martes, 23 de septiembre de 2014

El cumpleaños de muerte


Todos los personajes y las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling.

Pues yo leo ahora —dijo Dean mientras se levantaba y caminaba hacia su amigo. Cogió el libro y leyó frunciendo el ceño—: El cumpleaños de muerte.

Llegó octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos.

Pomfrey suspiró, ese mes había tenido un montón de trabajo.

Su poción pimentónica tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Como Ginny Weasley tenía mal aspecto, Percy le insistió hasta que la probó. El vapor que le salía de debajo del pelo producía la impresión de que toda su cabeza estaba ardiendo.

Algunos rieron mientras Ginny bajaba la cabeza, recordando porque tenía mal aspecto.

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos.

—Increíble —dijo James impresionado.

El entusiasmo de Oliver Wood, sin embargo, no se enfrió,

Katie sonrió, así era Oliver, nada podía detener su pasión.

y por este motivo Harry, a última hora de una tormentosa tarde de sábado, cuando faltaban pocos días para Halloween, se encontraba volviendo a la torre de Gryffindor, calado hasta los huesos y salpicado de barro.

Filch gruñó, ahora tendría que limpiar los pasillos.

Aunque no hubiera habido ni lluvia ni viento, aquella sesión de entrenamiento tampoco habría sido agradable. Fred y George, que espiaban al equipo de Slytherin,

—¡Hey! —se quejaron los Slytherin mientras Fred y George silbaban estúpidamente sin mirar a nadie.

habían comprobado por sí mismos la velocidad de las nuevas Nimbus 2.001. Dijeron que lo único que podían describir del juego del equipo de Slytherin era que los jugadores cruzaban el aire como centellas y no se les veía de tan rápido como volaban.

Los jugadores de Slytherin sonrieron ante eso.

Harry caminaba por el corredor desierto con los pies mojados, cuando se encontró a alguien que parecía tan preocupado como él. Nick Casi Decapitado, el fantasma de la torre de Gryffindor, miraba por una ventana, murmurando para sí: «No cumplo con las características… Un centímetro… Si eso…»

—Todavía sigue con esa estupidez — McGonagall bufó.

Muchos la miraron extrañados, ¿Qué estupidez?

Hola, Nick —dijo Harry.

Hola, hola —respondió Nick Casi Decapitado, dando un respingo y mirando alrededor. Llevaba un sombrero de plumas muy elegante sobre su largo pelo ondulado, y una túnica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente seccionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él Harry podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior.

—En serio, hijo, cada vez me impresionó más con tus descripciones —le confesó James y muchos asintieron.

Parecéis preocupado, joven Potter —dijo Nick, plegando una carta transparente mientras hablaba, y metiéndosela bajo el jubón.

Los Gryffindor sonrieron, Nick siempre se preocupaba por ellos.

Igual que usted —dijo Harry.

Lily sonrió a su hijo, le gustaba ver que era un chico atento y educado.

¡Bah! —Nick Casi Decapitado hizo un elegante gesto con la mano—, un asunto sin importancia… No es que realmente tuviera interés en pertenecer… aunque lo solicitara, pero por lo visto «no cumplo con las características». —A pesar de su tono displicente, tenía amargura en el rostro—. Pero cualquiera pensaría, cualquiera —estalló de repente, volviendo a sacar la carta del bolsillo—, que cuarenta y cinco hachazos en el cuello dados con un hacha mal afilada serían suficientes para permitirle a uno pertenecer al Club de Cazadores Sin Cabeza.

Muchos abrieron mucho los ojos, ¿El Club de Cazadores Sin Cabeza?

Desde luego —dijo Harry, que se dio cuenta de que el otro esperaba que le diera la razón.
Por supuesto, nadie tenía más interés que yo en que todo resultase limpio y rápido, y habría preferido que mi cabeza se hubiera desprendido adecuadamente, quiero decir que eso me habría ahorrado mucho dolor y ridículo.

Muchos tragaron saliva sintiendo lastima por Nick, tuvo que haber sido terrible.

Sin embargo… —Nick Casi Decapitado abrió la carta y leyó indignado:

Sólo nos es posible admitir cazadores cuya cabeza esté separada del correspondiente cuerpo. Comprenderá que, en caso contrario, a los miembros del club les resultaría imposible participar en actividades tales como los Juegos malabares de cabeza sobre el caballo o el Cabeza Polo. Lamentándolo profundamente, por tanto, es mi deber informarle de que usted no cumple con las características requeridas para pertenecer al club. Con mis mejores deseos,
Sir Patrick Delaney-Podmore

—Bueno —opinó Luna—. Aunque no pueda participar en algunas actividades no significa que no pueda participar en el resto.

—Pero son los Cazadores Sin Cabeza —dijo Hermione—. El único requisito es tener la cabeza separada del cuerpo y Nick no lo cumple.

—Pero bueno, ¿Y tú que parte estas? —bufó Ron.

—¡Yo aprecio a Nick! —aseguró Hermione—. Pero es que simplemente no cumple las características necesarias para ingresar a ese estúpido club.

—Pero Luna tiene razón —dijo Harry—. Aunque no esté completamente decapitado sí ha sido decapitado y aunque no pueda participar en algunas actividades seguro que podría participar en otras.

—Bueno, eso es cierto —coincidió Hermione.

Indignado, Nick Casi Decapitado volvió a guardar la carta.

¡Un centímetro de piel y tendón sostiene la cabeza, Harry! La mayoría de la gente pensaría que estoy bastante decapitado, pero no, eso no es suficiente para sir Bien Decapitado-Podmore.

Varios rieron en el Gran Comedor.

Nick Casi Decapitado respiró varias veces y dijo después, en un tono más tranquilo:

Bueno, ¿y a vos qué os pasa? ¿Puedo ayudaros en algo?

