseros puntos?! —exclamó una leona de séptimo incrédula.

—Bueno, lo lamento —se disculpó la profesora de transformaciones.

—Eso no soluciona nada —se quejó Sirius.

—Espero que esto si lo haga, ¡Cincuenta puntos para Gryffindor! —dijo el profesor Dumbledore con una sonrisa haciendo estallar en aplausos a todos los leones.

—¡Eso no es justo! —se quejó Malfoy—. Pasó hace años.

—Señor Malfoy, si llevamos todo este rato quitando puntos a pesar de que pasó hace años ¿Por qué no íbamos a darlos? —contesto Dumbledore ensanchando su sonrisa.

Sirus, sonriendo como los demás y aliviado por qué no les hubiese pasado nada malo con el trol, continuó con la lectura.

Salieron rápidamente y no hablaron hasta subir dos pisos. Era un alivio estar fuera del alcance del olor del trol, además del resto.

Tendríamos que haber obtenido más de diez puntos —se quejó Ron.

—En efecto —dijeron muchos.

Cinco, querrás decir; una vez que se descuenten los de Hermione.

Eso era más triste todavía.

Se portó muy bien al sacarnos de este lío —admitió Ron—. Claro que nosotros la salvamos.

No habría necesitado que la salváramos si no hubiéramos encerrado esa cosa con ella —le recordó Harry.

—Eso también es cierto —dijo Hermione sonriendo—. Pero eso no quita que me salvasteis.

Habían llegado al retrato de la Dama Gorda.

Hocico de cerdo —dijeron, y entraron.

La sala común estaba llena de gente y ruidos. Todos comían lo que les habían subido. Hermione, sin embargo, estaba sola, cerca de la puerta, esperándolos. Se produjo una pausa muy incómoda. Luego, sin mirarse, todos dieron: «Gracias» y corrieron a buscar platos para comer.

Muchos sonrieron por el tímido acto.

Pero desde aquel momento Hermione Granger se convirtió en su amiga. Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar unidos, y derrumbar un trol de tres metros y medio es una de esas cosas.

Ahora todo el mundo sonrió, comprendiendo por fin el cómo se formó el trío dorado. Y, la verdad, muchos admitieron que era una manera increíble de empezar su amistad.

—Es una manera muy peculiar para hacer amigos —comentó Luna sonriendo.

—Pero es muy efectiva —le aseguró Harry sonriéndole de vuelta.

—Tal vez debería probarlo, así tal vez haga algún amigo —dijo con voz soñadora, todos los compañeros de esta se sintieron fatal y más todavía cuando vieron a Ginny fulminándoles con la mirada.

—Oh, vamos Luna, yo soy tu amigo —le aseguró Harry algo incómodo.

—Y yo —afirmó Ginny también.

—Y me duele que no me consideres a mí un amigo, yo llevaba creyendo que éramos amigos desde que entramos al E.D. —dijo Neville sintiéndose ultrajado.

Luna sonrió de manera radiante, con los ojos exageradamente abiertos, e iba a contestar algo pero alguien se le adelantó.

—¿E.D.? —preguntado alguien intrigado.

—No podríamos decírtelo ni aun que quisiéramos —dijo Dean sonriendo a Hermione. Ella había creado un sistema que llenaba de granos al que revelara el secreto.

—Y aquí acaba mi trabajo —dijo Sirius levantando el libro—. ¿Quién quiere leer?

—Yo lo haré —se ofreció Ginny y caminó hasta Sirius, quien le guiñó un ojo y le tendió el libro. Ginny leyó con una sonrisa—. Quidditch.


3 comentarios :

  1. Ahora mismo estoy bien confundida. Me siento decepcionada de mi misma ¡No recordaba lo que sucedia en el quinto año! ¿Qué no se supone que debería estar Dolores? ¿o como van en cronología?

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  2. Dátil al habla!

    Quinto año del trio, antes de navidad (si no me equivoco, que soy un despistado). Nuestra amiga Dolores acabó encerrada en una habitación en algún lugar del castillo (con Pansy y los dos gorilas de Draco).

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    1. ¡Gracias! Te comprendo totalmente por que tambien soy distraida a mas no poder.

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