miércoles, 13 de agosto de 2014

El viaje desde el andén nueve y tres cuartos


Tanto los personajes como todos los párrafos que estén en negrita le pertenecen a J.K. Rowling.

EL VIAJE DESDE EL ANDÉN NUEVE Y TRES CUARTOS


—Será un placer —dijo mientras lo abría en la página correspondiente—. El viaje desde el andén nueve y tres cuartos.

Ron y Harry compartieron una mirada cómplice, en este capítulo aparecería su primer encuentro y el inicio de su amistad.

El último mes de Harry con los Dursley no fue divertido.

—Nunca lo fue —dijo Harry simplemente y muchos gruñeron.

Es cierto que Dudley le tenía miedo y no se quedaba con él en la misma habitación,

—Cobarde —bufaron muchos Gryffindor.

y que tía Petunia y tío Vernon no lo encErraban en la alacena ni lo obligaban a hacer nada ni le gritaban. En realidad, ni siquiera le dirigían la palabra. Mitad aterrorizados, mitad furiosos, se comportaban como si la silla que Harry ocupaba estuviera vacía.

Todos fulminaron el libro con la mirada.

Aunque aquello significaba una mejora en muchos aspectos, después de un tiempo resultaba un poco deprimente.

Muchos asintieron con la cabeza, es comprensible, a nadie le gusta ser ignorado.

Harry se quedaba en su habitación, con su nueva lechuza por compañía. Decidió llamarla Hedwig,

—Es un nombre precioso —le dijo una alumna de Ravenclaw, Harry asintió, le gustaba mucho el nombre Hedwig.

un nombre que encontró en Una historia de la magia. Los libros del colegio eran muy interesantes.

Los profesores le miraron sonriendo, al igual que Hermione mientras que muchos otros alumnos le miraban extrañados.

—Todo eso era nuevo para mí —explicó Harry y entonces todos lo comprendieron.

Por la noche leía en la cama hasta tarde, mientras Hedwig entraba y salía a su antojo por la ventana abierta. Era una suerte que tía Petunia ya no entrara en la habitación, porque Hedwig llevaba ratones muertos.

Varias chicas pusieron muecas de asco.

Cada noche, antes de dormir, Harry marcaba otro día en la hoja de papel que tenía en la pared, hasta el uno de septiembre.

—Como yo —le dijo Sirius sonriendo, para él, el tiempo en su casa era un castigo y vivía esperando por ir a Hogwarts.

El último día de agosto pensó que era mejor hablar con sus tíos para poder ir a la estación de King Cross, al día si guiente. Así que bajó al salón, donde estaban viendo la televisión. Se aclaró la garganta, para que supieran que estaba allí, y Dudley gritó y salió corriendo.

Muchos rodaron los ojos por la excesiva cobardía del chico.

—Hum... ¿Tío Vernon?

Tío Vernon gruñó, para demostrar que lo escuchaba.

Molly negó con la cabeza, ya le gustaría a ella tener unas palabras con la familia de Harry para ponerlos en su sitio.

—Hum... necesito estar mañana en King Cross para... para ir a Hogwarts.

Tío Vernon gruñó otra vez.

—¿Podría ser que me lleves hasta allí?

Otro gruñido. Harry interpretó que quería decir sí.

—Muchas gracias.

—No deberías ser tan educado con el —le dijo Ginny.

—Bueno, quería asegurarme de que me llevaba —razonó Harry mientras se encogía de hombros.

Estaba a punto de volver a subir la escalera, cuando tío Vernon finalmente habló.

—Qué forma curiosa de ir a una escuela de magos, en tren. ¿Las alfombras mágicas estarán todas pinchadas?

—Sí, ese tío es un idiota de remate —dijo Dean mientras rodaba los ojos.

—Pensaba que eso había quedado claro desde el primer capítulo, pero claro, tu a tu ritmo, Dean —le dijo Seamus burlón, Dean le sacó la lengua y la lectura continuó.

Harry no contestó nada.

—¿Y dónde queda ese colegio, de todos modos?

—No lo sé —dijo Harry; dándose cuenta de eso por primera vez. Sacó del bolsillo el billete que Hagrid le había dado—. Tengo que coger el tren que sale del andén nueve y tres cuartos, a las once de la mañana —leyó.

—¡Hagrid! —dijo Hermione quien acababa de darse cuenta de algo—. ¡No le dijiste a Harry como llegar al andén!

Hagrid bajó la cabeza avergonzado.

—No te preocupes Hagrid, de hecho fue mejor así —dijo Harry y le sonrió a él y luego a Ron.

Sus tíos lo miraron asombrados.

—¿Andén qué?

—Nueve y tres cuartos.

—No digas estupideces —dijo tío Vernon—. No hay ningún andén nueve y tres cuartos.

—Sí que lo hay —dijeron muchos rodando los ojos.

—Eso dice mi billete.

—Equivocados —dijo tío Vernon—. Totalmente locos, todos ellos. Ya lo verás. Tú espera. Muy bien, te llevaremos a King Cross. De todos modos, tenemos que ir a Londres mañana. Si no, no me molestaría.

—¿Por qué vais a Londres? —preguntó Harry tratando de mantener el tono amistoso.

—Llevamos a Dudley al hospital —gruñó tío Vernon—. Para que le quiten esa maldita cola antes de que vaya a Smeltings.

Todos se rieron recordando la cola de cerdo.

A la mañana siguiente, Harry se despertó a las cinco, tan emocionado e ilusionado que no pudo volver a dormir. Se le vantó y se puso los tejanos: no quería andar por la estación con su túnica de mago, ya se cambiaría en el tren.

—Como todos —dijeron muchos y Hermione bajó la cabeza avergonzada, ella había ido con la túnica puesta.

Miró otra vez su lista de Hogwarts para estar seguro de que tenía todo lo necesario, se ocupó de meter a Hedwig en su jaula y luego se paseó por la habitación, esperando que los Dursley se le vantaran. Dos horas más tarde, el pesado baúl de Harry estaba cargado en el coche de los Dursley y tía Petunia había hecho que Dudley se sentara con Harry, para poder marcharse.

Llegaron a King Cross a las diez y media. Tío Vernon cargó el baúl de Harry en un carrito y lo llevó por la estación.

—Huy, demasiado amable, me huele mal —dijo Tonks entrecerrando los ojos.

Harry pensó que era una rara amabilidad, hasta que tío Vernon se detuvo, mirando los andenes con una sonrisa perversa.

—Bueno, aquí estás, muchacho. Andén nueve, andén diez... Tú andén debería estar en el medio, pero parece que aún no lo han construido, ¿no?

Tenía razón, por supuesto. Había un gran número nueve, de plástico, sobre un andén, un número diez sobre el otro y, en el medio, nada.

—Que tengas un buen curso —dijo tío Vernon con una sonrisa aún más torva. Se marchó sin decir una palabra más. Harry se volvió y vio que los Dursley se alejaban. Los tres se reían.

—¡Serán cerdos! Tenían pensado abandonarle ahí —exclamó Remus llenó de ira—. Sirius, cuando salgamos de ahí quiero que vayamos a darles una paliza ¡Una buena paliza!

