El sombrero seleccionador
Tanto los personajes como todas las palabras que estén en negrita pertenecen a J.K Rowling.
EL SOMBRERO SELECCIONADOR
—El sombrero seleccionador.
Todos los de quinto año se miraron entre ellos, recordando
el momento en el que fueron seleccionados y preguntándose si aparecerían en la
historia.
Harry estaba algo preocupado, no le había dicho a nadie que
el sombrero casi le envía a Slytherin y no sabía cómo reaccionarían sus amigos
y el resto de personas al enterarse pero lo dejó estar. Harry tampoco le había
dicho a nadie que se había encontrado con su hijo cuando salió del comedor pero
eso había sido porque él se lo había pedido, Harry volvió a sonreír, recordando
que tenía un futuro feliz por delante y entonces apareció una intrigante
pregunta en su mente “¿Y quién es la
madre?”. Harry recordó la nota que leyó Hermione, esa que decía que él no
podría escapar a la maldición de los Potter y se casaría con una pelirroja…
Harry no se imaginaba saliendo con ninguna de las pelirrojas
que conocía, bueno, últimamente sentía algo extraño hacia Ginny pero estaba
claro que eso no era amor, es decir, ella era la hermana de su mejor amigo,
estaría rompiendo la primera regla de la amistad si salía con ella y Harry
tenía claro que no iba a perder su amistad, pero entonces… ¿Quién sería la
extraña pelirroja?
Entonces Harry se dio cuenta de algo ¡A él le gustaba Cho!
No debería estar pensando en pelirrojas, pero aun que pensara eso, la imagen de
Cho que tenía en su mente ya no era tan atractiva como antes. Le seguía
gustando Cho pero tampoco estaba enamorado de ella, era solo atracción.
Entonces Molly sacó a Harry de sus pensamientos comenzando con la lectura.
La puerta se abrió de
inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba
allí.
—¡Minnie! —dijo Sirius sonriendo.
Tenía un rostro muy
severo, y el primer pensamiento de Harry fue que se trataba de alguien con
quien era mejor no tener problemas.
Todos asintieron, McGongall era una profesora que se hacía
respetar.
—Los de primer año,
profesora McGonagall —dijo Hagrid.
—Muchas gracias,
Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta.
El vestíbulo de entrada era tan grande que hubieran podido meter toda la casa
de los Dursley en él. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes
antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una
magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Siguieron a la
profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra.
Harry podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a
la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora
McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del
vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban
acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
—Bienvenidos a
Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se
celebrará dentro de poco,
A Ron se le iluminaron los ojos ante la mención del
banquete.
pero antes de que
ocupéis vuestro lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para
vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras
estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts.
Todos asintieron sonriendo.
Tendréis clases con
el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras
casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
»Las cuatro casas se
llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin.
Cada casa aplaudió a la suya con emoción.
Cada casa tiene su
propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras
estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos,
mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al
finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de
la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la
casa que os toque.
»La Ceremonia de
Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio.
Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
Los ojos de la
profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo
su oreja izquierda,
Varios rieron mientras Neville se ponía colorado.
y en la nariz
manchada de Ron.
Más risas por parte de los alumnos.
Con nerviosismo,
Harry trató de aplastar su cabello.
—No funcionara —dijeron Sirius, Remus, Ron y Hermione
divertidos.
—No te preocupes Harry, ya entendí después de intentarlo
durante siete años con tu padre que el pelo de un Potter es indomable —confesó
la profesora McGongall sonriendo.
Ginny sonrió, le gustaba el cabello salvaje de Harry y
entonces, como si le hubiera leído los pensamientos, Michael le agarró la mano
con más fuerza como queriendo demostrarle con quien estaba en ese momento.
Ginny suspiró, Michael era un buen chico pero en el fondo solo salía con él
para que Harry se fijara en ella, por consejo de Hermione.
—Volveré cuando lo
tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por
favor, esperad tranquilos.
—Claro, Minnie, van a esperar muy tranquilos —dijo Sirius
sarcásticamente sonriendo de manera burlona a la profesora de transformaciones.
Salió de la
habitación. Harry tragó con dificultad.
—¿Cómo se las
arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó a Ron.
—Creo que es una
especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.
—Obvio —dijo Hermione rodando los ojos mientras muchos reían.
El corazón de Harry
dio un terrible salto. ¿Una prueba? ¿Delante de todo el colegio? Pero él no
sabía nada de magia todavía... ¿Qué haría? No esperaba algo así, justo en el
momento en que acababan de llegar. Miró temblando a su alrededor y vio que los
demás también parecían aterrorizados.