No —dijo Harry—. A menos que sepa dónde puedo conseguir siete escobas Nimbus 2.001 gratuitas para nuestro partido contra Sly…

Malfoy le miró burlón pero no se atrevió a decir nada. Suponía que los efectos del hechizo habían acabado al acabar el capítulo, como la anterior vez, pero no quería arriesgarse.

El resto de la frase de Harry no se pudo oír porque la ahogó un maullido estridente que llegó de algún lugar cercano a sus tobillos. Bajó la vista y se encontró un par de ojos amarillos que brillaban como luces. Era la Señora Norris, la gata gris y esquelética que el conserje, Argus Filch, utilizaba como una especie de segundo de a bordo en su guerra sin cuartel contra los estudiantes.

Será mejor que os vayáis, Harry —dijo Nick apresuradamente—. Filch no está de buen humor. Tiene gripe y unos de tercero, por accidente, pusieron perdido de cerebro de rana el techo de la mazmorra 5; se ha pasado la mañana limpiando, y si os ve manchando el suelo de barro…

—Mierda, sal de ahí —dijo Sirius.

Bien —dijo Harry, alejándose de la mirada acusadora de la Señora Norris. Pero no se dio la prisa necesaria. Argus Filch penetró repentinamente por un tapiz que había a la derecha de Harry, llamado por la misteriosa conexión que parecía tener con su repugnante gata, a buscar como un loco y sin descanso a cualquier infractor de las normas. Llevaba al cuello una gruesa bufanda de tela escocesa, y su nariz estaba de un color rojo que no era el habitual.

¡Suciedad! —gritó, con la mandíbula temblando y los ojos salidos de las órbitas, al tiempo que señalaba el charco de agua sucia que había goteado de la túnica de quidditch de Harry—. ¡Suciedad y mugre por todas partes! ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Sígueme, Potter!

—Mierda —dijeron varios.

Así que Harry hizo un gesto de despedida a Nick Casi Decapitado y siguió a Filch escaleras abajo, duplicando el número de huellas de barro.

Muchos rieron por eso.

Harry no había entrado nunca en la conserjería de Filch.

—¡Increíble! —dijeron los gemelos—. Porque no es como si tu te portaras bien, ¡Es que casi nunca te pillan!

Era un lugar que evitaban la mayoría de los estudiantes, una habitación lóbrega y desprovista de ventanas, iluminada por una solitaria lámpara de aceite que colgaba del techo, y en la cual persistía un vago olor a pescado frito. En las paredes había archivadores de madera. Por las etiquetas, Harry imaginó que contenían detalles de cada uno de los alumnos que Filch había castigado en alguna ocasión. Fred y George Weasley tenían para ellos solos un cajón entero.

Los gemelos chocaron los cinco, orgullosos de sí mismos, mientras su madre negaba con la cabeza algo molesta.

Detrás de la mesa de Filch, en la pared, colgaba una colección de cadenas y esposas relucientes. Todos sabían que él siempre pedía a Dumbledore que le dejara colgar del techo por los tobillos a los alumnos.

—Y nunca te dejaré —dijo Dumbledore seriamente.

Filch cogió una pluma de un bote que había en la mesa y empezó a revolver por allí buscando pergamino.

Cuánta porquería —se quejaba, furioso—: mocos secos de lagarto silbador gigante…, cerebros de rana…, intestinos de ratón… Estoy harto… Hay que dar un escarmiento… ¿Dónde está el formulario? Ajá…

Encontró un pergamino en el cajón de la mesa y lo extendió ante sí, y a continuación mojó en el tintero su larga pluma negra.

Nombre: Harry Potter. Delito: …

¡Sólo fue un poco de barro! —dijo Harry.

Sólo es un poco de barro para ti, muchacho, ¡pero para mí es una hora extra fregando! —gritó Filch.

—Tiene su punto —comentó Luna sonriendo a Filch, este le la miró de mala manera pero a Luna no le importó. Ella siempre hacia y decía lo que creía correcto sin importarle las consecuencias que tuviera, tanto para bien o para mal.

Una gota temblaba en la punta de su protuberante nariz—. Delito: ensuciar el castillo. Castigo propuesto: …

Secándose la nariz, Filch miró con desagrado a Harry, entornando los ojos. El muchacho aguardaba su sentencia conteniendo la respiración.

—Harry, que tampoco te va a condenar a muerte —dijo Ron rodando los ojos por como lo exageraba todo (como si el nunca exagerara...).

Pero cuando Filch bajó la pluma, se oyó un golpe tremendo en el techo de la conserjería, que hizo temblar la lámpara de aceite.

—¡Peeves! —exclamaron los tres merodeadores sonriendo.

—Por fin hace algo útil —dijo Sirius suspirando—. En el anterior libro estuvo fastidiando todo el rato.
—Bueno —razonó Lily—, es Peeves, fastidiar es lo que hace.

—¡Pero no a Harry! ¡No al hijo de un merodeador! —bufó James.

—Y más importante, ¡Ahijado de Sirius Orion Black! —les recordó Sirius mientras asentía con la cabeza muy convencido—. ¿Cómo se le ocurre?

¡PEEVES! —bramó Filch, tirando la pluma en un acceso de ira—. ¡Esta vez te voy a pillar, esta vez te pillo!

Y, olvidándose de Harry, salió de la oficina corriendo con sus pies planos y con la Señora Norris galopando a su lado.

Peeves era el poltergeist del colegio, burlón y volador, que sólo vivía para causar problemas y embrollos. A Harry, Peeves no le gustaba en absoluto, pero en aquella ocasión no pudo evitar sentirse agradecido. Era de esperar que lo que Peeves hubiera hecho (y, a juzgar por el ruido, esta vez debía de haberse cargado algo realmente grande) sería suficiente para que Filch se olvidase de Harry.

—Aun y todo espérate —le aconsejo James usando tono de experto—. Si te vas te buscará para castigarte y si te quedas posiblemente no te haga nada, el lio que ha montado Peeves será suficiente para que se le haya pasado el cabreo contigo.

