martes, 23 de septiembre de 2014

La bludger loca


Tanto los personajes como las palabras en negrita pertenecen a J.K. Rowling (Menos una lechuza extra que he colocado en la lechucería solo que todavía no ha aparecido :C)


Yo leeré —dijo James apresurándose a coger el libro, lleno de curiosidad—. La bludger loca.

Muchos escuchaban el titulo extrañados mientras Dobby se removía incomodo en el espacio de asiento que compartía con Harry.

—¿Bludger loca? —preguntó Sirius extrañado—. ¿Cómo que "Bludger loca"?

—Si te callaras, Canuto, podríamos llegar a saberlo —dijo Remus rodando los ojos y haciéndole un gesto a James para que empezara.

Despues del desastroso episodio de los duendecillos de Cornualles, el profesor Lockhart no había vuelto a llevar a clase seres vivos.

—Menos mal —dijeron muchos suspirando.

Por el contrario, se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía.

Los alumnos que habían tenido que soportar alguna de esas clases bufaron, molestos con el simple recuerdo.

Habitualmente sacaba a Harry para que lo ayudara en aquellas reconstrucciones; hasta el momento, Harry había tenido que representar los papeles de un ingenuo pueblerino transilvano al que Lockhart había curado de una maldición que le hacía tartamudear, un yeti con resfriado y un vampiro que, cuando Lockhart acabó con él, no pudo volver a comer otra cosa que lechuga.

Muchos miraron a Harry sintiendo compasión.

En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras sacó de nuevo a Harry, esta vez para representar a un hombre lobo. Si no hubiera tenido una razón muy importante para no enfadar a Lockhart, se habría negado.

Todos comprendieron que el trío también había pensado en usar a Lockhart para conseguir el permiso.

Aúlla fuerte, Harry (eso es…), y en aquel momento, creedme, yo salté (así) tirándolo contra el suelo (así) con una mano, y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Homorphus; él emitió un gemido lastimero (venga, Harry…, más fuerte…, bien) y la piel desapareció…, los colmillos encogieron y… se convirtió en hombre. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como el héroe que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombres lobo.

Muchos bufaron molesto mientras Remus rodaba los ojos molesto e irritado al escuchar la palabra "Homorphus" Lo cual no era un hechizo que existiese pues entonces el no seguiría siendo un hombre lobo.

Sonó el timbre y Lockhart se puso en pie.

Deberes: componer un poema sobre mi victoria contra el hombre lobo Wagga Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de El encantador!

—¡Pero como se atreve! —gruñó McGonagall cabreada—. ¡Componer un poema sobre su "victoria"! ¿Qué clase de deberes de Defensa Contra las Artes Oscuras son esos?

Los alumnos empezaron a salir. Harry volvió al fondo de la clase, donde lo esperaban Ron y Hermione.

¿Listos? —preguntó Harry.

Espera que se hayan ido todos —dijo Hermione, asustada—. Vale, ahora.

Se acercó a la mesa de Lockhart con un trozo de papel en la mano. Harry y Ron iban detrás de ella.

Esto… ¿Profesor Lockhart? —tartamudeó Hermione—. Yo querría… sacar este libro de la biblioteca. Sólo para una lectura preparatoria. —Le entregó el trozo de papel con mano ligeramente temblorosa—. Pero el problema es que está en la Sección Prohibida, así que necesito el permiso por escrito de un profesor. Estoy convencida de que este libro me ayudaría a comprender lo que explica usted en Una vuelta con los espíritus malignos sobre los venenos de efecto retardado.

—Genial —la felicitaron algunos—. Fingir que te gustaba un libro suyo era lo mejor que podías hacer.
Hermione bajó la mirada molesta y Ron gruñó. Todos comprendieron que no estaba fingiendo, a Hermione le habían gustado los libros de ese idiota.

¡Ah, Una vuelta con los espíritus malignos! —dijo Lockhart, cogiendo la nota de Hermione y sonriéndole francamente—. Creo que es mi favorito. ¿Te gustó?

¡Sí! —dijo Hermione emocionada—. ¡Qué gran idea la suya de atrapar al último con el colador del té…!

Muchos bufaron (Nadie tan alto como Ron) mientras Hermione le daba pataditas al asiento de delante, incomoda y avergonzada.

Bueno, estoy seguro que a nadie le parecerá mal que ayude un poco a la mejor estudiante del curso —dijo Lockhart afectuosamente, sacando una pluma de pavo real—. Sí, es bonita, ¿verdad? —dijo, interpretando al revés la expresión de desagrado de Ron—. Normalmente la reservo para firmar libros.

Bufidos. (N.A. Me estoy empezando a cansar de escribir esa palabra. Pero es que es normal que la gente bufe cuando Lockhart habla... Me cae tan sumamente mal...)

Garabateó una floreteada firma sobre el papel y se lo devolvió a Hermione.

—¡Lo tenéis! —dijeron muchos algo emocionados aun sabiendo que era imposible que consiguieran realizar la poción con éxitos.

Así que, Harry —dijo Lockhart, mientras Hermione plegaba la nota con dedos torpes y se la metía en la bolsa—, mañana se juega el primer partido de quidditch de la temporada, ¿verdad? Gryffindor contra Slytherin, ¿no? He oído que eres un jugador fundamental. Yo también fui buscador. Me pidieron que entrara en la selección nacional, pero preferí dedicar mi vida a la erradicación de las Fuerzas Oscuras.

—Ya, seguro —dijo James entornando los ojos antes de seguir leyendo.

De todas maneras, si necesitaras unas cuantas clases particulares de entrenamiento, no dudes en decírmelo. Siempre me satisface dejar algo de mi experiencia a jugadores menos dotados…

Muchos bufaron.

Harry hizo un ruido indefinido con la garganta y luego salió del aula a toda prisa, detrás de Ron y Hermione.

Varios dejaron salir alguna risita imaginándoselo.

Es increíble —dijo ella, mientras examinaban los tres la firma en el papel—. Ni siquiera ha mirado de qué libro se trataba.

—Porque es imbécil —dijo James antes de leer con una sonrisa.

Porque es un completo imbécil —dijo Ron—.

James volvió a parar de leer para sonreírle asintiendo, aprobando lo dicho.

Pero ¿a quién le importa? Ya tenemos lo que necesitábamos.

Él no es un completo imbécil —chilló Hermione, mientras iban hacia la biblioteca a paso ligero.

—Sí que lo es —dijo Hermione, corrigiendo sus equivocadas palabras.

Ya, porque ha dicho que eres la mejor estudiante del curso…

Bajaron la voz al entrar en la envolvente quietud de la biblioteca.

La señora Pince, la bibliotecaria, era una mujer delgada e irascible que parecía un buitre mal alimentado.

Pince bufó, algo molesta con su descripción.

¿Moste Potente Potions?—repitió recelosa, tratando de coger la nota de Hermione. Pero Hermione no la soltaba.

Desearía poder guardarla —dijo la chica, aguantando la respiración.

Algunos bufaron y Hermione enrojeció de manera furiosa.

Venga —dijo Ron, arrancándole la nota y entregándola a la señora Pince—. Te conseguiremos otro autógrafo. Lockhart firmará cualquier cosa que se esté quieta el tiempo suficiente.

Varios rieron mientras otros asentían, muy convencidos de que Ron estaba en lo correcto.

