miércoles, 20 de agosto de 2014

El espejo de Oesed


Todos los personajes y todas las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.


EL ESPEJO DE OESED

El espejo de Oesed —leyó Snape mientras muchos se miraban extrañados ¿Qué era ese espejo? Solo Moody y Dumbledore sabían de él y no quisieron hacer ningún comentario.

—Bueno, creo que ya es la hora de cenar —dijo Albus poniéndose en pie—. Levantaos.

Los alumnos se levantaron y desaparecieron los cómodos sillones colocando a su vez las mesas y los bancos que siempre habían estado en el lugar. Las mesas se llenaron de comida y los alumnos cargaron contra estas rugiendo de hambre. Sobretodo Wood, que acababa de volver de entrenar.

—¡Ya era hora! —gruñó Ron mientras cogía unos muslos de pollo y empezaba a comer. Harry y Hermione se sentaron junto a él y se sirvieron comida en sus platos.

—Es algo incómodo ¿No? —dijo Harry de pronto y Ron y Hermione le miraron extrañados—. Que lean nuestra vida, digo.

—Oh. Bueno… Sí, es algo extraño sí. Pero sabes que es necesario —le recordó Hermione tranquilamente antes de llevarse algo de ensalada a la boca.

—Claro, lo entiendo, pero no todo es necesario. El cómo vivía con mis tíos, mi viaje a el callejón Diagon, lo que me dijo el sombrero seleccionador… Todo eso no veo por qué es necesario —dijo Harry suspirando.

—¿Thanto the molphesta? —le pregunto Ron con la boca llena. Harry, quien ya era un experto entendiendo lo que decía Ron cuando tenía la boca llena ("¿Tanto te molesta?"), le entendió al instante.

—No realmente, pero esto es solo el principio, cuando lleguen los siguientes libros… No sé, todo el mundo podrá ver mis sentimientos y eso sí que no me gusta nada —declaró algo resignado—. Si supiera que eso ayudaría para algo… Pero, ¿Qué le importa a nadie lo que yo siento? ¡Nada! Pero claro, a vosotros os da igual. Como no son vuestros asuntos personales los que va a leer la gente...

Ron y Hermione se miraron durante unos segundos sin saber que responder.

—Mira, Harry, sé que tiene que ser incomodo pero tendrás que cargar con ello, nosotros no hemos escrito esos libros y quejarte a nosotros no va a cambiar nada —le dijo Hermione suspirando, Harry asintió resignado.

—Sí, tienes razón… Supongo que solo quería desahogarme —dijo Harry con una pequeña sonrisa ladeada.

Harry cenó tranquilamente, recordando a su hijo, se sentía extrañamente bien sabiendo que tendría un hijo, y no tendría solo uno ¡Tendría tres! Lo mejor de todo era que su hijo le había dicho que era feliz, que su familia era feliz. Harry termino de cenar con una sonrisa estúpida en su rostro.

Cuando todos acabaron les hicieron levantarse y volvieron a colocar los sillones, listos para continuar con la lectura.

Se acercaba la Navidad.

Todos comenzaron a emocionarse, era una bonita forma de empezar el capítulo.

Una mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante.

Los alumnos comenzaron a reír y la señora Weasley a reñirles por lanzar nieve a un profesor mientras Harry, Ron y Hermione si miraban entre ellos con la boca abierta.

—Chicos, no sabéis lo que habéis hecho —les confesó Ron mientras reía, los gemelos le miraron extrañados pero este no dio ninguna explicación.

Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.

Muchos sonrieron tristemente sintiendo pena por las lechuzas.

Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape,

—¿Cuándo no? —le preguntó Ron y Harry se encogió de hombros.

abajo en las mazmorras, en donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo más cerca posible de sus calderos calientes.

Todos asintieron, el frio en las mazmorras era insoportable.

Me da mucha lástima —dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones— toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.

Muchos fulminaron a Malfoy con la mirada.

Mientras hablaba, miraba en dirección a Harry. Crabbe y Goyle lanzaron risitas burlonas.

—Idiotas —dijeron muchos.

Harry, que estaba pesando polvo de espinas de pez león, no les hizo caso.

—Bien hecho —le dijeron el señor y la señora Weasley sonriendo.

Después del partido de quidditch, Malfoy se había vuelto más desagradable que nunca. Disgustado por la derrota de Slytherin, había tratado de hacer que todos se rieran diciendo que un sapo con una gran boca podía reemplazar a Harry como buscador.

Wood negó con la cabeza, Malfoy era estúpido.

—Por cierto, Dumbledore. ¿Y si cambiamos el desafío por un partido en toda regla? Ahora que Wood está aquí —propuso la profesora McGonagall.

—¿Y los equipos? —preguntó Alicia.

—Eso ya lo arreglaremos después, ahora continuemos con la lectura —dijo el profesor Dumbledore sonriendo.

Pero entonces se dio cuenta de que nadie lo encontraba gracioso, porque estaban muy impresionados por la forma en que Harry se había mantenido en su escoba. Así que Malfoy; celoso y enfadado, había vuelto a fastidiar a Harry por no tener una familia apropiada.

—Cinco puntos menos para Slytherin —dijo la profesora Sinistra con tono severo y los Slytherin fulminaron a Malfoy con la mirada.

Era verdad que Harry no iría a Privet Drive para las fiestas. La profesora McGonagall había pasado la semana antes, haciendo una lista de los alumnos que iban a que darse allí para Navidad, y Harry puso su nombre de inmediato.

Muchos le sonrieron.

Y no se sentía triste, ya que probablemente ésa sería la mejor Navidad de su vida.

Las sonrisas dedicadas a Harry aumentaron tanto en número como en intensidad.

Ron y sus hermanos también se quedaban, porque el señor y la señora Weasley se marchaban a Rumania, a visitar a Charles.

—Fue genial —aseguró Ginny—. Vi el nacimiento de un dragón, es algo increíble.

Charlie le sonrió a su hermana pequeña y luego se dirigió a él trio dorado.

—Deberías venir alguna vez, ver el nacimiento de un dragón es algo precioso.

Harry, Ron y Hermione se miraron entre ellos y soltaron una pequeña risita que nadie entendió.

Cuando abandonaron los calabozos, al finalizar la clase de Pociones, encontraron un gran abeto que ocupaba el extremo del pasillo. Dos enormes pies aparecían por debajo del árbol y un gran resoplido les indicó que Hagrid estaba detrás de él.

Hola, Hagrid. ¿Necesitas ayuda? —preguntó Ron, metiendo la cabeza entre las ramas.

—Bien hecho, Ron —le dijo Molly sonriendo.

No, va todo bien. Gracias, Ron.

¿Te importaría quitarte de en medio? —La voz fría y gangosa de Malfoy llegó desde atrás—. ¿Estás tratando de ganar algún dinero extra, Weasley? Supongo que quieres ser guardabosques cuando salgas de Hogwarts... Esa choza de Hagrid debe de parecerte un palacio, comparada con la casa de tu familia.

—¡Señor Malfoy! ¡Diez puntos menos para Slytherin! ¿Cómo puede ser tan desagradable? —exclamó McGonagall enojada. Ese acto calmó a los Weasleys y ninguno dijo nada.

Ron se lanzó contra Malfoy justo cuando aparecía Snape en lo alto de las escaleras.

¡WEASLEY!

Ron soltó el cuello de la túnica de Malfoy.

Lo han provocado, profesor Snape —dijo Hagrid, sacando su gran cabeza peluda por encima del árbol—. Malfoy estaba insultando a su familia.