Pensando que tendría que aguardar a que Filch regresara, Harry se sentó en una silla apolillada que había junto a la mesa.

—Bueno, está bien, pero tampoco te quedes quieto. Investiga o algo —le dijo Sirius.

Aparte del formulario a medio rellenar, sólo había otra cosa en la mesa: un sobre grande, rojo y brillante con unas palabras escritas con tinta plateada.

—Cógelo —le presionaron Sirius, James, Tonks y los gemelos con curiosidad mientras Filch les fulminaba con la mirada.

Tras echar a la puerta una fugaz mirada para comprobar que Filch no volvía en aquel momento, Harry cogió el sobre y leyó:

«EMBRUJORRÁPID»
Curso de magia por correspondencia para principiantes

Muchos miraron a Filch extrañados mientras Dumbledore negaba con la cabeza, sabiendo que era una estafa.

Intrigado, Harry abrió el sobre y sacó el fajo de pergaminos que contenía. En la primera página, la misma escritura color de plata con florituras decía:

¿Se siente perdido en el mundo de la magia moderna? ¿Busca usted excusas para no llevar a cabo sencillos conjuros? ¿Ha provocado alguna vez la hilaridad de sus amistades por su torpeza con la varita mágica?

¡Aquí tiene la solución!

—¿A alguien más le huele a estafa? —preguntó Sirius y James bufó.

—¿Tengo que repetirte otra vez lo de oler, Canuto?

«Embrujorrápid» es un curso completamente nuevo, infalible, de rápidos resultados y fácil de estudiar. ¡Cientos de brujas y magos se han beneficiado ya del método «Embrujorrápid»!
La señora Z. Nettles, de Topsham, nos ha escrito lo siguiente:

«¡Me había olvidado de todos los conjuros, y mi familia se reía de mis pociones! ¡Ahora, gracias al curso "Embrujorrápid", soy el centro de atención en las reuniones, y mis amigos me ruegan que les dé la receta de mi Solución Chispeante!»

El brujo D.J. Prod, de Didsbury escribe:

«Mi mujer decía que mis encantamientos eran una chapuza, pero después de seguir durante un mes su fabuloso curso "Embrujorrápid", ¡la he convertido en una vaca! ¡Gracias, "Embrujorrápid"!»

Extrañado, Harry hojeó el resto del contenido del sobre. ¿Para qué demonios quería Filch un curso de Embrujorrápid? ¿Quería esto decir que no era un mago de verdad?

—¡Potter! —gruñó Filch cabreado—. ¡Por tu culpa ahora todos saben que soy un squib!

Para su sorpresa todos rompieron a reír. Filch les miró entre molesto y extrañado.

—Todos lo sabíamos —aseguró Blaise burlón—. ¿Por qué si no limpiarías como un muggle?

Muchos asintieron y Malfoy sonrió maliciosamente.

—Llevo subscrito tres años a la revista Corazón de Bruja —confesó y su cara se ensombreció rápidamente al comprender que el conjuro seguía activo mientras el resto reían, ¡Pero si había acabado el capítulo!

—Hace un tiempo soñé que bañaba a Astoria en chocolate y... —Blaise, comprendiendo que ya era suficiente, puso su mano en la boca de Draco, que le miró agradecido pero todos sacaron sus propias conclusiones y rompieron a reír. Eso acabó irritando a Draco.

—A veces pienso que me gustaría tener amigos de verdad...

Todos miraron a Malfoy con los ojos muy abiertos y ni siquiera Ron se atrevió a reírse. Malfoy suspiró abatido y salió del comedor, sintiéndose avergonzado, humillado, expuesto y ridículo.

Astoria tragó saliva mientras Draco salía del Gran Comedor y después de murmurar un "¡Que narices!" salió tras él.

—¡Draco! —gritó Astoria que por fin le había alcanzado. Malfoy estaba sentado contra una pared mirando el suelo y suspirando continuamente.

Draco se giró extrañado y cuando vio que era Astoria la que le había llamado se extrañó más todavía, ¿Venía a reírse de él? Se mordió los labios, no volvería a confesar nada. Astoria se apoyó contra la misma pared que Draco y, sin mirarle, comenzó a hablar.

—Sabes... Siempre he pensado que eras un idiota sin remedio —comenzó y sonrió ligeramente—. Para mí siempre has sido "El Gran Idiota Repulsivo de Slytherin". Pero desde hace un tiempo comencé a ver cosas que no encajaban; No permitiste a Crabbe y Goyle pegar a aquel niño de segundo, no le dijiste nada a aquella chica de sexto que te abofeteó, bueno si, la ignoraste de mala manera pero no la insultaste como solías hacer, y hoy... —dijo mirándole a la cara—. Hoy he visto muchas cosas, y muchas de ellas me han gustado.

Draco no sabía cómo reaccionar ante todo lo que estaba escuchando. Cogió una gran bocanada de aire y la miró el también, escuchando con atención.

—En este momento sigues siendo un idiota, por supuesto, pero estoy segura de que tú, más que nadie, quieres dejar de serlo. Me gustas, Draco, me gusta ese Draco que tienes oculto dentro de ti y me gusta mucho —confesó sin permitirse a sí misma avergonzarse—. Y me gustaría salir contigo, siempre que prometieras dejar de comportarte como un idiota...

Draco abrió mucho los ojos, ¿Astoria acababa de pedirle salir? ¿Iba en serio? Tragó saliva y asintió lentamente, sin dejar de mirarla a los ojos.

Astoria sonrió satisfecha.

—Me alegro —dijo sentándose a su lado—. ¿Iba en serio lo de que te probaste el sujetador de tu madre?
Astoria tragó saliva, obviamente no quería decir eso pero... Bueno, era algo normal, ¿No? Nunca antes había salido con nadie, nunca antes se había declarado, ¿Qué se suponía que debía hacer?

Draco movió la cabeza sin decir nada. Claro, pensó Astoria, el hechizo seguía activo. Sonrió.