Todos miraron a Lupin asombrados, ellos siempre habían visto a un Lupin responsable y calmado, pero claro, no por nada había sido Lupin un merodeador. Sirius gruñó y asintió con la cabeza, él tenía claro que iba a visitar a los Dursley desde que había oído que hacían dormir a su ahijado en una alacena.

Harry sintió la boca seca. ¿Qué haría? Estaba llamando la atención, a causa de Hedwig. Tendría que preguntarle a alguien.

—No deberías hacerlo —le regañó la profesora McGongall pero todos sabían que no tenía otra opción.

Detuvo a un guarda que pasaba, pero no se atrevió a mencionar el andén nueve y tres cuartos.

—Bien hecho por no mencionarlo —le felicitó Moody, los adultos y profesores asintieron con la cabeza.

El guarda nunca había oído hablar de Hogwarts, y cuando Harry no pudo decirle en qué parte del país quedaba, comenzó a molestarse, como si pensara que Harry se hacía el tonto a propósito. Sin saber qué hacer, Harry le preguntó por el tren que salía a las once, pero el guarda le dijo que no había ninguno. Al final, el guarda se alejó, murmurando algo sobre la gente que hacía perder el tiempo. Según el gran reloj que había sobre la tabla de horarios de llegada, tenía diez minutos para coger el tren a Hogwarts y no tenía idea de qué podía hacer. Estaba en medio de la estación con un baúl que casi no podía transportar, un bolsillo lleno de monedas de mago y una jaula con una lechuza.

Todos miraron el libro con preocupación ¿Cómo llegaría Harry al tren?

Hagrid debió de olvidar decirle algo que tenía que hacer, como dar un golpe al tercer ladrillo de la izquierda para en trar en el callejón Diagon. Se preguntó si debería sacar su varita y comenzar a golpear la taquilla, entre los andenes nueve y diez.

—¡Ni se te ocurra! —le dijo Hermione y Harry negó con la cabeza.

—No lo hice.

En aquel momento, un grupo de gente pasó por su lado y captó unas pocas palabras.

—... lleno de muggles, por supuesto...

Todos se alegraron de que hubiese alguien a quien Harry pudiese preguntarle.

Harry se volvió para verlos. La que hablaba era una mujer regordeta, que se dirigía a cuatro muchachos, todos con pelo de llameante color rojo. Cada uno empujaba un baúl, como Harry, y llevaban una lechuza.

Los Weasley se sonrojaron hasta las orejas con la mención de su familia pero ninguno como Molly, que acababa de ser descrita como "Mujer regordeta".

Con el corazón palpitante, Harry empujó el carrito de trás de ellos. Se detuvieron y los imitó, parándose lo bastante cerca para escuchar lo que decían.

—¡Harry! —le regañó Hermione.

—Lo siento —se disculpó Harry con los Weasleys pero estos negaron con la cabeza, no les importaba.

—Y ahora, ¿cuál es el número del andén? —dijo la madre.

—¡Nueve y tres cuartos! —dijo la voz aguda de una niña, también pelirroja, que iba de la mano de la madre—. Mamá, ¿no puedo ir...?

Ginny se ruborizó y Harry le dedicó una linda sonrisa que consiguió que Ginny se sonrojara aún más.

—No tienes edad suficiente, Ginny Ahora estáte quieta. Muy bien, Percy, tú primero.

El que parecía el mayor de los chicos se dirigió hacia los andenes nueve y diez. Harry observaba, procurando no parpa dear para no perderse nada. Pero justo cuando el muchacho llegó a la división de los dos andenes, una larga caravana de turistas pasó frente a él y, cuando se alejaron, el muchacho había desaparecido.

—Tú y tu malísima suerte —dijeron muchos negando con la cabeza.

—Fred, eres el siguiente —dijo la mujer regordeta.

—No soy Fred, soy George —dijo el muchacho—. ¿De veras, mujer, puedes llamarte nuestra madre? ¿No te das cuenta de que yo soy George?

—Lo siento, George, cariño.

—Estaba bromeando, soy Fred —dijo el muchacho, y se alejó.

—Buena esa, chicos —dijo Sirius y les chocó los cinco a los gemelos mientras el resto de personas reían por la broma.

Debió pasar, porque un segundo más tarde ya no esta ba. Pero ¿cómo lo había hecho? Su hermano gemelo fue tras él: el tercer hermano iba rápidamente hacia la taquilla (estaba casi allí) y luego, súbitamente, no estaba en ninguna parte.

No había nadie más.

—Discúlpeme —dijo Harry a la mujer regordeta.

—Hola, querido —dijo—. Primer año en Hogwarts, ¿no? Ron también es nuevo.

Señaló al último y menor de sus hijos varones. Era alto, flacucho y pecoso, con manos y pies grandes y una larga nariz.

Todos rieron con la descripción de este mientras Ron se ruborizaba al más estilo Weasley.

—Sí —dijo Harry—. Lo que pasa es que... es que no se cómo...

—¿Como entrar en el andén? —preguntó bondadosa mente, y Harry asintió con la cabeza.

—No te preocupes —dijo—. Lo único que tienes que ha cer es andar recto hacia la barrera que está entre los dos an denes. No te detengas y no tengas miedo de chocar, eso es muy importante. Lo mejor es ir deprisa, si estás nervioso. Ve ahora, ve antes que Ron.

Remus sonrió a Molly, agradeciéndole por ayudar al chico.

—Hum... De acuerdo —dijo Harry.

Empujó su carrito y se dirigió hacia la barrera. Parecía muy sólida.

Comenzó a andar. La gente que andaba a su alrededor iba al andén nueve o al diez. Fue más rápido. Iba a chocar contra la taquilla y tendría problemas. Se inclinó sobre el carrito y comenzó a correr (la barrera se acercaba cada vez más). Ya no podía detenerse (el carrito estaba fuera de control), ya estaba allí... Cerró los ojos, preparado para el choque...

Pero no llegó. Siguió rodando. Abrió los ojos.

Una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén lleno de gente. Un rótulo decía: «Expreso de Hog warts, 11 h». Harry miró hacia atrás y vio una arcada de hierro donde debía estar la taquilla, con las palabras «Andén Nueve y Tres Cuartos».

Lo había logrado.

Inconscientemente muchos aplaudieron, felices de que lo haya logrado.

El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un malhumorado ulular, por en cima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles.

Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar.

Muchos alumnos sonrieron, dándose por aludidos con ese párrafo.

Harry empujó su carrito por el andén, buscando un asiento vacío. Pasó al lado de un chico de cara redonda que decía:

—Abuelita, he vuelto a perder mi sapo.

—Oh, Neville —dijo Hermione suspirando mientras el resto reían y Neville se encogía en su asiento.

—Oh, Neville —oyó que suspiraba la anciana.

Hermione se ruborizó avergonzada por decir lo mismo que la abuela de Neville mientras muchos reian.

Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un grupo.

—Déjanos mirar, Lee, vamos.

Ahora todos se rieron de la descripción de Lee, pero este también rió.