—Por supuesto —dijeron muchos.
Nadie hablaba mucho,
salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había
aprendido y se preguntaba cuál necesitaría.
McGonagall miró a Hermione con orgullo mientras esta se
sonrojaba.
Harry intentó no
escucharla. Nunca había estado tan nervioso, nunca, ni siquiera cuando tuvo
que llevar a los Dursley un informe del colegio que decía que él, de alguna
manera, había vuelto azul la peluca de su maestro.
Muchos rieron por eso.
—Eso tuvo que ser increíble —le dijo Fred y Harry asintió
con la cabeza sonriendo.
Mantuvo los ojos
fijos en la puerta. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría y
lo llevaría a su juicio final.
Muchos rodaron los ojos ante ese dramatismo.
Entonces sucedió algo
que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás
gritaron.
—¿Qué es...?
Resopló. Lo mismo
hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a
través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes,
se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los
de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo
y pequeño, decía:
—Perdonar y olvidar.
Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...
—Hablando de Peeves, supongo —dijo Remus y muchos asintieron
con la cabeza, tenía toda la pinta.
—Mi querido Fraile,
¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala
fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué
estáis haciendo todos vosotros aquí?
El fantasma, con
gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de
primer año.
Nadie respondió.
—¡Alumnos nuevos!
—dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Estáis esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero veros en
Hufflepuff—continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya sabéis.
Muchos Hufflepuff aplaudieron a su fantasma.
—En marcha —dijo una
voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora
McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared
opuesta.
—Ahora formad una
hilera —dijo la profesora a los de primer año— y seguidme.
Con la extraña
sensación de que sus piernas eran de plomo, Harry se puso detrás de un chico
de pelo claro, con Ron tras él. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar
el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.
Harry nunca habría imaginado
un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas,
que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes
ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En
una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se
sentaban los profesores.
—Lo has descrito a la perfección —le dijo Ron.
La profesora
McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y
formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus
espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas
bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los
fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas,
Harry levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de
estrellas. Oyó susurrar a Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el
cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts».
—Debes de ser la única alumna que ha leído ese libro
—comentó Ron y un puñado de alumnos (la mayoría de Ravenclaw) replicaron ante
esto. Quedaba demostrado, este libro lo habían leído cerca de un diez por
ciento de los estudiantes.
Era difícil creer que
allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los
cielos.
Harry bajó la vista
rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de
cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero
puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio. Tía
Petunia no lo habría admitido en su casa.
Muchos rieron ante eso.
Tal vez tenían que
intentar sacar un conejo del sombrero, pensó Harry algo irreflexiblemente, eso
era lo típico de...
Los hijos de muggles rieron por eso pero el resto miraron a
Harry extrañados.
—Es un truco de magia muggle muy común —explicó Hermione.
Ahora las miradas extrañadas desaparecieron y muchos miraron
a Harry sintiéndose ultrajados.
Al darse cuenta de
que todos los del comedor contemplaban el sombrero, Harry también lo hizo.
Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el
sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca,
y el sombrero comenzó a cantar:
Molly, a pesar de ser de estar tremendamente sonrojada, hizo un gran acopio de valentía y cantó la canción en vez de recitarla.
Oh, podrás pensar que
no soy bonito,
pero no juzgues por
lo que ves.
Me comeré a mí mismo
si puedes encontrar
un sombrero más
inteligente que yo.
Puedes tener bombines
negros,
sombreros altos y
elegantes.
Pero yo soy el
Sombrero Seleccionador de Hogwarts
y puedo superar a
todos.
No hay nada escondido
en tu cabeza
que el Sombrero
Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te
diré
dónde debes estar.
Puedes pertenecer a
Gryffindor,
donde habitan los
valientes.
Su osadía, temple y
caballerosidad
ponen aparte a los de
Gryffindor.
Los Gryffindor al completo aplaudieron a su casa.
Puedes pertenecer a
Hufflepuff
donde son justos y
leales.
Esos perseverantes
Hufflepuff
de verdad no temen el
trabajo pesado.
Ahora fue el turno de Hufflepuff de aplaudir (sobra decir
que Tonks fue la que más ruido hizo)
O tal vez a la
antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente
dispuesta,
porque los de
inteligencia y erudición
siempre encontrarán
allí a sus semejantes.
Todos los Ravenclaw aplaudieron a su casa.