Ron no hablaba, no quería hablar, no debía hablar. No quería cagarla. No. Algo dentro de él sufría cada vez que se comportaba como un idiota con Hermione. Desde el año pasado había estado sospechándolo pero desde hacía ya un tiempo lo tenía muy claro. Estaba enamorado de Hermione. De la insufrible sabelotodo que salvaron de un trol, de esa chica por la que había dado tanto, de la que había recibido tanto. Ahora que lo tenía asumido todo le parecía mucho más lógico. Era como si el destino hubiera concedido a Ron la oportunidad de conocerla aun cuando la odiaba. Como si hubiera preparado el baile de los tres magos solo para que él se diera cuenta de que era hermosa. Como si Krum la hubiera invitado a bailar solo para que él se diera cuenta de que le molestaba verla con otro hombre. Era como si él destino hubiera preparado todas esas cosas para él pero Ron solo era capaz de estropearlo todo, de hacerla sufrir y de sufrir el también, ¿Por qué le costaba tanto dar el primer paso? ¿Tanto miedo tenía de salir herido? ¿Era por qué no sabía si podrían mantener la amistad que tenían si ella le rechazaba? No. No era por nada de eso. El único problema era su estúpida cobardía. Con ella no era un digno Gryffindor. No era un digno amigo de Harry Potter. No era digno de Hermione... ¡Pero eso cambiaría! ¡Y él se encargaría de cambiarlo!

La señora Pince levantó el papel a la luz, como dispuesta a detectar una posible falsificación, pero la nota pasó la prueba.

Pince gruñó, todo por culpa de un profesor estúpido.

—¿A qué clase de adulto se le ocurre dejar a tres niños de doce años leer ese libro? —preguntó molesta—. Es un libro horrible.

Snape se sintió tentado a replicar ese último añadido pero entendió que se sí, la mayoría de pociones de ese libro eran bastante horribles así que se mantuvo en silencio. El resto de profesores y varios adultos asintieron, muy de acuerdo con la profesora.

Caminó orgullosamente por entre las elevadas estanterías y regresó unos minutos después llevando con ella un libro grande de aspecto mohoso. Hermione se lo metió en la bolsa con mucho cuidado, e intentó no caminar demasiado rápido ni parecer demasiado culpable.

Algunos sonrieron divertidos intentando imaginar qué clase de manera de caminar sería esa.

Cinco minutos después, se encontraban de nuevo refugiados en los aseos fuera de servicio de Myrtle la Llorona. Hermione había rechazado las objeciones de Ron argumentando que aquél sería el último lugar en el que entraría nadie en su sano juicio, así que allí tenían garantizada la intimidad.

—Eso es bastante cierto —admitió Lavender—. Nadie entra allí.

Myrtle la Llorona lloraba estruendosamente en su retrete, pero ellos no le prestaban atención, y ella a ellos tampoco.

Hermione abrió con cuidado el Moste Potente Potions, y los tres se encorvaron sobre las páginas llenas de manchas de humedad. De un vistazo quedó patente por qué pertenecía a la Sección Prohibida. Algunas de las pociones tenían efectos demasiado horribles incluso para imaginarlos, y había ilustraciones monstruosas, como la de un hombre que parecía vuelto de dentro hacia fuera y una bruja con varios pares de brazos que le salían de la cabeza.

Algunos pusieron muecas, era algo bastante horrible solo con imaginarlo, tanto que ninguno de ellos

¡Aquí está! —dijo Hermione emocionada, al dar con la página que llevaba por título La poción multijugos. Estaba decorada con dibujos de personas que iban transformándose en otras distintas. Harry imploró que la apariencia de dolor intenso que había en los rostros de aquellas personas fuera fruto de la imaginación del artista.

Los adultos no le dieron importancia, total, esos tres iba a ser incapaces de prepararla correctamente.

»Ésta es la poción más complicada que he visto nunca —dijo Hermione, al mirar la receta—.

—Y una de las más complicadas que ahí —dijo Snape asintiendo levemente—. Es una poción cuyos impresionantes resultados son casi tan impresionantes como lo complicado de la preparación y si el resultado es transformarse en otra persona podéis haceros una idea de lo difícil de preparar que es —torció su sonrisa creando un gesto burlón—. Demasiado para unos alcornoques como vosotros.

Harry tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para contener sus ganas de gritar a los cuatro vientos que lo habían conseguido.

Crisopos, sanguijuelas, Descurainia sophia y centinodia —murmuró, pasando el dedo por la lista de los ingredientes—. Bueno, no son difíciles de encontrar, están en el armario de los estudiantes, podemos conseguirlos. ¡Vaya, mirad, polvo de cuerno de bicornio! No sé dónde vamos a encontrarlo…, piel en tiras de serpiente arbórea africana…, eso también será peliagudo… y por supuesto, algo de aquel en quien queramos convertirnos.

Perdona —dijo Ron bruscamente—. ¿Qué quieres decir con «algo de aquel en quien queramos convertirnos»? Yo no me voy a beber nada que contenga las uñas de los pies de Crabbe.

Muchos (casi todos) pusieron muecas de profundo asco, incluso el propio Crabbe tenía una mueca similar en su rostro.

Hermione continuó como si no lo hubiera oído.

De momento, todavía no tenemos que preocuparnos porque esos ingredientes los echaremos al final.

Los adultos asintieron, dando el comentario por cierto pero sabiendo que no llegarían a tener que echar ese último ingrediente pues era completamente imposible que llegaran a prepararla.

Sin saber qué decir, Ron se volvió a Harry, que tenía otra preocupación.

¿No te das cuenta de cuántas cosas vamos a tener que robar, Hermione? Piel de serpiente arbórea africana en tiras, desde luego eso no está en el armario de los estudiantes, ¿qué vamos a hacer? ¿Forzar los armarios privados de Snape? No sé si es buena idea…

—No se os habrá ocurrido —dijo Snape amenazante pero su voz quedó totalmente camuflada por los gritos de Sirius, James y los gemelos.

—¡Eso sería genial! —gritaron—. ¡Decirnos que lo habéis hecho!

Harry, Ron y Hermione se encogieron de hombros intentando que no se les escapara una sonrisa.

Hermione cerró el libro con un ruido seco.

Bueno, si vais a acobardaros los dos, pues vale —dijo.

Muchos miraron a Hermione impresionados.

—Hermione —preguntó Remus impresionado—. ¿Vas a persuadirles para que rompan las reglas?

McGonagall y Molly murmuraban cosas con los ojos muy abiertos que sonaban como "No...", "Mi niña..." o "Ya la han corrompido".

Tenía las mejillas coloradas y los ojos más brillantes de lo normal—. Yo no quiero saltarme las normas, ya lo sabéis, pero pienso que aterrorizar a los magos de familia muggle es mucho peor que elaborar un poco de poción. Pero si no tenéis interés en averiguar si el heredero es Malfoy, iré derecha a la señora Pince y le devolveré el libro inmediatamente.

—Oh, dios, es que no es solo que intente persuadirles sino que además lo hace genial —dijo James asintiendo con apreciación.

No creí que fuera a verte nunca intentando persuadirnos de que incumplamos las normas —dijo Ron—. Está bien, lo haremos, pero nada de uñas de los pies, ¿vale?

Muchos asintieron varias veces, ni siquiera querían leerlo.

Pero ¿cuánto nos llevará hacerlo? —preguntó Harry, cuando Hermione, satisfecha, volvió a abrir el libro.

Bueno, como hay que coger la Descurainia sophia con luna llena, y los crisopos han de cocerse durante veintiún días…, yo diría que podríamos tenerla preparada en un mes, si podemos conseguir todos los ingredientes.

—¡Un mes! —dijeron muchos impresionados.

—No creo que vayáis a malgastar un mes para nada —dijo Malfoy divertido.

Harry y Ron se miraron. Ciertamente, a pesar de haber logrado la poción, no habían logrado lo que buscaban pero, al menos, habían descubierto donde guardaban los Malfoy sus artículos tenebrosos.