El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que lo rodeaban gritaron cuando del interior salió una larga cola peluda.

—¡Jordan! —le regañó McGonagall—. ¿Qué llevaste a la escuela?

—Eh… ¿Nada? —dijo absurdamente Lee, obviamente McGonagall no le creyó pero no insistió, ya lo leería en el libro.

Harry se abrió paso hasta que encontró un compartimiento vacío, cerca del final del tren. Primero puso a Hedwig y luego comenzó a empujar el baúl hacia la puerta del vagón. Trató de subirlo por los escalones, pero sólo lo pudo levantar un poco antes de que se cayera golpeándole un pie.

Algunos se rieron de Harry mientras Ginny les fulminaba con la mirada, Harry, obviamente, se sonrojó por eso.

—¿Quieres que te eche una mano? —Era uno de los ge melos pelirrojos, a los que había seguido a través de la barrera de los andenes.

Molly les agradeció a los gemelos con la mirada, orgullosa de que ayudaran.

—Sí, por favor —jadeó Harry.

—¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!

Con la ayuda de los gemelos, el baúl de Harry finalmen te quedó en un rincón del compartimiento.

—Gracias —dijo Harry, quitándose de los ojos el pelo húmedo.

—¿Qué es eso? —dijo de pronto uno de los gemelos, señalando la brillante cicatriz de Harry

—Vaya—dijo el otro gemelo—. ¿Eres tú...?

—Es él —dijo el primero—. Eres tú, ¿no? —se dirigió a Harry.

—¿Quién? —preguntó Harry.

Todos suspiraron exasperados.

—Harry Potter —respondieron a coro.

—Oh, él —dijo Harry—. Quiero decir, sí, soy yo.

Muchos se rieron por eso.

Los dos muchachos lo miraron boquiabiertos y Harry sintió que se ruborizaba. Entonces, para su alivio, una voz llegó a través de la puerta abierta del compartimiento.

—¿Fred? ¿George? ¿Estáis ahí?

—Ya vamos, mamá.

Con una última mirada a Harry, los gemelos saltaron del vagón.

Harry se sentó al lado de la ventanilla. Desde allí, medio oculto, podía observar a la familia de pelirrojos en el andén y oír lo que decían.

—¡Harry! —volvió a regañarle Hermione—. Eres demasiado cotilla.

—No pasa nada, no te preocupes —le dijo la señora Weasley a Harry antes de que este pudiera abrir la boca para disculparse.

La madre acababa de sacar un pañuelo.

—Ron, tienes algo en la nariz.

El menor de los varones trató de esquivarla, pero la madre lo sujetó y comenzó a frotarle la punta de la nariz.

Muchos rieron mientras Sirius y Remus recordaban a la madre de James, ella siempre les hacía lo mismo.

—Mamá, déjame —exclamó apartándose.

—¿Ah, el pequeñito Ronnie tiene algo en su naricita? —dijo uno de los gemelos.

Todos volvieron a reír y Ron estaba completamente rojo.

—Cállate —dijo Ron.

—¿Dónde está Percy? —preguntó la madre.

—Ahí viene.

El mayor de los muchachos se acercaba a ellos. Ya se había puesto la ondulante túnica negra de Hogwarts, y Harry notó que tenía una insignia plateada en el pecho, con la letra P

—No me puedo quedar mucho, mamá —dijo—. Estoy delante, los prefectos tenemos dos compartimientos...

Molly se puso intranquila en un instante por la mención de Percy y Arthur intentó calmarla, ellos podían perdonar a Percy, lo harían encantados, pero primero tenía que disculparse.

—Oh, ¿tú eres un prefecto, Percy? —dijo uno de los gemelos, con aire de gran sorpresa—. Tendrías que habérnoslo dicho, no teníamos idea.

—Espera, creo que recuerdo que nos dijo algo —dijo el otro gemelo—. Una vez...

—O dos...

—Un minuto...

—Todo el verano...

Muchos rieron nuevamente y Sirius volvió a chocarles los cinco.

—Oh, callaos —dijo Percy, el prefecto.

—Y de todos modos, ¿por qué Percy tiene túnica nueva? —dijo uno de los gemelos.

—Porque él es un prefecto—dijo afectuosamente la madre—. Muy bien, cariño, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues allá.

Besó a Percy en la mejilla y el muchacho se fue.

Tanto Molly como Percy bajaron la cabeza, ambos se echaban de menos pero ambos pensaban que era el otro el equivocado.

Luego se volvió hacia los gemelos.

—Ahora, vosotros dos... Este año os tenéis que portar bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que habéis he cho... estallar un inodoro o...

—No les des ideas —dijo Remus mientras negaba con la cabeza divertido.

—¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hemos hecho nada de eso.

—Pero es una gran idea, mamá. Gracias.

—No tiene gracia. Y cuidad de Ron.

—No te preocupes, el pequeño Ronnie estará seguro con nosotros.

—Cállate —dijo otra vez Ron. Era casi tan alto como los gemelos y su nariz todavía estaba rosada, en donde su madre la había frotado.

—Eh, mamá, ¿adivinas a quién acabamos de ver en el tren?

Harry se agachó rápidamente para que no lo descubrieran.

—¿Os acordáis de ese muchacho de pelo negro que estaba cerca de nosotros, en la estación? ¿Sabéis quién es?

—¿Quién?

—¡Harry Potter!

Harry oyó la voz de la niña.

—Mamá, ¿puedo subir al tren para verlo? ¡Oh, mamá, por favor...!

Ginny se puso repentinamente colorada y Michael le dio la mano, no era para calmarla sino para marcar territorio. Tal vez antes le gustara Harry pero ahora Ginny estaba con él.

—Ya lo has visto, Ginny y, además, el pobre chico no es algo para que lo mires como en el zoológico. ¿Es él realmente, Fred? ¿Cómo lo sabes?

Harry agradeció a Molly por eso.

—Se lo pregunté. Vi su cicatriz. Está realmente allí... como iluminada.

—Pobrecillo... No es raro que esté solo. Fue tan amable cuando me preguntó cómo llegar al andén...

Todos asintieron con la cabeza, sintiendo algo de pena por él.

—Eso no importa. ¿Crees que él recuerda cómo era Quien-tú-sabes?

La madre, súbitamente, se puso muy seria.

—Te prohíbo que le preguntes, Fred. No, no te atrevas. Como si necesitara que le recuerden algo así en su primer día de colegio.

Harry volvió a agradecerle a Molly por eso.

—Está bien, quédate tranquila.

Se oyó un silbido.

—Daos prisa —dijo la madre, y los tres chicos subieron al tren. Se asomaron por la ventanilla para que los besara y la hermanita menor comenzó a llorar.

—No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.

—Y un inodoro de Hogwarts.

—¡No me lo mandasteis! —se quejó esta poniendo morritos.

—Es que, buen... Se lo mandamos a otra persona que lo necesitaba más —dijeron los gemelos y Harry sonrió, recordando que fue a él al que se lo mandaron.

—¡George!

—Era una broma, mamá.