—Hey, Draco, yo te he confesado mis sentimientos —dijo maliciosa, no por nada era una Slytherin—. Así que ahora te toca a ti confesar algo, aunque no lo elijas tú.

Draco miró horrorizado como Astoria le sonreía. Intento calmarse, ciertamente Astoria tenía un punto, no podía quedarse simplemente callado cuando ella acababa de declararse. Respiró hondo y dejo que por su boca saliera lo que Merlín quisiera.

—Mi madre elige mi ropa porque dice que no tengo ningún sentido de la moda.

Astoria sonrió divertida mientras Draco tragaba saliva.

—Mis padres están planeando que me case con Pansy y lo odio, no a ella, me cae mal pero no la odio. Odio que quieran planear mi vida.

Astoria asintió comprensiva, sabía que muchas familias sangre limpia hacían eso.

—Me fije en ti por primera vez en tercero. Te vi mientras volaba en un partido de quidditch y te perdí de vista rápidamente —confesó—. Me pasé la semana siguiente buscándote...

Astoria no pudo reprimir una tierna sonrisa y Draco sintió que se derretía. Suspiró nervioso y abrió la boca por última vez.

—Te quiero.

Astoria abrió la boca sorprendida y Draco aprovechó ese momento para acercarse a ella y posar sus labios sobre los suyos con la suavidad y delicadeza propia del primer beso.

Lo que Astoria no sabía es que el conjuro de Draco había desaparecido desde que salió del Gran Comedor.

.

Para muchos fue comprensivo el que Malfoy saliera del comedor pero, ¿Por qué había salido Astoria? ¿Sería para ir detrás de Malfoy o simplemente había elegido ese momento para ir al baño?
Dean miró a Dumbledore, buscando en el la respuesta a si debía detener la lectura hasta que ambos regresaran o si debía seguir leyendo. Dumbledore le hizo un gesto con la mano que le indicaba que continuara con la lectura.

Harry leía «Lección primera: Cómo sostener la varita. Consejos útiles», cuando un ruido de pasos arrastrados le indicó que Filch regresaba. Metiendo los pergaminos en el sobre, lo volvió a dejar en la mesa y en aquel preciso momento se abrió la puerta.
Filch parecía triunfante.

¡Ese armario evanescente era muy valioso! —decía con satisfacción a la Señora Norris—. Esta vez Peeves es nuestro, querida.

Sus ojos tropezaron con Harry y luego se dirigieron como una bala al sobre de Embrujorrápid que, como Harry comprendió demasiado tarde, estaba a medio metro de distancia de donde se encontraba antes.

—Mierda —murmuraron muchos.

La cara pálida de Filch se puso de un rojo subido. Harry se preparó para acometer un maremoto de furia. Filch se acercó a la mesa cojeando, cogió el sobre y lo metió en un cajón.

¿Has… lo has leído? —farfulló.

—Miente —le instó James. A Harry eso le pareció normal, lo que no le pareció normal fue que su madre asintiera con la cabeza.

No —se apresuró a mentir.

—Bien hecho —le dijo su padre.

Filch se retorcía las manos nudosas.

Si has leído mi correspondencia privada…, bueno, no es mía…, es para un amigo…, es que claro…, bueno pues…

Muchos comenzaron a reír discretamente mientras Filch les fulminaba con la mirada.

Harry lo miraba alarmado; nunca había visto a Filch tan alterado. Los ojos se le salían de las órbitas y en una de sus hinchadas mejillas había aparecido un tic que la bufanda de tejido escocés no lograba ocultar.

Muy bien, vete… y no digas una palabra… No es que…, sin embargo, si no lo has leído… Vete, tengo que escribir el informe sobre Peeves… Vete…

Las risas aumentaron y Filch estaba tremendamente avergonzado consigo mismo por haber creído a Potter.

Asombrado de su buena suerte, Harry salió de la conserjería a toda prisa, subió por el corredor y volvió a las escaleras. Salir de la conserjería de Filch sin haber recibido ningún castigo era seguramente un récord.

—Y que lo digas —dijeron los gemelos.

¡Harry! ¡Harry! ¿Funcionó?

Nick Casi Decapitado salió de un aula deslizándose. Tras él, Harry podía ver los restos de un armario grande, de color negro y dorado, que parecía haber caído de una gran altura.

Convencí a Peeves para que lo estrellara justo encima de la conserjería de Filch —dijo Nick emocionado—; pensé que eso le podría distraer.

—¡Genial! —exclamaron muchos.

¿Ha sido usted? —dijo Harry, agradecido—. Claro que funcionó, ni siquiera me van a castigar. ¡Gracias, Nick!

James asintió con ganas. Siempre le había agradado Nick pero el saber que había ayudado a su hijo hacia que le agradase mucho más.

Se fueron andando juntos por el corredor. Nick Casi Decapitado, según notó Harry, sostenía aún la carta con la negativa de sir Patrick.

Me gustaría poder hacer algo para ayudarle en el asunto del club —dijo Harry.

Lily sonrió a Harry, era un chico estupendo.

Nick Casi Decapitado se detuvo sobre sus huellas, y Harry pasó a través de él. Lamentó haberlo hecho; fue como pasar por debajo de una ducha de agua fría.

Muchos se estremecieron, era una sensación increíblemente incomodada.

Pero hay algo que podríais hacer por mí —dijo Nick emocionado—. Harry, ¿sería mucho pedir…? No, no vais a querer…

¿Qué es? —preguntó Harry.

Bueno, el próximo día de Todos los Santos se cumplen quinientos años de mi muerte —dijo Nick Casi Decapitado, irguiéndose y poniendo aspecto de importancia.

¡Ah! —exclamó Harry, no muy seguro de si tenía que alegrarse o entristecerse—. ¡Bueno!

Algunos rieron por la reacción de Harry.

—¿Qué? —preguntó este molesto—. ¿Qué debería haber dicho?

—No, si has dicho bien—dijo Hermione mientras reía—. Pero reconoce que es gracioso.