¿Un mes? —dijo Ron—. ¡En ese tiempo, Malfoy puede atacar a la mitad de los hijos de muggles! —Hermione volvió a entornar los ojos amenazadoramente, y él añadió sin vacilar—: Pero es el mejor plan que tenemos, así que adelante a toda máquina.

—Así es como debería portarse siempre —dijo Hermione para sí misma algo molesta.

Sin embargo, mientras Hermione comprobaba que no había nadie a la vista para poder salir del aseo, Ron susurró a Harry:

Sería mucho más sencillo que mañana tiraras a Malfoy de la escoba.

James paró de leer para reír un poco y emocionarse al pensar que leería en voz alta como su hijo jugaba a quidditch.

Harry se despertó pronto el sábado por la mañana y se quedó un rato en la cama pensando en el partido de quidditch. Se ponía nervioso, sobre todo al imaginar lo que diría Wood si Gryffindor perdía,

Wood sonrió satisfecho, contento al ver que, por lo menos, tenían una buena causa para no querer perder.

pero también al pensar que tendrían que enfrentarse a un equipo que iría montado en las escobas de carreras más veloces que había en el mercado.

Muchos tragaron saliva al recordar las Nimbus 2001.

Nunca había tenido tantas ganas de vencer a Slytherin.

James leyó eso con una sonrisa y mirando orgulloso a su hijo. Ginny también sonrió, ese comportamiento de Harry era demasiado genial. Por supuesto, estando Ginny delante de Harry, este no pudo percatarse de su sonrisa.

Después de estar tumbado media hora con las tripas revueltas, se levantó, se vistió y bajó temprano a desayunar. Allí encontró al resto del equipo de Gryffindor, apiñado en torno a la gran mesa vacía. Todos estaban nerviosos y apenas hablaban.

Algunos Slytherin sonrieron, alegres de que los Gryffindor estuvieran tensos por el partido contra ellos.

Cuando faltaba poco para las once, el colegio en pleno empezó a dirigirse hacia el estadio de quidditch. Hacía un día bochornoso que amenazaba tormenta. Cuando Harry iba hacia los vestuarios, Ron y Hermione se acercaron corriendo a desearle buena suerte. Los jugadores se vistieron sus túnicas rojas de Gryffindor y luego se sentaron a recibir la habitual inyección de ánimo que Wood les daba antes de cada partido.

Varios jugadores de Gryffindor bufaron mientras Katie sonreía con nostalgia. Oliver lo notó y no pudo evitar ruborizarse levemente.

Los de Slytherin tienen mejores escobas que nosotros —comenzó—, eso no se puede negar. Pero nosotros tenemos mejores jugadores sobre las escobas.

Los jugadores de Gryffindor sonrieron satisfechos mientras algunos Slytherin bufaban.

Hemos entrenado más que ellos y hemos volado bajo todas las circunstancias climatológicas («¡y tanto! —murmuró George Weasley—, no me he secado del todo desde agosto»),

James hizo una pausa para reír junto al resto.

—Lo decía en serio —aseguró George asintiendo con la cabeza varias veces, las suficientes para que se notara que no lo decía en serio.

y vamos a hacer que se arrepientan del día en que dejaron que ese pequeño canalla, Malfoy, les comprara un puesto en el equipo.

Muchos rieron y Malfoy, por una vez, estuvo tentado de echarle toda la culpa a su padre y de cabrearse con él. A nadie le gustaba ser humillado en público y que se rieran de ti por comprar un equipo para poder jugar era bastante humillante.

Con la respiración agitada por la emoción, Wood se volvió a Harry.

Es misión tuya, Harry, demostrarles que un buscador tiene que tener algo más que un padre rico.

—Que, por cierto, lo tienes —dijo James guiñándole un ojo—. Pero déjales bien claro que eso no es lo que importa.

Tienes que coger la snitch antes que Malfoy, o perecer en el intento, porque hoy tenemos que ganar.

Varios jugadores gruñeron.

—¡No puedes decirle algo así a Harry! —le dijo Hermione muy seria—. Se lo toma demasiado en serio.
Oliver, en vez de sentirse apenado por haber dicho lo que dijo, sonrió a Harry con ganas. Orgulloso de su comportamiento.

Así que no te sientas presionado, Harry —le dijo Fred, guiñándole un ojo.

Algunos rieron brevemente, algo preocupados por el anterior comentario de Hermione.

Cuando salieron al campo, fueron recibidos con gran estruendo; eran sobre todo aclamaciones de Hufflepuff y de Ravenclaw, cuyos miembros y seguidores estaban deseosos de ver derrotado al equipo de Slytherin, aunque la afición de Slytherin también hizo oír sus abucheos y silbidos. La señora Hooch, que era la profesora de quidditch, hizo que Flint y Wood se dieran la mano, y los dos contrincantes aprovecharon para dirigirse miradas desafiantes y apretar bastante más de lo necesario.

Oliver sonrió con nostalgia. Por estúpido que fuese, Flint siempre había sido su rival y el hecho de ser rivales creó lazos en ambos. Podían incluso llegar a olvidar el nombre de los profesores que tuvieron en Hogwarts por siete años, pero nunca se olvidarían el uno del otro.

Cuando toque el silbato —dijo la señora Hooch—: tres…, dos…, uno…

Animados por el bramido de la multitud que les apoyaba, los catorce jugadores se elevaron hacia el cielo plomizo. Harry ascendió más que ningún otro, aguzando la vista en busca de la snitch.

¿Todo bien por ahí, cabeza rajada? —le gritó Malfoy, saliendo disparado por debajo de él para demostrarle la velocidad de su escoba.

Algunos negaron con la cabeza, divertidos. Ese comportamiento pegaba totalmente con Malfoy; Desagradable y presumido.

Harry no tuvo tiempo de replicar. En aquel preciso instante iba hacia él una bludger negra y pesada;

Gemidos de preocupación cubrieron la sala.

faltó tan poco para que le golpeara, que al pasar le despeinó.

Suspiros de alivio y miradas satisfechas sustituyeron los gemidos.

¡Por qué poco, Harry! —le dijo George, pasando por su lado como un relámpago, con el bate en la mano, listo para devolver la bludger contra Slytherin. Harry vio que George daba un fuerte golpe a la bludger dirigiéndola hacia Adrian Pucey, pero la bludger cambió de dirección en medio del aire y se fue directa, otra vez, contra Harry.

James leía eso con los ojos muy abiertos, muy extrañado y, por supuesto, muy preocupado.
—¿Por qué? —preguntó Lily preocupada pero nadie respondió.

Harry descendió rápidamente para evitarla, y George logró golpearla fuerte contra Malfoy. Una vez más, la bludger viró bruscamente como si fuera un bumerán y se encaminó como una bala hacia la cabeza de Harry.

—¡¿Por qué?! —bufó James cabreado—. ¡¿Es que mi hijo no puede tener un partido de quidditch normal?! ¡¿Sin que nadie embruje su escoba o maldiga una bludger para que le persiga?!

Harry suspiró. Aún quedaban los dementores y eso, sin duda, había sido lo peor.

Harry aumentó la velocidad y salió zumbando hacia el otro extremo del campo. Oía a la bludger silbar a su lado. ¿Qué ocurría? Las bludger nunca se enconaban de aquella manera contra un único jugador, su misión era derribar a todo el que pudieran…

Muchos asintieron preocupados.

Fred Weasley aguardaba en el otro extremo. Harry se agachó para que Fred golpeara la bludger con todas sus fuerzas.