O tal vez en
Slytherin
harás tus verdaderos
amigos.
Esa gente astuta
utiliza cualquier medio
para lograr sus
fines.
En ese momento los Slytherin aplaudieron.
¡Así que pruébame!
¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una
bofetada!
Estás en buenas manos
(aunque yo no las tenga).
Porque soy el
Sombrero Pensante.
Todo el comedor
estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción.
Al igual que en el Gran Comedor, a pesar de que la lectora
fuese Molly y no el sombrero.
Éste se inclinó hacia
las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.
—¡Entonces sólo hay
que probarse el sombrero! —susurró Ron a Harry—. Voy a matar a Fred.
—¡Ronald, que no te vuelva a escuchar diciendo algo así! —le
regañó su madre muy seria y luego volvió a leer.
Harry sonrió
débilmente. Sí, probarse el sombrero era mucho mejor que tener que hacer un
encantamiento, pero habría deseado no tener que hacerlo en presencia de todos.
El sombrero parecía exigir mucho, y Harry no se sentía valiente ni ingenioso
ni nada de eso, por el momento. Si el sombrero hubiera mencionado una casa para
la gente que se sentía un poco indispuesta, ésa habría sido la suya.
Todos miraron a Harry con compasión.
La profesora
McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
—Cuando yo os llame,
deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen
—dijo—. ¡Abbott, Hannah!
Los compañeros de Hannah se giraron hacia ella sonriendo
mientras que ella estaba totalmente roja. Neville le sonreía desde lejos, desde
el año pasado había pensado que era una chica desagradable pues llevaba una de
esas chapas en las que ponía “Potter apesta”, pero ahora, gracias a las
reuniones del E.D. podía apreciar a una chica amable, simpática y sobretodo
(aunque le costaba hacer frente a ese pensamiento) muy linda.
Una niña de rostro
rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó
hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.
—¡HUFFLEPUFF!—gritó
el sombrero.
Todos los Hufflepuff aplaudieron.
La mesa de la derecha
aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Harry vio al
fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.
—¡Bones, Susan!
—¡HUFFLEPUFF! —gritó
otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.
De nuevo aplaudieron estos mientras Susan se ponía colorada.
—¡Boot, Terry!
—¡RAVENCLAW!
Ahora las águilas aplaudieron a su miembro.
La segunda mesa a la
izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la
mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
Brocklehurst, Mandy
también fue a Ravenclaw,
Aplausos.
pero Brown, Lavender
resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda,
que estalló en vivas. Harry pudo ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.
Los Gryffindor aplaudieron.
Bulstrode, Millicent
fue a Slytherin.
Las serpientes aplaudieron a su compañera.
Tal vez era la imaginación
de Harry; después de todo lo que había oído sobre Slytherin, pero le pareció
que era un grupo desagradable.
Las serpientes miraron a Harry con los ojos entrecerrados
mientras los Gryffindor sonreían. Dejando de lado el tema de los magos oscuros
que salieron de esa casa la rivalidad entre Gryffindor y Slyhterin era algo que
gustaba a la mayoría de las dos casas.
Comenzaba a sentirse
decididamente mal. Recordó lo que pasaba en las clases de gimnasia de su
antiguo colegio, cuando se escogían a los jugadores para los equipos. Siempre
había sido el último en ser elegido, no porque fuera malo, sino porque nadie
deseaba que Dudley pensara que lo querían.
Muchos miraron a Harry con tristeza recordando lo mala que
fue su infancia.
—¡Finch-Fletchley,
Justin!
—¡HUFFLEPUFF!
Los Hufflepuff aplaudieron.
Harry notó que,
algunas veces, el sombrero gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero
otras tardaba un poco en decidirse.
—Finnigan, Seamus.
—El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo
sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
Los leones aplaudieron.
—Granger, Hermione.
Hermione casi corrió
hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.
Ahora estaba completamente roja.
—¡GRYFFINDOR! —gritó
el sombrero.
Los leones aplaudieron, Ron y Harry los que más.
Ron gruñó.
Hermione fulminó a Ron con la mirada mientras este intentaba
disculparse.
Un horrible
pensamiento atacó a Harry, uno de aquellos horribles pensamientos que aparecen
cuando uno está muy intranquilo. ¿Y si a él no lo elegían para ninguna casa? ¿Y
si se quedaba sentado con el sombrero sobre los ojos, durante horas, hasta que
la profesora McGonagall se lo quitara de la cabeza para decirle que era
evidente que se habían equivocado y que era mejor que volviera en el tren?