Voy a dar una fiesta en una de las mazmorras más amplias. Vendrán amigos míos de todas partes del país. Para mí sería un gran honor que vos pudierais asistir. Naturalmente, el señor Weasley y la señorita Granger también están invitados. Pero me imagino que preferiréis ir a la fiesta del colegio. —Miró a Harry con inquietud.

Snape sonrió con suficiencia, ahí era donde Potter le dejaría de lado, le diría que tenía algo que hacer ese día y que lo sentía. Seguro.

No —dijo Harry enseguida—, iré…

Snape abrió mucho los ojos, sorprendido, ¿En serio iba Potter a perderse la fiesta de Halloween para estar en un cumpleaños de muerte? Cada vez se sorprendía más de lo equivocado que estaba con el chico.

¡Mi estimado muchacho! ¡Harry Potter en mi cumpleaños de muerte! Y… —dudó, emocionado—. ¿Tal vez podríais mencionarle a sir Patrick lo horrible y espantoso que os resulto?

Varios alzaron las cejas sorprendidos, ¿Nick horrible y espantoso?

Por supuesto —contestó Harry.

Nick Casi Decapitado le dirigió una sonrisa.

• • •

¿Un cumpleaños de muerte? —dijo Hermione entusiasmada, cuando Harry se hubo cambiado de ropa y reunido con ella y Ron en la sala común—. Estoy segura de que hay muy poca gente que pueda presumir de haber estado en una fiesta como ésta. ¡Será fascinante!

—Ciertamente no muchos pueden presumir de eso —corroboró Ron—. Pero de fascinante nada.

¿Para qué quiere uno celebrar el día en que ha muerto? —dijo Ron, que iba por la mitad de su deberes de Pociones y estaba de mal humor—. Me suena a aburrimiento mortal.

—Nunca mejor dicho —dijo Fred sonriendo.

La lluvia seguía azotando las ventanas, que se veían oscuras, aunque dentro todo parecía brillante y alegre. La luz de la chimenea iluminaba las mullidas butacas en que los estudiantes se sentaban a leer, a hablar, a hacer los deberes o, en el caso de Fred y George Weasley, a intentar averiguar qué es lo que sucede si se le da de comer a una salamandra una bengala del doctor Filibuster.

Algunos alumnos de primer años abrieron mucho los ojos y miraron a Fred molestos por su crueldad para con los animales.

—No, no, no —negó Fred al ver la mirada de los niños—. Una salamandra no va a sufrir por eso, se alimentan de fuego.

—Eso no significa que salir volando y lanzar chispas y explosiones le agrade —le dijo Percy seriamente y Fred bajó la cabeza.

Fred había «rescatado» aquel lagarto de color naranja, espíritu del fuego, de una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y ahora ardía lentamente sobre una mesa, rodeado de un corro de curiosos.

Harry estaba a punto de comentar a Ron y Hermione el caso de Filch y el curso Embrujorrápid,

Filch gruñó.

cuando de pronto la salamandra pasó por el aire zumbando, arrojando chispas y produciendo estallidos mientras daba vueltas por la sala. La imagen de Percy riñendo a Fred y George hasta enronquecer, la espectacular exhibición de chispas de color naranja que salían de la boca de la salamandra, y su caída en el fuego, con acompañamiento de explosiones, hicieron que Harry olvidara por completo a Filch y el curso Embrujorrápid.

Cuando llegó Halloween, Harry ya estaba arrepentido de haberse comprometido a ir a la fiesta de cumpleaños de muerte. El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

—Eran geniales —les aseguraron los gemelos para darles envidia.

Lo prometido es deuda —recordó Hermione a Harry en tono autoritario—. Y tú le prometiste ir a su fiesta de cumpleaños de muerte.

Varios asintieron.

Así que a las siete en punto, Harry, Ron y Hermione atravesaron el Gran Comedor, que estaba lleno a rebosar y donde brillaban tentadoramente los platos dorados y las velas, y dirigieron sus pasos hacia las mazmorras.

También estaba iluminado con hileras de velas el pasadizo que conducía a la fiesta de Nick Casi Decapitado, aunque el efecto que producían no era alegre en absoluto, porque eran velas largas y delgadas, de color negro azabache, con una llama azul brillante que arrojaba una luz oscura y fantasmal incluso al iluminar las caras de los vivos. La temperatura descendía a cada paso que daban. Al tiempo que se ajustaba la túnica, Harry oyó un sonido como si mil uñas arañasen una pizarra.

Muchos pusieron extrañas muecas solo con imaginarlo.

¿A esto le llaman música? —se quejó Ron. Al doblar una esquina del pasadizo, encontraron a Nick Casi Decapitado ante una puerta con colgaduras negras.

Queridos amigos —dijo con profunda tristeza—, bienvenidos, bienvenidos… Os agradezco que hayáis venido…

Hizo una floritura con su sombrero de plumas y una reverencia señalando hacia el interior.
Lo que vieron les pareció increíble. La mazmorra estaba llena de cientos de personas transparentes, de color blanco perla. La mayoría se movían sin ánimo por una sala de baile abarrotada, bailando el vals al horrible y trémulo son de las treinta sierras de una orquesta instalada sobre un escenario vestido de tela negra. Del techo colgaba una lámpara que daba una luz azul medianoche. Al respirar les salía humo de la boca; aquello era como estar en un frigorífico.

¿Damos una vuelta? —propuso Harry, con la intención de calentarse los pies.

Cuidado no vayas a atravesar a nadie —advirtió Ron, algo nervioso, mientras empezaban a bordear la sala de baile. Pasaron por delante de un grupo de monjas fúnebres, de una figura harapienta que arrastraba cadenas y del Fraile Gordo, un alegre fantasma de Hufflepuff que hablaba con un caballero que tenía clavada una flecha en la frente. Harry no se sorprendió de que los demás fantasmas evitaran al Barón Sanguinario, un fantasma de Slytherin, adusto, de mirada impertinente y que exhibía manchas de sangre plateadas.