El tren comenzó a moverse. Harry vio a la madre de los muchachos agitando la mano y a la hermanita, mitad llorando, mitad riendo, corriendo para seguir al tren, hasta que éste comenzó a acelerar y entonces se quedó saludando.

Harry observó a la madre y la hija hasta que desaparecieron,

Ginny sintió que se ruborizaba ¡Harry la había estado mirando hasta que se fue!

cuando el tren giró. Las casas pasaban a toda velocidad por la ventanilla. Harry sintió una ola de excitación. No sabía lo que iba a pasar... pero sería mejor que lo que dejaba atrás.

—Por supuesto —aseguraron muchos.

La puerta del compartimiento se abrió y entró el menor de los pelirrojos.

—¿Hay alguien sentado ahí? —preguntó, señalando el asiento opuesto a Harry—. Todos los demás vagones están llenos.

Harry negó con la cabeza y el muchacho se sentó. Lanzó una mirada a Harry y luego desvió la vista rápidamente hacia la ventanilla, como si no lo hubiera estado observando. Harry notó que todavía tenía una mancha negra en la nariz.

Ron se ruborizó y el resto empezaron a reír.

—¡Deja de fijarte en todo! —le reprendió el pelirrojo.

—Eh, Ron.

Los gemelos habían vuelto.

—Mira, nosotros nos vamos a la mitad del tren, porque Lee Jordan tiene una tarántula gigante y vamos a verla.

—¡Lee Jordan! ¿Cómo se atreve? ¡Veinte puntos menos para Gryffindor! —exclamó McGonagall.

—Pero profesora, eso pasó hace… —intentó excusarse Lee pero McGonagall le interrumpió.

—No me importa, no te quite puntos en ese momento así que lo hago ahora.

—De acuerdo —murmuró Ron.

—Harry —dijo el otro gemelo—, ¿te hemos dicho quiénes somos? Fred y George Weasley. Y él es Ron, nuestro hermano. Nos veremos después, entonces.

—Hasta luego —dijeron Harry y Ron. Los gemelos salieron y cerraron la puerta.

—¿Eres realmente Harry Potter? —dejó escapar Ron.

—¡Ronald! —se quejaron Molly y Hermione.

Harry asintió.

—Oh... bien, pensé que podía ser una de las bromas de Fred y George —dijo Ron—. ¿Y realmente te hiciste eso... ya sabes...?

—¡Ronald, eres un grosero! —volvieron a quejarse.

Señaló la frente de Harry.

Harry se levantó el flequillo para enseñarle la luminosa cicatriz. Ron la miró con atención.

—¿Así que eso es lo que Quien-tú-sabes...?

—Sí —dijo Harry—, pero no puedo recordarlo.

—¿Nada? —dijo Ron en tono anhelante.

Molly negó con la cabeza, avergonzada de su hijo.

—Bueno... recuerdo una luz verde muy intensa, pero nada más.

Todos bajaron la cabeza sabiendo lo que representaba esa luz.

—Vaya —dijo Ron. Contempló a Harry durante unos instantes y luego, como si se diera cuenta de lo que estaba haciendo, con rapidez volvió a mirar por la ventanilla.

Molly sonrió, tal vez su hijo fuera bastante insensible pero no le gustaba incomodar a la gente.

—¿Sois una familia de magos? —preguntó Harry, ya que encontraba a Ron tan interesante como Ron lo encontraba a él.

Ron miró a Harry impresionado, Ron había encontrado a Harry muy interesante, es decir, ¡Era Harry Potter! Mientras que él era solo Ron...

—Oh, sí, eso creo —respondió Ron—. Me parece que mamá tiene un primo segundo que es contable, pero nunca hablamos de él.

Hermione miró a Molly extrañada, no se esperaba algo así de ella.

—Oh, no es cosa nuestra, es él quien quiere alejarse de nosotros —le explicó Molly a Hermione y esta sonrió, ya suponía que Molly no haría algo así.

—Entonces ya debes de saber mucho sobre magia.

Era evidente que los Weasley eran una de esas antiguas familias de magos de las que había hablado el pálido muchacho del callejón Diagon.

—¿Cómo me comparas con esos? —gruñeron al mismo tiempo Ron y Draco.

—No sabía nada, perdón —se disculpó Harry con Ron ignorando a Draco y ambos se vieron satisfechos con esa respuesta.

—Oí que te habías ido a vivir con muggles —dijo Ron—. ¿Cómo son?

—Horribles... Bueno, no todos ellos. Mi tía, mi tío y mi primo sí lo son.

Muchos asintieron con la cabeza.

Me hubiera gustado tener tres hermanos magos.

—Cinco —corrigió Ron. Por alguna razón parecía deprimido—. Soy el sexto en nuestra familia que va a asistir a Hogwarts. Podrías decir que tengo el listón muy alto. Bill y Charlie ya han terminado. Bill era delegado de clase y Charlie era capitán de quidditch. Ahora Percy es prefecto. Fred y George son muy revoltosos, pero a pesar de eso sacan muy buenas notas y todos los consideran muy divertidos. Todos esperan que me vaya tan bien como a los otros, pero si lo hago tampoco será gran cosa, porque ellos ya lo hicieron primero.

—¡Ron! ¡Es hora de que dejes ese complejo de inferioridad que tienes! ¡Has hecho cosas increíbles y te aseguró que, cuando acaben estos libros toda tu familia vera que eres el más increíble de ellos! —le dijo Hermione muy seria todos les miraron impresionados, Molly estaba preocupada por lo que eso significaba y Ron estaba muy rojo.

—¿Sabes qué? Desde ahora, cada vez que te menosprecies a ti mismo pienso golpearte —le aseguró Harry y Ron asintió con la cabeza baja. Sirius y Remus se sonrieron, recordando que James hacia lo mismo con Remus cada vez que se menospreciaba por ser un hombre lobo.

—Ojala estuvieran James y Lily aquí, estarían muy orgullosos de él —le confesó Remus a Sirius, este asintió.

Además, nunca tienes nada nuevo, con cinco hermanos. Me dieron la túnica vieja de Bill, la varita vieja de Charles y la vieja rata de Percy

Los que sabían la verdadera identidad de la rata gruñeron ante la mención de esta.

Ron buscó en su chaqueta y sacó una gorda rata gris, que estaba dormida.

—Se llama Scabbers y no sirve para nada, casi nunca se despierta. A Percy, papá le regaló una lechuza, porque lo hicieron prefecto, pero no podían comp... Quiero decir, por eso me dieron a Scabbers.

Los Weasleys enrojecieron ante la mención de su falta monetaria y Harry sonrió, el iba a encargarse de eso.

Las orejas de Ron enrojecieron. Parecía pensar que había hablado demasiado, porque otra vez miró por la ventanilla.

Harry no creía que hubiera nada malo en no poder comprar una lechuza. Después de todo, él nunca había tenido dinero en toda su vida, hasta un mes atrás, así que le contó a Ron que había tenido que llevar la ropa vieja de Dudley y que nunca le hacían regalos de cumpleaños. Eso pareció animar a Ron.

Ginny, Bill, Charlie, los señores Weasley y Hermione le agradecieron a Harry con la mirada.