—Eso es imposible, Harry —le consoló Hermione. Muchos
miraban a Harry con compasión.
Cuando Neville
Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el
taburete.
Varios rieron, ningún
Gryffindor. Luna fulminó con la mirada a todos los Ravenclaws que se
reían de su amigo y lo mismo ocurría con los Hufflepuff por parte de Hannah,
Susan y el resto de miembros del E.D. de esa casa (exceptuando a Zacharias,
claro) así que los únicos que siguieron riéndose fueron algunos Slyhterin.
El sombrero tardó un
largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!,
Los leones aplaudieron con fuerza.
Neville salió
corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las
risas de todos, a MacDougal, Morag.
Ocurrió lo mismo de antes, después de unas cuantas miradas
furiosas los únicos riéndose era algunos de la mesa de las serpientes.
Malfoy se adelantó al
oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su
cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Las serpientes aplaudieron a Malfoy.
Malfoy fue a reunirse
con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha
gente.
Moon... Nott...
Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks,
Sally-Anne...
Cada casa fue aplaudiendo a sus miembros según se nombraban.
y, finalmente:
—¡Potter; Harry!
Ahora todos miraban a Harry, seguramente ahora escucharan lo
que le dijo el sombrero a Harry.
Mientras Harry se
adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Ese Harry Potter?
Lo último que Harry
vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de
gente que trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro
interior del sombrero. Esperó.
La sala se tensó.
—Mm —dijo una
vocecita en su oreja—. Difícil. Muy difícil.
Muchos se miraron entre ellos extrañados, a ninguno les dijo
algo como eso.
Lleno de valor, lo
veo.
—¡Porque es un Gryffindor! —rugieron los leones.
Tampoco la mente es
mala.
—Así que podías haber sido Ravenclaw —le comentó Luna
sonriendo.
Hay talento, oh
vaya, sí,
Muchos miraron a Harry extrañados mientras este se
ruborizaba, a ninguno de ellos le había dicho tantos halagos.
y una buena
disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces,
¿dónde te pondré?
—¡Gryffindor! —volvieron a gruñir los leones.
Harry se aferró a los
bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, en Slytherin no».
Mientras las serpientes siseaban y los leones rugían, Sirius
sonrió. El hizo lo mismo para que el sombrero no le mandara a Slytherin.
—En Slytherin no,
¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo
tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la
grandeza.
Todos miraron a Harry sorprendidos, sobre todo los leones y
las serpientes ¿Harry podría haber sido un buen Slytherin?
No hay dudas,
¿verdad? Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!
Los leones rugieron emocionados.
Harry oyó al sombrero
gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo
mareado, hacia la mesa de Gryffindor. Estaba tan aliviado de que lo hubiera
elegido y no lo hubiera puesto en Slytherin, que casi no se dio cuenta de que
recibía los saludos más calurosos hasta el momento. Percy el prefecto se puso
de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley
gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!».
Molly les fulminó con la mirada.
Harry se sentó en el
lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el
brazo, dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua
helada.
Todos se estremecieron.
Podía ver bien la
Mesa Alta. En la punta, cerca de él, estaba Hagrid, que lo miró y levantó los
pulgares. Harry le sonrió.
Lo mismo ocurría en el presente. Para Harry era muy incómodo
que la gente leyese su historia y sus pensamientos pero estaba empezando a
acostumbrarse.
Y allí, en el centro
de la Mesa Alta, en una gran silla de oro, estaba sentado Albus Dumbledore.
Harry lo reconoció de inmediato, por el cromo de las ranas de chocolate. El
cabello plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los
fantasmas.
Muchos rieron tímidamente por eso y Dumbledore le dedicó una
sonrisa.
Harry también vio al
profesor Quirrell, el nervioso joven del Caldero Chorreante. Estaba muy extravagante,
con un gran turbante púrpura.
El trio gruñó ante la mención del profesor.
Y ya quedaban
solamente tres alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw,
Las águilas aplaudieron.
y después le llegó el
turno a Ron. Tenía una palidez verdosa y Harry cruzó los dedos debajo de la
mesa.
—Gracias amigo —le dijo el pelirrojo sonriendo.
Un segundo más tarde,
el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR!
Los leones volvieron a aplaudir y Molly casi suelta el libro
para aplaudir a su hijo pero acabo reprimiéndose y conformándose con sonreírle.
Harry aplaudió con
fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla más
próxima.
—Bien hecho, Ron, excelente
—dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini,
Blaise era seleccionado para Slytherin.