Ron le sonrió a Hagrid, agradecido por que intentara defenderle.

Lo que sea, pero pelear está contra las reglas de Hogwarts, Hagrid —dijo Snape con voz amable—. Cinco puntos menos para Gryffindor; Weasley, y agradece que no sean más. Y ahora marchaos todos.

—¡Pero qué clase de trato es ese! ¡Otros cinco puntos menos para Slytherin! —dijo McGonagall cada vez más enojada.

Snape sabía que había sido tremendamente injusto, y se castigaba por ello todos los días, a él le gustaría ser un profesor agradable y admirado entre los alumnos pero no era capaz de dar el primer paso, sabía que se merecía que le quitaran todavía más puntos, se sentía una basura despreciable, sabía que debía cambiar.

Malfoy, Crabbe y Goyle pasaron bruscamente, sonriendo con presunción.

Voy a atraparlo —dijo Ron, sacando los dientes ante la espalda de Malfoy—. Uno de estos días lo atraparé...

Los detesto a los dos —añadió Harry—. A Malfoy y a Snape.

Muchos asintieron con la cabeza y los mencionados bajaron la cabeza. Malfoy estaba comenzando a ver que esa no era la forma correcta de comportarse pero él había sido educado para comportarse de esa manera, era lo que él tenía por correcto y, sobre todo, era lo que su padre consideraba correcto y Malfoy no quería decepcionar a su padre.

Vamos, arriba el ánimo, ya es casi Navidad —dijo Hagrid—. Os voy a decir qué haremos: venid conmigo al Gran Comedor; está precioso.

Harry y Ron sonrieron al semi-gigante por intentar animarles.

Así que los tres siguieron a Hagrid y su abeto hasta el Gran Comedor, donde la profesora McGonagall y el profesor Flitwick estaban ocupados en la decoración.

El salón estaba espectacular. Guirnaldas de muérdago y acebo colgaban de las paredes, y no menos de doce árboles de Navidad estaban distribuidos por el lugar, algunos brillando con pequeños carámbanos, otros con cientos de velas.

Los alumnos de primer año que no habían visto nunca un Hogwarts navideño escuchaban la descripción con los ojos muy abiertos.

¿Cuántos días os quedan para las vacaciones? —preguntó Hagrid.

Sólo uno —respondió Hermione—. Y eso me recuerda... Harry, Ron, nos queda media hora para el almuerzo, de beríamos ir a la biblioteca.

—¿A la biblioteca? —dijeron muchos estupefactos.

—Oh, vamos Hermione, ellos no son como tú, no van a ir a la biblioteca justo antes de las vacaciones —dijo Seamus convencido.

Sí, claro, tienes razón —dijo Ron,

Todos escucharon eso sorprendidos, si no hubiera sido Snape el que estaba leyendo habrían pensado que se lo acababa de inventar.

—¿Ron? —preguntaron muchos sin saber que decir.

—Era por una buena causa, ¿Vale? —dijo este exasperado, la gente seguía mirándolo con una mirada extrañada pero le dejaron en paz.

—Nunca pensé que llegaría este momento —dijo George fingiendo un sollozo y apoyándose en Fred que le palmeaba la espalda de manera comprensiva.

—Si Georgie, ahora hemos perdido otro hermano… No sé qué vamos a hacer —dijo Fred y fingió un sollozo el también. Ron rodó los ojos más exasperado que antes mientras la gente reía. Percy sonrió, al menos sus hermanos seguían haciendo bromas mencionándole a él.

obligándose a apartar la vista del profesor Flitwick, que sacaba burbujas doradas de su varita, para ponerlas en las ramas del árbol nuevo.

Flitwick sonrió, satisfecho de que su encantamiento gustara a sus alumnos.

¿La biblioteca? —preguntó Hagrid, acompañándolos hasta la puerta—. ¿Justo antes de las fiestas? Un poco triste, ¿no creéis?

Todos en el comedor asintieron con la cabeza, seguían sin comprender porque querían Harry y Ron ir a la biblioteca.

Oh, no es un trabajo —explicó alegremente Harry—. Desde que mencionaste a Nicolás Flamel, estamos tratando de averiguar quién es.

Murmullos de comprensión se escucharon por el Gran Comedor. Los profesores estaban orgullosos de que el trio quisiera saber cosas pero este era un asunto a el que niños de once años no debían acercarse.

¿Qué? —Hagrid parecía impresionado—. Escuchadme... Ya os lo dije... No os metáis. No tiene nada que ver con vosotros lo que custodia ese perro.

Los profesores asintieron.

Nosotros queremos saber quién es Nicolás Flamel, eso es todo —dijo Hermione.

—Ya, claro —dijo Snape mirando al trio con los ojos entrecerrados.

Salvo que quieras ahorrarnos el trabajo —añadió Harry—. Ya hemos buscado en miles de libros y no hemos podido encontrar nada... Si nos das una pista... Yo sé que leí su nombre en algún lado.

Todos miraron a Harry extrañados, ¿Dónde lo habría leído?

No voy a deciros nada —dijo Hagrid con firmeza.

—Bien dicho, Hagrid —le felicitó la profesora Sprout sonriendo y Hagrid enrojeció.

Entonces tendremos que descubrirlo nosotros —dijo Ron. Dejaron a Hagrid malhumorado y fueron rápidamente a la biblioteca.

—Bien dicho, Ron —le felicitó Charlie sonriendo y Ron enrojeció.

Habían estado buscando el nombre de Flamel desde que a Hagrid se le escapó, porque ¿de qué otra manera podían averiguar lo que quería robar Snape?

Snape estaba a punto de gritar que él no quería robar nada cuando escuchó un pequeño ruidito por parte de Dumbledore indicándole que guardara silencio.

El trio, viendo que Snape guardaba silencio y no se quitaba la culpa, decidieron no desmentirlo y dejar que la historia lo hiciera.

—Bueno —les susurro Hermione a Harry y a Ron—. Realmente todo apuntaba a que era él.

—Cierto es —corroboraron ambos en un susurro.

El problema era la dificultad de buscar; sin saber qué podía haber hecho Flamel para figurar en un libro.

Todos suspiraron, la biblioteca estaba llena de libros, buscar algo ahí sin saber qué es lo que buscas es una locura.

No estaba en Grandes magos del si glo XX, ni en Notables nombres de la magia de nuestro tiempo; tampoco figuraba en Importantes descubrimientos en la magia moderna ni en Un estudio del reciente desarrollo de la hechicería.

Dumbledore dejó salir una pequeña risita que nadie escuchó, los títulos de esos libros le habían hecho gracia ¡Por supuesto que Flamel no iba a estar en ninguno de esos libros!

Y además, por supuesto, estaba el tamaño de la biblioteca, miles y miles de libros, miles de estantes, cientos de estrechas filas...

Nuevamente todos suspiraron, incluido el trio que lo había pasado fatal buscando.

Hermione sacó una lista de títulos y temas que había de cidido investigar; mientras Ron se paseaba entre una fila de libros y los sacaba al azar.

Muchos rieron.

—Ese es nuestro Ron, siempre usando el método más efectivo —dijo Fred irónicamente.

—Oh, cállate. Tenía once años —se quejó Ron algo picado y rojo hasta las orejas.

Harry se acercó a la Sección Prohibida. Se había preguntado si Flamel no estaría allí.

—Es posible que sea mencionado en alguno de los libros —admitió Dumbledore.

—Pero —empezó McGonagall con severidad—. Se necesita el permiso de un profesor para poder entrar y el permiso es, únicamente, para sacar un libro en específico. Además, por lo general solo alumnos de séptimo consiguen el permiso.