Oh, no —dijo Hermione, parándose de repente—. Volvamos, volvamos, no quiero hablar con Myrtle la Llorona.

Muchas chicas asintieron comprendiendo lo que sentía mientras muchos chicos fruncían el ceño, ¿Quién era Myrtle?

¿Con quién? —le preguntó Harry, retrocediendo rápidamente.

Ronda siempre los lavabos de chicas del segundo piso —dijo Hermione.

¿Los lavabos?

Sí. No los hemos podido utilizar en todo el curso porque siempre le dan tales llantinas que lo deja todo inundado. De todas maneras, nunca entro en ellos si puedo evitarlo, es horroroso ir al servicio mientras la oyes llorar.

Muchos asintieron.

—Pero también es que os pasáis con ella —se quejó Harry—. Podrá ser todo lo desagradable que queráis y no tenéis por que ir a ese baño pero si vais, ¿Qué menos que ser educados?

¡Mira, comida! —dijo Ron.

Varios adultos rieron discretamente sabiendo el tipo de comida que encontrarían.

Al otro lado de la mazmorra había una mesa larga, cubierta también con terciopelo negro. Se acercaron con entusiasmo, pero ante la mesa se quedaron inmóviles, horrorizados. El olor era muy desagradable. En unas preciosas fuentes de plata había unos pescados grandes y podridos; los pasteles, completamente quemados, se amontonaban en las bandejas; había un pastel de vísceras con gusanos, un queso cubierto de un esponjoso moho verde

Muchos pusieron muecas de asco, definitivamente no era una fiesta agradable.

y, como plato estrella de la fiesta, un gran pastel gris en forma de lápida funeraria, decorado con unas letras que parecían de alquitrán y que componían las palabras:

Sir Nicholas de Mimsy-Porpington,
fallecido el 31 de octubre de 1492.

Harry contempló, asombrado, que un fantasma corpulento se acercaba y, avanzando en cuclillas para ponerse a la altura de la comida, atravesaba la mesa con la boca abierta para ensartar por ella un salmón hediondo.

¿Le encuentras el sabor de esa manera? —le preguntó Harry.

Casi —contestó con tristeza el fantasma, y se alejó sin rumbo.

Supongo que lo habrán dejado podrirse para que tenga más sabor —dijo Hermione con aire de entendida, tapándose la nariz e inclinándose para ver más de cerca el pastel de vísceras podrido.

Vámonos, me dan náuseas —dijo Ron.

Pero apenas se habían dado la vuelta cuando un hombrecito surgió de repente de debajo de la mesa y se detuvo frente a ellos, suspendido en el aire.

Hola, Peeves —dijo Harry, con precaución.

A diferencia de los fantasmas que había alrededor, Peeves el poltergeist no era ni gris ni transparente. Llevaba sombrero de fiesta de color naranja brillante, pajarita giratoria y exhibía una gran sonrisa en su cara ancha y malvada.

¿Picáis? —invitó amablemente, ofreciéndoles un cuenco de cacahuetes recubiertos de moho.

Las muecas de asco volvieron a la sala.

No, gracias —dijo Hermione.

Os he oído hablar de la pobre Myrtle —dijo Peeves, moviendo los ojos—. No has sido muy amable con la pobre Myrtle. —Tomó aliento y gritó—: ¡EH! ¡MYRTLE!

—Oh, mierda —murmuraron muchos—. Maldito Peeves.

No, Peeves, no le digas lo que he dicho, le afectará mucho —susurró Hermione, desesperada—. No quise decir eso, no me importa que ella… Eh, hola, Myrtle.

Hasta ellos se había deslizado el fantasma de una chica rechoncha. Tenía la cara más triste que Harry hubiera visto nunca, medio oculta por un pelo lacio y basto y unas gruesas gafas de concha.

—Una descripción perfecta —dijeron varias chicas.

¿Qué? —preguntó enfurruñada.

¿Cómo estás, Myrtle? —dijo Hermione, fingiendo un tono animado—. Me alegro de verte fuera de los lavabos.

Myrtle sollozó.

Ahora mismo la señorita Granger estaba hablando de ti —dijo Peeves a Myrtle al oído, maliciosamente.

Muchos gruñeron, molestos con Peeves.

Sólo comentábamos…, comentábamos… lo guapa que estás esta noche —dijo Hermione, mirando a Peeves.

Myrtle dirigió a Hermione una mirada recelosa.

Te estás burlando de mí —dijo, y unas lágrimas plateadas asomaron inmediatamente a sus ojos pequeños, detrás de las gafas.

No, lo digo en serio… ¿Verdad que estaba comentando lo guapa que está Myrtle esta noche? —dijo Hermione, dándoles fuertemente a Harry y Ron con los codos en las costillas.

Sí, sí.

Claro.

No me mintáis —dijo Myrtle entre sollozos, con las lágrimas cayéndole por la cara, mientras Peeves, que estaba encima de su hombro, se reía entre dientes—. ¿Creéis que no sé cómo me llama la gente a mis espaldas? ¡Myrtle la gorda! ¡Myrtle la fea! ¡Myrtle la desgraciada, la llorona, la triste!

Se te ha olvidado «la granos» —dijo Peeves al oído.

—¡Será burro! —bufó Ginny.

Myrtle la Llorona estalló en sollozos angustiados y salió de la mazmorra corriendo. Peeves corrió detrás de ella, tirándole cacahuetes mohosos y gritándole: «¡La granos! ¡La granos!»

Sirius y James tuvieron que reprimir una carcajada, sabían que no debía hacerles gracia pero es que era gracioso.

¡Dios mío! —dijo Hermione con tristeza.

Nick Casi Decapitado iba hacia ellos entre la multitud.

¿Os lo estáis pasando bien?

¡Sí! —mintieron.