Ahora las serpientes aplaudieron.
La profesora
McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.
Harry miró su plato
de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambriento que estaba. Los
pasteles le parecían algo del pasado.
—¡Si no había pasado casi nada de tiempo! —le dijo Hermione
sorprendida.
—Tú no le hagas caso, yo estaba igual —le confesó Ron.
Albus Dumbledore se
había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los
brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.
—¡Bienvenidos!
—dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro
banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones!
¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Todos aplaudieron pero nadie tan fuerte como Sirius, quien
aplaudía dramáticamente y se secaba unas lágrimas imaginarias.
—Unas palabras tan bonitas… No puedo reprimir mis
sentimientos… —dijo mientras fingía un llanto y se apoyaba en Remus para
continuar ese estúpido acto. Harry rodó los ojos pero muchos rieron, ya estaban
bastante acostumbrados a la presencia del prófugo y se dieron cuenta de que era
bastante divertido.
Se volvió a sentar.
Todos aplaudieron y vitorearon. Harry no sabía si reír o no.
—Está... un poquito
loco, ¿no? —preguntó con aire inseguro a Percy.
—¡Harry! —le dijeron muchos.
—Lo siento profesor —se disculpó Harry con el director.
—No lo sientas, Harry, es cierto, estoy bastante loco —le
confesó sonriendo.
—¿Loco? —dijo Percy
con frivolidad—. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco
loco, sí. ¿Patatas, Harry?
Molly tuvo que reprimirse para no reñir a Percy y este bajó
la cabeza, esperaba un regaño por parte de su madre y se vio decepcionado,
estaba empezando a darse cuenta de que todo eso era culpa suya pero era
demasiado orgulloso como para reconocerlo del todo.
Harry se quedó con la
boca abierta. Los platos que había frente a él de pronto estuvieron llenos de
comida. Nunca había visto tantas cosas que le gustara comer sobre una mesa:
carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y
filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín, guisantes, zanahorias, salsa
de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña razón, bombones de menta.
—La extraña razón soy yo —confesó Dumbledore con una sonrisa
mientras muchos comenzaban a salivar con la recién nombrada lista de comida.
Los Dursley nunca
habían matado de hambre a Harry, pero tampoco le habían permitido comer todo lo
que quería. Dudley siempre se servía lo que Harry deseaba, aunque no le
gustara.
Muchos gruñeron.
Harry llenó su plato
con un poco de todo, salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo
estaba delicioso.
—Eso tiene muy buen
aspecto —dijo con tristeza el fantasma de la gola, observando a Harry mientras
éste cortaba su filete.
—¿No puede...?
—¡Harry! ¡Es obvio que no! —le dijo Hermione molesta por su
falta de tacto con el fantasma.
—No he comido desde
hace unos cuatrocientos años —dijo el fantasma—. No lo necesito, por supuesto,
pero uno lo echa de menos. Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas
de Mimsy-Porpington a su servicio. Fantasma Residente de la Torre de
Gryffindor.
Los leones aplaudieron a su fantasma con entusiasmo.
—¡Yo sé quién es
usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi
Decapitado!
—¡Ronald, se un poco más educado! —le regañó su madre.
—Yo preferiría que me
llamaran Sir Nicholas de Mimsy... —comenzó a decir el fantasma con severidad,
pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del pelo color arena.
—¿Casi Decapitado?
¿Cómo se puede estar casi decapitado?
Sir Nicholas pareció
muy molesto, como si su conversación no resultara como la había planeado.
—Así —dijo enfadado.
Se agarró la oreja izquierda y tiró. Teda su cabeza se separó de su cuello y
cayó sobre su hombro, como si tuviera una bisagra.
Muchos hicieron una mueca al imaginarlo (o al recordarlo los
que lo habían visto).
Era evidente que
alguien había tratado de decapitarlo, pero que no lo había hecho bien. Pareció
complacido ante las caras de asombro y volvió a ponerse la cabeza en su sitio,
tosió y dijo: ¡Así que nuevos Gryffindors! Espero que este año nos ayudéis a
ganar el campeonato para la casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin
ganar. ¡Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario
se ha vuelto insoportable... Él es el fantasma de Slytherin.
—¡Seis veces seguidas! ¿Slytherin? —estalló Sirius sin
creérselo del todo—. Espero que hayáis ganado este año…
Harry no le contestó, se limitó a sonreírle, ya lo vería el
mismo con la lectura.
Harry miró hacia la
mesa de Slytherin y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin
expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba
justo al lado de Malfoy que, como Harry vio con mucho gusto, no parecía muy
contento con su presencia.