Pero por desgracia, hacía falta un permiso especial, firmado por un profesor, para mirar alguno de los libros de aquella sección, y sabía que no iba a conseguirlo.

—Por supuesto que no —dijeron varios profesores a la vez.

Allí estaban los libros con la poderosa Magia del Lado Oscuro, que nunca se enseñaba en Hogwarts y que sólo leían los alumnos mayores, que estudiaban cursos avanzados de Defensa Contra las Artes Oscuras.

¿Qué estás buscando, muchacho?

Nada —respondió Harry.

—En serio, Harry ¿Nada? ¡Es patético! —le dijo George negando con la cabeza.

—Creo que tendremos que enseñarle a improvisar, joven Potter. Necesita usted poder poner excusas con más facilidad —le aseguró Fred.

—Tenía once años, era un crio —se excusó Harry.

—Bueno, esa es una excusa bastante decente, te damos por aprobado —le dijeron los gemelos sonriendo y Harry rodó los ojos haciéndose el exasperado.

La señora Pince, la bibliotecaria, empuñó un plumero ante su cara.

Entonces, mejor que te vayas. ¡Vamos, fuera!

—Muy amable —comentó Sirius irónicamente

Harry salió de la biblioteca, deseando haber sido más rápido en inventarse algo.

Muchos asintieron mientras le miraban.

Él, Ron y Hermione se habían puesto de acuerdo en que era mejor no consultar a la señora Pince sobre Flamel. Estaban seguros de que ella podría decírselo, pero no podían arriesgarse a que Snape se enterara de lo que estaban buscando.

—Bien pensado —les felicitó Moody.

Harry los esperó en el pasillo, para ver si los otros habían encontrado algo, pero no tenía muchas esperanzas. Después de todo, buscaban sólo desde hacía quince días y en los pocos momentos libres, así que no era raro que no encontraran nada. Lo que realmente necesitaban era una buena investigación, sin la señora Pince pegada a sus nucas.

Los alumnos asintieron, la señora Pince siempre vigilaba de cerca a todos los que pisaban la biblioteca, le gustaba asegurarse de que trataban bien los libros y de que los guardaban en sus sitios.

Cinco minutos más tarde, Ron y Hermione aparecieron negando con la cabeza. Se marcharon a almorzar.

Vais a seguir buscando cuando yo no esté, ¿verdad? —dijo Hermione—. Si encontráis algo, enviadme una lechuza.

Y tú podrás preguntarle a tus padres si saben quién es Flamel —dijo Ron—. Preguntarle a ellos no tendrá riesgos.

Ningún riesgo, ya que ambos son dentistas —respondió Hermione.

—¿Dentistas? —preguntaron algunos.

—Se dedican a arreglar los dientes de la gente —explicó Hermione pero no debió haberlo explicado bien porque muchos pusieron muchas de asco, a saber lo que se estaban imaginando.

Cuando comenzaron las vacaciones, Ron y Harry tuvieron mucho tiempo para pensar en Flamel. Tenían el dormitorio para ellos y la sala común estaba mucho más vacía que de costumbre, así que podían elegir los mejores sillones frente al fuego.

Todos los que se habían quedado alguna vez en Hogwarts por vacaciones sonrieron, era como tener el castillo entero para ellos, tan grande y tan vacío…

Se quedaban comiendo todo lo que podían pinchar en un tenedor de tostar (pan, buñuelos, melcochas) y planeaban formas de hacer que expulsaran a Malfoy, muy divertidas, pero imposibles de llevar a cabo.

Muchos rieron mientras Malfoy les fulminaba con la mirada.

Ron también comenzó a enseñar a Harry a jugar al ajedrez mágico. Era igual que el de los muggles, salvo que las piezas estaban vivas, lo que lo hacía muy parecido a dirigir un ejército en una batalla. El juego de Ron era muy antiguo y estaba gastado. Como todo lo que tenía, había pertenecido a alguien de su familia, en este caso a su abuelo.

Los Weasleys enrojecieron al instante.

Sin embargo, las piezas de ajedrez viejas no eran una desventaja. Ron las conocía tan bien que nunca tenía problemas en hacerles hacer lo que quería.

Ron sonrió, orgulloso de sus piezas.

Harry jugó con el ajedrez que Seamus Finnigan le había prestado, y las piezas no confiaron en él. Él todavía no era muy buen jugador, y las piezas le daban distintos consejos y lo confundían, diciendo, por ejemplo: «No me envíes a mí. ¿No ves el caballo? Muévelo a él, podemos permitirnos perderlo».

Muchos negaron con la cabeza divertidos, las piezas de ajedrez de otro o las nuevas daban muchos dolores de cabeza.

En la víspera de Navidad, Harry se fue a la cama, deseoso de que llegara el día siguiente, pensando en toda la diversión y comida que lo aguardaban, pero sin esperar ningún regalo.

Muchos miraron a Harry tristemente, Malfoy y Snape se sorprendieron a sí mismos al ver que ellos eran unos de los que miraban a Harry con pena.

Cuando al día siguiente se despertó temprano, lo primero que vio fue unos cuantos paquetes a los pies de su cama.

Muchos dejaron salir una sonrisa, al menos había tenido algún regalo.

¡Feliz Navidad! —lo saludó medio dormido Ron, mientras Harry saltaba de la cama y se ponía la bata.

Para ti también —contestó Harry—. ¡Mira esto! ¡Me han enviado regalos!

Las sonrisas de muchos aumentaron al ver la emoción de Harry.

¿Qué esperabas, nabos? —dijo Ron,

Algunos rieron mientras otros negaban con la cabeza por su poco tacto.

volviéndose hacia sus propios paquetes, que eran más numerosos que los de Harry.

—Ventajas de ser muchos en la familia —dijo Charlie sonriendo pero se calló cuando vio que Molly le fulminaba con la mirada, Harry era de la familia.

Harry cogió el paquete que estaba más arriba. Estaba envuelto en papel de embalar y tenía escrito: «Para Harry de Hagrid». Contenía una flauta de madera, toscamente trabajada. Era evidente que Hagrid la había hecho. Harry sopló y la flauta emitió un sonido parecido al canto de la lechuza.

—Qué lindo —dijeron varias chicas mirando a Hagrid quien enrojeció al instante.

Harry le agradeció a Hagrid con la mirada por aquel regalo que, además de bonito, les había servido de mucho.

El segundo, muy pequeño, contenía una nota.

«Recibimos tu mensaje y te mandamos tu regalo de Navidad. De tío Vernon y tía Petunia.» Pegada a la nota estaba una moneda de cincuenta peniques.

—¡Serán despreciables! —dijo Sirius enfadado mientras muchos gruñían.

Qué detalle —comentó Harry.

Ron estaba fascinado con los cincuenta peniques.

¡Qué raro! —dijo— ¡Qué forma! ¿Esto es dinero?

—Oh no, tú también no Ron —dijo Molly molesta mientras Arthur miraba orgulloso a su hijo por interesarse por objetos muggles.

Puedes quedarte con ella —dijo Harry, riendo ante el placer de Ron—. Hagrid, mis tíos... ¿Quién me ha enviado éste?

Creo que sé de quién es ése —dijo Ron, algo rojo y señalando un paquete deforme—. Mi madre. Le dije que creías que nadie te regalaría nada y.. oh, no —gruñó—, te ha hecho un jersey Weasley.

Molly miró a su hijo extrañada, no entendía el "Oh, no".

Harry abrió el paquete y encontró un jersey tejido a mano, grueso y color verde esmeralda, y una gran caja de pastel de chocolate casero.