¡Ya está! —gritó Fred contento, pero se equivocaba: como si fuera atraída magnéticamente por Harry, la bludger volvió a perseguirlo y Harry se vio obligado a alejarse a toda velocidad.

—Joder —masculló James antes de seguir leyendo. Todos notaban en sus palabras como su preocupación aumentaba por momentos.

Había empezado a llover. Harry notaba las gruesas gotas en la cara, que chocaban contra los cristales de las gafas. No tuvo ni idea de lo que pasaba con los otros jugadores hasta que oyó la voz de Lee Jordan, que era el comentarista, diciendo: «Slytherin en cabeza por sesenta a cero.»

Nadie dijo nada, ni para bien ni para mal. Todos estaban preocupados por Harry, incluso los que antes le odiaban e incluso los que ya sabían lo que había ocurrido ese partido. Todos.

Estaba claro que la superioridad de las escobas de Slytherin daba sus resultados, y mientras tanto, la bludger loca hacía todo lo que podía para derribar a Harry. Fred y George se acercaban tanto a él, uno a cada lado, que Harry no podía ver otra cosa que sus brazos, que se agitaban sin cesar, y le resultaba imposible buscar la snitch, y no digamos atraparla.

—¡Olvidate de la dichosa snitch! —gruñó su madre al borde de la histeria.

Harry con solo verla tuvo una creciente preocupación. Estaba seguro de que, si su madre no moría de preocupación durante la lectura de los libros por lo menos quedaría calva por la histeria.

Alguien… está… manipulando… esta… bludger… —gruñó Fred, golpeándola con todas sus fuerzas para rechazar un nuevo ataque contra Harry.

Hay que detener el juego —dijo George, intentando hacerle señas a Wood y al mismo tiempo evitar que la bludger le partiera la nariz a Harry.

—Bien hecho, George —dijo Molly también muy preocupada.

Wood captó el mensaje. La señora Hooch hizo sonar el silbato y Harry, Fred y George bajaron al césped, todavía tratando de evitar la bludger loca.

¿Qué ocurre? —preguntó Wood, cuando el equipo de Gryffindor se reunió, mientras la afición de Slytherin los abucheaba—. Nos están haciendo papilla. Fred, George, ¿dónde estabais cuando la bludger le impidió marcar a Angelina?

—Salvando a Harry —le dijeron ambos.

—Os dais cuenta de que acabo de enterarme de todo eso, ¿No? —preguntó Oliver alzando una ceja.

Estábamos ocho metros por encima de ella, Oliver, para evitar que la otra bludger matara a Harry —dijo George enfadado—. Alguien la ha manipulado…, no dejará en paz a Harry, no ha ido detrás de nadie más en todo el tiempo. Los de Slytherin deben de haberle hecho algo.

—¡Hey! —bufaron los Slytherin molestos. La mayoría estaban seguros de que, aun en el caso de que les hubieran querido poder hacerlo, no habrían sido capaces.

Pero las bludger han permanecido guardadas en el despacho de la señora Hooch desde nuestro último entrenamiento, y aquel día no les pasaba nada… —dijo Wood, perplejo.

Muchos asintieron, intentando buscar la razón, sin encontrarla.

Nadie excepto Harry se percató de como Dobby se retorcía incomodo en su asiento.

La señora Hooch iba hacia ellos. Detrás de ella, Harry veía al equipo de Slytherin que lo señalaban y se burlaban.

Ahora nadie lo hacía. Visto desde el punto de vista de Harry todos habían cambiado de parecer.

Escuchad —les dijo Harry mientras ella se acercaba—, con vosotros dos volando todo el rato a mi lado, la única posibilidad que tengo de atrapar la snitch es que se me meta por la manga. Volved a proteger al resto del equipo y dejadme que me las arregle solo con esa bludger loca.

Muchos miraron a Harry impresionados.

—Harry, amigo —dijo Ron sonriendo—. Estas como una cabra.

Varios asintieron.

—Espero —dijo Molly amenazante a los gemelos—. Que no hayáis hecho caso.

No seas tonto —dijo Fred—, te partirá en dos.

Molly y muchos mas asintieron.

Wood tan pronto miraba a Harry como a los Weasley.

Oliver, esto es una locura —dijo Alicia Spinnet enfadada—, no puedes dejar que Harry se las apañe solo con la bludger. Esto hay que investigarlo.

Alicia asintió, satisfecha consigo misma.

¡Si paramos ahora, perderemos el partido! —argumentó Harry—. ¡Y no vamos a perder frente a Slytherin sólo por una bludger loca! ¡Venga, Oliver, diles que dejen que me las apañe yo solo!

James no sabía si reñir a su hijo por sus ideas suicidas o si decirle que estaba orgulloso por estar dispuesto a todo por aplastar a las serpientes.

Esto es culpa tuya —dijo George a Wood, enfadado—. «¡Atrapa la snitch o muere en el intento!» ¡Qué idiotez decir eso!

Muchos asintieron pero, como antes, Wood solo sonrió.

Llegó la señora Hooch.

¿Listos para seguir? —preguntó a Wood.

Wood contempló la expresión absolutamente segura del rostro de Harry.

Ginny se sonrojó ligeramente, esa expresión en Harry podía con ella.

Cho también sonreía, había visto varias veces a Harry con esa expresión y, por una parte, le hacía feliz el saber que cuando la miraba a ella sonreía como un estúpido y se ponía nervioso. Eso la hacía sentirse por encima del poderoso Harry Potter.

Bien —dijo—. Fred y George, ya lo habéis oído…, dejad que se enfrente él solo a la bludger.

Lily bufó, entre molesta y preocupada.

La lluvia volvió a arreciar. Al toque de silbato de la señora Hooch, Harry dio una patada en el suelo que lo propulsó por los aires, y enseguida oyó tras él el zumbido de la bludger. Harry ascendió más y más. Giraba, daba vueltas, se trasladaba en espiral, en zigzag, describiendo tirabuzones. Ligeramente mareado, mantenía sin embargo los ojos completamente abiertos.

Las miradas impresionadas seguían dirigiéndose a Harry. Todos tenían ya más que claro que era una persona increíble.

La lluvia le empañaba los cristales de las gafas y se le metió en los agujeros de la nariz cuando se puso boca abajo para evitar otra violenta acometida de la bludger. Podía oír las risas de la multitud; sabía que debía de parecer idiota, pero la bludger loca pesaba mucho y no podía cambiar de dirección tan rápido como él. Inició un vuelo a lo montaña rusa por los bordes del campo, intentando vislumbrar a través de la plateada cortina de lluvia los postes de Gryffindor, donde Adrian Pucey intentaba pasar a Wood…

Un silbido en el oído indicó a Harry que la bludger había vuelto a pasarle rozando. Dio media vuelta y voló en la dirección opuesta.

Varios tragaron saliva, cada vez más preocupados y cada vez mas alterados.

¿Haciendo prácticas de ballet, Potter? —le gritó Malfoy, cuando Harry se vio obligado a hacer una ridícula floritura en el aire para evitar la bludger.

Varios bufaron.

—De ridícula nada —dijo entonces Cho—. Yo estuve viendo el partido y te aseguro de que fue una floritura increíble. Muy pocos pueden volar así.

Harry no pudo evitar sonrojarse como un idiota. Eso causo varios gruñidos, más de los que habría imaginado, ¿Acaso estos libros estaban aumentando su popularidad con las chicas? Su sonrisa de idiota creció.

Harry escapó, pero la bludger lo seguía a un metro de distancia.

La tensión se apoderó de la sala, ¿Podría Harry esquivarla siempre?

Y en el momento en que dirigió a Malfoy una mirada de odio, vio la dorada snitch.