—... y hasta que Hagrid me lo contó, yo no tenía idea de que era mago, ni sabía nada de mis padres o Voldemort...

Muchos bufaron y otros se estremecieron.

Ron bufó.

—¿Qué? —dijo Harry.

—Has pronunciado el nombre de Quien-tú-sabes —dijo Ron, tan conmocionado como impresionado—. Yo creí que tú, entre todas las personas...

—No estoy tratando de hacerme el valiente, ni nada por el estilo, al decir el nombre —dijo Harry—. Es que no sabía que no debía decirlo. ¿Ves lo que te decía?

—Debes decirlo, Harry —le dijo Remus.

—Lo sé, pero antes no sabía nada —se excusó Harry.

Tengo muchísimas cosas que aprender... Seguro —añadió, diciendo por primera vez en voz alta algo que últimamente lo preocupaba mucho—, seguro que seré el peor de la clase.

Muchos suspiraron, sobretodo Neville, quien, en la mayoría de las asignaturas, era el peor.

—No será así. Hay mucha gente que viene de familias muggles y aprende muy deprisa.

—Sino mira a Hermione —le dijo Ron mencionando lo obvio y la mencionada se ruborizó.

Mientras conversaban, el tren había pasado por campos llenos de vacas y ovejas. Se quedaron mirando un rato, en silencio, el paisaje.

A eso de las doce y media se produjo un alboroto en el pasillo, y una mujer de cara sonriente, con hoyuelos, se asomó y les dijo:

—¿Queréis algo del carrito, guapos?

Harry, que no había desayunado, se levantó de un salto, pero las orejas de Ron se pusieron otra vez coloradas y murmuró que había llevado bocadillos. Harry salió al pasillo.

Cuando vivía con los Dursley nunca había tenido dinero para comprarse golosinas y, puesto que tenía los bolsillos repletos de monedas de oro, plata y bronce, estaba listo para comprarse todas las barras de chocolate que pudiera llevar.

—¡Ese es mi ahijado! —dijo Sirius y Remus también asintió, a él le gustaba mucho el chocolate, tal vez demasiado.

Pero la mujer no tenía Mars.

—¿Mars? —preguntaron muchos.

—Unos dulces muggles —explicó Hermione.

En cambio, tenía Grageas Bertie Bott de Todos los Sabores, chicle, ranas de chocolate, empanada de calabaza, pasteles de caldero, varitas de regaliz y otra cantidad de cosas extrañas que Harry no había visto en su vida. Como no deseaba perderse nada, compró un poco de todo y pagó a la mujer once sickles de plata y siete knuts de bronce.

Muchos miraron a Harry impresionados.

—¡Harry, eso es pasarse! —le regañó Hermione pero Harry no creía haber hecho nada malo.

Ron lo miraba asombrado, mientras Harry depositaba sus compras sobre un asiento vacío.

—Tenías hambre, ¿verdad?

—Muchísima —dijo Harry, dando un mordisco a una empanada de calabaza.

Ron había sacado un arrugado paquete, con cuatro bocadillos. Separó uno y dijo:

—Mi madre siempre se olvida de que no me gusta la carne en conserva.

Molly se puso colorada ante eso.

—Te la cambio por uno de éstos —dijo Harry, alcanzándole un pastel—. Sírvete...

—No te va a gustar, está seca —dijo Ron—. Ella no tiene mucho tiempo —añadió rápidamente—... Ya sabes, con nosotros cinco.

—Vamos, sírvete un pastel —dijo Harry, que nunca había tenido nada que compartir o, en realidad, nadie con quien compartir nada. Era una agradable sensación, estar sentado allí con Ron, comiendo pasteles y dulces (los bocadillos habían quedado olvidados).

Molly no recriminó a nadie por eso, es más, miro a Harry agradecido por portarse así con su hijo.

—¿Qué son éstos? —preguntó Harry a Ron, cogiendo un envase de ranas de chocolate—. No son ranas de verdad, ¿no?—Comenzaba a sentir que nada podía sorprenderlo.

—No —dijo Ron—. Pero mira qué cromo tiene. A mí me falta Agripa.

—¡¿Solo Agripa?! —preguntaron muchos impresionados.

—Agripa y Ptolomeo, llevo años buscándolos pero no los encuentro…

—Bueno, es que hacen cien de Agripa al año y ciento cincuenta de Ptolomeo. Es normal que te cueste encontrarlos —le explicó Blaise, el amigo de Malfoy, con total normalidad al principio pero luego cuando se dio cuenta de que acababa de conversar con un Weasley se removió incomodo en su asiento mientras los de su alrededor se reían de él.

Dumbledore sonrió, si veían entre miembros de diferentes casas lo que tenían en común acabarían relacionándose entre ellos.

—¿Qué?

—Oh, por supuesto, no debes saber... Las ranas de chocolate llevan cromos, ya sabes, para coleccionar, de brujas y magos famosos. Yo tengo como quinientos, pero no consigo ni a Agripa ni a Ptolomeo.

Harry desenvolvió su rana de chocolate y sacó el cromo. En él estaba impreso el rostro de un hombre. Llevaba gafas de media luna, tenía una nariz larga y encorvada, cabello plateado suelto, barba y bigotes. Debajo de la foto estaba el nombre: Albus Dumbledore.

Todos le sonrieron al director.

—¡Así que éste es Dumbledore! —dijo Harry.

—¡No me digas que nunca has oído hablar de Dumbledore! —dijo Ron—. ¿Puedo servirme una rana? Podría encontrar a Agripa... Gracias...

Harry dio la vuelta a la tarjeta y leyó:

Albus Dumbledore, actualmente director de Hogwarts. Considerado por casi todo el mundo Como el más grande mago del tiempo presente, Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón, y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel. El profesor Dumbledore es aficionado a la música de cámara y a los bolos.

Los tres entre ellos y empezaron a reír ¡Con lo que les había costado encontrar a Flamel y lo encontraron en un cromo! Todos les miraban sin entender, decidieron ignorar ese extraño acto por parte del trio y continuaron con la lectura.

Harry dio la vuelta otra vez al cromo y vio, para su asombro, que el rostro de Dumbledore había desaparecido.

—¡Ya no está!

—¿Qué esperabas? —le dijo Malfoy burlón.

—Bueno, no iba a estar ahí todo el día —dijo Ron—. Ya volverá. Vaya, me ha salido otra vez Morgana y ya la tengo seis veces repetida... ¿No la quieres? Puedes empezar a coleccionarlos.

Molly miro sonriendo a Ron y a Harry, ambos eran muy amables, estaba orgullosa de ellos.

Los ojos de Ron se perdieron en las ranas de chocolate, que esperaban que las desenvolvieran.

—Sírvete —dijo Harry—. Pero oye, en el mundo de los muggles la gente se queda en las fotos.

Entonces Malfoy entendió a qué se refería Harry con el "¡Ya no está!" pero, por supuesto, no pensaba disculparse.

—¿Eso hacen? Cómo, ¿no se mueven? —Ron estaba ató nito—. ¡Qué raro!