Harry, Remus y Sirius le agradecieron a Molly por haberle hecho un jersey.

Cada año nos teje un jersey —dijo Ron, desenvolviendo su paquete— y el mío siempre es rojo oscuro.

Es muy amable de parte de tu madre —dijo Harry probando el pastel, que era delicioso.

Molly le dedicó una sonrisa a Harry.

El siguiente regalo también tenía golosinas, una gran caja de ranas de chocolate, de parte de Hermione.

Harry le sonrió a Hermione agradecido.

Le quedaba el último. Harry lo cogió y notó que era muy ligero. Lo desenvolvió.

Algo fluido y de color gris plateado se deslizó hacia el suelo y se quedó brillando. Ron bufó.

Sirius y Remus se miraron emocionados mientras el resto escuchaba la descripción sin tener ninguna idea de que era.

Había oído hablar de esto —dijo con voz ronca, dejan do caer la caja de grageas de todos los sabores, regalo de Hermione—. Si es lo que pienso, es algo verdaderamente raro y valioso.

Todos escuchaban ahora con todavía más atención.

¿Qué es?

Harry cogió el género brillante y plateado. El tocarlo producía una sensación extraña, como si fuera agua convertida en tejido.

Sirius y Remus asintieron con la cabeza, así lo habían sentido ellos también. Snape fulminó a Harry con la mirada antes de leer:

Es una capa invisible

Todos abrieron mucho los ojos, impresionados.

—¡Harry! ¡Tienes una capa invisible! —le dijo Dean emocionado. Todos tardaron unos minutos en calmarse de la excitación de saber que uno de sus compañeros de clase tenía una capa invisible.

—Inaceptable —dijo una alumna de sexto de Ravenclaw enojada—. Un hombre con una capa invisible ¡Ha saber qué clase de cosas ha hecho con ella!

—Merodear por la noche, colarse en el baño de las chicas, salir de Hogwarts fuera del horario permitido, molestar… ¿Cuántas cosas de esas has hecho? —le preguntó Fred divertido.

—Eeh… Lo de entrar al baño de las chicas fue por una buena causa —declaró Harry haciendo que todas las féminas del lugar soltaran gritos, quejidos e insultos—. ¡Venga! ¡He dicho que fue por una buena causa! ¡Además de que el baño estaba vacío!

Eso pareció tranquilizar a las chicas pero no cambió la mirada orgullosa que tenían Sirius y los gemelos en la cara.

—Y si, el resto de cosas también las he hecho —dijo Harry suspirando mientras los gemelos y su padrino le palmeaban la espalda orgullosos.

dijo Ron, con una expresión de temor reverencial—. Estoy seguro... Pruébatela.

Harry se puso la capa sobre los hombros y Ron lanzó un grito.

¡Lo es! ¡Mira abajo!

Harry se miró los pies, pero ya no estaban. Se dirigió al espejo. Efectivamente: su reflejo lo miraba, pero sólo su cabeza suspendida en el aire, porque su cuerpo era totalmente invisible. Se puso la capa sobre la cabeza y su imagen desapareció por completo.

—Tiene que ser increíble —dijeron muchos imaginándose lo que harían con una capa invisible.

—Es increíble —aseguraron Harry, Ron y Hermione para su propio deleite.

¡Hay una nota! —dijo de pronto Ron—. ¡Ha caído una nota!

Todos prestaron más atención al libro en ese momento.

Harry se quitó la capa y cogió la nota. La caligrafía, fina y llena de curvas, era desconocida para él. Decía:

Tu padre dejó esto en mi poder antes de morir. Ya es tiempo de que te sea devuelto. Utilízalo bien.
Una muy Feliz Navidad para ti.

—Dumbledore… ¿Qué hacías tú con la capa de James? —preguntó Remus adivinando que la carta la había escrito el director.

—Se la pedí y James, muy amablemente, me la prestó. Por desgracia nunca pude devolvérsela.
Después de una pequeña sonrisa ladeada por parte de Remus y de una mirada sin brillo por parte del director la lectura continuó.

No tenía firma. Harry contempló la nota. Ron admiraba la capa.

Yo daría cualquier cosa por tener una —dijo— Lo que sea. ¿Qué te sucede?

Nada —dijo Harry. Se sentía muy extraño. ¿Quién le había enviado la capa? ¿Realmente había pertenecido a su padre?

—Sí, y no sabes como la aprovechaba —dijo Sirius soltando una carcajada—. Pídeme algún día que te cuente alguna anécdota, me acuerdo de muchas muy divertidas.

Antes de que pudiera decir o pensar algo, la puerta del dormitorio se abrió de golpe y Fred y George Weasley entraron. Harry escondió rápidamente la capa. No se sentía con ganas de compartirla con nadie más.

—¡Harry! —se quejaron los gemelos—. Te damos el mapa del merodeador ¿Y así nos lo compensas? No nos dices quienes son los merodeadores a pesar de que lo sabes, nos ocultas la capa invisible… ¿Algo más?

—Bueno, creo que he p-a-g-a-d-o más que suficiente para estar en paz —dijo Harry poniendo énfasis en "Pagado". Los gemelos recordaron de pronto que Harry les dio su premio del torneo de los tres magos y se disculparon con Harry de más de mil maneras mientras este sonreía divertido y el resto de personas les miraban sin comprender.

¡Feliz Navidad!

¡Eh, mira! ¡A Harry también le han regalado un jersey Weasley!

Fred y George llevaban jerséis azules, uno con una gran letra F y el otro con la G.

El de Harry es mejor que el nuestro —dijo Fred cogiendo el jersey de Harry—. Es evidente que se esmera más cuando no es para la familia.

—Lo siento Harry, en aquel entonces solo eras el amigo de Ron —se disculparon los gemelos.

—No pasa nada —dijo Harry sonriendo.

¿Por qué no te has puesto el tuyo, Ron? —quiso saber George—. Vamos, pruébatelo, son bonitos y abrigan.

Molly le sonrió radiante a los gemelos, le gustaba saber que les gustaba.

Detesto el rojo oscuro —se quejó Ron, mientras se lo pasaba por la cabeza.

—¿Y por qué no me lo has dicho? —le preguntó su madre extrañada.

—¡Lo hago, pero siempre lo ignoras! —protestó Ron y su madre tuvo que ceder.

—Está bien, la próxima vez no será rojo oscuro —le aseguró su madre y Ron sonrió.

No tenéis la inicial en los vuestros —observó George—. Supongo que ella piensa que no os vais a olvidar de vuestros nombres. Pero nosotros no somos estúpidos... Sabemos muy bien que nos llamamos Gred y Feorge.

El comedor se llenó de risas instantáneamente.

—Esa es buenísima —les felicitó Sirius a los gemelos.

—Molly, ¿Habías pensado en que, si se cambian los jerseys, seguirías sin poder diferenciarlos? —le preguntó Remus sonriendo y Molly bajó la cabeza avergonzada.

¿Qué es todo ese ruido?

Percy Weasley asomó la cabeza a través de la puerta, con aire de desaprobación. Era evidente que había ido desenvolviendo sus regalos por el camino, porque también tenía un jersey bajo el brazo, que Fred vio.

¡P de prefecto! Pruébatelo, Percy, vamos, todos nos lo hemos puesto, hasta Harry tiene uno.

Yo... no... quiero —dijo Percy, con firmeza, mientras los gemelos le metían el jersey por la cabeza, tirándole las gafas al suelo.

Y hoy no te sentarás con los prefectos —dijo George—. La Navidad es para pasarla en familia.