Todos abrieron mucho los ojos, sorprendidos.

Volaba a tan sólo unos centímetros por encima de la oreja izquierda de Malfoy…

Malfoy bufó, molesto y avergonzado.

pero Malfoy, que estaba muy ocupado riéndose de Harry, no la había visto.

—Idiota —dijo Astoria más divertida que molesta pero aun así Malfoy se sintió mal. No le gustaba que Astoria viera como hacía el ridículo.

Durante un angustioso instante, Harry permaneció suspendido en el aire, sin atreverse a dirigirse hacia Malfoy a toda velocidad, para que éste no mirase hacia arriba y descubriera la snitch.

—¡No! —exclamaron muchos comprendiendo lo que eso significaba.

¡PLAM!

La mayoría pusieron muecas de dolor, imaginando el golpe de la bludger.

Se había quedado quieto un segundo de más. La bludger lo alcanzó por fin, le golpeó en el codo, y Harry sintió que le había roto el brazo.

—Mi niño... —dijo Lily preocupada.

Débil, aturdido por el punzante dolor del brazo, desmontó a medias de la escoba empapada por la lluvia, manteniendo una rodilla todavía doblada sobre ella y su brazo derecho colgando inerte.

Muchos tragaron saliva, molestos por la imagen mental que tenían sobre el brazo roto.

La bludger volvió para atacarle de nuevo, y esta vez se dirigía directa a su cara.

—Muévete —le urgieron muchos, alterados

Harry cambió bruscamente de dirección, con una idea fija en su mente aturdida: coger a Malfoy.
Ofuscado por la lluvia y el dolor, se dirigió hacia aquella cara de expresión desdeñosa, y vio que Malfoy abría los ojos aterrorizado: pensaba que Harry lo estaba atacando.

Malfoy volvió a bajar la mirada avergonzado, y sintiéndose peor todavía al escuchar la risita de Astoria.

¿Qué…? —exclamó en un grito ahogado, apartándose del rumbo de Harry.

Más personas rieron mientras muchos Slytherin negaron con la cabeza, algo avergonzados de su buscador. Aunque, pensó Malfoy convencido, la mayoría habrían hecho lo mismo.

Harry se soltó finalmente de la escoba e hizo un esfuerzo para coger algo; sintió que sus dedos se cerraban en torno a la fría snitch,

—¡Sí! —exclamaron muchos emocionados.

pero sólo se sujetaba a la escoba con las piernas, y la multitud, abajo, profirió gritos cuando Harry empezó a caer, intentando no perder el conocimiento.

—¡NO! —exclamaron poniéndose en pie.

Con un golpe seco chocó contra el barro y salió rodando, ya sin la escoba.

Las muecas de dolor invadieron la sala (N.A. ¡Y pronto dominaran el mundo! Muajajaja)

El brazo le colgaba en un ángulo muy extraño.

Las muecas aumentaron (N.A. De intensidad, no de número, la invasión de las muecas de dolor no es hasta el 32 de Otromes, no os preocupéis)

Sintiéndose morir de dolor, oyó, como si le llegaran de muy lejos, muchos silbidos y gritos. Miró la snitch que tenía en su mano buena.

Ajá —dijo sin fuerzas—, hemos ganado.

—Idiota —murmuró Ginny entre conmovida, preocupada, orgullosa y molesta. Era algo muy contradictorio.

Y se desmayó.

Muchos tragaron saliva preocupados mientras Lily cogía la mano de Hary mas para satisfacerse a sí misma que para aliviar los pensamientos de su hijo.

Cuando volvió en sí, todavía estaba tendido en el campo de juego, con la lluvia cayéndole en la cara. Alguien se inclinaba sobre él. Vio brillar unos dientes.

—Lockhart —comprendieron muchos preocupados.

¡Oh, no, usted no! —gimió.

Varios asintieron alterados mientras otros fruncían el ceño.

—¿Por qué no? —preguntaron extrañados.

—Pertenece a la Orden de Merlín, tercera clase —dijo Padma—. Seguro que sabe lo que hace.

No sabe lo que dice —explicó Lockhart en voz alta a la expectante multitud de Gryffindor que se agolpaba alrededor—. Que nadie se preocupe: voy a inmovilizarle el brazo.

¡No! —dijo Harry—, me gusta como está, gracias.

Algunos rieron negando con la cabeza mientras Harry sonreía, pensando exactamente lo mismo que su yo pasado.

Intentó sentarse, pero el dolor era terrible. Oyó cerca un «¡clic!» que le resultó familiar.

—¡Colin! —dijeron muchos ya cabreados, esta vez se había pasado bastante.

No quiero que hagas fotos, Colin —dijo alzando la voz.

Vuelve a tenderte, Harry —dijo Lockhart, tranquilizador—. No es más que un sencillo hechizo que he empleado incontables veces.

—¿Veis? —preguntó Padma—. ¿Qué puede salir mal?

¿Por qué no me envían a la enfermería? —masculló Harry.

—Eso deberían haber hecho —masculló Pomfrey entre dientes.

Así debería hacerse, profesor —dijo Wood, lleno de barro y sin poder evitar sonreír aunque su buscador estuviera herido—. Fabulosa jugada, Harry, realmente espectacular, la mejor que hayas hecho nunca, yo diría.

James no pudo evitar dejar por un momento su preocupación a un lado para sonreír a Harry de manera radiante. Demostrando ampliamente lo orgulloso que estaba de él. Harry sintió que su pecho se inflaba de felicidad, de hecho, sintió que le faltaba poco para echar a volar como tía Marge.

Por entre la selva de piernas que le rodeaba, Harry vio a Fred y George Weasley forcejeando para meter la bludger loca en una caja. Todavía se resistía.

Apartaos —dijo Lockhart, arremangándose su túnica verde jade.

No… ¡no! —dijo Harry débilmente, pero Lockhart estaba revoleando su varita, y un instante después la apuntó hacia el brazo de Harry.

Harry notó una sensación extraña y desagradable que se le extendía desde el hombro hasta las yemas de los dedos. Sentía como si el brazo se le desinflara, pero no se atrevía a mirar qué sucedía.

—No me lo creo —murmuró Remus abriendo mucho los ojos.

Había cerrado los ojos y vuelto la cara hacia el otro lado, pero vio confirmarse sus más oscuros temores cuando la gente que había alrededor ahogó un grito y Colin Creevey empezó a sacar fotos como loco.

Nadie le dijo nada a Colin, aun sabiendo que se lo merecía, estaban demasiado preocupados por el destino del brazo de Harry.

El brazo ya no le dolía…

—¿Veis? —dijo Padma con un tono de sabionda muy similar al que usaba Hermione en su primer y segundo año.

pero tampoco le daba la sensación de que fuera un brazo.

—¿Qué? —preguntaron muchos extrañados.

Varios bufaron, eso solo había confirmado sus sospechas.

¡Ah! —dijo Lockhart—. Sí, bueno, algunas veces ocurre esto. Pero el caso es que los huesos ya no están rotos. Eso es lo que importa. Así que, Harry, ahora debes ir a la enfermería. Ah, señor Weasley, señorita Granger, ¿pueden ayudarle? La señora Pomfrey podrá…, esto…, arreglarlo un poco.

—SERÁ IDIOTA —bufó Lily poniéndose en pie—. ¿CÓMO SE LE OCURRE HACERLE ALGO ASÍ A MI HIJO? ¡¿CÓMO SE LE OCURRE?! YO ME LO CARGO.

Harry estaba seguro de que, estuviese Umbridge donde estuviese, habría escuchado los gritos de su madre pero el pensar eso solo le hizo sonreír. Su madre se preocupaba por él, se enfadaba con los que le hacían daño. Harry sintió que ese día era, sin duda, uno de los más felices de su vida.