Harry miró asombrado, mientras Dumbledore regresaba al cromo y le dedicaba una sonrisita. Ron estaba más interesado en comer las ranas de chocolate que en buscar magos y brujas famosos, pero Harry no podía apartar la vista de ellos. Muy pronto tuvo no sólo a Dumbledore y Morgana, sino también a Ramón Llull, al rey Salomón, Circe, Paracel so y Merlín. Hasta que finalmente apartó la vista de la druida Cliodna, que se rascaba la nariz, para abrir una bolsa de grageas de todos los sabores.

—Tienes que tener cuidado con ésas —lo previno Ron—. Cuando dice «todos los sabores», es eso lo que quiere decir. Ya sabes, tienes todos los comunes, como chocolate, menta y naranja, pero también puedes encontrar espinacas, hígado y callos. George dice que una vez encontró una con sabor a duende.

Los gemelos empezaron a reír mientras Molly negaba con la cabeza.

—¿Cómo te crees esas cosas Ron? En serio —le preguntó Hermione—. Aun que realmente supiese a duende ellos no lo sabrían porque nunca se han comido un duende…

Ron bajó la cabeza, avergonzado por su ingenuidad.

Ron eligió una verde, la observó con cuidado y mordió un pedacito.

—Puaj... ¿Ves? Coles.

Pasaron un buen rato comiendo las grageas de todos los sabores. Harry encontró tostadas, coco, judías cocidas, fresa, curry, hierbas, café, sardinas y fue lo bastante valiente para morder la punta de una gris, que Ron no quiso tocar y resultó ser pimienta.

Muchos hicieron una mueca imaginándose el sabor.

En aquel momento, el paisaje que se veía por la ventanilla se hacía más agreste. Habían desaparecido los campos cultivados y aparecían bosques, ríos serpenteantes y colinas de color verde oscuro.

Se oyó un golpe en la puerta del compartimiento, y entró el muchacho de cara redonda que Harry había visto al pasar por el andén nueve y tres cuartos. Parecía muy afligido.

—Perdón —dijo—. ¿Por casualidad no habréis visto un sapo?

Algunos rieron mientras Neville bajaba la cabeza avergonzado.

Cuando los dos negaron con la cabeza, gimió.

—¡La he perdido! ¡Se me escapa todo el tiempo!

—Ya aparecerá —dijo Harry.

—Sí —dijo el muchacho apesadumbrado—. Bueno, si la veis...

Se fue.

—No sé por qué está tan triste —comentó Ron—. Si yo hubiera traído un sapo lo habría perdido lo más rápidamente posible. Aunque en realidad he traído a Scabbers, así que no puedo hablar.

—De hecho, prefiero mil veces el sapo de Neville a Scabbers —aseguró Ron aunque solo unos pocos entendieron el por qué.

La rata seguía durmiendo en las rodillas de Ron.

—Podría estar muerta y no notarías la diferencia —dijo Ron con disgusto—. Ayer traté de volverla amarilla para hacerla más interesante, pero el hechizo no funcionó. Te lo voy a enseñar, mira...

Los gemelos volvieron a reír.

—¡Ron, deberías dejar de creer en todo lo que te dicen! —le regañó Ginny.

Revolvió en su baúl y sacó una varita muy gastada. En algunas partes estaba astillada y, en la punta, brillaba algo blanco.

—Los pelos de unicornio casi se salen. De todos modos... Acababa de coger la varita cuando la puerta del compartimiento se abrió otra vez. Había regresado el chico del sapo, pero llevaba a una niña con él. La muchacha ya llevaba la túnica de Hogwarts.

Hermione se removió inquieta en su asiento, esperando una incómoda descripción.

—¿Alguien ha visto un sapo? Neville perdió uno —dijo. Tenía voz de mandona, mucho pelo color castaño y los dientes de delante bastante largos.

Muchos rieron y ella se puso muy colorada.

—Oh, Harry, ¿Por qué nunca dices las partes bonitas de cada persona? —le recriminó Ginny, Harry iba a decir algo pero se limitó a sonreír cuando vio que Ginny lo decía en broma.

—Ya le hemos dicho que no —dijo Ron, pero la niña no lo escuchaba. Estaba mirando la varita que tenía en la mano.

—Oh, ¿estás haciendo magia? Entonces vamos a verlo.

Se sentó. Ron pareció desconcertado.

—Eh... de acuerdo. —Se aclaró la garganta—. «Rayo de sol, margaritas, volved amarilla a esta tonta ratita.»

Los gemelos volvieron a reír.

—¡Vosotros! ¡Estáis castigados! —le dijo la señora Weasley a los gemelos.

Agitó la varita, pero no sucedió nada. Scabbers siguió durmiendo, tan gris como siempre.

Los gemelos no pudieron reprimir otra pequeña risita.

—¿Estás seguro de que es el hechizo apropiado? —pre guntó la niña—. Bueno, no es muy efectivo, ¿no? Yo probé unos pocos sencillos, sólo para practicar, y funcionaron. Nadie en mi familia es mago, fue toda una sorpresa cuando recibí mi carta, pero también estaba muy contenta, por supuesto, ya que ésta es la mejor escuela de magia, por lo que sé. Ya me he aprendido todos los libros de memoria, desde luego, es pero que eso sea suficiente... Yo soy Hermione Granger. ¿Y vosotros quiénes sois?

Dijo todo aquello muy rápidamente.

Todos en el comedor miraron el libro con la boca abierta.

—Ahora entiendo por qué os parecía molesta —les confesó Hermione algo ruborizada.

—Oh, no te preocupes por eso, aun sigues siendo molesta —le aseguró Ron mientras le pasaba el brazo por detrás de su cuello y la atraía hacia él. Hermione iba a replicar pero cuando Ron la atrajo hacia él se ruborizó y se quedó callada. Ron sintió un placer inmenso cuando vio que Hermione no se apartaba. Ron, como Weasley que era, estaba mucho más rojo que Hermione.

Harry les miraba con una sonrisa.

Harry miró a Ron y se calmó al ver en su rostro aturdido que él tampoco se había aprendido todos los libros de memoria.

—Es que es de locos —dijeron muchos, incluso los profesores asintieron sorprendidos.

Remus Lupin se removió incomodo en su asiento, él también lo había hecho. Solo Sirius se dio cuenta de eso y le sonrió de manera burlona.

—Yo soy Ron Weasley —murmuró Ron.

—Harry Potter —dijo Harry.

—¿Eres tú realmente? —dijo Hermione—. Lo sé todo sobre ti, por supuesto, conseguí unos pocos libros extra para prepararme más y tú figuras en Historia de la magia moderna, Defensa contra las Artes Oscuras y Grandes eventos mágicos del siglo xx.

—¿Estoy yo? —dijo Harry, sintiéndose mareado.

—Dios mío, no lo sabes. Yo en tu lugar habría buscado todo lo que pudiera —dijo Hermione—. ¿Sabéis a qué casa vais a ir? Estuve preguntando por ahí y espero estar en Gryffindor, parece la mejor de todas. Oí que Dumbledore estuvo allí, pero supongo que Ravenclaw no será tan mala...