El señor y la señora Weasley asintieron, la navidad se pasa en familia.

Cogieron a Percy y se lo llevaron de la habitación, con los brazos sujetos por el jersey.

Harry no había celebrado en su vida una comida de Navidad como aquélla. Un centenar de pavos asados, montañas de patatas cocidas y asadas, soperas llenas de guisantes con mantequilla, recipientes de plata con una grasa riquísima y salsa de moras, y muchos huevos sorpresa esparcidos por todas las mesas.

Todos escuchaban la descripción de la comida con ojos soñadores, de manera similar a la mirada habitual de Luna Lovegood.

Estos fantásticos huevos no tenían nada que ver con los flojos artículos de los muggles, que Dudley habitualmente compraba, ni con juguetitos de plástico ni gorritos de papel. Harry tiró uno al suelo y no sólo hizo ¡pum!, sino que estalló como un cañonazo y los envolvió en una nube azul, mientras del interior salían una gorra de contraalmirante y varios ratones blancos, vivos. En la Mesa Alta, Dumbledore había reemplazado su sombrero cónico de mago por un bonete floreado, y se reía de un chiste del profesor Flitwick.

A los pavos les siguieron los pudines de Navidad, flameantes. Percy casi se rompió un diente al morder un sickle de plata que estaba en el trozo que le tocó. Harry observaba a Hagrid, que cada vez se ponía más rojo y bebía más vino, hasta que finalmente besó a la profesora McGonagall en la mejilla y, para sorpresa de Harry, ella se ruborizó y rió, con el sombrero medio torcido.

Todos miraron a Hagrid y a McGonagall extrañados mientras ambos se ruborizaban.

—Las cosas que hace el alcohol... —dijo Sirius negando con la cabeza divertido.

Cuando Harry finalmente se levantó de la mesa, estaba cargado de cosas de las sorpresas navideñas, y que incluían globos luminosos que no estallaban, un juego de Haga Crecer Sus Propias Verrugas y piezas nuevas de ajedrez. Los ratones blancos habían desaparecido, y Harry tuvo el horrible presentimiento de que iban a terminar siendo la cena de Navidad de la Señora Norris.

Algunos de los presentes se estremecieron imaginándoselo y la Señora Norris, demostrando que estaba atenta a la lectura, se relamió apetitosa.

Harry y los Weasley pasaron una velada muy divertida, con una batalla de bolas de nieve en el parque.

—Fue genial —recordó Fred sonriendo.

—Sobre todo cuando entre todos tumbamos a Percy a bolazos —apuntó Geroge y los cuatro rieron. Percy, desde lejos, no pudo reprimir una sonrisa, realmente echaba de menos navidades como esa. Sabía que tenía que disculparse, el problema era hacerlo y, por una parte, los resoplidos y gemidos molestos del ministro sentado a su lado le animaban a hacerlo.

Más tarde, helados, húmedos y jadeantes, regresaron a la sala común de Gryffindor para sentarse al lado del fuego. Allí Harry estrenó su nuevo ajedrez y perdió espectacularmente con Ron.

—Normal —dijo Hermione suspirando, esa era una de las pocas cosas en las que Hermione no ganaba a Ron.

Pero sospechaba que no habría perdido de aquella manera si Percy no hubiera tratado de ayudarlo tanto.

Algunos rieron pero los Weasleys tuvieron que reprimir siquiera una sonrisa pues les dolía pensar en Percy, los gemelos y Ron se hacían los enfadados para evitar sentir pena pero era inevitable, le echaban de menos.

Después de un té con bocadillos de pavo, buñuelos, bizcocho borracho y pastel de Navidad, todos se sintieron tan hartos y soñolientos que no podían hacer otra cosa que irse a la cama; no obstante, permanecieron sentados y observaron a Percy, que perseguía a Fred y George por toda la torre Gryffindor porque le habían robado su insignia de prefecto.

De nuevo varios rieron y Percy se volvió rojo.

Fue el mejor día de Navidad de Harry. Sin embargo, algo daba vueltas en un rincón de su mente. En cuanto se metió en la cama, pudo pensar libremente en ello: la capa invisible y quién se la había enviado.

Ron, ahíto de pavo y pastel y sin ningún misterio que lo preocupara, se quedó dormido en cuanto corrió las cortinas de su cama.

Algunos rieron y este enrojeció hasta las orejas como todo Weasley que se precie.

Harry se inclinó a un lado de la cama y sacó la capa.

—Esto me huele a que Harry va a estrenarla —dijo Fred sonriendo y frotándose las manos.
—No lo dudes, es hijo de un merodeador y, por encima de eso, mi increíble ahijado —dijo Sirius pavoneándose mientras Remus, Tonks y Harry rodaban los ojos.

De su padre... Aquello había sido de su padre. Dejó que el género corriera por sus manos, más suave que la seda, ligero como el aire. «Utilízalo bien», decía la nota.

Muchos sonrieron maliciosamente.

Tenía que probarla.

—¡Sí! —exclamaron los gemelos y Sirius emocionados y Remus no pudo reprimir una sonrisa.

Se deslizó fuera de la cama y se en volvió en la capa. Miró hacia abajo y vio sólo la luz de la luna y las sombras. Era una sensación muy curiosa.

«Utilízalo bien.»

De pronto, Harry se sintió muy despierto. Con aquella capa, todo Hogwarts estaba abierto para él.

—¡Ese es nuestro Harry! —dijeron los gemelos cada vez más emocionados.

Mientras estaba allí, en la oscuridad y el silencio, la excitación se apoderó de él. Podía ir a cualquier lado con ella, a cualquier lado, y Filch nunca lo sabría.

—¡Eso es! —dijo Sirius, la emoción de todos crecía por momentos.

Ron gruñó entre sueños. ¿Debía despertarlo? Algo lo de tuvo. La capa de su padre... Sintió que aquella vez (la primera vez) quería utilizarla solo.

—Me parece lógico —le dijo Ron sonriendo y Harry le sonrió de vuelta.

Salió cautelosamente del dormitorio, bajó la escalera, cruzó la sala común y pasó por el agujero del retrato.

¿Quién está ahí? —chilló la Dama Gorda. Harry no dijo nada. Anduvo rápidamente por el pasillo.

¿Adónde iría?

—¡Esa es la cuestión! —dijeron los gemelos emocionados.

De pronto se detuvo, con el corazón palpitante, y pensó.

La emoción de todos aumentaba ¿A dónde iría Harry?

Y entonces lo supo.

Todos abrieron los ojos expectantes.

La Sección Prohibida de la biblioteca. Iba a poder leer todo lo que quisiera, para descubrir quién era Flamel.

—Bueno, no era lo que esperaba pero es aceptable —dijo Sirius tranquilamente.

—Oh, Sirius se en que estabas pensando... ¡Tiene solo once años! ¿Cómo se te ocurre pensar que iba a ir allí? —le dijo Remus exasperado y Sirius balanceó su cabeza, comprendiendo que si, con once años uno no debía ir a "ese" sitio.

—¿Qué sitio? —preguntaron los gemelos emocionados y, tanto para su sorpresa como para la del resto, la sonrisa maliciosa de Sirius no evitó que se sonrojara de manera furiosa. No dijo nada, ¡¿Qué sitio era ese?! Ahora todos querían saber de qué sitio se trataba.

Se ajustó la capa y se dirigió hacia allí.

La biblioteca estaba oscura y fantasmal. Harry encendió una lámpara para ver la fila de libros. La lámpara parecía flotar sola en el aire y hasta el mismo Harry, que sentía su brazo llevándola, tenía miedo.