Ha venido bastante gente —dijo con orgullo Nick Casi Decapitado—. Mi Desconsolada Viuda ha venido de Kent. Bueno, ya es casi la hora de mi discurso, así que voy a avisar a la orquesta.
La orquesta, sin embargo, dejó de tocar en aquel mismo instante. Se había oído un cuerno de caza y todos los que estaban en la mazmorra quedaron en silencio, a la expectativa.

Todos escuchaban extrañados, ¿Qué pasaba?

Ya estamos —dijo Nick Casi Decapitado con cierta amargura.

A través de uno de los muros de la mazmorra penetraron una docena de caballos fantasma, montados por sendos jinetes sin cabeza. Los asistentes aplaudieron con fuerza; Harry también empezó a aplaudir, pero se detuvo al ver la cara fúnebre de Nick.

Los caballos galoparon hasta el centro de la sala de baile y se detuvieron encabritándose; un fantasma grande que iba delante, y que llevaba bajo el brazo su cabeza barbada y soplaba el cuerno, descabalgó de un brinco, levantó la cabeza en el aire para poder mirar por encima de la multitud, con lo que todos se rieron, y se acercó con paso decidido a Nick Casi Decapitado, ajustándose la cabeza en el cuello.

¡Nick! —dijo con voz ronca—, ¿cómo estás? ¿Todavía te cuelga la cabeza?

Los Gryffindor y algunos más bufaron.

Rompió en una sonora carcajada y dio a Nick Casi Decapitado unas palmadas en el hombro.
Bienvenido, Patrick —dijo Nick con frialdad.

¡Vivos! —dijo sir Patrick, al ver a Harry, Ron y Hermione. Dio un salto tremendo pero fingido de sorpresa y la cabeza volvió a caérsele.

Muchos negaron con la cabeza suspirando.

La gente se rió otra vez.

Muy divertido —dijo Nick Casi Decapitado con voz apagada.

¡No os preocupéis por Nick! —gritó desde el suelo la cabeza de sir Patrick—. ¡Aunque se enfade, no le dejaremos entrar en el club! Pero quiero decir…, mirad el amigo…

Creo —dijo Harry a toda prisa, en respuesta a una mirada elocuente de Nick— que Nick es terrorífico y esto…, mmm…

—Que poco convincente —dijo James negando con la cabeza.

¡Ja! —gritó la cabeza de sir Patrick—, apuesto a que Nick te pidió que dijeras eso.

¡Si me conceden su atención, ha llegado el momento de mi discurso! —dijo en voz alta Nick Casi Decapitado, caminando hacia el estrado con paso decidido y colocándose bajo un foco de luz de un azul glacial.

»Mis difuntos y afligidos señores y señoras, es para mí una gran tristeza…

Pero nadie le prestaba atención. Sir Patrick y el resto del Club de Cazadores Sin Cabeza acababan de comenzar un juego de Cabeza Hockey y la gente se agolpaba para mirar.

—Serán idiotas —bufaron simultáneamente Ginny y Lily.

Como la anterior vez, se miraron y se sonrieron. A Lily cada vez le agradaba más esa chica pero a la mente de James había venido un extraño pensamiento: Si Ginny se parecía tanto a Lily, ¿No sería lo mismo para Harry enamorarse de ella que de su madre? No, seguro que Ginny era muy diferente de su pelirroja pero que, en algunos aspectos, se parecían.

Nick Casi Decapitado trató en vano de recuperar la atención, pero desistió cuando la cabeza de sir Patrick le pasó al lado entre vítores.

Harry sentía mucho frío, y no digamos hambre.

No aguanto más —dijo Ron, con los dientes castañeteando, cuando la orquesta volvió a tocar y los fantasmas volvieron al baile.

Vámonos —dijo Harry.

Fueron hacia la puerta, sonriendo e inclinando la cabeza a todo el que los miraba, y un minuto más tarde subían a toda prisa por el pasadizo lleno de velas negras.

Quizás aún quede pudín —dijo Ron con esperanza, abriendo el camino hacia la escalera del vestíbulo.

Y entonces Harry lo oyó.

—… Desgarrar… Despedazar… Matar…

Todos volvieron a abrir mucho los ojos entre asustados, extrañados y preocupados.

Fue la misma voz, la misma voz fría, asesina, que había oído en el despacho de Lockhart.
Trastabilló al detenerse, y tuvo que sujetarse al muro de piedra. Escuchó lo más atentamente que pudo, al tiempo que miraba con los ojos entornados a ambos lados del pasadizo pobremente iluminado.

Harry, ¿qué…?

—¿No la oíais? —preguntó Lily asustada. Ron y Hermione negaron con la cabeza—. Oh, Merlín... ¿Qué demonios es esa voz?

Harry miró a Ron y a Hermione, preguntándoles con la mirada si podía contárselo. Ron negó con la cabeza y Harry suspiro resignado, así tenía que ser.

Es de nuevo esa voz… Callad un momento…

—… deseado… durante tanto tiempo…

¡Escuchad! —dijo Harry, y Ron y Hermione se quedaron inmóviles, mirándole.

—… matar… Es la hora de matar…

—¡¿Pero qué coño pasa? —exclamó Sirius—. Es demasiado escalofriante.

La voz se fue apagando. Harry estaba seguro de que se alejaba… hacia arriba.

—Dime que no la seguiste —pidió (ordeno) Lily preocupada.

Harry tragó saliva y no dijo nada.

—¡¿Pero estas loco?! —gritó James—. ¡Está hablando de matar como puedes pensar en seguirlo!

Al mirar al oscuro techo, se apoderó de él una mezcla de miedo y emoción.

—¿Cómo que emoción? —preguntó Lily casi histérica—. ¡¿Cómo que emoción?!

¿Cómo podía irse hacia arriba? ¿Se trataba de un fantasma, para quien no era obstáculo un techo de piedra?

Varios negaron con la cabeza, no tenía sentido. Si hubiera sido un fantasma Ron y Hermione le habrían escuchado también... Pero entonces, ¿Qué era?