—Normal, es desagradable —murmuró Astoria y solo su hermana
la escuchó.
—¿Cómo es que está
todo lleno de sangre? —preguntó Seamus con gran interés.
—Nunca se lo he
preguntado —dijo con delicadeza Nick Casi Decapitado.
Todos miraron al director, esperando una respuesta por su
parte.
—Lamento decir, que ni siquiera yo tengo la respuesta para
eso —dijo tranquilamente Dumbledore, los alumnos, decepcionados, decidieron
dejar eso de lado, ni siquiera era algo importante.
Cuando hubieron
comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los
platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los
postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar;
pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de
mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...
—Ya, Harry. Deja de describir comida que me está entrando
hambre —le dijo Ron y muchos asintieron con la cabeza.
—Como si yo pudiera hacer algo para cambiarlo —se quejó
Harry.
Mientras Harry se
servía una tarta, la conversación se centró en las familias.
—Yo soy mitad y mitad
—dijo Seamus—. Mi padre es muggle. Mamá no le dijo que era una bruja hasta que
se casaron. Fue una sorpresa algo desagradable para él.
Varios se rieron mientras algunos negaban con la cabeza.
Los demás rieron.
—¿Y tú, Neville?
—dijo Ron.
—Bueno, mi abuela me
crió y ella es una bruja —dijo Neville—, pero la familia creyó que yo era todo
un muggle, durante años. Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme descuidado
y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga, cuando
quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool, pero no pasó nada hasta que
cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía cogido
de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba, cuando mi tía
abuela Enid le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó.
Todos le miraron preocupados pero Neville se limitó a
sonreír.
Pero yo reboté, todo
el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos. Mi abuela
estaba tan feliz que lloraba. Y tendríais que haber visto sus caras cuando vine
aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo Algie
estaba tan contento que me compró mi sapo.
—Wow, pues sí que estaba feliz —comentó Ron irónicamente.
Al otro lado de
Harry, Percy Weasley y Hermione estaban hablando de las clases. («Espero que
empiecen en seguida, hay mucho que aprender; yo estoy particularmente
interesada en Transformaciones, ya sabes, convertir algo en otra cosa, por
supuesto parece ser que es muy difícil. Hay que empezar con cosas pequeñas,
como cerillas en y todo eso...»)
Mcgonagall miraba a su alumna con orgullo mientras el resto
de estudiantes rodaban los ojos.
Harry, que comenzaba
a sentirse reconfortado y somnoliento, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid
bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor
Dumbledore. El profesor Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un
profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
Muchos rieron discretamente con la descripción del profesor
Snape mientras este entrecerraba los ojos.
Todo sucedió muy
rápidamente. El profesor de nariz ganchuda miró por encima del turbante de
Quirrell, directamente a los ojos de Harry... y un dolor agudo golpeó a Harry
en la cicatriz de la frente.
Todos abrieron mucho los ojos ante eso. Sirius iba a decirle
algo a Snape pero Remus le detuvo y le dijo algo que Harry no fue capaz de
escuchar pero, fuese lo que fuese, logró calmar a Sirius.
—¡Ay! —Harry se llevó
una mano a la cabeza.
—¿Qué ha pasado?
—preguntó Percy
—N-nada.
El dolor desapareció
tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que
tuvo Harry cuando el profesor lo miró, una sensación que no le gustó en
absoluto.
Sirius gruñó.
—¿Quién es el que
está hablando con el profesor Quirrell? —preguntó a Percy.
—Oh, ¿ya conocías a
Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése es el profesor
Snape. Su materia es Pociones, pero no le gusta... Todo el mundo sabe que
quiere el puesto de Quirrell. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras.
Todos los alumnos asintieron vigorosamente, todos los
sabían.
—Cómo no, Snape era un mortifago —dijo Sirius mientras
miraba a Snape con los ojos entrecerrados.
—No fui yo el que se pasó más de una década en Azkaban —dijo
simplemente Snape.
—Oh, sabes perfectamente lo que pasó Snivellus. Además, no
soy yo el que tiene esa horrible marca en el brazo —replicó Sirius.
Todos escuchaban la conversación con los ojos muy abiertos
sin entenderla del todo. Snape iba a replicar algo pero Dumbledore hizo un
gesto con la mano y Snape se contuvo. Molly continuó leyendo.
Harry vigiló a Snape
durante un rato, pero el profesor no volvió a mirarlo.