Todos se estremecieron, tenía que ser terrorífico además de que el hecho de que rondar por el castillo por la noche y solo lo hacía mucho peor, eso sin contar lo que estaba sintiendo Harry con la lámpara.

La Sección Prohibida estaba justo en el fondo de la biblioteca. Pasando con cuidado sobre la soga que separaba aquellos libros de los demás, Harry levantó la lámpara para leer los títulos.

No le decían mucho. Las letras doradas formaban palabras en lenguajes que Harry no conocía.

—Generalmente están en latín o usan runas antiguas —explicó Remus y todos asintieron.

Algunos no tenían títulos. Un libro tenía una mancha negra que parecía sangre.

Muchos se estremecieron, muchos de ellos habrían vuelto a la cama inmediatamente.

A Harry se le erizaron los pelos de la nuca. Tal vez se lo estaba imaginando, tal vez no, pero le pareció que un murmullo salía de los libros, como si supieran que había alguien que no debía estar allí.

La gente comenzó a sentir más miedo, la sección prohibida, definitivamente, era terrorífica.

—Yo me iría —confesó Ron y muchos asintieron con la cabeza.

—Oh, pero sabes cómo es Harry, a pesar de que tenga miedo siempre hace lo que se propone —dijo Hermione suspirando y negando con la cabeza. Muchos miraron a Harry asombrados.

Tenía que empezar por algún lado. Dejó la lámpara con cuidado en el suelo y miró en una estantería buscando un libro de aspecto interesante. Le llamó la atención un volumen grande, negro y plateado.

—¿Usando mi estrategia? —le preguntó Ron sonriendo—. Buscar al azar.

Lo sacó con dificultad, porque era muy pesado y, balanceándolo sobre sus rodillas, lo abrió.
Un grito desgarrador; espantoso, cortó el silencio... ¡El libro gritaba!

Todos se asustaron y miraban el libro expectantes.

Harry lo cerró de golpe, pero el aullido continuaba, en una nota aguda, ininterrumpida. Retrocedió y chocó con la lámpara, que se apagó de inmediato. Aterrado, oyó pasos que se acercaban por el pasillo, metió el volumen en el estante y salió corriendo. Pasó al lado de Filch casi en la puerta, y los ojos del celador; muy abiertos, miraron a través de Harry.

Muchos se estremecieron al imaginarlo.

El chico se agachó, pasó por debajo del brazo de Filch y siguió por el pasillo, con los aullidos del libro resonando en sus oídos.

Se detuvo de pronto frente a unas armaduras. Había estado tan ocupado en escapar de la biblioteca que no había prestado atención al camino. Tal vez era porque estaba oscuro, pero no reconoció el lugar donde estaba.

—Vamos mal —comentó Ginny algo preocupada.

Había armaduras cerca de la cocina, eso lo sabía, pero debía de estar cinco pisos más arriba.
Usted me pidió que le avisara directamente, profesor, si alguien andaba dando vueltas durante la noche, y alguien estuvo en la biblioteca, en la Sección Prohibida.

Harry sintió que se le iba la sangre de la cara. Filch debía de conocer un atajo para llegar a donde él estaba, porque el murmullo de su voz se acercaba cada vez más y, para su horror, el que le contestaba era Snape.

—Huy, huy —dijeron muchos.

¿La Sección Prohibida? Bueno, no pueden estar lejos, ya los atraparemos.
Harry se quedó petrificado, mientras Filch y Snape se acercaban. No podían verlo, por supuesto, pero el pasillo era estrecho y, si se acercaban mucho, iban a chocar contra él. La capa no ocultaba su materialidad.

—Eso es un problema —afirmó Sirius.

Retrocedió lo más silenciosamente que pudo. A la izquierda había una puerta entreabierta. Era su única esperanza. Se deslizó, conteniendo la respiración y tratando de no hacer ruido. Para su alivio, entró en la habitación sin que lo notaran.

Muchos suspiraron aliviados pero a Harry le había dado algo para pensar... ¿Por que estaba la puerta entreabierta? Dumbledore dijo que había visto lo que el y Ron veían en el espejo pero Harry siempre había pensado que iba después de ellos para vigilarlos. Ahora, con quince años, se dio cuenta de que lo mas probable era que en el momento en el que Harry entraba Dumbledore ya estaba dentro. Eso significaba que Dumbledore usaba el espejo, ¿Que sería lo que realmente veía en el espejo?

Pasaron por delante de él y Harry se apoyó contra la pared, respirando profundamente, mientras escuchaba los pasos que se alejaban. Habían estado cerca, muy cerca.

Varios asintieron, ciertamente había faltado muy poco para que fuese descubierto.

Transcurrieron unos pocos segundos antes de que se fijara en la habitación que lo había ocultado.
Parecía un aula en desuso. Las sombras de sillas y pupitres amontonados contra las paredes, una papelera invertida y apoyada contra la pared de enfrente... Había algo que parecía no pertenecer allí, como si lo hubieran dejado para quitarlo de en medio.

Los presentes abrieron mucho los ojos, curiosos por el objeto.

Era un espejo magnífico, alto hasta el techo, con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes que eran como garras. Tenía una inscripción grabada en la parte superior: Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse.

—No sé qué idioma es ese así que no sé qué pone —declaró Hermione frunciendo el ceño, realmente quería saber lo que ponía en el espejo.

Esto no es tu cara sino de tu corazón el deseo —tradujo Ron sonriendo y muchos le miraron asombrados.

—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Hermione frunciendo el ceño más todavía.

—No está en otro idioma, esta al revés. Lo note cuando fui con Harry —declaró, ante eso Hermione sonrió, al menos Ron había tenido ventaja, no le gustaba perder contra él.

—¿Entonces es un espejo que muestra lo que sea que desees? —preguntó Sirius curioso.

—Sí y no —dijo Harry sonriendo mientras muchos se giraban hacia el esperando la respuesta—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón.

Dumbledore sonrió a Harry, le gustaba saber que el chico le escuchaba y lo había repetido de la misma manera que él se lo había explicado.

Ya no oía ni a Filch ni a Snape, y Harry no tenía tanto miedo. Se acercó al espejo, deseando mirar para no encontrar su imagen reflejada. Se detuvo frente a él.

Tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar. Giró en redondo. El corazón le latía más furiosamente que cuando el libro había gritado... Porque no sólo se había visto en el espejo, sino que había mucha gente detrás de él.

Todos abrieron mucho los ojos ¿Más gente?

Pero la habitación estaba vacía. Respirando agitadamente, volvió a mirar el espejo.
Allí estaba él, reflejado, blanco y con mirada de miedo y allí, reflejados detrás de él, había al menos otros diez. Harry miró por encima del hombro, pero no había nadie allí. ¿O también eran todos invisibles? ¿Estaba en una habitación llena de gente invisible y la trampa del espejo era que los reflejaba, invisibles o no?

Algunos dejaron salir una pequeña sonrisa ante la ingenuidad del niño.

Miró otra vez al espejo. Una mujer, justo detrás de su reflejo, le sonreía y agitaba la mano.

Remus abrió mucho los ojos, comprendiendo de pronto que era lo que Harry veía en el espejo, se le veía preocupado y triste.

Harry levantó una mano y sintió el aire que pasaba. Si ella estaba realmente allí, debía de poder tocarla, sus reflejos estaban tan cerca... Pero sólo sintió aire: ella y los otros existían sólo en el espejo.

Muchos, gracias a la explicación anterior, empezaban a entender que estaba ocurriendo y sus corazones comenzaban a latir con fuerza.