Al ponerse en pie, Harry se sintió extrañamente asimétrico. Armándose de valor, miró hacia su lado derecho. Lo que vio casi le hace volver a desmayarse.

Muchos comenzaron a respirar de manera agitada, preocupados, nerviosos y expectantes.

Por el extremo de la manga de la túnica asomaba lo que parecía un grueso guante de goma de color carne. Intentó mover los dedos. No le respondieron.

—Oh, no —murmuraron muchos.

Lockhart no le había recompuesto los huesos: se los había quitado.

—¡Será idiota! —bufó Sirius—. Quiero... ¡No! TENGO que darle una paliza.

—Descuida, Sirius —dijo Harry sin sentir pena en absoluto (Mas por las otras víctimas que por el mismo)—. Ya ha sufrido suficiente.

Sirius frunció el ceño, extrañado pero no preguntó nada.

A la señora Pomfrey aquello no le hizo gracia.

—¡Por supuesto que no! —dijo muy seria.

¡Tendríais que haber venido enseguida aquí! —dijo hecha una furia y levantando el triste y mustio despojo de lo que, media hora antes, había sido un brazo en perfecto estado—. Puedo recomponer los huesos en un segundo…, pero hacerlos crecer de nuevo…

Pero podrá, ¿no? —dijo Harry, desesperado.

Desde luego que podré, pero será doloroso —dijo en tono grave la señora Pomfrey, dando un pijama a Harry—. Tendrás que pasar aquí la noche.

Muchos bufaron y miraron a Harry con compasión. Como si no fuera suficiente tener a una bladger loca persiguiéndole tenía que perder un brazo y como si eso tampoco fuera suficiente tenía que perder los huesos y como si eso tampoco fuera suficiente tenía que pasar la noche en la enfermería, ¿Podía haber llegado a salir peor? (N.A. Con un bote de cola blanca, dos palos y una cremallera yo podía haber hecho que saliera peor e.e)

Hermione aguardó al otro lado de la cortina que rodeaba la cama de Harry mientras Ron lo ayudaba a vestirse. Les llevó un buen rato embutir en la manga el brazo sin huesos, que parecía de goma.

¿Te atreves ahora a defender a Lockhart, Hermione? —le dijo Ron a través de la cortina mientras hacía pasar los dedos inanimados de Harry por el puño de la manga—. Si Harry hubiera querido que lo deshuesaran, lo habría pedido.

Cualquiera puede cometer un error —dijo Hermione—. Y ya no duele, ¿verdad, Harry?

Muchos miraron a Hermione impresionados. Ron bufó con fuerza.

—Pero mira que eres —dijo molesto—. ¿"Cualquiera puede cometer un error"? ¡Le ha quitado los malditos huesos! Pero claro, como te gustaba no importa lo que haya hecho, ¿Verdad?

—¡Claro que importa! —dijo Hermione poniéndose en pie molesta—. Y no me vengas con esas que a ti te pasa lo mismo con Rosmerta, la de las Tres Escobas, ¿O no le dijiste que no importaba cuando en vez de tres cervezas de mantequilla nos trajo tres asquerosas cervezas de moca?

—¡Estas comparando unas estúpidas cervezas de mantequilla con los huesos del brazo de tu mejor amigo! —le espetó Ron muy cabreado—. ¡¿Te das cuenta de lo que eres capaz de hacer para no admitir que estabas equivocada?! ¡¿Te das cuenta?! En serio, yo no aguanto más esto.

Una vez dicho esto salió disparado hacía la puerta.

Harry, por raro que fuese, no pudo evitar sonreír. Era la misma situación solo que a la inversa.

—Hermione —dijo Ginny muy seriamente—. Por mucho que me moleste admitirlo esta vez Ron tiene razón. Sé que lo sabes.

Hermione no dijo nada, permaneció observando el lugar por el que Ron había desaparecido.

—Hermione —dijo Lily—. Sé cómo te sientes, he estado en muchas situaciones similares y créeme, se lo que estás pensando. Pero ignóralo y ve tras él, o te arrepentirás.

Tal vez fuese porque solo necesitaba un empujoncito, tal vez porque no quería desobedecer a la madre de Harry o tal vez fuese por el tono amargado que había usado Lily al decirlo porque Hermione asintió y se apresuró a salir por la puerta por la que había salido Ron.

Dumbledore suspiró.

—No podemos perder más tiempo esperándoles —dijo de manera calmada—. Sigamos sin ellos.

James asintió y reanudó la lectura.

No —respondió Harry—, ni duele ni sirve para nada. —Al echarse en la cama, el brazo se balanceó sin gobierno.

Muchos gruñeron, cabreados con Lockhart.

Hermione y la señora Pomfrey cruzaron la cortina. La señora Pomfrey llevaba una botella grande en cuya etiqueta ponía «Crecehuesos».

Vas a pasar una mala noche —dijo ella, vertiendo un líquido humeante en un vaso y entregándoselo—. Hacer que los huesos vuelvan a crecer es bastante desagradable.

Muchos pusieron muecas al imaginarlo.

Lo desagradable fue tomar el crecehuesos. Al pasar, le abrasaba la boca y la garganta, haciéndole toser y resoplar. Sin dejar de criticar los deportes peligrosos y a los profesores ineptos, la señora Pomfrey se retiró, dejando que Ron y Hermione ayudaran a Harry a beber un poco de agua.

¡Pero hemos ganado! —le dijo Ron, sonriendo tímidamente—. Todo gracias a tu jugada. ¡Y la cara que ha puesto Malfoy… Parecía que te quería matar!

Me gustaría saber cómo trucó la bludger —dijo Hermione intrigada.

—No fui yo —se apresuró a decir Malfoy a pesar de que la mayoría la lo sospechaba.

Podemos añadir ésta a la lista de preguntas que le haremos después de tomar la poción multijugos —dijo Harry, acomodándose en las almohadas—. Espero que sepa mejor que esta bazofia…

Moody sonrió burlón, sabía mucho peor pero, obviamente, ellos no llegarían a comprobarlo.

¿Con cosas de gente de Slytherin dentro? Estás de broma —observó Ron.

Algunos rieron.

En aquel momento, se abrió de golpe la puerta de la enfermería. Sucios y empapados, entraron para ver a Harry los demás jugadores del equipo de Gryffindor.

Harry les sonrió.

Un vuelo increíble, Harry —le dijo George—. Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no se daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento.

Malfoy bajó la cabeza avergonzado. Por supuesto que no estaba contento.

Habían llevado pasteles, dulces y botellas de zumo de calabaza; se situaron alrededor de la cama de Harry, y ya estaban preparando lo que prometía ser una fiesta estupenda, cuando se acercó la señora Pomfrey gritando:

¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos! ¡Fuera! ¡FUERA!

El equipo de Gryffindor gruñó cabreado.

Y dejaron solo a Harry, sin nadie que lo distrajera de los horribles dolores de su brazo inerte.

Pomfrey frunció el ceño. Si eso era cierto tal vez debiera dejar visitas más frecuentemente aunque claro, sin pasarse,

Horas después, Harry despertó sobresaltado en una total oscuridad, dando un breve grito de dolor: sentía como si tuviera el brazo lleno de grandes astillas.

Muchos pusieron muecas de extremo dolor mientras Lily miraba a Harry tristemente, sintiendo que su hijo hubiera tenido que sufrir eso.

Por un instante pensó que era aquello lo que le había despertado. Pero luego se dio cuenta, con horror, de que alguien, en la oscuridad, le estaba poniendo una esponja en la frente.