Por último, también
desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de
pie. Todo el salón permaneció en silencio.
—Ejem... sólo unas
pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos
anuncios que haceros para el comienzo del año.
»Los de primer año
debéis tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos
para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también
deberán recordarlo.
Los ojos relucientes de
Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley.
En el presente estos hicieron una reverencia, agradeciendo
el reconocimiento del director hacia ellos.
—El señor Filch, el
celador, me ha pedido que os recuerde que no debéis hacer magia en los recreos
ni en los pasillos.
Todos los alumnos bufaron.
»Las pruebas de
quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén
interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto
con la señora Hooch.
Los jugadores de quidditch sonrieron.
»Y por último, quiero
deciros que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera
de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy
dolorosa.
Todos se miraron entre ellos. Los que no habían estado ese
curso no sabían de ese anuncio y los que sabían de él no sabían el porqué de
él, excepto, claro está, el trio dorado y Neville. El trio sonrió pero Neville
se encogió en su asiento con el recuerdo del enorme perro de tres cabezas.
Harry rió, pero fue
uno de los pocos que lo hizo.
—¿Lo decía en serio?
—murmuró a Percy.
—Eso creo —dijo
Percy, mirando ceñudo a Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el
motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está
lleno de animales peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió
avisarnos a nosotros, los prefectos.
—¡Y ahora, antes de
que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! —exclamó
Dumbledore. Harry notó que las sonrisas de los otros profesores se habían
vuelto algo forzadas.
—Siempre pasa lo mismo y no sé porque —dijo el director
extrañado—. Es algo muy divertido.
Los demás profesores bajaron la mirada, podía ser divertido
hacerlo una vez pero llevaban décadas haciendo lo mismo y había perdido su
gracia.
Dumbledore agitó su
varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció,
se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en
palabras.
—¡Que cada uno elija
su melodía favorita! —dijo Dumbledor—. ¡Y allá vamos!
Y todo el colegio
vociferó:
—Venga —les animo Dumbledore—. Cantemos nosotros también.
A muchos les habría gustado replicar pero viendo como
brillaban los ojos del director decidieron aguantarse y cantar:
Hogwarts, Hogwarts,
Hogwarts,
enséñanos algo, por favor.
Aun que seamos viejos
y calvos
o jóvenes con
rodillas sucias,
nuestras mentes
pueden ser llenadas
con algunas materias
interesantes.
Porque ahora están
vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un
poco de pelusa.
Así que enséñanos
cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo
que olvidamos,
hazlo lo mejor que
puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta
que nuestros cerebros se consuman.
Cuando la mayoría terminaros solo quedaban (como no) los gemelos
y Sirius, que se habían puesto de pie y habían pasado la mano por el hombro del
que tenían a su lado y se balanceaban suavemente al son de la fúnebre melodía
que cantaban.
La escuela entera aplaudió y Molly se dispuso a seguir
leyendo.
Cada uno terminó la
canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían
cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre.
—Bien hecho —les dijo Sirius sonriendo.
Dumbledore los
dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue
uno de los que aplaudió con más entusiasmo.
—¡Ah, la música!
—dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí!
Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salid al trote!
Los de primer año de
Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran
Comedor y subieron por la escalera de mármol. Las piernas de Harry otra vez
parecían de plomo, pero sólo por el exceso de cansancio y comida.
Ron le sonrió como queriendo decir que le pasó lo mismo.
Estaba tan dormido
que ni se sorprendió al ver que la gente de los retratos, a lo largo de los
pasillos, susurraba y los señalaba al pasar; o cuando Percy en dos
oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas detrás de paneles corredizos
y tapices que colgaban de las paredes. Subieron más escaleras, bostezando y
arrastrando los pies y, cuando Harry comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más
deberían seguir, se detuvieron súbitamente.
Unos bastones
flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a
caer contra él.
—Peeves —murmuraron muchos, la mayoría molesto pero algunos
lo murmuraron divertidos.
—Peeves —susurró
Percy a los de primer año—. Es un duende, lo que en las películas llaman
poltergeist. —Levantó la voz—: Peeves, aparece.
La respuesta fue un
ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.
—¿Quieres que vaya a
buscar al Barón Sanguinario?
Los Slytherin negaron con la cabeza, no les gustaba que el
resto de casas se aprovechara de su fantasma para su propia causa.
Se produjo un
chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha,
apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y empuñando los
bastones.
—¡Oooooh! —dijo, con
un maligno cacareo—. ¡Los horribles novatos! ¡Qué divertido!