Era una mujer muy guapa. Tenía el cabello rojo oscuro y sus ojos... «Sus ojos son como los míos», pensó Harry, acercándose un poco más al espejo.

Snape paró de leer durante un segundo, comprendiendo en ese momento lo que veía Harry al mirarse al espejo. Sintió lágrimas luchando por salir pero no lo permitió.

Verde brillante, exactamente la misma forma, pero entonces notó que ella estaba llorando, sonriendo y llorando al mismo tiempo.

Snape volvió a detenerse y soltó un pequeño jadeo que no pasó desapercibido para nadie. Ya eran muchos los que tenían claro que era lo que Harry estaba viendo. Algunos luchaban por reprimir las lágrimas pero otros no lo conseguían.

El hombre alto, delgado y de pelo negro que estaba al lado de ella le pasó el brazo por los hombros. Llevaba gafas y el pelo muy desordenado. Y se le ponía tieso en la nuca, igual que a Harry.

Sirius sonrió levemente, una solitaria lágrima descendía por su rostro lentamente y dejando marca. Muchas alumnas se habían sujetado a las personas más cercanas para intentar contener sus lágrimas.

Harry estaba tan cerca del espejo que su nariz casi tocaba su reflejo.

Hermione intentaba sonreírle a Harry, que miraba el suelo combatiendo sus lágrimas pero, al contrario que el, Hermione no pudo con ellas, le dio la mano a Harry para darle apoyo y buscó la mano de Ron con su otra mano, pidiendo apoyo. Ron agarró la mano de Hermione con gusto, él podía ser un idiota insensible pero sufría por esa situación y, a pesar de que no lloraba, sufría más que muchos otros.

¿Mamá? —susurró—. ¿Papá?

Snape se rompió en ese momento, la imagen de un niño de once años viendo a sus padres a través de un espejo, llamándoles, era desgarradora. No pudo soportarlo, dejo de leer y se cubrió el rostro con las manos, los que estaban más cerca del pudieron escuchar sus jadeos mientras lloraba.

Molly estaba apoyada en Arthur sollozando con fuerza, más de la mitad de los alumnos lloraba. Malfoy, quien intentaba con todas sus ganas ser cruel y despiadado tuvo que admitir su sensibilidad en ese momento, cuando su rostro se cubría de lágrimas. Se arrepintió en ese momento por haberse reído de Harry por no tener familia todas esas veces y decidió no volver a hacerlo nunca más, era lo mínimo que podía hacer.
Ginny, una joven que destacaba por su fuerza interior, su capacidad de afrontar los problemas y, especialmente, por no llorar, sollozaba de manera silenciosa en su asiento. Cho nunca había tenido dificultades para llorar, era una chica sensible y en ese momento temblaba mientras lloraba.

Snape consiguió calmarse y recuperar su rostro impasible. Cogió el libro y decidió seguir leyendo.

Entonces lo miraron, sonriendo. Y lentamente, Harry fue observando los rostros de las otras personas, y vio otro par de ojos verdes como los suyos, otras narices como la suya, incluso un hombre pequeño que parecía tener las mismas rodillas nudosas de Harry. Estaba mirando a su familia por primera vez en su vida.

Los sollozos continuaban y Snape hacía acopio de toda su fuerza para no volver a quebrarse, posiblemente todos notaran la flaqueza que tenía su voz en ese momento pero no le importaba.

Los Potter sonrieron y agitaron las manos, y Harry permaneció mirándolos anhelante, con las manos apretadas contra el espejo, como si esperara poder pasar al otro lado y alcanzarlos.

Los que antes habían podido reprimir las lágrimas no pudieron contenerlas más, el Gran Comedor estaba cubierto de llantos y sollozos. Alumnos, profesores, todos.

En su interior sentía un poderoso dolor, mitad alegría y mitad tristeza terrible.

Dumbledore le sonrió sin brillo alguno en sus ojos, ese era el efecto que dejaba el espejo en las personas. Te hacia lo suficientemente feliz como para que volvieras a él pero te hacia sufrir, y mucho, acabaría por volverte loco.

No supo cuánto tiempo estuvo allí. Los reflejos no se desvanecían y Harry miraba y miraba, hasta que un ruido leja no lo hizo volver a la realidad. No podía quedarse allí, tenía que encontrar el camino hacia el dormitorio.

Muchos adultos asintieron con fuerza, ese espejo no era algo bueno y menos para él. Ginny le sonrió, este intentó sonreírle de vuelta pero no fue capaz.

Apartó los ojos de los de su madre y susurró: «Volveré». Salió apresurada mente de la habitación.

—No vuelvas, Harry —le rogaron Hermione, Ginny, Remus, Molly, Arthur, Charlie, Bill y algún profesor. Pero él había vuelto, nada podía cambiar eso.

Podías haberme despertado —dijo malhumorado Ron.

Puedes venir esta noche. Yo voy a volver; quiero enseñarte el espejo.

Me gustaría ver a tu madre y a tu padre —dijo Ron con interés.

Algunos adultos sonrieron nuevamente por la ingenuidad de los niños.

Y yo quiero ver a toda tu familia, todos los Weasley. Podrás enseñarme a tus otros hermanos y a todos.

Puedes verlos cuando quieras —dijo Ron—. Ven a mi casa este verano. De todos modos, a lo mejor sólo muestra gente muerta.

—Serás burro —le dijo Hermione gimiendo.

Pero qué lástima que no encontraste a Flamel. ¿No quieres tocino o alguna otra cosa? ¿Por qué no comes nada?

Harry no podía comer. Había visto a sus padres y los ve ría otra vez aquella noche.

Muchos le sonrieron con tristeza y Harry se sentía fatal.

Casi se había olvidado de Flamel. Ya no le parecía tan importante. ¿A quién le importaba lo que custodiaba el perro de tres cabezas? ¿Y qué más daba si Snape lo robaba?

Aumentaron las miradas de tristeza hacia él.

¿Estás bien? —preguntó Ron—. Te veo raro.

Lo que Harry más temía era no poder encontrar la habitación del espejo. Aquella noche, con Ron también cubierto por la capa, tuvieron que andar con más lentitud. Trataron de repetir el camino de Harry desde la biblioteca, vagando por oscuros pasillos durante casi una hora.

Remus, Hermione, Ginny y Molly rezaban para que Harry y Ron no fueran capaces de encontrar la habitación del espejo.

Estoy congelado —se quejó Ron—. Olvidemos esto y volvamos.

¡No! —susurró Harry—. Sé que está por aquí.

Pasaron al lado del fantasma de una bruja alta, que se deslizaba en dirección opuesta, pero no vieron a nadie más.

Justo cuando Ron se quejaba de que tenía los pies helados, Harry divisó la pareja de armaduras.

Es allí... justo allí... ¡sí!

Abrieron la puerta. Harry dejó caer la capa de sus hombros y corrió al espejo.

Allí estaban. Su madre y su padre sonrieron felices al verlo.

¿Ves? —murmuró Harry.

—No —dijo Remus haciendo un gran esfuerzo por sonreír—. No puede verlos.

No puedo ver nada.

¡Mira! Míralos a todos... Son muchos...

Sólo puedo verte a ti.

Pero mira bien, vamos, ponte donde estoy yo.

Harry dio un paso a un lado, pero con Ron frente al espejo ya no podía ver a su familia, sólo a Ron con su pijama de colores.

Sin embargo, Ron parecía fascinado con su imagen.

¡Mírame! —dijo.

¿Puedes ver a toda tu familia contigo?

No... estoy solo... pero soy diferente... mayor... ¡y soy delegado!