—¿No será tan mala? —se quejaron algunos Ravenclaw.

—Quería decir que era la segunda que más me gustaba —dijo Hermione de manera calmada mientras se alejaba de Ron para mirar a los alumnos de Ravenclaw. Estos tomaron la respuesta por válida y la dejaron en paz. Hermione se acomodó en su asiento pero sentía que le faltaba algo, algo detrás de su cuello.

De todos modos, es mejor que sigamos buscando el sapo de Neville. Y vosotros dos deberíais cambiaros ya, vamos a llegar pronto.

Y se marchó, llevándose al chico sin sapo.

—Cualquiera que sea la casa que me toque, espero que ella no esté —dijo Ron.

Ron se disculpó de Hermione con la mirada mientras Molly negaba con la cabeza. El resto de alumnos si miraron extrañados, muchos siempre habían pensado que el trío había estado junto desde el primer día.

Arrojó su varita al baúl—. Qué hechizo más estúpido, me lo dijo George. Seguro que era falso.

—¿No me digas? —dijo George burlón y Ron le fulmino con la mirada.

—¿En qué casa están tus hermanos? —preguntó Harry

—Gryffindor —dijo Ron. Otra vez parecía deprimido—. Mamá y papá también estuvieron allí. No sé qué van a decir si yo no estoy. No creo que Ravenclaw sea tan mala, pero imagina si me ponen en Slytherin.

Ron se estremeció solo de pensarlo.

—¿Esa es la casa en la que Vol... quiero decir Quien-tú-sabes... estaba?

—Ajá —dijo Ron. Se echó hacia atrás en el asiento, con aspecto abrumado.

—¿Sabes? Me parece que las puntas de los bigotes de Scabbers están un poco más claras —dijo Harry, tratando de apartar la mente de Ron del tema de las casas—.

Este le agradeció con la mirada.

Y, a propósito, ¿qué hacen ahora tus hermanos mayores?

Harry se preguntaba qué hacía un mago, una vez que terminaba el colegio.

—Charlie está en Rumania, estudiando dragones,

Charlie sonrió, orgulloso de sí mismo.

y Bill está en África, ocupándose de asuntos para Gringotts

Bill hizo lo mismo, también orgulloso de sí mismo.

—explicó Ron—. ¿Te enteraste de lo que pasó en Gringotts? Salió en El Profeta, pero no creo que las casas de los muggles lo reciban: trataron de robar en una cámara de alta seguridad.

Harry se sorprendió.

—¿De verdad? ¿Y qué les ha sucedido?

—Nada, por eso son noticias tan importantes. No los han atrapado. Mi padre dice que tiene que haber un poderoso mago tenebroso para entrar en Gringotts, pero lo que es raro es que parece que no se llevaron nada. Por supuesto, todos se asustan cuando sucede algo así, ante la posibilidad de que Quien-tú-sabes esté detrás de ello.

Muchos se estremecieron ante esa posibilidad y Percy y el ministro negaron con la cabeza, ellos creía que el innombrable estaba muerto.

Harry repasó las noticias en su cabeza. Había comenzado a sentir una punzada de miedo cada vez que mencionaban a Quien-tú-sabes. Suponía que aquello era una parte de entrar en el mundo mágico, pero era mucho más agradable poder decir «Voldemort» sin preocuparse.

Los miembros de la orden asintieron, orgullosos del pensamiento de Harry.

—¿Cuál es tu equipo de quidditch? —preguntó Ron.

—Eh... no conozco ninguno —confesó Harry.

—¿Cómo? —Ron pareció atónito—. Oh, ya verás, es el mejor juego del mundo... —Y se dedicó a explicarle todo sobre las cuatro pelotas y las posiciones de los siete jugadores, describiendo famosas jugadas que había visto con sus hermanos y la escoba que le gustaría comprar si tuviera el dinero. Le estaba explicando los mejores puntos del juego, cuando otra vez se abrió la puerta del compartimiento, pero esta vez no era Neville, el chico sin sapo, ni Hermione Granger.

Malfoy se removió en su asiento, suponía que sería el.

Entraron tres muchachos, y Harry reconoció de inmediato al del medio: era el chico pálido de la tienda de túnicas de Madame Malkin. Miraba a Harry con mucho más interés que el que había demostrado en el callejón Diagon.

—¿Es verdad? —preguntó—. Por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento. Así que eres tú, ¿no?

—Sí —respondió Harry. Observó a los otros muchachos. Ambos eran corpulentos y parecían muy vulgares. Situados a ambos lados del chico pálido, parecían guardaespaldas.

—Todo Malfoy necesita sus guardaespaldas —dijo Sirius negando con la cabeza.

—Oh, éste es Crabbe y éste Goyle —dijo el muchacho pálido con despreocupación, al darse cuenta de que Harry los miraba—. Y mi nombre es Malfoy, Draco Malfoy

Ron dejó escapar una débil tos, que podía estar ocultando una risita. Draco (dragón) Malfoy lo miró.

—Te parece que mi nombre es divertido, ¿no? No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas y más hijos que los que pueden mantener.

Algunos (muy pocos) rieron burlones.

Se volvió hacia Harry.

—Muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mucho mejores que otras, Potter. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida. Yo puedo ayudarte en eso.

Muchos gruñeron en especial los de Gryffindor.

Extendió la mano, para estrechar la de Harry; pero Harry no la aceptó.

Algunos se relajaron, incluso sonrieron ante eso.

—Creo que puedo darme cuenta solo de cuáles son los indebidos, gracias —dijo con frialdad.

Todos los Gryffindor y algunos miembros de otras casas (también de Slytherin) le sonrieron.

—¡Así se habla! —dijo Sirius, muy orgulloso de la personalidad del muchacho.

Todos los Weasley miraron a Harry muy contentos (incluso Percy, aunque este lo hizo inconscientemente).

Draco Malfoy no se ruborizó, pero un tono rosado apareció en sus pálidas mejillas.

—Eres realmente muy observador, Harry —volvió a comentar Luna mientras muchos asentían. Harry se daba cuenta casi de todo, era increíble que lo hiciera y más teniendo solo once años.

—Yo tendría cuidado, si fuera tú, Potter —dijo con calma—. A menos que seas un poco más amable, vas a ir por el mismo camino que tus padres. Ellos tampoco sabían lo que era bueno para ellos. Tú sigue con gentuza como los Weasley y ese Hagrid y terminarás como ellos.

—¿Cómo te atreves? —rugieron muchos y McGonagall decidió que tenía que hacer algo antes de que empezara una disputa.

—¡Veinte puntos menos para Slyhterin!

Las serpientes gruñeron a Malfoy y los leones se tranquilizaron después de eso.

Harry y Ron se levantaron al mismo tiempo. El rostro de Ron estaba tan rojo como su pelo.

—Repite eso —dijo.

—Oh, vais a pelear con nosotros, ¿eh? —se burló Malfoy.

—Si no os vais ahora mismo... —dijo Harry, con más valor que el que sentía, porque Crabbe y Goyle eran mucho más fuertes que él y Ron.