—¿Quién? —preguntó Pomfrey extrañada, ella no había sido.

La pregunta de Pomfrey preocupó a los demás, ¿Quién era? Dobby se retorció incomodo en su asiento.

¡Fuera! —gritó, y luego, al reconocer al intruso, exclamó—: ¡Dobby!

—¿Dobby? —preguntaron muchos extrañados y el pequeño elfo asintió.

Los ojos del tamaño de pelotas de tenis del elfo doméstico miraban desorbitados a Harry a través de la oscuridad. Una sola lágrima le bajaba por la nariz larga y afilada.

Harry Potter ha vuelto al colegio —susurró triste—. Dobby avisó y avisó a Harry Potter. ¡Ah, señor!, ¿por qué no hizo caso a Dobby? ¿Por qué no volvió a casa Harry Potter cuando perdió el tren?

Muchos, bufando, se dispusieron a decirle a Dobby el por qué pero entonces callaron en la cuenta de algo:

—¿Y tú como sabes que perdió el tren? —preguntaron.

Harry se incorporó con gran esfuerzo y tiró al suelo la esponja de Dobby.

¿Qué hace aquí? —dijo—. ¿Y cómo sabe que perdí el tren? —A Dobby le tembló un labio, y a Harry lo acometió una repentina sospecha—. ¡Fue usted! —dijo despacio—. ¡Usted impidió que la barrera nos dejara pasar!

Muchos abrieron los ojos impresionados, eso sí que no se lo esperaban.

Sí, señor, claro —dijo Dobby, moviendo vigorosamente la cabeza de arriba abajo y agitando las orejas—. Dobby se ocultó y vigiló a Harry y cerró la entrada, y Dobby tuvo que quemarse después las manos con la plancha. —Enseñó a Harry diez largos dedos vendados—. Pero a Dobby no le importó, señor, porque pensaba que Harry Potter estaba a salvo, ¡pero no se le ocurrió que Harry Potter pudiera llegar al colegio por otro medio!

El enfado de algunos se enfrió un poco al saber que Dobby había llegado a plancharse las manos y que no le había importado solo por intentar "proteger" a Harry pero su enfado tampoco desapareció.

Se balanceaba hacia delante y hacia atrás, agitando su fea cabeza.

¡Dobby se llevó semejante disgusto cuando se enteró de que Harry Potter estaba en Hogwarts, que se le quemó la cena de su señor! Dobby nunca había recibido tales azotes, señor…

Muchos fulminaron a Malfoy, el cual no tenía la culpa, había sido su padre.

Harry se desplomó de nuevo sobre las almohadas.

Casi consigue que nos expulsen a Ron y a mí —dijo Harry con dureza—. Lo mejor es que se vaya antes de que mis huesos vuelvan a crecer, Dobby, o podría estrangularle.

Dobbt se removía incomodo en el asiento. Ahora que era libre y llevaba mucho tiempo sin ser amenazado le molestaba de verdad ser amenazado por una persona a la que respetaba, admiraba e incluso quería pero entendía las razones de Harry para ello.

Dobby sonrió levemente.

Dobby está acostumbrado a las amenazas, señor. Dobby las recibe en casa cinco veces al día.

Muchos pusieron semblantes tristes al oírlo.

Se sonó la nariz con una esquina del sucio almohadón que llevaba puesto; su aspecto era tan patético que Harry sintió que se le pasaba el enojo, aunque no quería.

¿Por qué lleva puesto eso, Dobby? —le preguntó con curiosidad.

—Es su símbolo de esclavitud —dijo Lily con tristeza.

¿Esto, señor? —preguntó Dobby, pellizcándose el almohadón—. Es un símbolo de la esclavitud del elfo doméstico, señor. A Dobby sólo podrán liberarlo sus dueños un día si le dan alguna prenda. La familia tiene mucho cuidado de no pasarle a Dobby ni siquiera un calcetín, porque entonces podría dejar la casa para siempre. —Dobby se secó los ojos saltones y dijo de repente—: ¡Harry Potter debe volver a casa! Dobby creía que su bludger bastaría para hacerle…

—¡¿Su bludger?! —repitió James fulminando al elfo con la mirada.

—Dobby lo siente mucho señor pero...

Dobby no pudo terminar de hablar porque Lily le había cruzado la cara de una bofetada.

—¿Cómo te atreves a embrujar una bludger contra mi hijo? —gruñó amenazante y cabreada—. ¿Cómo te atreves a romperle un brazo? —preguntó mientras acercaba su cara peligrosamente al elfo—. Poco me importa quien seas e incluso si mi hijo te aprecia, no perdonaré tan fácilmente a alguien que ha roto el brazo a mi hijo —bufó, tentada con golpear al elfo una vez más.

Harry miraba a su madre impresionado. Se había dado cuenta de que era impulsiva pero nunca había pensado que llegaría a ser violenta. Esperó que Dobby llorara o algo pero, para su sorpresa, el pequeño elfo tenía los ojos muy abiertos y miraba a Lily con apreciación.

—Me ha tratado como a un igual —murmuró sobrecogido—. Me ha golpeado como habría golpeado a cualquier otro. Se ha enfadado conmigo como se habría enfadado con cualquier otro —seguía murmurando el elfo. Entonces sonrió ampliamente—. Es usted una digna madre de Harry Potter, señorita.

Lily no pudo evitar sonreír complacida, aun sin perdonar del todo al elfo pero dejando el enfado de lado.
James, desde lejos, decidió seguir leyendo, algo cabreado con el elfo también.

¿Su bludger? —dijo Harry, volviendo a enfurecerse—. ¿Qué quiere decir con «su bludger»? ¿Usted es el culpable de que esa bola intentara matarme?

¡No, matarle no, señor, nunca! —dijo Dobby, asustado—. ¡Dobby quiere salvarle la vida a Harry Potter! ¡Mejor ser enviado de vuelta a casa, gravemente herido, que permanecer aquí, señor! ¡Dobby sólo quería ocasionar a Harry Potter el daño suficiente para que lo enviaran a casa!

Lily, aun sabiendo que no eran los métodos adecuados, agradeció las intenciones del elfo. No era malo en absoluto solo que sus métodos eran... ¿Poco ortodoxos? ¿Crueles? ¿Dolorosos? ¿Todo junto? Si, algo así.

Ah, ¿eso es todo? —dijo Harry irritado—. Me imagino que no querrá decirme por qué quería enviarme de vuelta a casa hecho pedazos.

¡Ah, si Harry Potter supiera…! —gimió Dobby, mientras le caían más lágrimas en el viejo almohadón—. ¡Si supiera lo que significa para nosotros, los parias, los esclavizados, la escoria del mundo mágico…! Dobby recuerda cómo era todo cuando El-que-no-debe-nombrarse estaba en la cima del poder, señor. ¡A nosotros los elfos domésticos se nos trataba como a alimañas, señor! Desde luego, así es como aún tratan a Dobby, señor —admitió, secándose el rostro en el almohadón—.

Draco no pudo evitar sentir algo de pena por el elfo. Su padre le había enseñado a no sentir pena por los elfos, como si estos no tuvieran sentimientos o, que aun teniéndolos, no eran lo suficientemente importantes como para preocuparle. Ahora, visto desde un punto de vista imparcial, entendió lo que debía haber sufrido.