Muchos miraron a Ron extrañados.

¿Cómo?

Tengo... tengo un distintivo como el de Bill y estoy levantando la copa de la casa y la copa de quidditch... ¡Y también soy capitán de quidditch!

Muchos miraron a Ron de diferentes maneras, algunos decepcionados y otros admirados por lo simple que era su deseo más añorado.

Ron apartó los ojos de aquella espléndida visión y miró excitado a Harry.

¿Crees que este espejo muestra el futuro?

¿Cómo puede ser? Si toda mi familia está muerta... déjame mirar de nuevo...

Lo has tenido toda la noche, déjame un ratito más.

Pero si estás sosteniendo la copa de quidditch, ¿qué tiene eso de interesante? Quiero ver a mis padres.

No me empujes.

Molly miró a sus hijos con tristeza, ese espejo no era nada bueno y no quería que se pelearan por él.

Un súbito ruido en el pasillo puso fin a la discusión. No se habían dado cuenta de que hablaban en voz alta.

¡Rápido!

—Al menos dejasteis de pelear —comentó Hermione intentando sonreír.

Ron tiró la capa sobre ellos justo cuando los luminosos ojos de la Señora Norris aparecieron en la puerta. Ron y Harry permanecieron inmóviles, los dos pensando lo mismo: ¿la capa funcionaba con los gatos?

—Claro, pero pueden olerte —les dijo Sirius sonriendo.

Después de lo que pareció una eternidad, la gata dio la vuelta y se marchó.

No estamos seguros... Puede haber ido a buscar a Filch, seguro que nos ha oído. Vamos.

Y Ron empujó a Harry para que salieran de la habitación.

La nieve todavía no se había derretido a la mañana siguiente.

—Tu nivel de detallismo ha bajado muchísimo —comentó Luna algo triste. Harry sabía por qué era, en esos momentos solo había una cosa que le interesaba por lo que el resto no le importaba en absoluto.

¿Quieres jugar al ajedrez, Harry? —preguntó Ron.

No.

¿Por qué no vamos a visitar a Hagrid?

No... ve tú...

Sé en qué estás pensando, Harry, en ese espejo. No vuelvas esta noche.

¿Por qué no?

—¡Porque te va a volver loco Harry! —exclamó Hermione y Harry se fijó en los rastros de lágrimas que tenía su rostro y se sintió fatal.

No lo sé. Pero tengo un mal presentimiento y, de todos modos, ya has tenido muchos encuentros. Filch, Snape y la Señora Norris andan vigilando por ahí ¿Qué importa si no te ven? ¿Y si tropiezan contigo? ¿Y si chocas con algo?

Pareces Hermione.

Te lo digo en serio, Harry, no vayas

—Hazle caso —rogaron muchos.

Pero Harry sólo tenía un pensamiento en su mente, volver a mirar en el espejo. Y Ron no lo detendría.

Varios bajaron la cabeza.

La tercera noche encontró el camino más rápidamente que las veces anteriores. Andaba más rápido de lo que habría sido prudente, porque sabía que estaba haciendo ruido, pero no se encontró con nadie.

—¿Lo ves, Harry? Te estabas volviendo loco —le dijo Hermione con la voz cortada.

Y allí estaban su madre y su padre, sonriéndole otra vez, y uno de sus abuelos lo saludaba muy contento. Harry se dejó caer al suelo para sentarse frente al espejo. Nadie iba a impedir que pasara la noche con su familia. Nadie.

Muchos volvían a sollozar pero con menos intensidad que antes.

Excepto...

Todos miraron el libro esperanzados. Harry le sonrió a Dumbledore agradecido.

Entonces de vuelta otra vez, ¿no, Harry?

—¡Dumbledore! —dejó salir Hermione aliviada.

—Ahora todo está bien —dijo Ginny dejando salir un suspiro y limpiándose las lágrimas de la cara.

Harry sintió como si se le helaran las entrañas. Miró para atrás. Sentado en un pupitre, contra la pared, estaba nada menos que Albus Dumbledore. Harry debió de haber pasado justo por su lado, y estaba tan desesperado por llegar hasta el espejo que no había notado su presencia.

Harry se maldijo a sí mismo por haber sido tan idiota.

No... no lo había visto, señor.

Es curioso lo miope que se puede volver uno al ser invisible —dijo Dumbledore, y Harry se sintió aliviado al ver que le sonreía—. Entonces —continuó Dumbledore, bajando del pupitre para sentarse en el suelo con Harry—, tú, como cientos antes que tú, has descubierto las delicias del espejo de Oesed.

No sabía que se llamaba así, señor.

Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?

Bueno... me mostró a mi familia y...

Y a tu amigo Ron lo reflejó como capitán.

—¿Cómo lo sabe? —preguntaron muchos extrañados.

¿Cómo lo sabe...?

No necesito una capa para ser invisible —dijo amable mente Dumbledore—. Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos muestra el espejo de Oesed a todos nosotros?

Harry negó con la cabeza.

Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?

Harry pensó. Luego dijo lentamente:

Nos muestra lo que queremos... lo que sea que que ramos...

Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote.

Muchos sonrieron a Harry con tristeza pero, por suerte para él, estaba demasiado ocupado maldiciéndose a sí mismo como para notarlo.

Ronald Weasley, que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos.

Todos los hermanos Weasley se miraron tristemente, tenían que arreglar eso.

Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.

Hermione asintió repetidas veces, sabiendo que Harry había estado de camino a enloquecer.

Continuó:
El espejo será llevado a una nueva casa mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, recuérdalo. Ahora ¿por que no te pones de nuevo esa magnífica capa y te vas a la cama?

Remus, Sirius, Molly y Arhur, Bill, Charlie, Hermione, Ron, Ginny e incluso Snape sonrieron a Dumbledore agradecidos.

Harry se puso de pie.

Señor... profesor Dumbledore... ¿Puedo preguntarle algo?

Es evidente que ya lo has hecho —sonrió Dumbledo re—. Sin embargo, puedes hacerme una pregunta más.

¿Qué es lo que ve, cuando se mira en el espejo?

¿Yo? Me veo sosteniendo un par de gruesos calcetines de lana.

Todos miraron a Dumbledore asombrados. Tardaron un par de segundos en ser conscientes de que, probablemente, no era la verdad.

Harry lo miró asombrado.

Uno nunca tiene suficientes calcetines —explicó Dumbledore—. Ha pasado otra Navidad y no me han regalado ni un solo par. La gente sigue insistiendo en regalarme libros.

Algunos soltaron alguna risita cansada.

En cuanto Harry estuvo de nuevo en su cama, se le ocurrió pensar que tal vez Dumbledore no había sido sincero. Pero es que, pensó mientras sacaba a Scabbers de su almohada, había sido una pregunta muy personal.

Muchos asintieron y Snape sonrió, feliz de que el capítulo acabara y de buena manera. Había sido un capitulo devastador.

—Aquí acaba —dijo Snape sonriendo aliviado.

—Yo leeré ahora —se ofreció Fudge y se acercó a Snape, este le dio el libro y volvió a su asiento. Wood le miró extrañado ¿Qué hacia el ministro leyendo un libro en Hogwarts sobre Harry? El título del siguiente capítulo lo sacó de sus pensamientos—. Nicolás Flamel.


1 comentario :

  1. Hay,de por si siento que este es uno de los momentos mas tristes ( el tercero creo de mi top) y luego lo escribiste y siento tus emociones nostalgicas en las letras, este capitulo se sintio profundo gracias a lo wue escribiste. Gracias, aunque este llorando.

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