—Todo un Potter —dijo Sirius mientras asentía orgulloso del valor de su ahijado, como todos los Gryffindor.

—Pero nosotros no tenemos ganas de irnos, ¿no es cierto, muchachos? Nos hemos comido todo lo que llevábamos y vosotros parece que todavía tenéis algo.

—¡Eso es robo! —exclamó la profesora Sinistra—. Treinta puntos menos para Slytherin.

Más gruñidos para Malfoy por parte de las serpientes mientras este pensaba que si la cosa seguía así perderían todos sus puntos durante los libros.

Goyle se inclinó para coger una rana de chocolate del lado de Ron. El pelirrojo saltó hacia él, pero antes de que pudiera tocar a Goyle, el muchacho dejó escapar un aullido terrible.

Scabbers, la rata, colgaba del dedo de Goyle, con los agudos dientes clavados profundamente en sus nudillos. Crabbe y Malfoy retrocedieron mientras Goyle agitaba la mano para desprenderse de la rata, gritando de dolor, hasta que, final mente, Scabbers salió volando, chocó contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron.

Los que sabían la verdadera personalidad de Scabbers se miraron extrañados, excepto Remus, que supuso que Peter quiso hacer algo por Harry porque se sentía culpable por haber causado la muerte de sus padres, seguía siendo un ser despreciable.

Tal vez pensaron que había más ratas entre las golosinas, o quizás oyeron los pasos porque, un segundo más tarde, Hermione Granger volvió a entrar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron que cogía a Scabbers por la cola.

—Creo que se ha desmayado —dijo Ron a Harry. Miró más de cerca a la rata—. No, no puedo creerlo, ya se ha vuelto a dormir.

Y era así.

—¿Conocías ya a Malfoy?

Harry le explicó el encuentro en el callejón Diagon.

—Espera —interrumpió la lectura Lavender—. ¿Estáis ignorando a Hermione?

Ron y Harry bajaron la cabeza algo avergonzados.

—Oí hablar sobre su familia —dijo Ron en tono lúgubre—. Son algunos de los primeros que volvieron a nuestro lado después de que Quien-tú-sabes desapareció. Dijeron que los habían hechizado. Mi padre no se lo cree. Dice que el padre de Malfoy no necesita una excusa para pasarse al Lado Oscuro.

—Y es cierto —dijo Harry en voz alta para que lo escuchara todo el mundo—. Cuando me enfrente a Voldemort el año pasado le vi. Lucius Malfoy fue uno de los mortifagos que regreso a él inmediatamente.

Nadie sabía que decir, Draco miraba el suelo y nadie dijo nada. La lectura continuó.

—Se volvió hacia Hermione—. ¿Podemos ayudarte en algo?

—Mejor que os apresuréis y os cambiéis de ropa. Acabo de ir a la locomotora, le pregunté al conductor y me dijo que ya casi estamos llegando. No os estaríais peleando, ¿verdad? ¡Os vals a meter en líos antes de que lleguemos!

—Scabbers se estuvo peleando, no nosotros —dijo Ron, mirándola con rostro severo—. ¿Te importaría salir para que nos cambiemos?

—Oh, pero si Hermione quería ver como se cambiaba el pequeño Roonie —dijo Fred burlón y Hermione se puso roja.

—Muy bien... Vine aquí porque fuera están haciendo chiquilladas y corriendo por los pasillos —dijo Hermione en tono despectivo—. A propósito, ¿te has dado cuenta de que tienes sucia la nariz?

Muchos rieron nuevamente mientras Hermione murmuraba un "Como siempre".

Ron le lanzó una mirada de furia mientras ella salía. Harry miró por la ventanilla. Estaba oscureciendo. Podía ver montañas y bosques, bajo un cielo de un profundo color púrpura. El tren parecía aminorar la marcha.

Él y Ron se quitaron las camisas y se pusieron las largas túnicas negras. La de Ron era un poco corta para él, y se le podían ver los pantalones de gimnasia.

Los Weasleys se pusieron rojos nuevamente.

Una voz retumbó en el tren.

—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separa do al colegio.

El estómago de Harry se retorcía de nervios y Ron, podía verlo, estaba pálido debajo de sus pecas. Llenaron sus bolsillos con lo que quedaba de las golosinas

—Como tiene que ser —dijo Sirius mientras asentía.

y se reunieron con el resto del grupo que llenaba los pasillos.

El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se de tuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro an dén. Harry se estremeció bajo el frío aire de la noche. Enton ces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos, y Harry oyó una voz conocida:

—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry?

La gran cara peluda de Hagrid rebosaba alegría sobre el mar de cabezas.

—Venid, seguidme... ¿Hay más de primer año? Mirad bien dónde pisáis. ¡Los de primer año, seguidme!

Resbalando y a tientas, siguieron a Hagrid por lo que parecía un estrecho sendero. Estaba tan oscuro que Harry pensó que debía de haber árboles muy tupidos a ambos lados. Nadie hablaba mucho. Neville, el chico que había perdido su sapo, lloriqueaba de vez en cuando.

—Estoy seguro de que me pase el año entero llorando —dijo Neville tristemente.

—¿Qué dices Neville? Hiciste muchas cosas increíbles —le animó Harry pero Neville no le creyó.

—En un segundo, tendréis la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

Se produjo un fuerte ¡ooooooh!

Todos sonrieron, recordando la primera vez que vieron el castillo.

El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.

—¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Harry y Ron subieron a uno, seguidos por Neville y Hermione.

—¿Todos habéis subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Venga! ¡ADELANTE!

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre sus cabezas mientras se acercaban cada vez más al risco donde se erigía.

—¡Bajad las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fueron por un túnel oscuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros.

—¡Eh, tú, el de allí! ¿Es éste tu sapo? —dijo Hagrid, mientras vigilaba los botes y la gente que bajaba de ellos.

Mucho sonrieron a Neville quien se removía en su asiento.

—¡Trevor! —gritó Neville, muy contento, extendiendo las manos. Luego subieron por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, a la sombra del castillo.

Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

—¿Estáis todos aquí? Tú, ¿todavía tienes tu sapo?

Algunos se rieron ante esa última pregunta.

Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.

—Aquí acaba el capítulo —anunció el profesor Filtwick.

—¿A alguien le apetece leer? —ofreció el director y Molly aceptó. Cogió el libro y empezó a leer:

El sombrero seleccionador.


1 comentario :

  1. Aqui lectora de Fanfiction(punto)net reportandose !
    Ya que pediste que te comentaran el blog lo hare, solo por que me caes bien... okno. No pienses que nadie te visita en el blog apuesto a que muchos lo ven y leen aquí pero no comentan no es que no entra nadie, al menos yo si lo hago n.n
    ahora a lo importante, el fic, Ya llego a Hogwarts *-* por fin despues de tanta espera...ok tal vez no tanta pero es emocionante! ya quiero que sea mañana!!! Sigue adelante eres muy buen escritor, el unico que a actualizado tan rapido /._./ (no somos dignos XD) me encanta el fic, tu manera de escribir, las reacciones a la lectura, Todo!

    Lunatica-obsecionada
    O.o

    ResponderEliminar