¡Por aquí! —gritó, y se puso a correr escaleras arriba hasta el vestíbulo.

Muchos bufaron entre preocupados y admirados por la imprudencia de Harry.

Allí era imposible oír nada, debido al ruido de la fiesta de Halloween que tenía lugar en el Gran Comedor. Harry apretó el paso para alcanzar rápidamente el primer piso. Ron y Hermione lo seguían.

Harry, ¿qué estamos…?

¡Chssst!

Harry aguzó el oído. En la distancia, proveniente del piso superior, y cada vez más débil, oyó de nuevo la voz: … huelo sangre… ¡HUELO SANGRE!

—¡VETE! —le urgieron muchos.

El corazón le dio un vuelco.

¡Va a matar a alguien! —gritó, y sin hacer caso de las caras desconcertadas de Ron y Hermione, subió el siguiente tramo saltando los escalones de tres en tres, intentando oír a pesar del ruido de sus propios pasos.

—PERO NO TE ACERQUES —le gritaron muchos—. HUYE.

Dean tragó saliva, entre preocupado, admirado y expectante. Continuó leyendo.

Harry recorrió a toda velocidad el segundo piso, y Ron y Hermione lo seguían jadeando. No pararon hasta que doblaron la esquina del último corredor, también desierto.

Harry, ¿qué pasaba? —le preguntó Ron, secándose el sudor de la cara—. Yo no oí nada…

Pero Hermione dio de repente un grito ahogado, y señaló al corredor.

¡Mirad!

Todos se echaron inconscientemente hacia delante con los ojos muy abiertos.

Delante de ellos, algo brillaba en el muro. Se aproximaron, despacio, intentando ver en la oscuridad con los ojos entornados. En el espacio entre dos ventanas, brillando a la luz que arrojaban las antorchas, había en el muro unas palabras pintadas de más de un palmo de altura.

LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA.
TEMED, ENEMIGOS DEL HEREDERO.

Muchos tragaron saliva.

¿Qué es lo que cuelga ahí debajo? —preguntó Ron, con un leve temblor en la voz.

Al acercarse más, Harry casi resbala por un gran charco de agua que había en el suelo. Ron y Hermione lo sostuvieron, y juntos se acercaron despacio a la inscripción, con los ojos fijos en la sombra negra que se veía debajo. Los tres comprendieron a la vez lo que era, y dieron un brinco hacia atrás.

La Señora Norris, la gata del conserje, estaba colgada por la cola en una argolla de las que se usaban para sujetar antorchas. Estaba rígida como una tabla, con los ojos abiertos y fijos.

Filch abrió mucho los ojos. Le habían dicho y repetido que Harry no había sido pero él nunca les había creído. Filch creyó que estaba enfadado con el por qué intentó castigarle y que esa había sido su venganza. Acababa de comprobar que se equivocaba.

Durante unos segundos, no se movieron. Luego dijo Ron:

Vámonos de aquí.

Muchos asintieron varias veces.

¿No deberíamos intentar…? —comenzó a decir Harry, sin encontrar las palabras.

—¡Esto es increíble! —bufó Hannah molesta—. ¡El intentando ayudar al gato petrificado y todos acusándole de petrificarlo!

James y Lily escucharon extrañados, ¿El gato estaba petrificado? ¿Habían acusado a Harry de ello? ¿Qué demonios iba a pasar en este libro?

Hacedme caso —dijo Ron—; mejor que no nos encuentren aquí.

Muchos volvieron a asentir pero muchos sabía que no llegaron a irse.

Pero era demasiado tarde. Un ruido, como un trueno distante, indicó que la fiesta acababa de terminar.

—En serio, es escalofriante la mala suerte que tenéis —dijo Tonks asombrada y muchos le dieron la razón, el trío incluido.

De cada extremo del corredor en que se encontraban, llegaba el sonido de cientos de pies que subían las escaleras y la charla sonora y alegre de gente que había comido bien. Un momento después, los estudiantes irrumpían en el corredor por ambos lados.

La charla, el bullicio y el ruido se apagaron de repente cuando vieron la gata colgada. Harry, Ron y Hermione estaban solos, en medio del corredor, cuando se hizo el silencio entre la masa de estudiantes, que presionaban hacia delante para ver el truculento espectáculo.

Luego, alguien gritó en medio del silencio:

¡Temed, enemigos del heredero! ¡Los próximos seréis los sangre sucia!

—¡¿Quién coño ha gritado algo así?! —saltó Lily. Harry se sorprendió de como cambiaba el aspecto de su madre cuando estaba cabreada. Su cara se torcía y tenía el ceño exageradamente fruncido, los ojos tan cerrados que casi estaban cerrados y la cara roja de furia, ¿Dónde estaba la belleza que tenía por madre? Esto casi parecía un monstruo.

Era Draco Malfoy, que había avanzado hasta la primera fila. Tenía una expresión alegre en los ojos, y la cara, habitualmente pálida, se le enrojeció al sonreír ante el espectáculo de la gata que colgaba inmóvil.

Muchos gruñeron, bufaron y gritaron y Hermione se vio obligada a intervenir.

—Vale, vale, sabéis todos tanto como yo que odio a Malfoy pero tenéis que entender algo. Malfoy tenía doce años y no entendía lo que decía. Intentar comprenderlo, ha tenido a Lucius Malfoy como padre, todo eso que ocurrió le pareció una noticia positiva.

Muchos sentían que Hermione tenía razón pero seguían cabreados al escuchar que alguien había dicho algo así y siguieron bufando un rato más.

—Aquí acaba el capítulo —anunció Dean suspirando y, sin detenerse a esperar a que alguien subiera a leer, dejó el libro en el suelo y volvió a su asiento.

—Pues yo leo ahora —dijo Colin mientras se levantaba en un arrebato de valentía (era un chico muy tímido) y caminaba hasta el libro. Lo abrió y leyó en voz alta—. La inscripción en el muro.

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