Pero, señor, en lo principal la vida ha mejorado para los de mi especie desde que usted derrotó al Que-no-debe-ser-nombrado. Harry Potter sobrevivió, y cayó el poder del Señor Tenebroso, surgiendo un nuevo amanecer, señor, y Harry Potter brilló como un faro de esperanza para los que creíamos que nunca terminarían los días oscuros, señor… Y ahora, en Hogwarts, van a ocurrir cosas terribles, tal vez están ocurriendo ya, y Dobby no puede consentir que Harry Potter permanezca aquí ahora que la historia va a repetirse, ahora que la Cámara de los Secretos ha vuelto a abrirse…

Lily y James abrieron mucho los ojos, ¿Al final la Cámara acabaría afectando a Harry? (N.A. ¿Cuánto creéis que tardaran en comprender que toda cosa que ocurra en Hogwarts va a afectar a Harry de una manera u otra?)

Dobby se quedó inmóvil, aterrorizado, y luego cogió la jarra de agua de la mesilla de Harry y se dio con ella en la cabeza, cayendo al suelo. Un segundo después reapareció trepando por la cama, bizqueando y murmurando:

Dobby malo, Dobby muy malo…

Muchos miraron al elfo con tristeza.

¿Así que es cierto que hay una Cámara de los Secretos? —murmuró Harry—. Y… ¿dice que se había abierto en anteriores ocasiones? ¡Hable, Dobby! —Sujetó la huesuda muñeca del elfo a tiempo de impedir que volviera a coger la jarra del agua—. Además, yo no soy de familia muggle. ¿Por qué va a suponer la cámara un peligro para mí?

Varios asintieron extrañados.

Ah, señor, no me haga más preguntas, no pregunte más al pobre Dobby —tartamudeó el elfo. Los ojos le brillaban en la oscuridad—. Se están planeando acontecimientos terribles en este lugar, pero Harry Potter no debe encontrarse aquí cuando se lleven a cabo. Váyase a casa, Harry Potter. Váyase, porque no debe verse involucrado, es demasiado peligroso…

Muchos tragaron saliva, más que preocupados.

¿Quién es, Dobby? —le preguntó Harry, manteniéndolo firmemente sujeto por la muñeca para impedirle que volviera a golpearse con la jarra del agua—. ¿Quién la ha abierto? ¿Quién la abrió la última vez?

—El mismo —murmuró Harry para si mismo.

¡Dobby no puede hablar, señor, no puede, Dobby no debe hablar! —chilló el elfo—. ¡Váyase a casa, Harry Potter, váyase a casa!

¡No me voy a ir a ningún lado! —dijo Harry con dureza—. ¡Mi mejor amiga es de familia muggle, y su vida está en peligro si es verdad que la cámara ha sido abierta!

Muchos sonrieron a Harry entre impresionados y, de alguna manera, agradecidos.

¡Harry Potter arriesga su propia vida por sus amigos! —gimió Dobby, en una especie de éxtasis de tristeza—. ¡Es tan noble, tan valiente…! Pero tiene que salvarse, tiene que hacerlo, Harry Potter no puede…

Muchos asintieron, Harry era muy noble y muy valiente.

Dobby se quedó inmóvil de repente, y temblaron sus orejas de murciélago. Harry también lo oyó: eran pasos que se acercaban por el corredor.

—¿Quién es ahora? —preguntó Sirius molesto.

Harry tragó saliva, él sabía muy bien quien había sido; Colin.

¡Dobby tiene que irse! —musitó el elfo, aterrorizado.

Se oyó un fuerte ruido, y el puño de Harry se cerró en el aire. Se echó de nuevo en la cama, con los ojos fijos en la puerta de la enfermería, mientras los pasos se acercaban.

Dumbledore entró en el dormitorio, vestido con un camisón largo de lana y un gorro de dormir.

Algunos rieron imaginándoselo.

Acarreaba un extremo de lo que parecía una estatua.

Todos pararon de reír instantáneamente.

La profesora McGonagall apareció un segundo después, sosteniendo los pies. Entre uno y otra, dejaron la estatua sobre una cama.

Traiga a la señora Pomfrey —susurró Dumbledore, y la profesora McGonagall desapareció a toda prisa pasando junto a los pies de la cama de Harry. Harry estaba inmóvil, haciéndose el dormido. Oyó voces apremiantes, y la profesora McGonagall volvió a aparecer, seguida por la señora Pomfrey, que se estaba poniendo un jersey sobre el camisón de dormir. Harry la oyó tomar aire bruscamente.

¿Qué ha ocurrido? —preguntó la señora Pomfrey a Dumbledore en un susurro, inclinándose sobre la estatua.

Otra agresión —explicó Dumbledore—. Minerva lo ha encontrado en las escaleras.

Muchos miraron a Colin con tristeza, sabían que había sido él. Este se encogió de hombros, para tranquilizarles, ignorando lo cerca que había estado de morir en realidad.

Tenía a su lado un racimo de uvas —dijo la profesora McGonagall—. Suponemos que intentaba llegar hasta aquí para visitar a Potter.

Harry le agradeció a Colin con la mirada mientras sentía algo extraño en su estómago. Otra víctima más por su culpa.

A Harry le dio un vuelco el corazón.

Colin sonrió a Harry, contento, de alguna manera, por haber hecho que a Harry le diese un vuelco el corazón.

Lentamente y con cuidado, se alzó unos centímetros para poder ver la estatua que había sobre la cama. Un rayo de luna le caía sobre el rostro.

Era Colin Creevey. Tenía los ojos muy abiertos y sus manos sujetaban la cámara de fotos encima del pecho.

¿Petrificado? —susurró la señora Pomfrey.

Sí —dijo la profesora McGonagall—. Pero me estremezco al pensar… Si Albus no hubiera bajado por chocolate caliente, quién sabe lo que podría haber…

Algunos se estremecieron, aterrorizados.

Los tres miraban a Colin. Dumbledore se inclinó y desprendió la cámara de fotos de las manos rígidas de Colin.

¿Cree que pudo sacar una foto a su atacante? —le preguntó la profesora McGonagall con expectación.

Todos escuchaban expectantes mientras Colin esperaba haber servido para algo. Lo más seguro fuese que, justo antes de ser paralizado, debido a el susto, hubiese apretado el botón, ¿Habría una foto?

Dumbledore no respondió. Abrió la cámara.

¡Por favor! —exclamó la señora Pomfrey.

Un chorro de vapor salió de la cámara. A Harry, que se encontraba tres camas más allá, le llegó el olor agrio del plástico quemado.

—Mierda —murmuraron muchos algo desilusionados.

Derretido —dijo asombrada la señora Pomfrey—. Todo derretido…

¿Qué significa esto, Albus? —preguntó apremiante la profesora McGonagall.

Significa —contestó Dumbledore— que es verdad que han abierto de nuevo la Cámara de los Secretos.

Muchos gruñeron, lo terrible comenzaba ahora.

La señora Pomfrey se llevó una mano a la boca. La profesora McGonagall miró a Dumbledore fijamente.

Pero, Albus…, ¿quién…?

La cuestión no es quién —dijo Dumbledore, mirando a Colin—; la cuestión es cómo.

Algunos asintieron, de acuerdo con el director mientras que otros escuchaban sin comprender.

Y a juzgar por lo que Harry pudo vislumbrar de la expresión sombría de la profesora McGonagall, ella no lo comprendía mejor que él.

McGonagall asintió.

—Aquí acaba —dijo James levantando el libro con un suspiro—. ¿Lees tú, cariño?

Lily asintió, soltó la mano de Harry que no había llegado a soltar desde que la agarró y caminó hasta su marido.

—¿No deberíamos esperar a Ron y a Hermione? —preguntó con el libro ya en la mano. Dumbledore asintió. A partir de aquí lo mejor era que estuvieran todos en la sala—. De todas maneras leo el título, que tengo curiosidad: El club de duelo.


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