De pronto se abalanzó
sobre ellos. Todos se agacharon.
—Vete, Peeves, o el
Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! —gritó enfadado Percy
Peeves hizo sonar su
lengua y desapareció, dejando caer los bastones sobre la cabeza de Neville.
Muchos miraron a Neville con compasión, siempre le pasaban a
él esas cosas.
Lo oyeron alejarse
con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.
—Tenéis que tener
cuidado con Peeves —dijo Percy, mientras seguían avanzando—. El Barón
Sanguinario es el único que puede controlarlo, ni siquiera nos escucha a los
prefectos. Ya llegamos.
Al final del pasillo
colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.
—¿Santo y seña?
—preguntó.
—Caput draconis —dijo
Percy, y el retrato se balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en
la pared. Todos se amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda)
—Podrías dejar de fijarte en todo ¿No, Harry? —le dijo
Neville entre serio y divertido mientras algunos reían.
y se encontraron en
la sala común de Gryffindor; una habitación redonda y acogedora, llena de
cómodos sillones.
Los Gryffindor sonrieron, tal vez no sabían cómo eran el
resto de salas comunes pero estaban seguros de que la suya era, sin duda, la
mejor.
Percy condujo a las
niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra
puerta. Al final de una escalera de caracol (era evidente que estaban en una de
las torres) encontraron, por fin, sus camas, cinco camas con cuatro postes
cada una y cortinas de terciopelo rojo oscuro. Sus baúles ya estaban allí.
Demasiado cansados para conversar, se pusieron sus pijamas y se metieron en la
cama.
—Una comida
increíble, ¿no? —murmuró Ron a Harry, a través de las cortinas—. ¡Fuera,
Scabbers! Te estás comiendo mis sábanas.
—Ya podía haberse ahogado con ellas… —dijo Ron mientras
muchos le miraban extrañados.
—No, sino Sirius seguiría en Azkaban —le dijo Harry, Ron
asintió. Ahora todos los que lo habían escuchado estaban mucho más extrañados
¿Qué tenía que ver la rata con que Sirius escapara de Azkaban?
Harry estaba a punto
de preguntar a Ron si le quedaba alguna tarta de melaza,
—Tú y la tarta de melaza —le dijo Ginny sonriendo, Harry le
sonrió de vuelta algo sonrojado y la lectura continuó.
pero se quedó dormido
de inmediato.
Tal vez Harry había
comido demasiado, porque tuvo un sueño muy extraño. Tenía puesto el turbante
del profesor Quirrell,
Muchos miraron a Harry algo sorprendidos por ese comienzo
del sueño.
que le hablaba y le
decía que debía pasarse a Slytherin de inmediato, porque ése era su destino.
Ahora le miraban aun mas extrañados y alguno soltó un
“¿Qué?”
Harry contestó al
turbante que no quería estar en Slytherin
Muchos le sonrieron y los Gryffindors asintieron orgullosos.
y el turbante se volvía
cada vez más pesado. Harry intentó quitárselo, pero le apretaba dolorosamente,
y entonces apareció Malfoy,
Malfoy miró el libro extrañado, seria casualidad pero él
también había tenido un sueño desagradable en el que aparecía Harry esa primera
noche.
que se burló de él
mientras luchaba para quitarse el turbante. Luego Malfoy se convirtió en el
profesor de nariz ganchuda, Snape, cuya risa se volvía cada vez más fuerte y
fría... Se produjo un estallido de luz verde y Harry se despertó, temblando y
empapado en sudor.
La expresión de todos se volvió más dura, tenía que haber
sido un sueño muy desagradable.
Se dio la vuelta y se
volvió a dormir. Al día siguiente, cuando se despertó, no recordaba nada de
aquel sueño.
Muchos sonrieron aliviados, era mucho mejor así.
—Aquí acaba —comunicó Molly sonriendo aliviada por qué Harry
no recordara el sueño.
—Bien ¿Quién quiere leer? —dijo como siempre Dumbledore.
—¡Yo! —dijo Tonks divertida, quien apresuradamente y
tropezando varias veces, llegó hasta Molly y cogió el libro.
Remus sintió que algo dentro de él se alegraba de tener una
excusa para mirar a Tonks durante un largo rato y, era tanta la alegría que
sentía, que a pesar de repetirse a sí mismo que no debía tener esos
pensamientos no pudo borrarse una ridícula sonrisa de la cara.
Molly volvió con su familia y se sentó junto a su marido
justo a tiempo para escuchar el título del siguiente capítulo—. El profesor de pociones.
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